Andrea Franulic
Para Margarita Pisano, este texto que escribí el año 2013 y que
entonces no pudo circular. Hoy lo hago por ella, por mí, por Sandra,
Tatiana, Isabel, Ximena, y por todas las mujeres de mente y corazón
nobles:
“En lo que a mí respecta, como creo en la continuidad,
me resulta arduo establecer dónde termina el ‘pasado’
y dónde comienza el ‘futuro’” (Adrienne Rich).
Una
de estas tardes recién transcurrida, entre las nubes grises del otoño
santiaguino, Margarita me leía el libro de Silvia Federici “Calibán y la
bruja”. Nos sorprendíamos: Federici había profundizado en un silencio.
Rich
dice que el orden patriarcal se sostiene sobre la base de muchos
silencios respecto de nosotras -las mujeres- nuestras relaciones,
historias, sumisiones y resistencias. Uno de los silencios con mayor
peso civilizatorio es la matanza de mujeres de los siglos XVI y XVII. Es
un silencio espeso y, por lo mismo, una gran fuente de conocimiento
para nosotras. Su espesor y peso cobran dimensiones civilizatorias,
porque la caza de brujas es la plataforma soterrada sobre la que se
yergue la época moderna.
Yo leía, Margarita leía y caía la
tarde. El patriarcado es una civilización que siempre ha estado en
guerra concertada contra las mujeres; probablemente la guerra contra las
brujas (Federici) no ha sido la primera en ser catapultada por la
historia oficial… me decía. Yo tomaba un sorbo de café amargo y seguía
leyendo.
La época moderna es historia reciente. Nos la
relatan en las escuelas y en las universidades. Su configuración inicial
va de la mano de un cambio de paradigma que afecta las ciencias y la
filosofía: es la época del racionalismo; el Hombre desplaza a Dios del
centro. Además, durante este periodo, se conquista el “nuevo mundo”, y
se llevan a cabo transformaciones importantes en el orden económico y
político: se constituyen los Estados-Nación, y el sistema feudal da paso
al sistema capitalista. En cuanto a la esfera religiosa, la época está
marcada por las negociaciones de poder entre la Iglesia Católica y la
Iglesia Protestante. Todos estos cambios, con algunas variedades y
contra respuestas, se conservan hasta hoy.
Llegó la noche,
y encendimos unas velas para continuar la lectura. Nuestros ojos tenían
ese brillo que combina la rabia y el pensamiento. Con vehemencia,
Margarita me decía que con este vacío histórico profundo –con este hoyo
negro del espacio- se entendía el porqué del arduo trabajo que hemos
efectuado las mujeres para conocernos a nosotras mismas.
Era
cierto. El silencio sobre este femicidio a gran escala es de un
hermetismo que atemoriza. Los cuerpos, las instituciones y el orden
simbólico patriarcales confabulan para torturar y quemar a las mujeres
campesinas y sanadoras durante siglos, y luego planifican el
ocultamiento de dicha acción:
- Las Iglesias reformulan la invención ideológica del diablo y consolidan el servicio secreto del confesionario (Pisano).
-
El Estado constituye el Tribunal de la Inquisición con un nuevo libro
sagrado (Pisano) que es “El martillo de las brujas. Para golpear a las
brujas y sus herejías con poderosa maza” (Malleus Maleficarum) de Kramer
y Sprenger, donde se especifican -de manera detallada- técnicas,
mecanismos e instrumentos de tortura y vejación sexual.
-
La ciencia médica les roba los conocimientos a las mujeres “entre
aplicaciones de la garrucha” (Federici), y los institucionaliza en sus
universidades, a las cuales se les prohíbe la entrada.
- La filosofía argumenta y justifica –bajo la luz de la Razón renacentista y luego ilustrada- la gran masacre.
-
La literatura y la mitología crean el personaje de la Bruja y lo
envasan, en el XIX, en los cuentos infantiles para adoctrinar a las
niñas (os) en la misoginia y, además, encubrir los hechos históricos
bajo el manto de la ficción. Esta operación también se realiza en los
inicios de la civilización patriarcal mediante el mito del origen del
mundo, recreado en todas las religiones (Sendón de León).
-
El capitalismo para asentarse en el “viejo y nuevo continente” necesita
tener bajo su control el vientre de las mujeres; para esto, torturar y
matar a las curanderas y robarles el conocimiento sobre sus propios
cuerpos sexuados –menstruación, anticoncepción, parto y aborto- se hace
indispensable.
- La historiografía colabora de manera
protagónica en el silenciamiento en todo relato que presenta sobre la
modernidad, sus inicios y desarrollo. La historiografía
latinoamericanista oculta que Colón llegó al “nuevo continente” con la
Inquisición bajo el brazo.
Así, cada uno de los poderes
patriarcales, interrelacionados y conformados por cuerpos de hombres,
trabaja en esta misión femicida en la que se asienta la gran época
moderna que tanto los enorgullece. Federici menciona los nombres de
algunos de los “grandes hombres” que argumentan a favor de la matanza:
Bacon, Kepler, Galileo, Shakespeare, Pascal, Descartes. Como todo en el
patriarcado, los filósofos, escritores, científicos, estadistas, jueces e
intelectuales no son casos excepcionales y aislados –como sí se hace
parecer nuestra historia de mujeres (Rich). Los “grandes hombres” forman
parte de una tradición de pensamiento; por lo tanto, la justificación
misógina que sustentan cuenta con la complicidad de todos, porque la
tradición consiste en la legitimación de unos hacia otros mediante la
cita textual, la conservación del lenguaje de los “elegidos” y la
conformación jerárquica de las disciplinas. Lonzi escupió contra Hegel;
sin embargo, es necesario escupir contra toda la tradición de
pensamiento patriarcal.
Al Renacimiento lo sigue el Siglo
de las Luces, y encontramos a los Hombres dueños de la Razón. En 1789,
mandaron a la guillotina a las revolucionarias que osaron considerarse
seres políticas y pensantes. El diálogo entre estas y las brujas fue
cortado y no lo heredamos. Pero hemos heredado a todos los misóginos:
Shakespeare se sigue reproduciendo en las tablas y en el cine. Los
hermanos Grimm siguen vigentes en Walt Disney. El método cartesiano
sigue siendo válido en la filosofía y las ciencias. Marx analiza el
capitalismo sin pronunciarse sobre la caza de brujas que se llevó a cabo
para que este sistema económico se consolidara. Foucault estudia los
siglos XVII, XVIII y XIX y guarda silencio rotundo, dice Federici, sobre
la quema de mujeres y sobre la cámara de tortura donde los gritos de
dolor de las mujeres vociferan un “discurso de la sexualidad”. Desde
otro frente patriarcal, Chomsky, legitimado por la ciencia lingüística,
inventa el Generativismo y se inspira en Descartes, porque el sujeto
lingüístico chomskiano es el sujeto cartesiano.
Un largo etcétera de una larga tradición masculina que es cómplice de silenciar la perpetua guerra contra las mujeres (Pisano).
Las velas se consumieron.