Por María Salas
MUJERES EN RED
Sería un grave error identificar con el feminismo a toda acción en favor de la mujer, pero sería una injusticia histórica actuar en este campo sin conocer ni reconocer que las posibilidades que tenemos ahora las mujeres se deben, en gran medida, a la lucha de las feministas, a sus planteamientos y a sus logros.
Sin embargo, es frecuente que personas muy comprometidas en proyectos con mujeres desconozcan el movimiento feminista y no analicen reflexivamente qué le deben, en qué están de acuerdo con él y en qué discrepan.
Resulta también sorprendente que muchas mujeres ejerciten unos derechos recientemente adquiridos sin preguntarse quién y cómo ha logrado su reconocimiento legal y social. No deja de ser cuando menos curioso que en muchos casos las propias mujeres nieguen al movimiento feminista el respeto histórico que otorgan a otros movimientos sociales, como el sindical o el obrero.
Los responsables de DOCUMENTACIÓN SOCIAL, por el contrario, han pensado que un número de la revista dedicado a la mujer debería contar con un marco de referencia que sitúe al feminismo en su contexto histórico, con sus logros y sus fracasos, sus aciertos y sus equivocaciones. Tarea no fácil de realizar, porque aunque existen muchos estudios parciales, se encuentran pocos trabajos de síntesis global.
Simplificando mucho, en favor de la visión de conjunto, podemos decir que en el feminismo se observan tres etapas diferentes precedidas de un período de gestación.
LAS PRECURSORAS
Suele aceptarse que la primera etapa del feminismo, como fenómeno social organizado, se inició con la acción de las sufragistas, en un período que abarca desde mediados del siglo XlX hasta el final de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, pueden encontrarse antecedentes en periodos históricos anteriores y muy especialmente en el ambiente creado por la Revolución Francesa y sus declaraciones en favor de la igualdad de todos los ciudadanos. Ya en aquel momento algunas autoras, y también algunos autores, con toda coherencia trataron de aplicar aquella igualdad también a las mujeres. El propio CONDORCET' defendió este principio en su documento sobre La admisión de las mujeres en la ciudadanía. Olimpia DE GOUGES insiste en su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, replica al texto base de la revolución de título similar. En Inglaterra Mary WOLLSTONECRAFT aborda la cuestión desde otro ángulo en Reivindicaciones de los derechos de la mujer. La cuestión queda planteada pero los frutos no se recogen todavía. Muy al contrario, a Olimpia DE GOUGES, que había afirmado en el artículo X de su Declaración que «si la mujer tiene derecho a subir al cadalso también debe tener el derecho de subir a la tribuna», se le aplicó el primero sin llegar a conseguir el segundo, puesto que, como es bien sabido, murió guillotinada bajo el «régimen de terror» impuesto por Robespierre.
El advenimiento del régimen napoleónico y la promulgación en 1804 del nuevo Código ahogó la esperanza que la Revolución había despertado en las mujeres y consagró u minoría de edad civil, social y económica y su exclusión de los derechos políticos. El Código de Bonaparte empeoró la situación de las mujeres en toda Europa ya que la mayoría de los países lo tomaron como modelo en su respectiva legislación.
Sin embargo, la semilla de la aspiración a la igualdad estaba ya sembrada y sólo esperaba el momento oportuno para dar sus frutos.
EL SUFRAGISMO
Los vientos de libertad levantados por la Revolución encontraron un buen campo de cultivo en los Estados Unidos. A favor de estos vientos las mujeres lucharon por la independencia de su país junto a los varones y posteriormente se unieron a la causa de los esclavos. Ello les llevó a ocuparse cada vez en mayor medida de las cuestiones políticas y sociales.
Las mujeres aprendieron a hablar en público defendiendo sus derechos al tiempo que los de los esclavos porque comprendieron que eran cuestiones inseparables.
Con ello existían ya las bases para un real y verdadero movimiento femenino; lo que hacía falta era un impulso que le diese vida, una cabeza y un programa. La ocasión fue el Congreso Antiesclavista Mundial celebrado en Londres en 1840. La delegación norteamericana incluía cuatro mujeres, pero el Congreso, escandalizado por su presencia, rehusó reconocerlas como delegadas e incluso ocultó su presencia tras unas cortinas. Lucrecia Mott y Elisabeth Cady Stanton, dos de las delegadas norteamericanas, volvieron de Londres indignadas, humilladas y decididas a intensificar su campaña por el reconocimiento de los derechos. En 1848 convocaron una convención en la que Elisabeth Stanton pronunció un memorable discurso y pidió el voto para las mujeres. En esta convención se aprobó la Declaración de Séneca Falls, uno de los textos básicos del sufragismo americano.
A partir de esta fecha las mujeres de Estados Unidos empezaron a luchar de forma organizada en favor de sus derechos, tratando de conseguir una enmienda a la Constitución que les diera acceso al voto, la enmienda Anthony (llamada así por el nombre de su redactora), que fue presentada a la Cámara en todos los períodos legislativos, desde 1878 hasta 1896. En este año decidieron cambiar de táctica para tratar de conseguir su propósito Estado por Estado, ya que algunos se habían mostrado más receptivos. En 1869 Wyoming había concedido el voto a las mujeres sin apenas lucha; le siguió Colorado en 1893, después Utah (1895) e Idaho (1896), y finalmente el Estado de Washington (1910). En 1918 la «enmienda Anthony» volvió a figurar en la agenda del Congreso y esta vez dos tercios de los representantes votaron afirmativamente. Se cuenta que Charlotte Woodward, firmante de la Declaración de Séneca Falls, fue la única mujer que vivió lo bastante para votar en las elecciones presidenciales de 1920.
Fue una lucha larga y penosa, en la que muchas mujeres se pusieron a prueba, pero no llegó al radicalismo de Gran Bretaña.
SUFRAGISMO EN INGLATERRA
En Europa, el movimiento sufragista más potente y radical fue el inglés. Surgió en 1951, sólo tres años después de la Declaración de Séneca Falls, cuando un grupo de mujeres inglesas celebraron en Sheffielo un acto público en el que pidieron el voto para la mujer. Decididas a seguir procedimientos democráticos en la consecución de sus objetivos buscaron el apoyo de los parlamentarios. El día 13 de febrero de 1861, el conde de Carlisle presentó su petición en la Cámara de los Lores. Fue el inicio de un largo camino.
Posteriormente las sufragistas inglesas consiguieron tener como aliado a John Stuart, que se casó con una feminista, Harriet Hardy Taylor, y en 1869 escribió un libro que se hizo famoso, La sumisión de las mujeres. Stuart' Mili presentó a la Cámara de los Comunes en 1866 la primera petición oficial del Comité por el Sufragio Femenino. }oro el verdadero paladín de las mujeres en la Cámara baja inglesa fue Jacob Brigt, que incansablemente una y otra vez insistía en presentar propuestas para obtener el derecho político de las mujeres. En 1867 Jacob Brigt profetizó: «SI los mítines carecen de efecto, si la expresión precisa y casi universal de la opinión no tiene influencia ni en la Administración ni en el Parlamento, inevitablemente las mujeres buscarán otros sistemas para asegurarse estos derechos que les son constantemente rehusados» (2~
Sin embargo, las sufragistas inglesas siguieron todavía casi cuarenta años más defendiendo la causa feminista por medios legales. En 1903, cansadas de no ser tomadas en cuenta, cambiaron de estrategia y pasaron a la lucha directa. La táctica que adoptaron fue interrumpir los discursos de los ministros y presentarse en todas las reuniones del partido liberal para plantear sus demandas. La policía las expulsaba de los actos y les imponía multas que no pagaban, tras lo cual iban a la cárcel. Allí eran consideradas como presas comunes y no políticas como ellas hubieran deseado. Para atraer la atención pública sobre su situación recurrieron a la huelga de hambre; Gladstone, que era entonces primer ministro, ordenó que las alimentaran por la fuerza, pero las feministas no desistieron, poniendo en práctica lo que una de ellas había escrito: «Para todas las conquistas en el campo de la libertad muchos hombres y mujeres han debido padecer. Esta regla es también válida para nuestro caso».
Las feministas y la policía inglesa entraron en una espiral de violencia. En julio de 1903, lady Pankhurst, presidenta de la National Union of Women Suffrage, fue condenada a tres años de trabajos forzados pero las sufragistas lograron su evasión. El presidente Wilson la invitó a los EE.UU. Se había convertido en una figura casi legendaria, pero eso no la libró de volver a ser encarcelada en cuanto regresó a Inglaterra.
Mientras tanto, las sufragistas iniciaron una serie de actos terroristas contra diversos edificios públicos, sin cometer ningún atentado personal. La única víctima mortal fue la militante EmilY Davidson, que en junio de 1913, en el hipódromo de Epson, se arrojó a las patas del caballo del Rey que corría en él en la carrera del Derby.
El funeral de Emily Davidson fue un grandioso acto feminista. Entre las numerosas carrozas que seguían al féretro iba una vacía con las cortinas bajas: era la que hubiera correspondido a lady Pankhurst, que no pudo asistir por estar de nuevo arrestada.
Este terrible acontecimiento, aunque fue un paso más en el proceso, no puso fin a la 'lucha. Fue preciso llegar al estallido de la Primera Guerra Mundial. Con este motivo, el Rey Jorge V amnistió a todas las sufragistas y encargó a lady Pankhurst el reclutamiento y la organización de las mujeres para sustituir a los varones que debían alistarse; un buen ejemplo del pragmatismo inglés.
Por fin, el 28 de mayo de 1917 fue aprobada la ley de sufragio femenino, por 364 votos a favor y 22 en contra, después de cincuenta años de lucha y 2.584 peticiones presentadas al Parlamento.
FEMINISMO EN ESPAÑA
En otros países europeos las mujeres lucharon también por conseguir el voto con menos dramatismo y apoyándose en las conquistas de sus hermanas de Inglaterra y de América.
En España el feminismo entró tardíamente, cuando ya en Europa empezaba a perder su fuerza inicial, y nunca adquirió gran desarrollo.
En 1920 existían varias asociaciones feministas de diferente signo, de las cuales las más importantes eran la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, presidida por María Espinosa, y la Unión de Mujeres Españolas (UME), presidida por la marquesa de Ter. Para ellas eran temas prioritarios la educación de las mujeres, la reforma del Código y el derecho al voto.
La República, instaurada en abril de 1914, dio satisfacción a la mayoría de sus demandas. El 1 de octubre de este mismo año se aprueba en el Parlamento el artículo 34 de la Constitución, que reconoce el derecho de las mujeres al voto, después de un doloroso enfrentamiento entre dos mujeres que se suponía deberían haber estado de acuerdo. Clara Campoamor, del Partido Radical, defendió con calor el derecho al voto como cuestión de justicia, y Victoria Kent, del Partido Radical-Socialista, se opuso por una razón de oportunismo político, suponiendo que las españolas se indinarían hacia un voto conservador. Clara Campoamor consiguió una clara victoria, 161 votos a favor de la ley y 121 en contra, pero debió pagar un alto precio por ella ya que su propio partido llegó a abandonada posteriormente.
Hacia los años treinta la mayoría de las naciones desarrolladas habían reconocido el derecho al voto femenino, salvo Suiza, que no lo aceptó hasta 1970. El objetivo principal de las sufragistas se habían logrado y el feminismo pareció entrar en una fase de recesión.
A pesar de su nombre las sufragistas no defendían sólo el derecho al voto. Sus objetivos eran más amplios, Ya hemos visto que las americanas lucharon contra la esclavitud junto a los abolicionistas y en favor de la igualdad en sentido muy amplio. Las feministas de esta primera época plantearon también el derecho al libre acceso a los estudios superiores y a todas las profesiones; la igualdad de derechos civiles; compartir la patria potestad de los hijos; denunciaban que el marido fuera el administrador delos bienes conyugales, incluso de lo que ganaba la esposa con su trabajo; pedían salario igual para trabajo igual, etc. Todos estos objetivos se centraron en el derecho al voto, que parecía la llave para conseguir los demás.
En resumen, las feministas del siglo XlX y primeros años del siglo xx lucharon por conseguir la igualdad de derechos respecto al varón argumentando que era persona humana lo mismo que él. Se puso énfasis en los aspectos igualitarios y en el respeto a los valores democráticos. En ese sentido se ha puede decir que era un movimiento basado en los principios liberales.
Junto a este feminismo, y a veces frente a él, se intentó desarrollar un feminismo de clase, socialista y comunista, que se debatió entre la fidelidad a la causa feminista y la fidelidad a los partidos políticos respectivos. «Cuando las feministas socialistas tratan de empujar a sus camaradas varones a llevar sus promesas a la práctica, entonces surgen las ambivalencias y los conflictos. En ciertos momentos, las mujeres socialistas no se atreven a insistir demasiado en sus objetivos feministas por temor a perjudicar la causa socialista.
LA SEGUNDA OLA DEL FEMINISMO
Durante muchos años se ha pensado que los años veinte marcaron el final de una época y que el feminismo quedó en suspenso durante décadas hasta la eclosión en los años sesenta. Actualmente se están llevando a cabo estudios que aconsejan matizar un juicio tan radical; ahora se habla más bien de «crisis de transición entre dos feminismos. Algo se movía sin duda cuando en 1959 Simone De Beauvoir da el grito de alarma en El segundo sexo y algo estaba ador-mecido cuando un libro tan importante no empieza a ser estudiado y comentado hasta después de una década larga.
De cualquier forma, los que hemos vivido el movimiento feminista de los últimos cincuenta años recordamos bien cómo surgió la llamada segunda ola y el interés que despertó en el mundo entero, lo mismo entre los que se situaron a su favor como entre los que lo hicieron en contra.
El detonante fue la publicación del libro de Betty FRlEDAN, La mística de la feminidad que apareció en Norteamérica en el año 1963 y en seguida se difundió por todo el mundo occidental. La primera edición española, de 1965, lleva un prólogo de Lily Alvarez. Poco tiempo después, la propia autora viajó por diversos países explicando sus planteamientos a través de conferencias, mesas redondas, entrevistas... Su presencia en Madrid, en los momentos que se iniciaba la transición política, dio ocasión a una de las primeras manifestaciones públicas de grupos de feministas después de la Guerra Civil.
El mensaje central de Betty FRIEDAN fue que «algo» estaba pasando entre las mujeres norteamericanas, algo todavía indefinido, que ella denominó «el problema que no tiene nombre. Eran muchas las mujeres que, a pesar de estar felizmente casadas, sin problemas económicos y con hijos sanos, experimentaban una asfixia interior tan misteriosa como intolerable. Era una sensación de vacío que Betty FRIEDAN achacó a no sentir la propia identidad, a saberse definida no por lo que se es sino por las funciones que se ejercen: esposa, madre, ama de casa...
Según Betty FRIEDAN, las hijas de las mujeres que realizaron aquel «viaje apasionado» que supuso la lucha por el derecho al voto fueron atrapadas por la «mística de la feminidad», que les hizo cifrar su felicidad en la dedicación exclusiva al servicio de las personas que aman, ya que lo contrario sería violentar su propia naturaleza femenina.
Para salir de esta trampa, «de este confortable campo de concentración», las mujeres deben romper las invisibles cadenas que les atan, tratar de desarrollar todas sus potencialidades y lograr su propia autonomía incorporándose al mundo del trabajo. Una vez planteado el problema, Betty FRIEDAN pasó a la acción creando, en 1966, la NOW (Organización Nacional de Mujeres), que consiguió afiliar en poco tiempo un elevado número de mujeres en todos los Estados de la Unión, llegando a ser la asociación feminista más influyente.
Hubo una gran movilización de mujeres, unas veces en forma de manifestaciones masivas con aspectos provocativos y humoristas y otras en forma de trabajo paciente y concienzudo, que contribuyó a conseguir importantes reformas legislativas en el campo matrimonial y familiar. Solo en la década de los setenta el Congreso de los Estados Unidos aprobó 71 disposiciones relativas al «problema de la mujer».
Esta movilización general no fue exclusiva de los Estados Unidos sino que Se produjo en casi todas las naciones, favorecida desde 1975, Año Internacional de la Mujer, por la actuación de los Organismos Internacionales. Como veremos más adelante, las mujeres españolas se incorporaron a esta movilización feminista con gran entusiasmo y menos retraso que en el caso del sufragismo.
La NOW, formada en su mayoría por mujeres blancas, de clase acomodada, con estudios superiores, conectaba con el espíritu liberal del primer feminismo. Consideraba que si las mujeres ejercían los derechos adquiridos, los ampliaban y se incorporaban activamente a la vida pública, laboral y política, sus problemas tendrían solución. Aceptando este planteamiento, muchas mujeres en el mundo entero centraron sus esfuerzos en desarrollar una vida profesional compatible con sus funciones dentro de la familia, dando lugar a lo que se llamó la «superwoman», por el derroche de energía que se vio obligada a desplegar.
MOVIMIENTO DE LIBERACIÓN DE LA MUJER
Poco a poco, incluso dentro de la misma NOW, fueron surgiendo mujeres más jóvenes con objetivos más revolucionarios que aspiraban a cambiar el sistema. Abandonando las ideas liberales adoptan el planteamiento marxista. Las mujeres son consideradas como el sexo oprimido. El culpable final de la opresión de la mujer no son los varones sino el capitalismo. «La liberación de la mujer no podía darse sin la liberación general de otros trabajadores oprimidos y explotados bajo el capitalismo. El capitalismo era concebido como responsable de la organización injusta del trabajo que oprime al obrero y oprime a la mujer con la doble jornada.» La escritora inglesa Sheila ROWBOTHAM expone estas ideas en sus dos obras principales, Mujer, Resistencia y Revolución (1972) y La Conciencia de la Mujer en el Mundo de los Hombres (1973), tomando como antecedente la gran revolucionaria del siglo XIX, Flora Tristán. Estos grupos intentan conectar con las mujeres de clase media y baja e incluso se dirigen a las mujeres de color.
Los grupos se sentían solidarios de la Nueva Izquierda y se unieron a todas las causas que promovía: movimiento de protesta juvenil, defensa de los Derechos Civiles, pacifismo. En seguida se encontraron con la misma dificultad que Sus hermanas del primer feminismo socialista: por un lado sus propios compañeros de partido les relegaban a los trabajos subordinados y por otra parte sus reivindicaciones siempre tenían que supeditarse a los objetivos más importantes de la lucha global. En consecuencia, decidieron separarse y de esta decisión nació el Movimiento de Liberación de la Mujer.
En cualquier caso, no tiene duda que en un momento histórico el MLM tuvo un gran protagonismo y colaboró al logro de diferentes metas feministas.
FEMINISMO RADICAL
Algunas mujeres tomaron otro camino y se apuntaron a lo que se ha llamado el feminismo radical. Este considera que la opresión de las mujeres es anterior al capitalismo y no termina con él, como lO demuestra el hecho palpable de que en los regímenes comunistas, entonces todavía existe res, la mujer seguía siendo explotada. Por tanto, el origen de su explotación no está en el capitalismo sino en el patriarcado. En 1971, Kate MILLET publica Política sexual donde define el patriarcado como «una institución en virtud de la cual una mitad de la población (es decir, las mujeres) se encuentra bajo el control de la otra mitad (los hombres).
Las radicales identificaron como centros de dominación patriarcal esferas de la vida que hasta entonces se consideraban «privadas». A ellas corresponde el mérito de haber revolucionado la teoría política al analizar las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad: lo sintetizaron con un eslogan: «1o personal es político».
El feminismo radical puso en práctica una forma de organización y trabajo que tuvo mucho éxito: los grupos de autoconciencia, en los que se impulsaba a cada participante a exponer su experiencia personal de opresión con la finalidad de que tomara conciencia de ella y la analizase en clave política con vistas a lograr una transformación de la situación.
Estos grupos de autoconciencia pagaron el mismo precio que todos los grupos que excluyen a priori cualquier tipo no sólo de jerarquización sino incluso de división de funciones. En el prurito de que cada participante debía tener la misma consideración, el avance se hacía casi imposible porque la última recién llegada podía poner todo en cuestión y obligar al grupo a empezar de nuevo.
FEMINISMO DE LA DIFERENCIA
Algunos grupos de feministas radicales fueron evolucionando hacia el feminismo de la diferencia, que aboga por identificar y defender la identidad propia de la mujer y marcar bien sus señas diferenciales. Consideran que los varones, debido a su psicología, son agresivos, guerreros, depredadores. Las mujeres no deben entrar en ese juego m m-tentar imitarlos. Una de sus teóricas, la italiana Carla Louzi, afirma que «la meta de la toma del poder es totalmente vana». Y la francesa Luce Irigaray considera inútil o incluso nocivo empeñarse en obtener la igualdad. En Francia y en Italia existen notables partidarias del feminismo de la diferencia. Sus críticos dudan de que puedan construir la identidad femenina y a un tiempo destruir el mito «mujer».
Las teóricas de cada una de las tendencias señaladas debaten entre ellas y en ocasiones se niegan mutuamente el título de feministas. Mientras tanto, los grupos feministas de base siguen su trabajo a menudo utilizando los diferentes lenguajes de forma alternativa y a veces hasta simultánea.