sábado, 5 de febrero de 2011

Por un mundo sin tetas asustadas

¿Cómo se vive con las tetas asustadas? ¿De qué manera se siente la vida cuando las tetas nos tiemblan, nos sudan y nos recuerdan un dolor infinito?

¿Cómo se vive con las tetas asustadas? ¿De qué manera se siente la vida cuando las tetas nos tiemblan, nos sudan y nos recuerdan un dolor infi nito? ¿Es posible tener las bolas o los huevos asustados? ¿el pene preocupado? ¿Será esto un asunto de mujeres?

Nuestras tetas se han convertido en el trofeo de las incesantes violencias en el mundo: las guerras y, con ellas, la deshumanización de la masculinidad como una de sus múltiples manifestaciones. Las tetas son lastimadas por el pene violador y lacerante de la guerra que toma a las mujeres como trofeos sexuales, como modos para la limpieza étnica, como mano de obra, como daga de venganza, como objeto de satisfacción física; las tetas se enfrentan a un poder único, omnipresente… el poder del pene-metralleta de paramilitares, ejércitos represivos, nacionalistas, policías corruptos.

En el contexto de las guerras, el exterminio psicológico y físico de las mujeres es un “modo táctico” para vencer al enemigo. LA “TETA ASUSTADA”. PERÚ.

Según el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación en el Perú, que se instauro una vez culminado (¿culminado?) el periodo del confl icto armado con Sendero Luminoso, quedaron alrededor de 2021 mujeres indígenas, de Ayacucho, quechua hablantes, doble víctimas de la violencia sexual. En un caso ejercida por los militares en un grado signifi cativo y en el otro, con modalidades distintas, también ejercida por guerrilleros senderistas.

Las denuncias muestran la doble violencia sufrida por las campesinas indígenas de la región: [...] senderistas cubiertos sus rostros con pasamontañas y que usaban ponchos, aproximadamente a las ocho de la noche, y que inmediatamente habían reunido a todos los pobladores en el local de la escuela, donde los habían tenido casi hasta el amanecer, y que después habían comenzado a escogerlos en dos salones, a los más jóvenes los habían puesto en un salón y en el otro a los más maduros, y cuando se disponían a partir llevándose a cinco jóvenes de la comunidad, entre ellos a su hermano, que entonces tenía 15 años de edad, y a una jovencita de 18 años [...]. CVR. Testimonio 500663, Apurímac. [...] esa mañana, los soldados acorralaron al pueblo de Nuevo Occoro, reunieron en la plaza a toda la gente, serían unas 100 personas entre hombres y mujeres, niños y ancianos. En la plaza, los soldados separaron a los varones y a las mujeres; a éstas los metieron al local del Cabildo y no los dejaron ni moverse. Cuando vinieron hacia la plaza, a los hombres los tenían agachados, a tres muchachas las llevaron hacia el local del concejo distrital y las interrogaron si los hombres de Nuevo Occoro eran o no terroristas. Del total del grupo de hombres, los soldados seleccionaron a [...] los golpearon y los llevaron [...] desde entonces hasta la fecha no se supo nada de ellos [...].

Como señalan los testimonios recogidos por la Comisión , la violación grupal era llevada a cabo por el ejercito; también, de manera individual, los guerrilleros de Sendero Luminoso reclutaban las mujeres y las comprometían a estar con alguno de sus miembros.

El sentimiento de horror que deja la violación en el cuerpo de cada una de las mujeres nos transforma en muertas vivientes, avergonzadas de experimentar tanto asco en el propio cuerpo, culpabilizadas por su propia condición étnica. De esto nace la creencia de las tetas asustadas o leche triste, de entre las mujeres indígenas peruanas: “Durante los años del terror surgió una y otra vez el temor de dar de mamar a los niños, pasarles la leche de rabia, la leche de preocupación. Hubo mujeres que intentaron dejar morir a sus bebés. “Mira, yo les di teta de preocupación, ¿qué va a pasar con esa criatura?, ¿cómo va a vivir así?”. Fueron mujeres que dejaron a sus bebés boca abajo, esperando que fallecieran. Se cometió infanticidio por evitarles una vida de sufrimiento. La idea de que jamás iba a ser normal un bebé que ha tomado esa leche, en el útero o en la lactancia, fue un fenómeno absolutamente generalizado”.

“EL SECRETO DE ESMA” LA GUERRA DE LOS BALCANES. “Tengo que ser valiente y seguir, por mis hijos”. “Me violaron delante de mi marido y de mis dos hijos. Me encerraron en casa de mi padre, donde estaba disponible para los soldados durante las 24 horas. ‘¡Musulmana inútil!’, me gritaban los serbios (Testimonio) Como este, seguramente existen, al menos, 40 mil historias de mujeres bosnias, violadas decenas veces por los militares serbio-croatas durante la guerra de los Balcanes (44.000 mujeres musulmanas, según los organismos internacionales). En la guerra de la ex-Yugoslavia, la violación masiva de mujeres y niñas se convirtió en un arma, como lo puede ser una escopeta o una bomba, cuyo fi n era “avergonzar” a los bosnios y “manchar” su condición étnica.. La destrucción física y emocional de las mujeres formó parte de la estrategia de guerra del ejército serbio en Bosnia-Herzegovina.

Terminado el conflicto armado, las secuelas psicológicas se multiplican. Miles de mujeres luchan cada día con la pesadilla del horror, con la pesadilla de una forma de tortura que toma la forma del pene lacerante, del pene-metralleta, que viola día y noche como si se tratara de lanzar misiles o rociar con gas mostaza en campos de violación, no de concentración. Estas mujeres son odiadas por su comunidad; no en pocos casos se prostituyen pues no encuentran ayudas económicas ni apoyo institucional. Han sido violadas físicamente y lo siguen siendo socialmente.

Si los soldados cortaron con cuchillos sus tetas, para rociarlas con sal y alcohol, asesinaron a sus hijos y avergonzaron su vientre, la impunidad continúa destruyéndolas. Basta solo pensar que Milosevic, el genocida mayor, autor intelectual y material de las más intensas barbaries del siglo XX, no tiene mucho tiempo de haber sido detenido; todavía unos 10.000 penes-metralletas siguen en libertad, impunes, libres, violando cada día la humanidad de hombres, mujeres y niños.

“YO TENÍA UN CHOCOLATAL EN CALI”. COLOMBIA “Tenía plantados plátanos y naranjas. Vivía tranquila, pero un día me dijeron que en Changuí de Cuasarangá, una vereda de Nariño, habían matado a mi hija. Cuando llegué ya estaba enterrada. Fue por celos de un meleador que la requería para que se acostara con él y al negarse mi hija, la denunció a los del monte como confi dente de los militares y un día bajaron los del monte para matarla dejándola con cuatro niños”. ¿Qué mujer en Colombia no tiene a un hijo, un marido, un hermano, un padre asesinado por los paramilitares o por la guerrilla o por organismos ofi ciales? ¿cuántas tetas asustadas huyen del abuso permanente de esta violencia histórica con forma de pene-metralleta?

Son las mujeres que trabajan, las que se arriesgan, las que crían, las que aceptan ser violadas para que no maten a sus maridos, hijos, padres, hermanos … Ahora, las Madres de Soacha, las tetas valientes de estas madres humildes han denunciado la matanza de sus hijos, asesinados por el ejército que los hacía pasar por guerrilleros y por los cuales –una vez ajusticiadoscobraban una “paga” extra. ¡Falsos positivos!

Esto no es sino otra de las formas de la violencia institucionalizada en Colombia. Según los organismos de derechos humanos, al menos son 2000 jóvenes los desaparecidos y asesinados en estas condiciones.

Del pueblo de Soacha secuestraron a un grupo, pero es la realidad de toda la geografía colombiana. Las Madres de Soacha siguen denunciando, no se callan, no temen a la muerte: es su compañera cotidiana. “Como a mis hermanos los han desaparecido, esta noche espero a las orillas del río a que baje un cadáver para hacerlo mi difunto. A todas en el puerto nos han quitado a alguien, nos han desparecido a alguien, nos han asesinado a alguien, somos huérfanas, viudas.

Por eso, a diario, esperamos los muertos que vienen en las aguas turbias, entre las empalizadas, para hacerlos nuestros hermanos, padres, esposos o hijos. Cuando ya bajan sin cabeza también los adoptamos y les damos ojos azules o esmeraldas, cafés o negros, boca grande y cabellos carmelitas. Cuando vienen sin brazos ni piernas, se las damos fuertes y ágiles para que nos ayuden a cultivar y a pescar”.
Fuente: KAOS en la red

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