Por: Aura Cumes
Mientras un 10.2% de hombres no indígenas llega
a la universidad, lo hace un 0.8% de mujeres indígenas (PNUD, 2005). Los
extremos son claros, hay casi diez veces más posibilidades para los primeros
que para las segundas. Cuando hablamos de racismo en las universidades pensamos
inmediatamente en la poca presencia de mayas, garífunas, afrodescendientes,
xincas, especialmente mujeres. Pero vaya que el problema no se reduce a ello.
Aunque la exclusión es un indicador del crudo racismo estructural, va unido a
otras situaciones graves, pero menos visibles como la lucha cotidiana que libran
tanto estudiantes como profesionales indígenas y afrodescendientes al interior
de estos centros académicos. La experiencia relatada por Ixkik va en esta línea
(Elperiodico 01/07/12). Las universidades se limitan a “respetar” la presencia
de personas indígenas y afrodescendientes pero no crean condiciones para
asegurar su permanencia. Si la misma estructura universitaria y los contenidos
académicos se han configurado en lógicas coloniales, los estudiantes indígenas
y afrodescendientes tienen un contexto desfavorable que termina expulsándolos o
aceptando ser educados bajo las normas dominantes.
Esto raya en lo paradójico cuando se da en espacios
que nacen precisamente para develar las desigualdades históricas en este país. Mientras
debieran ser núcleos en que se ensayen otras formas de relacionamiento,
terminan reproduciendo la herencia de las viejas elites económicas coloniales a
quienes critican. Un uso instrumental “de lo indígena”, más aún con la neo-folklorización
del cambio de ciclo (Oxlajuj B'aqtun), convive con actitudes de indiferencia,
autoritarismo y tutelaje. Es decir, no hay un trato de colegas y co-creadores,
sino de autoridad ladina versus subalterno
indígena en donde la condición étnica/racial
y de sexo/género es decisiva, aunque discursivamente se insista en la
neutralidad. Bajo esta lógica de mando/obediencia se premia el comportamiento sumiso
y se castiga la insubordinación. Cualquier sospecha de racismo no es revisada
como debe ser, sino se apresura a ocultarla bajo eufemismos que huelen a impunidad.
Si bien, estoy de acuerdo con Verena Stolcke (2002)
cuando dice: “no todo lo que huele mal es racismo” pues el problema hay que
tratarlo con seriedad, esto no justifica el otro extremo de “nada es racismo
sino cualquier otra cosa”. Nos queda a quienes estemos interesados en librar la
batalla contra este problema, ir a la par de los nuevos inventos que lo justifican
y relegan a la impunidad. Ya Fanon (1978) habló hace mucho tiempo del racismo
humanista y Van Dijk (2003) entre otros, del racismo académico.
Cuando hablo de des-totalizar el racismo en las
universidades y centros de producción de conocimiento pienso en que no debe
reducirse a un problema de comportamientos y lenguajes descuidados. Esto tan
solo es el reflejo de un problema del poder constitutivo de la dominación
colonial, por lo mismo el racismo en las universidades es estructural,
epistémico y cotidiano. El fin del racismo no se consigue solamente con que los
indígenas lleguemos masivamente si nos educamos en las estructuras racistas.
Desnormalizar el racismo implica una lucha epistémica, política y de nuevos
sentidos comunes. Hay que crear universidad desde miradas distintas teniendo
como espejo la realidad producida por las lógicas seminales de dominación que
nos constituyen como sociedad. Nos asiste el derecho a crear, a revolucionar en
tanto sujetas y sujetos epistémicos. Una tarea más difícil para las mujeres indígenas
pues tenemos que ir rompiendo con la telaraña mental de quienes insisten en tratarnos
como la servidumbre colonial.
Sirvan estas líneas para animar a quienes están
luchando por su derecho a estar y crear dentro de las universidades, para
quienes han tenido la valentía de denunciar el racismo y las estructuras
coloniales-patriarcales, y para quienes desde la heterogeneidad estemos
interesados en trastocar genuinamente los poderes de dominación. Que el nuevo
ciclo sea de verdaderos y grandes cambios.
Fuente: La Cuerda y la autora del Articulo.
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