Las premisas
con las que inician el “movimiento guatemalteco por la vida”, que apoya la ley 5272, permiten reflexionar sobre lo que realmente proponen. Dicen que están por “la Vida y la Familia”, y
una se pregunta, ¿qué tipo de vida y qué tipo de familia es la que defienden? ¿Una
vida marcada por la violencia acaso? ¿Una vida empobrecida y desgarrada por la
vivencia de una violación, violencia, tormento, desigualdad, soledad, abandono,
llena de carencias, caracterizada por el silencio y la sumisión a la cual
acceden los cuerpos que no importan, que solo sirven para la expiación de
otros? No es acaso esto lo que protegen, al pretender que una niña de 13 años o
de 10 años, sea obligada a gestar durante 36 semanas o menos, y el deber de lidiar
con la maternidad, que tal vez ni ella misma entiende por la edad emocional y
mental que la acompañan. ¿Es esta VIDA
la que defienden?
Es tan violento su
discurso, porque evidentemente, existe una Vida ideal, una Vida digna, una Vida
que las personas eligen en su sano juicio, en su nivel de madurez, en sus
posibilidades económicas y religiosas, ¿pero y qué pasa con lo otro? NO podemos
ser tan soberbios de creer que todo es color de rosa como quieren pintarlo. NO
podemos ser tan ciegos de obviar el dolor ajeno. NO podemos ser tan egoístas de
pretender seguir promoviendo grupos sociales a los cuales tengamos la
oportunidad de ofrecer beneficencia para expiar nuestros pecados. Sí, porque
las iglesias que hoy apoyan a la #NoALaLey5272,
mañana estarán dando “gratis” el tamalito y el cafecito un domingo en la tarde
para “salvar sus almas del purgatorio”.
Luego pasamos a la
premisa, “del hombre y mujer diferentes pero complementarios”, y así entendemos
la imagen de unos cuerpos socializados bajo el espectro de lo heteropatriarcal,
¿pero y qué pasa con la identidad? ¿Dónde dejamos las expresiones diversas de
una vida humana? ¿Cómo protegemos a quienes no se ubican dentro de este binomio
y presentan una tercer o cuarta opción de género? ¿Por qué queremos regresar a
los discursos represivos del pasado en donde la única opción que le quedaba a
la persona era la cárcel, el suicidio o la muerte en el anonimato social,
familiar y psicológico?
Y con esto en mente podemos
retomar su última premisa, “derecho a la libertad de conciencia, de religión y
de expresión”. ¿No es acaso el punto final de un movimiento hipócrita y sin
sentido? Porque al cerrar con esto, solo están eliminando lo anterior, si
promueven una vida que reconoce el derecho a la libertad de conciencia, aceptan
la diversidad de identidad de género y las distintas expresiones de orientación
sexual que conllevan. Si aceptan la libertad de religión, aceptan la libertad
de acción dentro de los márgenes espirituales que cada persona profese o no. Y más
encima, si aceptan la libertad de expresión, aceptan a la comunidad LGBTTIQ+,
la libertad de las mujeres de educarse y hacer ver sus decisiones, y sobre
todo, la libertad de las niñas de expresarse, al desistir de gestar y parir el
producto de una violación, porque son #NiñasNoMadres.
Así, es evidente que el
movimiento salió por el miedo al #SíALa5376, salió por la ignorancia y el
cúmulo de prejuicios por el otro, salió porque este es un país colonizado y
cristianizado, que desde hace 500 años ha estado sujeto a la visión esquizofrénica
de los vencedores. Sin embargo, hoy ya somos una sociedad en cambio, no todas
las personas ven de manera tan estrecha la vida y perciben que hay luz más allá
del binomio heteropatriarcal. Sí porque la resolución que aprobará #SíALa5376 representará
a una sociedad coherente, llena de aristas que promueven la #VidaDigna. Será
una nueva oportunidad para reconciliar desde distintos espacios una sociedad
tan fragmentada como la guatemalteca.
Hoy es un día verde y
vivimos con la esperanza de un mejor mañana para ti, para mí y para ese nosotres
que está en construcción, por lo que apostamos por la #LeyDeProtecciónALasNiñas.
NM
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