Melisa Cardoza
Sabemos que faltan mujeres. Lo sabemos porque en un cumpleaños, en un aniversario de algo, en una comida de domingo alguien dice, puchica, ésta era la comida favorita de mi tía, de mi prima, de mi hermana. Y entonces se hace un silencio triste, y se escuchan sólo los ladridos de las perras de la vecindad, una tele del cuarto que masculla en inglés, o alguna expresión de alguien que intenta salvarnos de esa angustia convocada y dice pasame la sal, por favor.
Sabemos que faltan mujeres porque en muchos cuartos hay camas que se quedaron con la misma ropa del día, esas cameras chapinas coloridas que se compran a plazos, donde acomodaba sus sueños la muchacha que se fue al centro a buscar unos materiales y no volvió. Ahí está su ropa en las gavetas, sus chancletas para bañarse bajo la cama, su niña asomada a la puerta que aún la espera y nadie sabe decirle dónde se fue su mamá, porqué no vuelve y más difícil aún cómo es que puede haber tantos hombres malos.
Faltan mujeres porque estaban ellas en su vida y sus quehaceres, en sus oficios y preocupaciones, en sus planes propios cuando las arrebataron y se las llevaron. Las han vendido, las mataron, las intercambiaron por algo, las explotan. También sabemos eso entre todo lo que no sabemos.
Norma Yolanda amamantaba a su hija de pocos meses cuando policías uniformados entraron a su casa, le quitaron la niña de los brazos, empujaron a su hija mayor que quiso evitar la detención. Dijeron que la llevaban a una posta, nunca llegó, y no volvió. A quién pedirle cuentas, ¿a la policía? ¿ a sus compiches burócratas judiciales? Su familia la ha buscado por cuatro años, sus amigas y compañeras de redes y movimientos la han demandado en todos los espacios de la injusticia hondureña con actos públicos, ceremonias, gritos, oraciones, cantos. Nadie sabe, nadie averigua, a nadie le interesa, sólo a las que entendemos que nos faltará siempre. Ha muerto su madre, su padre tiene los ojos húmedos, la niña crece amadísima por las otras mamás y las amigas se le esconden para no llorarle enfrente.
Norma Yolanda era una luz , una sonrisa enorme, un hermoso pelo oscuro. Quién no recuerda su integridad moral, su modo de resolver los conflictos, su sazón al cocinar. Sus hijas que tanto se le parecen crecen sin ella en la casa, con ella en las memorias del agua y las frutas. Como Norma más de 300 mujeres son reportadas desaparecidas en Honduras cada año, y eso son sólo las reportadas. La desaparición es un acto de tanta crueldad que sólo puede ocurrírsele a seres humanos, esa inteligencia del mal es tan sofisticada que cada día mete los alfileres de la incertidumbre dolida en los cuerpos de tanta gente, y lo hace con gusto, con alevosía.
Faltan mujeres que fueron arrancadas a la vida de todas, y también faltan mujeres para luchar por ellas y nosotras, para defendernos juntas. Somos muchas y somos pocas porque el miedo arranca la fuerza y la confianza en la vida, la posibilidad intransigente de que no ocurran más injusticias, y es por eso que nos miramos con desconfianza y ponemos la esperanza en mágicos seres de otros mundos donde no se pueda concebir tanta maldad.
Faltamos muchas para convencernos que aquí donde nos tocó nacer es sólo con nuestra fuerza común, con inteligencia y muchas mañas que vamos a vivir bien las que estamos y las que vendrán, pese al mal del mercado y los patriarcas que lo aprovechan. Aunque nos falte esa enorme galería de mujeres que traemos en la memoria con sus nombres e historias no se vale la derrota ni la renuncia, compañeras, no se puede admitir.
Melissa Cardoza
Escritora feminista hondureñamelissacondesa@gmail.com Fuente :http://radioprogresohn.net/index.php/comunicaciones/noticias/item/410-faltan-mujeres
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