jueves, 9 de junio de 2016

Discurso feminista y literatura: antecedentes bibliográficos


Claudia Gómez Cañoles


Resumen

Frente al discurso androcéntrico, albergado en la estructura histórica de la tradición occidental, el feminismo toma posiciones civiles y genealógicas que a nivel del discurso permitan elaborar estrategias de resistencia al patriarcado. En esta nota se explica cómo la literatura se convierte en una herramienta para ejecutar esas estrategias y subvertir la línea de dominación masculina que existe en los textos de la tradición literaria.
Antecedentes históricos del discurso feminista:
El feminismo se introduce en la historia a través de tres posiciones práctico-discursivas. El primero es el feminismo de la igualdad que se da en el siglo XIX y parte del XX, el cual es impulsado por una lucha política para consolidar derechos civiles que les son negados a la mujer, como el derecho a voto, donde se busca la igualdad desde la equiparación jurídico-formal y la ocupación legitima de sus propios territorios político- económicos. Ello se concreta en el libre acceso a la educación y al proceso productivo, mediante la incorporación al trabajo. Actualmente, se sigue buscando mejoras en lo que se refiere a la igualdad de oportunidades, en relación a las diferencias de sueldos entre hombres y mujeres, a la reivindicación de derechos reproductivos y a la protección legal contra la violencia sexual. El segundo es el feminismo de la diferencia o radical que postula una re-definición y re-apropiación simbólica del ser mujer; este feminismo re-situará los atributos contenidos en la abstracción de la tradición occidental del hombre-universal, en un nuevo espacio práctico discursivo que tiene en el concepto de género su más firme referente. La equiparación de género y sexo permite, la constitución de una subjetividad singular femenina y con ello el restablecimiento de la genealogía femenina como necesidad de orden simbólico y social. El tercero es el post-feminismo el cual surge como una reacción frente al feminismo esencialista que si bien, pretende hacer una genealogía femenina, cae igualmente en la trampa universalizadora al hablar desde la mujer blanca y heterosexual dejando fuera las “diferencias dentro de las diferencias”, como son el discurso de las lesbianas o de las minorías étnicas. Este post-feminismo, ya no es solo un discurso en defensa de las mujeres sino de las minorías étnicas y sexuales que son igualmente marginadas por el poder hegemónico. 1
Antecedentes filosóficos del discurso feminista:
Enmarcado en el asunto de los discursos es necesario definir lo que entendemos por ello, según Joan Scott discurso es “una estructura histórica, social e institucionalmente específica de enunciados, términos, categorías y creencias” o también “formas de organizar los modos de vida, las instituciones, las sociedades; formas de materializar y justificar las desigualdades; pero también de negarlas” (Cit. en Luna 2002: 25) Ante esto, surge la pregunta de ¿quiénes son los gestores de la enunciación?, ¿qué es lo que se reproduce al momento de formular un tipo de discurso?, ¿en nombre de quiénes se habla? ¿de la humanidad en general?. Esto me lleva a dar cuenta que históricamente se ha utilizado un tipo de discurso basado en la metafísica occidental, el cual fue puesto en duda y de-construido por Derrida, quien va a referirse al logocentrismo entendiendo por ello que el significado está contenido en la palabra (Logos), la cual es vista desde la presencia: “la metafísica occidental prefiere el discurso a la palabra escrita, precisamente porque el discurso presupone la presencia del sujeto hablante, que puede ser así considerado origen unitario de su discurso” (Moi 1999: 117), es lo que Derrida llama metafísica de la presencia, esto retrotrae el hecho de que en el intento de los filósofos de describir lo fundamental, lo han tratado como centro, fuerza, base o principio, con lo cual surgen las oposiciones tales como significado/forma, alma/cuerpo, positivo/negativo, etc. El logocentrismo asume la prioridad del primer término como centro y el segundo en relación al primero como derivado. Esta tesis es tomada por las feministas al postular su discurso, las cuales sostienen que al hablar de discurso se habla de poder, de sujetos que se escudan en un modo específico de racionalidad, la cual se basa en una lógica binaria o dualista que es llamada por Helene Cixous “pensamiento binario machista”. Esta racionalidad opone actividad/pasividad, razón/ intuición, cultura/naturaleza, inteligible/ sensible, etc. “Al corresponder a la oposición subyacente hombre/mujer, estas oposiciones binarias están muy relacionadas con el sistema de valores machistas: cada oposición se puede interpretar como una jerarquía en la que el lado femenino se considera el negativo y el más débil” (Moi 1999: 114)
Otro aspecto del cual se ha servido el discurso feminista es la llamada “crisis del sujeto” (Colaizzi 1990: 14), que surge de la revisión epistemológica de los presupuestos de la razón occidental. Desde antaño se utilizan términos comohombre para referirse a la humanidad en general. Esta tradición se fundamenta en el Cogito cartesiano, sintetizado en la máxima: “pienso luego existo” aludiendo al ser del hombre, a su propia interioridad. Este “sujeto” ¿se refiere tanto a hombres y mujeres?. La contribución del discurso feminista es el del posicionamiento de los discursos, es decir, asumir la posición sexuada de la que hablamos. En palabras de Gayatri Spivak “a menos que no seamos consciente de que no se puede evitar tomar posición, tomamos posición sin darnos cuenta” (Cit. en Coalizzi 1990: 13). Con ello pone en cuestión la universalidad y totalidad implícita en la concepción del sujeto, por el contrario, ve que este sujeto está sexualmente marcado y coincide con los hombres o sujetos físicamente masculinos. El discurso feminista surge al tomar voz propia y deslegitimar la tesis del hombre, que históricamente ha hablado en nombre de la humanidad. Este discurso es llamado androcéntrico o falocéntrico, entendiendo por ello un discurso enunciado por los hombres y reproducido históricamente por ellos dejando fuera a la mujer. De la oposición cultura/naturaleza, se ha visto como el hombre se asimila a la cultura siendo el productor, el que organiza, controla y unifica. En cambio, a la mujer se la ha asimilado a la naturaleza, madre, reproductora. Esta oposición señala el ámbito de lo público-hombre y lo privado-mujer, relegándose a la mujer al hogar y al hombre al trabajo.
El concepto de género
Para comprender a cabalidad la postura discursiva del feminismo es necesario ver el concepto de género, el cual es una categoría central de la teoría feminista. Se pone en tela de juicio que la diferencia sexual, la cual es dada biológicamente, sea la base cultural para las diferencias que marcan a un hombre de una mujer, es decir, que la atribución de características que se le otorgan a una mujer y un hombre se deriven de ese hecho biológico. En este sentido, el género sería una derivación de la diferencia sexual. Por lo tanto, lo que se cuestiona es la relación causal que se daría entre sexo-género, lo cual llevaría a un determinismo biológico. Por el contrario, las feministas postulan que el género correspondería a “la construcción social, cultural y psicológica impuesta sobre la diferencia sexual biológica” (Muñoz 1999: 16), lo cual significa que el género se construye culturalmente, y que depende de los contextos y del significado que se le dé a aquel. Esto implica que “es siempre mediado a través de otras categorías como la raza, la etnicidad, la religión, la clase social, el lugar de origen, la preferencia sexual” (Muñoz 1999: 16). De ello resulta que la construcción del género no constituye una materialidad social fija, sino que es más bien, un proceso en constante fluctuación, moldeado por la especificidad histórica, y que por ende, el sujeto de la enunciación ya no será abstracto o universal sino un individuo particular, posicionado sexualmente desde una particularidad, como puede ser mujer negra- indígena- burguesa, etc.
Lo crucial es comprender que a través de la tesis biologista de la diferencia sexual se pretende moldear un tipo de sociedad específico, en el cual, los roles y funciones están determinados por esa lógica, la mujer será el sexo débil y el hombre el sexo fuerte, esto es una señal de cómo ha funcionado el estigma bajo la diferencia sexual en el discurso androcéntrico. Las feministas al cuestionar este modelo ven la disparidad entre los sexos y las estrategias de poder que utilizan los hombres para mantenerse dentro de este orden establecido.
Discurso feminista y literatura:
“El lenguaje empieza siempre con el enunciar, y enunciando afirma”, dice Blanchot (Cit. en Colaizzi 1990: 110). Pues bien, es en la afirmación de sí como mujeres, que se da la escritura de género, lo cual significa posicionarse en el orden del discurso, en virtud de la diferencia, con respecto al discurso androcéntrico; es incorporar la totalidad de la experiencia de aquella (social, psicológica, espiritual y estética) en textos que van desde la denuncia hasta lo lírico intimista, con el fin de subvertir las convenciones lingüísticas, sintácticas y metafísicas de la escritura patriarcal.
Ahora bien, la escritura de género surge en relación al discurso androcéntrico o falocéntrico. Una de las características del lenguaje femenino es su bitextualidad, es decir, al escribir la mujer se apropia del discurso androcéntrico para subvertirlo. En otros términos, responde a una doble voz, dialogiza con el falocentrismo y con el ginocentrismo; los textos se expresan de modo indirecto, surgen “como palimpsestos, obras cuyas superficies ocultan y oscurecen niveles de significación más profundas, menos accesibles” (Moi 1999: 70), y esto es posible porque las mujeres usan códigos que corresponden a la estructura del patriarcado y categorías ligadas al discurso de género.
Willy Muñoz expone en su texto Polifonía de la marginalidad la bitextualidad como una estrategia literaria. Analiza a varias autoras latinoamericanas, entre ellas a Luisa Valenzuela y su cuento Si esto es la vida, yo soy caperucita roja, el autor señala: “Valenzuela no crea un lenguaje sino que subvierte el verbo masculino que había sentenciado a la mujer a un espacio lingüístico tangencial y devaluado, marginalidad que le impedía labrar su propia realidad escritural y coartaba su experiencia misma. Al usurpar y tomar posesión del lenguaje, la mujer codifica otro orden social, uno en el que ella es libre de codificar y demandar la satisfacción de sus deseos.” (Muñoz 1999: 27) Valenzuela re-escribe el cuentoCaperucita Roja utilizando la parodia para mostrar una nueva interpretación de la caperucita, el cuento está destinado a las niñas que pasan a la adolescencia y al cuidado y temor que deben tener del lobo (hombre que desvirgina) a las niñas. Deben escapar del deseo. En la versión de Valenzuela Caperucita es una niña inteligente que juega con su sexualidad y con el lobo, al cual convertirá en un perro amaestrado si ella quiere. (Muñoz 1999: 90) En este texto se muestra como la autora transgrede la versión de Perrault y los hermanos Grimm, los cuales codifican una historia que ideológicamente se suscribe a los intereses patriarcales, los que deifican la asimetría entre los géneros sexuales. El recurso que utiliza es ironizar con el lenguaje, valiéndose de él para transformarlo en un nuevo discurso.
Sandra Gilbert y Susan Gubar se refieren al fenómeno de la voz dual que caracteriza a la escritura de mujer. Para ellas “la estrategia literaria de las mujeres consiste en asaltar y revisar, destruir y reconstruir las imágenes de la mujer que hemos heredado de la literatura masculina […]” (Moi 1999: 70) en la que están representadas según la lógica binaria como la santa y la puta, el ángel y el monstruo, la dulce heroína y la loca rabiosa; las escritoras si bien, se identifican con estas autodefiniciones que los escritores les han traspasado, alteran su significado en virtud de su propia identificación con él, y han recreado, según Gilbert y Gubar, estas figuras tanto en novelas del siglo XIX como en el siglo XX.
En la literatura femenina se reconocen estrategias estilísticas y temáticas propias de la escritura de mujer, la feminista Hélene Cixous afirma que este estilo propiamente femenino, es fragmentario, múltiple, disperso, ajeno a la lógica binaria: “los textos femeninos son textos que tratan de la diferencia, […] luchan contra la lógica falocéntrica dominante, rompen las limitaciones de la oposición binaria.” (Moi 1999: 118) En la literatura de Virginia Woolf se ve esta reacción en contra de esta lógica absolutista, su discurso no es homogéneo, sino fragmentado y relativo en términos estructurales, para ello se vale del monólogo interior, del fluir de la conciencia que le permitió el acceso a los sentimientos, a la reflexión, a la vida interior. Las temáticas que trata Woolf en sus textos se refieren a la crítica del orden patriarcal, al mundo masculino descubierto por las mujeres, en el cual se las considera inferiores, carentes de inteligencia y valentía. En el texto Un Cuarto Propio se pregunta por la situación de las escritoras mujeres y ella señala que “para escribir novelas, es necesario que una mujer cuente con dinero y un cuarto propio” (Woolf 1993: 7) esta afirmación que puede parecer contingente, oculta el estado de cosas que envuelve a la mujer de su tiempo, a la desigualdad a la que ella ha sido sometida, al ser confinada al espacio privado, a la casa y la familia y no poder trabajar en profesiones remuneradas ni recibir una educación para poder igualarse al hombre:
Las mujeres sienten lo mismo que los hombres, necesitan ejercer sus facultades y un campo para sus esfuerzos (…) ellas sufren la rigidez de las reglas, de un absoluto estancamiento (…) decir que ellas deben confinarse a hacer pasteles y tejer calcetas, a tocar el piano y bordar carteras. Es insensato condenarlas, o reírse de ellas, si buscan hacer más o aprender más de lo que la costumbre ha estimado necesario para su sexo. (Woolf 1993: 72).
Annette Kolodny postula dos estrategias estilísticas propia de las novelas escritas por mujeres que son la percepción reflexiva y la inversión; la primera se refiere a “cuando un personaje se descubre a sí mismo o encuentra partes de sí mismo en actividades que no había planeado, o en situaciones que no lleva a comprender del todo” (Cit. en Moi 1999: 81 ) y la segunda estrategia se da cuando “ las imágenes literarias tradicionales y estereotipadas de la mujer aparecen del revés en novelas de mujeres, como elemento cómico para revelar su escondida autenticidad o como connotación de su opuesto” (Cit. en Moi 1999: 81). Esto también se da en el cuento Si esto es la vida, yo soy caperucita roja que analiza Muñoz, se invierte la imagen de la niña entregada por las tradiciones, tanto la de los hermanos Grimm y la de Perrault:
Mi madre me ha prevenido, me previene. Cuídate del lobo, mi tierna niñita cándida, inocente, frágil vestida de rojo (…) ¿donde vas caperucita con esa canastita tan abierta, tan llena de promesas?, me pregunta el lobo, relamiéndose sus fauces. Andá a cagar le contesto, porque me siento grande, envalentonada” (Cit. en Muñoz 1999: 90).
La autora invierte la imagen de la niña inocente y temerosa mostrando una niña desafiante y valiente.
Hablar de discurso feminista, implica hablar desde la diferencia, lo cual significa posicionarse como mujer, legitimar un discurso que aborde las experiencias de ella, en los aspectos psicológicos, sociales, espirituales y políticos. El tránsito a la enunciación se puede comprender a través de la figura de la mujer-reflejo, la que ha sido a través de la historia una imagen en el discurso falocéntrico Ella al contemplarse en el espejo ve un reflejo, un Otro que no es, esa imagen es la construcción que el patriarcado ha reproducido y ha transmitido a través de la historia, la mujer-sexo débil, la mujer-reproductora, la mujer-sensible, etc. Cuando ella se apropia del discurso se mira sí misma a través del espejo y no se reconoce, de ahí surge la escritura de mujer. El espejo se ha quebrado, no hay imagen que ver sólo el recuerdo de lo dicho, la voz masculina que ella revisa, destruye y re-construye. Al emerger el discurso feminista, surge la voz femenina, se da el espacio de enunciación al cual no había tenido acceso, con ello subvierte el discurso androcéntrico. En el discurso literario la escritora re-construye a su vez las imágenes que le ha heredado la literatura masculina y encuentra el espacio de enunciación para re-significar, a través de su mirada de mujer, el mundo, las cosas, sus relaciones con los otros, etc.




Bibliografía

Butler, Judith. comp. 1999. Feminismos Literarios. Madrid: Arco-libros.
Colaizzi, Giulia. Comp. 1990. Feminismo y teoría del discurso. Madrid: Cátedra.
Cuadra, Ivonne. 1999. La Quintrala en la literatura chilena. Madrid: Pliegos.
Garciía, Magdalena. Comp. 2000. Poesías Completas. Madrid: Cátedra.
Luna, Lola. 2002. “La historia feminista del género y la cuestión del sujeto”.Boletín Americanista. Barcelona. N 1-52: 25-31.
Martínez, María. 2000. “Sor Juana Inés de la Cruz. La cárcel del cuerpo”. Teatro De mujer y culturas del movimiento en América latina. Santiago: Cuarto Propio. 69-95.
Menchú, Rigoberta. 1998. Rigoberta: La nieta de los Mayas. Madrid: Santillana.
Moi, Toril. 1999. Teoría Literaria Feminista. Madrid: Cátedra.
Muñoz, Diego. 1992. “Artemisa”. Andar con cuentos. Nueva narrativa chilena. Santiago: Mosquito. 16-20.
Muñoz, Willy. 1999. Polifonía de la Marginalidad. La narrativa de escritoras Latinoamericanas. Santiago: Cuarto propio.
Olea, Raquel. 1995. Ampliación de la palabra: La mujer en la literatura. Santiago: CEDEM.
Shaw, Donald. 1999. “Diamela Eltit”. Nueva narrativa hispanoamericana. Boom, posboom, modernismo. Madrid. Cátedra. 347-352.
Woolf, Virginia. 1993. Un cuarto propio. Santiago. Cuarto Propio.

Notas al pie de página:


1. Para mayores antecedentes Cfr. los trabajos de Judith Butler y Giulia Colaizzi.

Fuente:  http://www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=138