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jueves, 17 de diciembre de 2015

“En el cuerpo de la mujer se realiza una pedagogía de la crueldad”




Por Natalia Gelos 

La antropóloga Rita Segato estuvo en Argentina para presentar su libro sobre los asesinatos de Ciudad Juárez. El cuerpo de las mujeres como depositario de violencia, el rol del Estado y la búsqueda de soluciones por la vía comunitaria fueron algunos de los temas que desarrolló. Infojus Noticias la entrevistó.

Dijo que no tiene vergüenza de pensar con sospecha; que hemos colocado fichas de más en el género y no llegamos a ninguna parte; que la política ha capturado al crimen. Y para romper con la violencia de estas “nuevas guerras”, la única salida es construir comunidad.  En la presentación de su libro, en una mesa acompañada por  Raúl Zaffaroni y Hugo Cañón, la antropóloga e investigadora Rita Segato hizo un recorrido por su pensamiento de los últimos años. Especialista en violencia, y en particular de la violencia contra las mujeres, en  2003, esta argentina que reside en Brasil se trasladó a Ciudad Juárez y escribió el libro que acaba de publicarse por el sello Tinta limón: “La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Infojus Noticias conversó con la autora.
¿Qué relación hay entre guerra y violencia en el cuerpo de las mujeres? 
Después de la guerra de Yugoslavia hay una discontinuidad de la historia de la guerra. Las guerras se vuelven informales, y entre las cosas que han cambiado, el foco que se coloca en el cuerpo de las mujeres. Como una profanación, como una aplicación de crueldad y tortura hasta la muerte, más que como una anexión, que era lo que sucedía en las guerras anteriores. Entonces, la historia de la guerra es discontinua y hay una transformación de las prácticas estructurales del conflicto cuando se pasa a las guerras no convencionales. Hay una paramilitarización de todas las guerras hoy, donde lo que sucede ahí está en un umbral entre lo legal y lo ilegal.
¿Cuándo se produce lo que llama la autonomización de la violencia?
En los asesinatos mafiosos, tanto en Italia como en Colombia, las víctimas en general son otros hombres. Antagonistas, delatores o traidores, pero parte de la corporación armada propia o enemiga. Esos cuerpos llevan mensajes, con diseños que implican una escritura mafiosa en la disposición del cadáver, pero ese cuerpo es parte del enemigo.  Pero en la violencia contra las mujeres hay una diferencia. Si matás a alguien que no es miembro de la banda armada, inocente de la guerra, pongamos el caso Candela, ahí el carácter puramente expresivo de la violencia se autonomiza y se hace más potente: estabilizando lo que es específicamente un lenguaje. 
A partir de su estudio sobre la trata, se pregunta si el Estado puede proteger a sus ciudadanos. ¿Cómo es la acción anfibia que propone? 
El discurso del derecho es el discurso del Estado. Las leyes son buenas en Brasil, por ejemplo, pero no consiguen frenar la escalada de asesinatos de mujeres. Para mí, la acción debe ser anfibia: con una mano trabajar sí en el campo estatal pero sin colocar las fichas ni todos los esfuerzos, porque el Estado hasta ahora no ha sido capaz de probar que puede proteger a las personas. Los crímenes del poder económico no se clarifican nunca.  Eso pasa en los países centrales también. Yo creo que la lucha es en todos los campos, inclusive en el Estado, pero no exclusivamente en él. Es necesario reconstruir el tejido social comunitario, reconstruir las comunidades, que pueden proteger, conversar entre sí, tomar medidas de una forma que el Estado no puede. Necesitamos un Estado que devuelva el fuero comunitario.
¿Qué soluciones ofrece el tejido comunitario?
Hay modelos de comunidad que no se deshicieron completamente. Después de trabajar en la cárcel de Brasilia, con estudiantes, mi decepción fue tan grande con la manera con la que el Estado entiende la infracción, el delito, el crimen, que ahí empecé a estudiar pluralismo jurídico. El derecho indígena, por ejemplo, tiene una estructura totalmente diferente al derecho estatal y es mucho más inteligente. Toda la noción de delito… no hay tipificación, no hay reducción a término. Cada delito es único y es analizado por toda la comunidad. Cuando vos tenés comunidad, las personas pueden reunirse y conversar sobre lo ocurrido y lograr un acuerdo. Y es siempre un acuerdo eficiente. Porque la meta es de salud, más parecida a una curación de los lazos comunitarios que a un remedio por destrucción del infractor. Lo que tenemos que colocar en un signo de interrogación es nuestra fe estatal.
Usted dice que la trata actual tiene una funcionalidad que excede el intercambio sexual como servicio. ¿Cómo llega a esa conclusión? 
Una vez, les pregunté a Silvia Chester y Monique Thiteux- Altschul  si los hombres van a los prostíbulos solos o en grupo. Me contestaron que van en grupo ¿Qué es lo que se realiza ahí? ¿Se realiza la compra de un servicio sexual o ese es el lugar en el que se celebra un pacto entre hombres, un negocio de entendimientos corruptos entre jueces, policías, empresarios o políticos? Con eso, varias cosas se garantizan; por ejemplo, que las mujeres políticas, juezas, empresarias y policías no participen de ese monopolio del convenio entre un grupo de hombres. La mujer que está ahí, como víctima sacrificial, es la que con su cuerpo sella la posibilidad de ese pacto. Y hay una segunda cosa en la trata: cada vez más estoy percibiendo que el capital en su fase actual se asienta en un pacto de la pedagogía de la crueldad y es en el cuerpo de la mujer que se realiza ese acto. La trata es todo eso simultáneamente.
¿Por qué dice que las organizaciones de derechos humanos no alcanzan a entender estas violencias?
El discurso de los DDHH actual encuadra Estados. Aquí  los crímenes los comenten actores paraestatales. El Estado es duplicado por naturaleza. Con la tercerización de la vigilancia está más duplicado todavía. Luego tenemos personas que actúan en el control territorial de los lugares vulnerables y que no son agentes estatales. Muchas veces torturan por ejemplo.  En el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, la tortura es gravísima pero cuando es realizada por el Estado. Pero si un vecino es un marero, un sicario, y está actuando para cabezas intermediarias entre el Estado y el paraestado, no puede haber una condena porque la tortura es condenable cuando hay estatales.

Fuente:http://www.infojusnoticias.gov.ar/entrevistas/en-el-cuerpo-de-la-mujer-se-realiza-una-pedagogia-de-la-crueldad-85.html

lunes, 16 de marzo de 2015

Por qué el cuerpo como agente para cambiar





Por María Aguilar 


Cuando hablamos de cuerpo en general se piensa en este pedazo de carne, que come, defeca, y duerme. El cuerpo es mucho más que es eso, porque está vivo, reconocemos que algo está vivo por el movimiento que tiene, porque la vida es movimiento y el movimiento implica cambio. Y desde luego para cambiar se deben tomar decisiones.

La vida y el cambio se expresan a través de nuestros movimientos. Y cuando hablamos de movimientos, no  nos referimos a un deportista que se entrena todo el día, cuando hablamos de mover el cuerpo como agente de cambio nos referimos a las posibilidades que todas las personas tenemos, de movernos desde nuestros pensamientos, hasta nuestras células y desde nuestras células hasta nuestros pensamientos.

Muchas de nosotras, no sabemos cómo nos movemos, en el campo físico de la vida, ni el campo mental y mucho menos como se mueven nuestras emociones. Y correspondiente con esto, tampoco sabemos movernos, esto nos produce miedo a tal grado que preferimos no  intentar movernos. Y entonces perdemos las habilidades para movernos y por lo tanto para preservarnos y para vivir.

De tal manera vamos perdiendo también nuestra sensibilidad, no solo la sensibilidad motora, nos volvemos insensibles antes la situación de crueldad en la que vivimos, y perdemos la capacidad de visualizar alternativas y  posibilidades a nuestra forma de vivir. Acumulamos dolor en nuestras espaldas y nuestros órganos y comenzamos a creer que nos merecemos el dolor. Acumulamos pensamientos de pesadez y agotamiento, pero no dejamos de pensarlos.

El cuerpo es la forma física en la que se expresan nuestras emociones y pensamientos, por eso escucharlo es una manera de conocernos, sensibilizarnos con nuestras necesidades para tratarnos bien.

El cuerpo es el única forma de abordar la realidad que tenemos, en el habitamos, es a través de él que sentimos, percibimos y actuamos. En realidad sin él no existimos. No se puede cambiar la mente sin cambiar el cuerpo y no se puede cambiar el cuerpo sin cambiar la mente. Así como tampoco puede cambiar una persona sin cambiar sus relaciones y su entorno, como tampoco puede cambiar el entorno y las relaciones sin un cambio en la persona.

Cuando entramos en contacto con nuestro cuerpo, entramos en contacto con nosotras mismas. Practicar la propia escucha, es algo que puede desarrollarnos una  herramienta no solo para actuar en la vida diaria, sino a demás para protegernos. ¿De cuantas enfermedades podríamos protegernos si escucháramos los primeros mensajes y alertas que el cuerpo nos brinda? ¿De cuántos daños a nosotras mismas y a otras y otros nos libraríamos si estuviéramos atentas a nuestros pensamientos, palabras y actos? ¿Cómo sería nuestra forma de comunicarnos, de acariciarnos y de convivir con la naturaleza?

Todas las experiencias que vivimos, pasan por nuestros sentidos, seamos o no conscientes de ello. Y todas estas experiencias despiertan una emoción de agrado o desagrado. Pero muchas veces las escondemos, las ocultamos o nos aferramos a ellas, bloqueando así el flujo, el movimiento del que depende la vida. Así nos generamos tanto bloqueos físicos como mentales y emocionales. Nos imposibilitamos el movimiento, la capacidad de expansión y contracción, la capacidad de inhalar y exhalar, de acercarnos y alejarnos, de sonreír y de llorar, de agarrar y soltar.

Pero nuestras células tienen la capacidad de recordarlo, y recordárnoslo, ellas guardan el conocimiento que durante miles y miles de años nos ha permitido mantenernos como especie humana.  Escucharlas, nos permitirá recordar estas capacidades, que no hemos perdido pero que nos sabemos que tenemos.

Por eso la importancia del cuerpo en nuestros cambios, y lo que podamos hacer para relacionarnos con nosotras mismas,  desde las alegres caricias que podemos proporcionarnos, hasta las terapias somáticas y las terapias psicológicas que trabajan desde el cuerpo.



martes, 11 de febrero de 2014

Mujer y cuerpo bajo control



Feminismo. En esta entrevista, la especialista argentina Rita Segato traza un mapa preocupante de la violencia de género en todo el suelo latinoamericano.

POR KARINA BIDASECA

Rita Segato es una intelectual feminista lúcida. Vive en Brasil, nació en el barrio porteño de Constitución y se define como una mujer del Sur. Comprometida con el feminismo latinoamericano, los movimientos indígenas y el movimiento negro en Brasil, sus libros son un bálsamo al cual recurrir para poder penetrar los grandes dilemas de nuestro tiempo. Acaba de publicar La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez (Tinta limón). Esta entrevista realizada en Buenos Aires es un fragmento de una charla sobre renovados proyectos emancipadores.

–¿Qué cambios ha observado en Ciudad Juárez, y en su propia reflexión, en la década que va de 2003 a 2013?
–En Ciudad Juárez descubro el territorio, la territorialidad. Lo que antes se decía “estar en la base” hoy se dice “estar en el territorio”. Ha pasado a formar parte del vocabulario de las personas y del vocabulario político. En 2003 yo empiezo a ver al cuerpo de las mujeres como una función territorial, como territorio mismo y lo relaciono con la idea de soberanía. Desde los 70 se venía hablando de la posición de la mujer como “naturaleza”, lo que después pasó a ser criticado dentro del feminismo. Eso pasó a ser muy fértil de varias formas: comencé a decir que el cuerpo de las mujeres era el propio campo de batalla donde se plantaban las banderas del control territorial, jurisdiccional, donde las nuevas corporaciones armadas en las modalidades mafiosas de la guerra no convencional, emitían los signos de sus siempre fugaces victorias, de su capacidad de soberanía jurisdiccional e impunidad, y también comencé a pensar en los porqués del cuerpo como ese bastidor en que se cuelgan insignias. También vi, que el cuerpo es nuestro último espacio de soberanía, lo último que controlamos cuando todas nuestras posesiones están perdidas. Las afinidades semánticas entre cuerpo y territorio, dentro del paradigma colonial, son infinitas… Posiblemente el cuerpo indio no tenga, desde una perspectiva pre–colonial o no–colonial, esos mismos significados. Pero la colonialidad se los asigna. Esto, cruzado con las políticas de las identidades, cuya crítica es el tema central de mi libro La nación y sus otros es también, y de otra forma, fértil. El formateo de las identidades, como soporte de la política, tiene que ver también con lo territorial, lo que voy a llamar en dos ensayos de ese libro y en otro texto posterior el carácter territorial de la política hoy. La cultura política de las identidades es también territorial y, si prestamos atención, constataremos que hasta la política partidaria es hoy una cuestión de identidad y, por lo tanto, de territorio. La expansión de las identidades en red, las formas de anexión de miembros a redes identitarias o, en otras palabras, en redes como territorios, es hoy el tema y el proyecto de la política. Así como la religión hoy se prende al control fundamentalista de los cuerpos (y aquí coloco en el mismo plano el velo obligatorio en el islam y la obsesión anti–abortista entre los cristianos) por razones que son de soberanía jurisdiccional y no de orden teológico, moral o doctrinal, de la misma forma, las razones de la política son hoy del orden de la cohesión y de las alianzas y, en ese sentido hasta la política partidaria es hoy “política de identidad” y su proyecto puede ser también comprendido como territorial, entendiendo la red de sus miembros como su territorio. Entonces, el tema de los cuerpos, de su control y de la espectacularización de ese control sobre los cuerpos se ha vuelto central en la política.

–¿Cómo define la política de la identidad?
–Cuando cae el Muro de Berlín y finaliza la Guerra Fría, el paradigma dominante de la crítica política pasa a ser el de la política de las identidades. Identidades que, para ese fin, pasan a ser formateadas y globales. La crítica antisistémica, al sistema capitalista y sus metas de acumulación y concentración pasa a ser sustituida por una política de identidades y se enfoca en lo distributivo. En ese sentido el discurso de los DDHH pasa a tener un papel que poco se ha examinado y cuya meta “inclusiva” no es otra que la de poner límites al pacto estado–capital. En lugar de la crítica anti–sistémica, pasa a considerarse que deben haber algunas garantías de protección para aquellos que no son igualmente “productivos”, “desarrollados”, “modernos” o, mejor, “modernizados”, para que puedan incluirse, no sólo a los derechos sino también en el mercado. Las políticas de inclusión siempre hay que mirarlas bajo un signo de interrogación. Son interesantes como agitación porque cuando uno dice “hay que incluir” está también apuntando a fallas severas del orden social, de la justicia, del bienestar colectivo. Entonces los DDHH entran ahí, cuando hay que poner límite a la intervención del capital en las instituciones, al poder del capital en el orden estatal. El capital nunca se satisface y los DDHH son la normativa que intenta ponerle coto a su injerencia. Las políticas de las identidades no son más anti sistémicas como fue la política del activismo de los 70. Cuando pasa ese período histórico, queda una especie de silencio, un interregno, durante el cual los de nuestra generación quedamos perplejos ante la caída del Muro. Aunque no fuésemos pro rusos, aquello era un mundo alternativo con un proyecto alternativo al capital. Cuando esa ilusión acaba, sobreviene un gran silencio. No tenemos una historia de la mentalidad, no he visto investigaciones de cómo se transforma la conciencia de las personas en el período que va desde los 60 hasta la transformación de los paradigmas de la política, de cómo se transformó el paisaje de nuestra conciencia a través de un cisma ideológico muy profundo.

–¿Ha podido el discurso de los DDHH proteger a las personas de la violencia del proyecto capitalista? Y trasladado esto a las mujeres, ¿ha podido protegerlas de la masacre misógina?
–Creo que no, lo que estamos viendo es que ese techo de contención de los males a que pueden ser expuestas las personas muestra su incapacidad de protegerlas, y es indispensable liberarnos de nuestra fe cívica y comenzar a sospechar de la capacidad del Estado y de las organizaciones supraestatales para proteger a las personas. Más que de una fe cívica, estamos sufriendo hoy de una ceguera cívica. Hemos utilizado demasiado tiempo y puesto demasiadas fichas a la expansión de esos derechos y lo que vemos es un mundo en que nunca hubo mayor concentración de riquezas y las personas están cada vez más vulnerables. Tenemos que preguntarnos qué ha pasado y qué está pasando, cómo hemos perdido derechos básicos en la Argentina frente al camino del capital, es decir, a los valores de la competitividad, la productividad, la acumulación, la concentración cada vez mayor y la exclusión. Entonces el discurso de los DDHH, como promesa efectiva de protección por parte de cortes estatales supraestatales, es, hasta el momento, francamente ficcional, es una falsa conciencia. La justicia moderna es punitiva por naturaleza, no constructiva. Todo el peso es colocado en la negatividad, y prácticamente no hay resultados en los aspectos positivos de la justicia. Lo que es incontestable es el valor de agitación y pedagógico del discurso de los Derechos Humanos, en su capacidad de persuadirnos de que debemos transformar valores, costumbres, y por lo tanto, humanizarnos, azuzando nuestra insatisfacción ética por una mayor felicidad colectiva.

–¿En qué momento de su trayectoria se cruza con el pensamiento de Aníbal Quijano?
–Cuando escucho en él la manera más lúcida y más conmovedora de hablar de la raza y el racismo sin entrar en la trampa de las políticas de las identidades de matriz multicultural burguesa, que es ornamental: las figuritas del indio, del negro, cada uno haciendo su papel, Quijano propone cómo pensar la raza históricamente y no a partir de íconos de diversidad que son superficiales, cosméticos, enlatados, falsamente naturalizados, como en el multiculturalismo. Cuando cae el Muro se abren dos caminos nuevos de la política: uno es del multiculturalismo anodino, como le ha llamado Homi Bhabha, donde la estructura, o sea, el sistema, no está en juego y no cambia, y el otro camino es el de la crítica de la colonialidad como la estructura profunda que guía la reproducción de las desigualdades. La crítica de la colonialidad busca en las lógicas indígenas y en las lógicas comunitarias caminos alternativos al del capital. Quijano nos ofrece un análisis sociológico, filosófico e histórico que permite entender la raza como una invención histórica y por fuera completamente del multiculturalismo. La raza es producto de la racialización de origen colonial. Leí recientemente una propuesta de descolonización maravillosa en un libro publicado por el gobierno de Evo Morales, pero que no cita al autor que es el que genera esta idea de una colonialidad diferente del colonialismo y de un pensamiento descolonial. Y me pareció equivocada la utilización de formulaciones que son claramente de Quijano sin el debido reconocimiento de autoría. El reconocimiento de la gestación de las ideas es sagrado para mí, y no se trata de propiedad y sí de parentalidad. Reconocer autoría es muy importante sobre todo en nuestro mundo latinoamericano, en primer lugar porque un autor es una posición en la escena histórica y tenés que comprender la escena y la historia; si vos lo censurás, le negás este conocimiento a la gente, le negás acceso a la genealogía de ese pensamiento, el quién y el dónde. La genealogía permite situarse en una historia. Me doy cuenta de eso a partir de una lucha en la que participé activamente, como fue la lucha por las cuotas raciales de estudiantes negros en Brasil, cuyo proceso de gestación se ha censurado. Esa lucha –que protagonicé en 1998– contra la discriminación de un estudiante negro en el Doctorado de Antropología en la Universidad de Brasilia originó la primera propuesta de reserva de cupos para estudiantes negros y algunas medidas inclusivas para estudiantes indígenas. Hoy es una realidad consagrada pero condicionada a una censura de la historia que originó ese proceso debido a la cual muchos estudiantes negros piensan que un rector, un ministro o el mismo Lula tuvo un día una idea beneficiosa y, con un golpe de pluma, tuvieron la gentileza de firmar un decreto que les dio acceso a la universidad. Decirles que sujetos concretos, situados en las escenas históricas de nuestro continente pensaron propuestas que tomaron forma es hablarles de su propia potencia transformadora y constituye una verdadera pedagogía política. El reconocimiento de la autoría y del protagonismo son esenciales por esa razón autorizadora, especialmente en un continente en el que las universidades, por su eurocentrismo endémico, enseñan que las ideas y los grandes cambios históricos siempre se originan en otro lugar.

–¿Cómo pensar entonces la relación de afectación sumamente cruel y violenta del cuerpo de las mujeres por el paradigma territorial de la política?
–El cuerpo de las mujeres es particularmente afectado por este paradigma territorial que domina hoy el pensamiento contemporáneo. Como sostuve en mi libro Las estructuras elementales de la violencia , la violencia sexual tiene componentes mucho más expresivos que instrumentales, no persigue un fin, no es para obtener un servicio. La violencia sexual es expresiva. La agresión al cuerpo de una mujer , sexual, física, expresa una dominación, una soberanía territorial, sobre un territorio–cuerpo emblemático.

–¿Cómo mueren las mujeres en ese espacio de la guerra que has llamado “segunda realidad”?
–La mujer muere en el espacio doméstico por la gran lucha, la gran tensión entre los géneros, porque el hombre está masacrado, emasculado por el capitalismo contemporáneo. La presión sobre el sujeto masculino es enorme, y éste se restaura como masculino también mediante la violencia. Restaura dentro de casa la masculinidad que pierde fuera de casa. Pero también la mujer muere en otras esferas. Por ejemplo, en las estadísticas de Bolivia entre 1 de enero y el 31 de agosto de 2011, de todos los asesinatos cometidos, 62,5% son de mujeres, y menos del 51% ocurren en el espacio doméstico; el otro 49% ocurren en otro lugar y eso nuestras categorías no lo alcanzan a ver. Muchos de esos óbitos, que, cada vez más ocurren fuera del ambiente doméstico, son de mujeres que mueren en las guerras informales de la segunda realidad, esfera en que las mujeres y, en algunos casos, niñas, como lo fue Candela, son torturadas, violentadas sexualmente, asesinadas como espectáculo de la soberanía de quien tiene el control territorial en esas guerras que nunca empiezan y nunca terminan, que son guerras continuas, sin declaración y sin armisticio, sin victorias ni derrotas más que transitorias. La impunidad y discrecionalidad de lo que se puede hacer con el cuerpo de las mujeres como el lugar donde se implanta la insignia de la soberanía expresa el control territorial en la modalidad mafiosa de las nuevas guerras informales.

Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/

lunes, 21 de mayo de 2012

«En Guatemala vivimos en guerra, pero camuflan la represión»



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Garazi MUGERTZA | DONOSTIA
Fuente: GARA

Dirigente indígena maya-quiché, Nazaria Tum Sanic pasó diez años resistiendo en la montaña los ataques del Ejército de Guatemala. Es miembro de las Comunidades de Población en Resistencia (CPR), de la Asociación Popular Campesina de Desarrollo (APCD-Sierra) y de La Voz de la Resistencia.

La Organización No Gubernamental InteRed ha invitado a Nazaria Tum Sanic, dirigente indígena maya-quiché de Guatemala a Euskal Herria para compartir su experiencia como mujer en el conflicto armado interno de Guatemala.
Tum Sanic es actualmente presidenta de La Voz de la Resistencia, una organización de mujeres que lucha por su participación activa y organización en las comunidades.
¿Cuál fue su experiencia como mujer en el conflicto armado de Guatemala?
El conflicto armado interno pasó por varios procesos. Yo lo conocí cuando comenzó la represión selectiva en los años 70. Los secuestros y desapariciones contra los catequistas, campesinos, cooperativistas... definieron esta época. Ante la represión, comenzó la lucha de las mujeres, que empezaron a reclamar la aparición de sus esposos, pues la mayoría de los secuestrados eran hombres.
Ya en los años 80, comenzó la práctica de la política de la tierra arrasada contra la población en el departamento de Quiché. 45.000 personas se refugiaron en México y hubo más de un millon de desplazados internos. Mi familia y yo huimos a la montaña, donde el Ejército nos persiguió. Vi morir a muchas personas. A las mujeres embarazadas las violaban y las mataban abriéndoles el estómago con cuchillos.
Frente a esta situación tuvimos que organizarnos para defender nuestras vidas y constituimos cuatro comisiones en los ámbitos de la salud, la educación, la vigilancia y la producción. Tanto hombres como mujeres trabajamos en estas comisiones y asumimos responsabilidades.
Enfrentabamos una situación muy dificil: el hambre, la sed, los ataques del Ejército, las enfermedades, la falta de ropa...
Pero el Ejército no pudo acabar con nosotros gracias a que estuvimos organizados.
¿Cuál fue el siguiente paso tras diez años en la montaña?
El año 89 el Ejército deplegó 13.000 efectivos en la montaña. La situación se volvió insoportable. Ya no podíamos más, iban a acabar con nosotros. Nos quedaban tres caminos: ir a los refugios en México, bajar al pueblo y entregarnos o quedarnos en la montaña a morir.
Realizamos consultas para decidir qué hacer. La mayoría tuvo claro que era el momento de cambiar la lucha, de dar un paso más, de darnos a conocer y pedir apoyo institucional.
En el año 90, llevamos a cabo una asamblea general y trazamos la línea de acción. La idea principal era exigir al Gobierno el reconocimiento como población civil de las personas que estaban en las montañas y el retiro inmediato de los destaca- mentos militares.
Con el fin de recabar apoyos se nombró a dos mujeres y a dos hombres como representantes del movimiento para que bajaran a la capital y consiguieran respaldo tanto nacional como internacional.
En 1991 se realizó la primera visita por aire de la comisión civil para la verificación. Fue un alivio porque logramos romper el silencio al que estuvimos sometidos durante diez años.
Una vez fuera de las montañas, el Ejército quiso destruirnos convenciendo a los campesinos de que éramos los culpa- bles de que no pudieran regresar a sus tierras e intentaron provocar una guerra entre nosotros. No quisimos luchar y conseguimos dialogar y llegar a un acuerdo con los campesinos. Todos juntos presentamos nuestras exigencias al Gobierno y creamos una mesa de negociación para conseguir un trozo de tierra para vivir.
¿Cómo transcurrieron esas negociaciones?
El Gobierno también utilizó esta iniciativa para intentar acabar con nuestra organización, el CPR (Comunidades de Población en Resistencia) y la organización de las mujeres, que por aquel entonces era la Organización de Mujeres Mártires de la Resistencia, creada a finales de los 90. No consiguió acabar con el CPR, pero sí con la organización de mujeres pues en vez de un trozo de tierra grande, nos dio pequeñas parcelas divididas en distintos municipios.
Más adelante comenzamos a reunirnos y a analizar nuestra nueva situación en los distintos municipios creando, en 2009, la organización de mujeres La Voz de la Resistencia.
¿Cuáles son las reivindicaciones de la organización que preside?
La Voz de la Resistencia tiene un plan estrategico. Prácticamente, su objetivo principal es fortalecer la organización, el poder local de las mujeres, sistematizar nuestra historia como mujeres para que los que vengan detras puedan conocer nuestra historia, la educación (alfabetización y educación de menores) y la formación, que creemos que es la base principal. También queremos retomar el tema de la salud reproductiva y sexual y la medicina alternativa que dejamos de lado al abandonar las montañas. Tenemos también la convivencia con la naturaleza que para nosotras es muy importante ya que nos ayudó en nuestros años en la montaña.
Además, está el tema de la economía y la producción. Queremos empezar la diversificación de los cultivos, pero procesando abono orgánico, nada de químicos.
¿Cómo definiría la situación actual de Guatemala?
El panorama actual, en pocas palabras, es que en vez de dar pasos hacia adelante estamos regresando hacia atrás. El nuevo plan del Gobierno es la reubicación de los destacamentos militares. No podemos hablar de paz, hablamos de guerra.
En Guatemala vivimos en guerra, la represión sigue, hay deaparecidos, secuestrados, amenazados. Es una guerra, solo que la forma de actuar ha cambiado, camuflan la represión.
El actual presidente es uno de los responsables de las masacres durante el conflicto armado y no esperamos nada de él.
Pero no solo afecta el incremento de la represión. El Gobierno esta firmando contratos con mutinacionales que ocupan las tierras y desalojando a los campesinos. Las hidroeléctricas y las mineras acaban con los recursos naturales y propagan enfermedades.