martes, 30 de noviembre de 2010

Mujeres periodistas entre el silencio y el miedo





Fabiola Calvo* cimac | Madrid

 
Las redacciones son micromundos en las que se produce información, sesudos análisis, entrevistas exclusivas, declaraciones e imágenes oportunas. En ellas se establecen relaciones de amistad, de pareja, laborales, mixtas o el nombre de moda. Nada de esto constituye una novedad.
Tampoco son novedad las relaciones de poder que algunos jefes utilizan en forma sutil o abierta con jóvenes becarias, periodistas independientes o periodistas que se aferran a su trabajo porque quieren su profesión, tienen una oportunidad y dependen económicamente de ella.
Los jefecillos aprovechan cualquier oportunidad para la seducción mezclando coqueteo con vagas promesas, en otros casos el forcejeo, el insulto, una carga exagerada de trabajo o el chantaje.
La novedad está en el silencio que las periodistas mantienen sobre los hechos que suceden en una y otra redacción. El miedo es la constante en estos casos, sí el miedo a perder su puesto, el miedo a denunciar porque ningún medio las contratará tanto por el atrevimiento de hablar-denunciar por el creciente desempleo.
En el silencio se instala la falta de comunicación entre comunicadoras que comunican y que cumplen con la sagrada función social de informar, sin embargo parece que sólo las uniera la nota diaria.
El abuso de poder en las redacciones es un tabú, no se toca, no se habla y por éstas razones es casi imposible pensar en éste momento en una investigación. Nuestras colegas no responderían o no dirían la verdad.
He platicado con mujeres periodistas de diferentes países sobre la necesidad de iniciar una investigación acerca del acoso en las redacciones, el abuso de poder, la violencia verbal pero la respuesta ha sido la misma: imposible.
Es una tarea pendiente para las Redes de mujeres periodistas, sindicatos y hasta de los partidos políticos. Para que la democracia funcione y sea duradera urge tocar los entresijos y sacar la podredumbre de lo intocable.
Hablar, contar y denunciar puede tener un precio, no obstante callar tiene otro precio. Para quitarle el precio no queda otro camino que actuar en red, no individualmente.
Un reto más para la Red Internacional de Mujeres Periodistas.
*Periodista colombiana residente en Madrid, premio 2003 La Mujer en la Unión Europea.

 Fuente: http://www.cimacnoticias.com

Mujeres Periodistas



Por: Ileana Alamilla

Si en algo ha habido ade-lanto es en la presencia de las mujeres en las universidades y en los medios de comunicación. De esto dan fe las involucradas.
En Rusia y Suecia, ellas forman la mayoría de la mano de obra del periodismo, pero no juegan un papel igual en el proceso de la información.
Según el Proyecto Global de Observación de los Medios, estudio que se hace cada cinco años desde 1995, en el 2005, en todo el mundo, el 57 por ciento de los presentadores de televisión era mujeres, pero solo el 29 por ciento de las noticias estaba escrita por ellas.
Otro hallazgo fue que únicamente el 23 por ciento de las noticias consideradas serias fue cubierta o escrita por mujeres, a quienes suele asignárseles temas ligeros, como asuntos sociales, familia, arte y vida.
Sin embargo, en los últimos años los progresos han sido significativos. Las mujeres han irrumpido como corresponsales de guerra, un terreno que solía ser exclusivamente masculino, corriendo los mismos riesgos, pero con amenazas adicionales de violencia sexual, intimidación y discriminación, muchas se ven obligadas a utilizar equipos de seguridad poco adecuados, diseñados solo para formas y tallas masculinas.
Estos datos están recogidos en el análisis “Instalar el Equilibrio”, de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), que incluye consejos para promover la igualdad de género en los medios, referidos a aspectos relativos al liderazgo, la legislación, la igualdad de oportunidades, las diferencias salariales por razón de sexo, las condiciones de trabajo y la seguridad de los y las periodistas.
Es preciso meditar sobre estos aspectos que tienen íntima relación con los compromisos nacionales e internacionales relacionados con la necesaria igualdad de derechos y de oportunidades, con la protección de la maternidad, los descansos para amamantar a los pequeños, la prerrogativa de contar con guarderías para el cuidado de los hijos (as), etc.
También recomienda que los turnos de noche deben ser compensados con transporte hasta el domicilio de las mujeres, como parte de las políticas de las empresas, regularmente ausentes o incumplidas.
Un aspecto que está presente en el ámbito periodístico es el acoso sexual, que según la FIP es muy difícil de plantear y de probar.
Se ignora, se soslaya o no se aborda, evasión replicada por las propias mujeres.
El documento comentado recoge informes del Instituto Internacional para la Seguridad de la Prensa (INSI, en inglés), en una indagación que reveló que más del 82 por ciento de las encuestadas denunció ataques físicos o intimidaciones en las coberturas de conflictos.
El INSI formuló un serie de recomendaciones para mujeres que informan en primera línea, las que incluyen consejos prácticos de mujer a mujer.
Estos aportes y reflexiones debemos conocerlos, discutirlos y colocarlos a debate en los medios. Es necesario abordar en el campo periodístico la necesaria transformación cultural y mental, para empujar el equilibrio y la igualdad de género.
La formación y el conocimiento de estas realidades son obligaciones de los profesionales que trabajan con la realidad.
No demos la espalda a los derechos de las periodistas que trabajan intensamente para abrirse campo.


Fuente: CERIGUA.

En este Día del/la Periodista


Ana Silvia Monzón
Expreso mi reconocimiento y admiración a las "señoras de la palabra y de las letras" que desde los medios de comunicación: la radio, la prensa escrita, la televisión, la "red", han abierto caminos en el ejercicio del periodismo y la comunicación. A riesgo de omisiones involuntarias, y a modo de brevísimo recuento inicio con María Josefa Granados (inicios del siglo XIX), VIcenta Laparra y Jesús Laparra (quienes junto a otras fundaron los primeros periódicos escritos por mujeres en el siglo XIX), Luz Valle, Gloria Menéndez Mina (editoras de revistas en los años 30 y 40, siglo XX), Luz Mendez De la Vega, Margarita Carrera, Ana María Rodas, Violeta Alfaro de Carpio, Victoria Martínez Moraga, Irma Flaquer, Alaíde Foppa, Atala Valenzuela, Carolina Escobar Sarti, Dina Fernández, Iliana ALamilla, Carolina Vásquez Araya, Iduvina Hernández, Anaitté Galeoti, Olga Villalta, Irma Alicia Velásquez, Laura Asturias, Ana Cofiño, Anabella Giracca, Marielos Monzón, Carol Zardetto, Marta Altolaguirre, Ana Inés Carpio....A las mujeres rurales, indígenas y mestizas que con dificultades multiplicadas también han hecho de la palabra el medio para enunciar, denunciar y anunciar.
A los esfuerzos colectivos desde La Voz de la Mujer y El Ideal, en el siglo XIX, hasta los contemporáneos: Cerigua, Voces de Mujeres, La Cuerda, Mujeres y Universidad, Hablan las Mujeres, Mujeres Abriendo Caminos, Mujeres en Frecuencia.
Día del y la periodista: un día para la reflexión
El derecho a la libertad de expresión ha sido negado históricamente desde los espacios de poder. Quienes se han arrogado el derecho de nombrar y  opinar, han descalificado las capacidades de otros y otras para ejercer ese derecho, el más básico de todos.
Para las mujeres y otros grupos sociales oprimidos, luchar por el derecho a la palabra tiene un sentido vital; sólo cuando podemos hablar en nombre propio, cuando podemos expresar nuestros deseos, nuestra mirada del mundo, nuestras demandas, nuestras propuestas… somos libres.
En Guatemala, la historia del periodismo crítico y ético, registra numerosos nombres de mujeres y hombres cuyas vidas fueron arrebatadas por oscuros poderes que, desde las sombras, han reprimido y censurado a quienes se atrevan a transgredir el mandato de callar.
Hoy celebramos los nombres de las pioneras que se atrevieron a hablar, a escribir, a las que abrieron caminos para que las voces de las mujeres se multipliquen en los medios. Recordamos a mujeres como Irma Flaquer y Alaíde Foppa, ambas desaparecidas en 1980. Su valentía y compromiso nos inspiran.

…la libertad de expresión es el derecho más sagrado que se conquistó con sangre en la revolución gloriosa del 20 de octubre…”

La que nunca calló
Irma Flaquer, 29/11/1960

lunes, 29 de noviembre de 2010

Mujeres en red y enredadas en Centroamérica Una mirada desde los afectos feministas




Ana Felicia Torres Redondo

Centroamérica ha sido desde siempre una región bendecida por la fuerza de vida de las mujeres. Cuidadoras de familias, de personas, de todas las  formas de seres vivos y de la cohesión social, las mujeres de esta cintura de América también hemos construido las más diversas y variadas formas de trenzarnos en redes de salud sexual y reproductiva, contra la violencia hacia las mujeres, en torno a la participación política, desde las identidades indígenas y afrodescendientes, de mujeres jóvenes, y por nuestras demandas económicas.
Esas redes, algunas con fuertes arraigos territoriales y nacionales y otras no tanto, han florecido en esta región especialmente desde la década de los ochenta del siglo pasado. Sus trayectorias, aciertos y desaciertos
han sido variados. Pero más allá de las valoraciones relacionadas con el impacto de sus acciones, las redes del movimiento centroamericano de mujeres demandan miradas y formas de interpretación que permitan develar su sentido político profundo y sus aportes al mejoramiento de la calidad de vida de las mujeres
de esta región y del mundo y la construcción de una Centroamérica más habitable y humana.
Algunas de ellas son lo que podríamos considerar redes “temáticas”, mientras que otras relevan identidades étnicas y generacionales y vínculos geográficos y territoriales específicos. Las reflexiones que presentamos a
continuación sobre las redes de mujeres en Centroamérica dan cuenta de una mirada situada y apasionada. Es una mirada situada en la militancia feminista, con todo lo que ésta supone para la política, para la ética, para la estética, para la espiritualidad.

Empecinadas en mantener nuestra organicidad

A pesar de grandes cambios en los contextos ideológicos, económicos y políticos sucedidos a nivel mundial y en la región centroamericana, esta cintura de América sigue poblada por una gran cantidad de redes de mujeres. Una rápida mirada sobre la organicidad de las mujeres en esta región nos permite identificar
por lo menos once redes de mujeres, vinculadas a demandas sectoriales, étnicas, generacionales, de incidencia en espacios territoriales y temáticas. Maquila, desarrollo local, lucha contra la violencia, salud sexual y reproductiva, agendas económicas, participación política, VIH/SIDA, identidades indígenas y
afrodescendientes y migración son algunas de las demandas que convocan las pasiones y la organización de las mujeres en Centroamérica. Y por ahí se asoman también como buenas razones para vincularse
en redes la despenalización del aborto, el Estado laico y la solidaridad con las mujeres y con el pueblo hondureño, en el contexto del golpe de Estado. Algunas de estas redes tienen expresiones locales, nacionales y regionales y su clara intención es favorecer abiertamente las articulaciones entre todos estos niveles. La mayor parte de estas iniciativas se plantean la incidencia política como un objetivo estratégico.
Pero también, todas expresan en algún grado la convicción y la apuesta política de que, hoy más que nunca, sólo será posible derrotar al patriarcado y sus perversas intimidades con la globalización neoliberal si las mujeres logramos construir articulaciones políticas basadas en la acumulación de fuerza social organizada, desde nuestras diversidades y desde nuestras múltiples opresiones.
La interpretación de la existencia de esta multiplicidad de redes de mujeres en Centroamérica requiere indiscutiblemente de nuevas miradas que nos permitan cambiar las preguntas, para así descubrir elementos de análisis crítico que no sigan midiendo y valorando los desempeños y las lógicas organizativas de las redes de
mujeres con los parámetros masculinos y patriarcales que siguen poblando el universo simbólico de los movimientos sociales y populares, aún de los más progresistas. Y mucho menos desde los parámetros de la cantidad de recursos financieros “invertidos” por la cooperación internacional en función de proyectos.

Las redes de mujeres ni cayeron del cielo… ni quieren ir a él
Para comprender la terquedad y el empecinamiento con el que las mujeres centroamericanas
mantenemos nuestra voluntad de cuidado y fortalecimiento de nuestras redes y de nuestro trabajo en red, es importante tener en cuenta algunos antecedentes que se remontan a finales de la década de los años ochenta del siglo anterior y especialmente acontecimientos y desempeños en la década de los años noventa. La década de los ochenta es una década de particular importancia en la historia reciente de la región centroamericana. Guatemala, El Salvador y Nicaragua enfrentaron conflictos armados internos. Las
mujeres en ese contexto de guerra participamos en todos los niveles de la lucha: en la conducción política; en la lucha armada; como soporte de las acciones bélicas cocinando, curando personas heridas; en la solidaridad transfronteriza; y también sosteniendo las miles de familias que quedaron a cargo de muchas mujeres y que, más tarde, fueron convirtiéndose en familias uniparentales, con “jefes de familia” muertos.
Ya fueran hombres de los ejércitos o de los movimientos insurgentes. Nuestras raíces como movimiento de mujeres en la cultura política de izquierda y nuestra posterior integración en los movimientos populares y sociales siguen marcando para bien y para mal el desempeño de nuestras redes. Y es que las actuales redes
de mujeres en Centroamérica están integradas fundamentalmente por mujeres líderes que no hemos  renunciado a cambios radicales en nuestras sociedades, parejas, familias, modelos económicos y políticos
y también en la ideología y en la cultura. Somos mujeres que venimos de las “izquierdas”, aunque ya hoy ese concepto se haya vaciado de su más profundo sentido transformador. Son miles las mujeres salvadoreñas, nicaragüenses y guatemaltecas que fueron a la guerra y que, al firmarse los acuerdos de paz en los países y los Acuerdos de Esquipulas a nivel centroamericano, volvieron a sus países, comunidades, familias
y parejas y descubrieron con tristeza que no habían crecido en derechos. La guerra y la paz en los espacios públicos y su participación en ellos no fueron suficientes para modificar las relaciones de poder en todos los ámbitos de la vida privada y de la vida cotidiana. Somos millones las mujeres que en la década
de los noventa nos enfrentamos a una Centroamérica en paz, pero más pobre, más desigual y más excluyente. Se trata de una Centroamérica en la que se profundiza la inserción en el mercado mundial. Es la  Centroamérica de los Planes de Ajuste Estructural, de la reforma del Estado, de la apertura comercial y de la acelerada vinculación a la globalización neoliberal. El movimiento social de mujeres empezó a dibujarse en medio de un asfixiante contexto económico, con una gran dependencia de economías extranjeras, con una agudización de la pobreza y de la desigualdad social y en el marco de una fuerte crisis
de gobernabilidad:“El deterioro de las condiciones de vida y la situación sociopolítica vivida en Centroamérica desde la década pasada (década de los ochenta) así como el impacto de la guerra y la represión, contribuyó paradójicamente a politizar ámbitos tradicionalmente considerados no políticos. Las mujeres irrumpieron en lo público desde la necesidad de la sobrevivencia: desafiando los poderes públicos expresando deberes e imperativos familiares y sociales; defendiendo desde sus movimientos no sólo sus propios intereses sino también haciendo importantes aportes para solucionar o aliviar graves problemas como
la brutal depauperación de la población, la desnutrición, la mortalidad infantil, las epidemias, la violencia política, ganándose con ello la legitimidad moral y vigencia social de sus organizaciones…” (1)
Podemos entonces afirmar que el surgimiento y desarrollo de los movimientos de mujeres en Centroamérica tiene relación con el debilitamiento e insuficiencias de los movimientos de izquierda –en cuanto a su capacidad para contener y canalizar las demandas de las mujeres–, con la agudización de la situación económica
en la década de los noventa, pero también con la influencia del movimiento feminista internacional.
Las feministas contribuyeron a decantar el movimiento de mujeres del seno de las sinergias generadas por las izquierdas centroamericanas, jugando un rol de liderazgo al ayudar al movimiento amplio de
mujeres a ir definiendo su programa y su ideología. Aportaron así a la constitución de un movimiento de mujeres como sujeto político. A partir de la década de los noventa empieza a surgir en la región un movimiento social de mujeres con una especificidad propia, con demandas y planteamientos que responden no sólo al contexto regional y a los contextos nacionales, sino a las diversas condiciones de subordinación y
opresión en que se construye la identidad de las mujeres. Este movimiento ha tratado, desde estrategias muy diversas, de poner sobre el tapete de la realidad social centroamericana otro tipo de relaciones sociales, culturales y políticas que es preciso reconstruir para lograr la paz, la democracia, el desarrollo y “otro mundo posible”: las relaciones de poder entre los géneros y al interior de éstos. Ya para mediados de la década de los noventa el movimiento de mujeres en Centroamérica entra en una etapa de “excitación”, cuando el descontento se centra y se concreta, se identifican sus causas y se discuten proposiciones para la
acción. Pero también se entra en un momento de formalización en tanto se perfilan los liderazgos, se generan los programas, se forjan las alianzas y se desarrollan las organizaciones y las tácticas. El emergente
movimiento de mujeres y feminista comienza a cuestionar el modelo de organización social, afirma su especificidad en el concierto de los movimientos sociales, formula críticas a la profundización de la pobreza y la desigualdad en la región, desmiente el supuesto tránsito hacia la democracia y el desarrollo en Centroamérica, y empieza a generar iniciativas organizativas regionales, que se vin culan globalmente con el movimiento de mujeres y feminista. La década de los noventa es la década de las conferencias del Sistema de Naciones Unidas y entre ellas destaca la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995). Todas las conferencias de esta década fueron escenarios idóneos para que este movimiento centroamericano de mujeres en crecimiento estuviera presente. Otro elemento de trascendental importancia para comprender el movimiento de mujeres y feminista que tenemos hoy en la región, y que se expresa en forma de redes, son las dinámicas del movimiento de mujeres y feminista a nivel internacional.  El seguimiento a la Plataforma de
Acción Mundial, aprobada en 1995 en Beijing, así como la participación en los Encuentros Feministas de América Latina y el Caribe son un contexto de gran importancia. Esos espacios fueron los lugares propicios para que mujeres centroamericanas, cautivas en sus países por las guerras, se conocieran y desarrollaran complicidades. 1987 en Taxco (México) y más tarde Argentina, en 1990, propiciaron las condiciones para el encuentro de las mujeres organizadas y feministas de Centroamérica. En este segundo encuentro, las organizaciones de mujeres y feministas centroamericanas mostraron un rasgo de su visión política que las caracteriza hasta el presente: la vinculación entre la lucha de las mujeres y las de los movimientos populares en el contexto de hambre, exclusión y profundización de las brechas y desigualdades entre las grandes mayorías y pequeños grupos económicos. Consideramos de importancia mencionar que la expectativa de incidencia política en los Estados, derivada en gran medida de la interlocución con los mismos en el marco de las conferencias de Naciones Unidas, hizo que durante la segunda parte de la década de los noventa y la primera parte de la primera década del nuevo milenio, en particular, el movimiento feminista centrara gran parte de sus esfuerzos en construir en los Estados la institucionalidad necesaria para el avance de los derechos de las mujeres. Se hizo así un traslado muy grande de recursos humanos y capacidades técnicas, por lo que, en alguna medida, se perdió autonomía en la interlocución política y se postergaron tareas de fortalecimiento interno del movimiento, como la formación de liderazgo. Además los Estados neoliberales y patriarcales cooptaron con rapidez el discurso feminista y todo lo relacionado con la teoría sexo-género y los instrumentos relacionados con el enfoque de género, apropiándoselos y despolitizándolos. Por otra parte, la cooperación internacional y sus agendas jugó un papel de suma importancia en el proceso de institucionalización del movimiento de mujeres y feminista que dio inicio en la década de los noventa.

Papel que se expresó en la emergencia de: centros de apoyo; organismos no gubernamentales de mujeres; impulso de modelos organizativos que, en algunos casos, intentan combinar lo político con lo administrativo; el surgimiento de un importante contingente de activistas y dirigentes que, a la vez, son asalariadas por sus organismos; un mayor nivel de especializacióny el desarrollo de nuevas habilidades y destrezas. Las agendas y prioridades de la cooperación internacional en la región tuvieron un fuerte impacto en los fenómenos  descritos en el párrafo anterior y en alguna medida han condicionado el signo y la  orientación de los mismos. Es así como se ha dado una especie de “maquila”, en tanto se ha desarrollado una especialización temática, que persiste hoy día y se expresa tanto en las organizaciones de
mujeres a nivel local y nacional como en las redes regionales. 

Ante-ojos, nuevas preguntas y miradas críticas sobre las redes de mujeres en Centroamérica
 
Pensar en los contextos que explican y condicionan el surgimiento, la proliferación y la pervivencia de muchas redes de mujeres en Centroamérica es, en nuestro criterio, una condición indispensable para comprender su desempeño desde una mirada crítica y constructiva. No basta con hacer recuentos de éxitos y fracasos, identificar fortalezas y debilidades, valorar el impacto de sus acciones en lo que se refiere a la incidencia política. Sin embargo, es necesario destacar que las redes del movimiento de mujeres y feminista
en Centroamérica han tenido una gran capacidad de incidencia política en cuanto a la protección de los derechos humanos de las mujeres. Logros que finalmente van más allá de las propias mujeres y coadyuvan a la construcción de sociedades más democráticas. Porque las demandas de las mujeres son demandas de democracia. A título de ejemplo, entre otros muchos, esta capacidad de incidencia ha quedado más que probada con la capacidad de hacer de la violencia en contra de las mujeres un asunto de salud y seguridad
públicas. La aprobación de legislación relativa a este ámbito así como la instalación de mecanismos a nivel de los Estados es una evidencia de ello. 
Miradas simplistas de las redes de mujeres  pueden verlas sólo como espacios organizativos orientados hacia la incidencia política o como mecanismos de gestión de recursos para la generación de empleo. Y no
vamos a decir que no hay algo de eso. Aunque también nos parece importante afirmar la necesidad de no aplicar una doble moral a las organizaciones y redes de mujeres, ya que ninguna de las dos tareas –la generación de empleo y la incidencia política– son prácticas exclusivas de las mismas. Los sindicatos y muchos sectores sociales las realizan, pero a menudo no son valoradas desde los mismos parámetros
morales y políticos. 

Una mirada antisistémica y de proceso puede entenderlas como parte de una
gran estrategia política y ética de “cuidado mutuo” entre mujeres
Son también, en alguna medida acciones amorosas de búsqueda de mejores condiciones de vida para las grandes mayorías excluidas de mujeres, que se movilizan cotidianamente en torno a las lógicas de reproducción de la vida y que no logran apuntar hacia las transformaciones radicales. Pero también, en cierto modo, hacen un “cuidado político” de todas aquellas mujeres, que depositan, simbólica e ideológicamente, la derrota de sus opresiones, en las mujeres que se organizan y que libran batallas públicas por construir sociedades, Estados, parejas, familias, partidos políticos y organizaciones más amorosas y que pongan como centro el cuidado de la vida. “parte de una gran  estrategia política y ética de ‘cuidado mutuo’ entre mujeres” Y tal vez es de rigor resaltar el elemento que, desde nuestro punto de vista, resulta más positivo: las redes siguen existiendo porque las mujeres vamos construyendo el deseo de estar juntas, de reconocernos iguales en la diversidad, aunque no idénticas ni intercambiables unas por otras. Los déficits de estas redes de mujeres están
en algunos casos en el activismo, en la autoexplotación del trabajo voluntario y voluntarista
de las mujeres y en la carencia de procesos de formación de liderazgos. 
La  persistencia de los personalismos, de prácticas patriarcales de ejercicio del poder, de formas organizativas y de toma de decisiones que encarnan las peores prácticas autoritarias y masculinizadas, son también ámbitos en los que hay que intencionar acciones conscientes hacia el cambio. Ampliar espacios para la participación de  mujeres jóvenes y de todas las diversidades, construyendo organizaciones y redes con más poderes disponibles, en vez de intentar repartir el poco poder patriarcal al que a menudo tenemos acceso, es un reto de primer orden. Descartar entonces la cultura de la “formación de relevos”, para
que podamos estar juntas las jóvenes, las que vamos cargando en nuestras cabezas “hilos de plata”, las mujeres rurales y urbanas, todas las que vamos expresando distintas posibilidades en el campo de las preferencias sexuales, las de diversas etnias.
 
Las mujeres diversas como los granos de maíz que formaron a las mujeres y hombres “de maíz”…Nuestras redes tienen también como asignatura pendiente la reconstrucción de los puentes entre nuestras agendas sectoriales, temáticas, étnicas, generacionales, de la opción sexual y todos los otros matices que vamos expresando. 

Se trata de no dejar que nuestra fuerza se maquile y nos haga perder presencia y relaciones. Pero sabiendo siempre que no estamos obligadas a estar juntas y a estar de acuerdo en todo. Y finalmente, el hermoso desafío de construir redes en las que vayamos cambiando nuestro lenguaje y nuestra estética.
Nombrando de otra forma las cosas nuevas que vamos queriendo hacer. Dejando ir de nuestra boca, de nuestra mente y de nuestro corazón el uso de conceptos como dirigencia y base; desprendiéndonos de la adicción al poder como dominio; desterrando el deber de nuestros mecanismos, de nuestros espacios. Después de tantos años de trabajo de incidencia política,  hoy muchas de las integrantes de nuestras redes de mujeres en Centroamérica, somos mujeres con más poder. Es decir, que podemos más. Y tal vez el paso siguiente, sea también transitar en nuestras redes y enredos, hacia una ética del querer y del placer


Fuente: Articulo extraido de la revista Dialogos No 3 , Publicado por Acsur Las segovias. 

domingo, 28 de noviembre de 2010

Femicidio, realidades y tabúes



Susana Merino[1]
Adital -
No hay duda de que existe una taxativa diferencia entre, por ejemplo, la lapidación de mujeres en algunos países islámicos y la frecuente tortura y muerte de mujeres en Ciudad Juárez (México).
La primera está insólitamente amparada por la ley o por el estado mientras que las segundas parecieran estar protegidas más bien por el silencio cómplice de las autoridades civiles y policiales de la región.
Sin embargo en el primer caso, imagen mediante, nos sentimos horrorizados por la incalificable crueldad de un castigo que conduce a la muerte y en el otro la fría mención de las cifras aunque el número de mujeres asesinadas sea considerablemente mayor en la frontera del norte mexicano nos deja tal vez asombrados pero casi indiferentes.
Pareciera que la reiteración de tan incalificable fenómeno le otorgara a sus autores una especie de "patente de corso" para el crimen y pareciera también que al entrar en las estadísticas el horror dejara de golpear en la conciencia de la gente. Un asesinato, una muerte próxima, una víctima identificada nos conmueven pero los crímenes masivos no dejan huella y hasta en situaciones bélicas llegan a ser cínicamente calificados y aceptados como "daños colaterales".
Frente a la condena por lapidación de la iraní Sakineh Ashtianí, y de la nigeriana Amina Lawal la sociedad se movilizó y centenares de miles de personas en todo el mundo firmaron cartas en las que pedían, en ambos casos, y consiguieron la anulación del castigo. Un castigo que no está ciertamente ni aprobado ni establecido por el Corán sino que tiene su origen en la tradición judeo-islámica y puede aplicarse también, llegado el caso a los varones. Este tipo de movilizaciones aparentemente teñidas sin embargo de cierto tufillo islamofóbo no encuentran lamentablemente correlato para las múltiples denuncias mexicanas que afectan a un número creciente de mujeres de entre 14 y 25 años.
En Ciudad Juárez al borde de la frontera mexico-usamericana según organizaciones no gubernamentales se han producido más de 350 asesinatos de mujeres y alrededor de 400 desapariciones en la última década que las autoridades por incompetencia o amedrentadas suelen calificar como fruto de la violencia doméstica.
Sin embargo según las investigaciones llevadas a cabo por Amnesty Internacional muchos de los crímenes tienen sus raíces en la discriminación aunque también se manejan otras hipótesis relacionadas con el narcotráfico, la trata, el tráfico de órganos y las películas snuff un género también conocido como white heat o the real thing, en las que se tortura, viola y asesina con el único objetivo de registrar esos hechos con algún medio audiovisual y comercializarlos luego a valores incalculables. Sobre esta última suposición no se han hallado constancias que puedan acreditarla aunque no parece tan disparatado pensar que 
en nuestra enferma sociedad, no haya individuos que disfruten - intelectual o comercialmente - con este tipo de producciones.
Algunos analistas sostienen también que podría tratarse de macabros rituales celebrados con el objeto de establecer la cohesión entre los miembros de grupos mafiosos y sellar la pertenencia al grupo, por parte de los asesinos, con pactos de sangre.
Según la investigadora Rita Laura Segato, "los feminicidios de Ciudad Juárez no son crímenes comunes de género sino crímenes corporativos y, más específicamente, son crímenes de segundo Estado (…) que administra los recursos, derechos y deberes propios de un Estado paralelo, establecido firmemente en la región y con tentáculos en las cabeceras del país". Pero lo más alarmante es que esta lacra ha llegado también al llamado "triángulo de la violencia" Guatemala, El Salvador y Honduras, según la descripción acuñada por Naciones Unidas, que ha alcanzado las más altas tasas de femicidios de la región ya no relacionadas con los conflictos armados, que asolaron a esos países en un no muy lejano pasado. Y podría continuar extendiéndose.
Y si seguimos descendiendo hacia el sur vamos a encontrar que tampoco nuestro país se halla exento de un desmedido incremento de las consecuencias que hasta ahora parecieran limitarse a casos aislados pero cada vez más frecuentes de lo que aquí también se califica como producto de la violencia familiar. Las muertes de mujeres quemadas con alcohol o con bencina en "accidentes domésticos" que curiosamente no suceden en soledad sino ante la (¿impotente?) presencia del marido o compañero, han venido aumentando desde un primer suceso en el que la justicia determinó la imposibilidad de probar la culpabilidad del testigo presencial (en este como en casi todos los casos, el marido) por suceder en el ámbito privado y ser muy difícil establecer si realmente el hecho es atribuible a un accidente o a un asesinato.
Toda esta manifiesta agresividad masculina hacia la mujer no es una consecuencia más de las condiciones de vida contemporánea a las que solemos atribuir los males que nos circundan sino que pareciera arraigar en el más profundo primitivismo humano. Desde el principio de los tiempos privilegiar la muerte ha sido un denominador común de muchas culturas, no de otro modo se entiende la exaltación del héroe, del guerrero, del combatiente encarnando siempre los valores del arrojo, de la audacia, de la valentía, de la virilidad, del coraje, de la intrepidez en función de ¿qué? pues tan solo de la muerte, una función reservada a los hombres de la tribu, del estado, del imperio… en la que solo mitológicamente participaron alguna vez las mujeres o sus equivalentes las nórdicas walkirias o las amazonas griegas, compartiendo, en su condición de diosas, los campos de batalla.
Mientras que la función de dar vida que solo le ha sido conferida a la mujer fue secularmente subestimada y confinada al rutinario ámbito doméstico y su importancia diluida hasta casi desaparecer entre las pedestres tareas cotidianas, de las ollas y las sartenes, los biberones y los cuadernos escolares, producto de una cultura ciertamente elaborada por solo media humanidad. Media humanidad que necesitó construir un imaginario de fuerza, de vigor, de invencibilidad para disimular tal vez la frustrante sensación de esterilidad y de impotencia que debió provocarle al hombre, desde siempre, el misterio de la preñez y del alumbramiento en la mujer, junto a la menoscabante convicción de que es algo a lo que a pesar de su fuerza y de su ingenio jamás podría acceder.
Todo esto parece tener en realidad raíces tan profundas que no solo en nuestra civilización judeo-cristiana encontramos evidencias ciertas y reiteradas de subestimación, de sometimiento, de menosprecio como reacción al temor que genera la mujer al parecer dotada de "poderes" que escapan completamente al arbitrio de los hombres. Los estudios de antropología han demostrado que es habitual en todas las culturas que los hombres experimenten cierto sentimiento de inferioridad, frente a la capacidad procreadora de la mujer, sentimiento que tienden a revertir asumiendo para con ella conductas prepotentes teñidas de menosprecio y humillación. Un temor que también debe haber jugado un importante papel en el ajusticiamiento y condena de las brujas medievales.
Importantes y minuciosos estudios realizados en los códices mayas y aztecas ponen igualmente de relieve que "El hombre, en su función de genitor, brilla por su ausencia. Si el nacimiento por partenogénesis de dioses tan importantes como Quetzalcóatl y Huitzilopochtli no deja de reforzar la importancia de la figura materna puede suscitar también angustias e inquietudes en el seno de una población masculina incapaz de legitimar ahora la primacía del falo y, por lo tanto, de su poder".
Dice la antropóloga francesa Françoise Héritier que "no es el sexo sino la fecundidad lo que representa la verdadera diferencia entre lo masculino y lo femenino" y agrega Nicolas Balutet "que, en la sociedad azteca, la fecundidad estaba en la base de las angustias del hombre. El rechazo a las mujeres que expresan las creencias y las supersticiones va más allá que el tabú relacionado con los fluidos de las menstruas y del parto." (La puesta en escena del miedo a la mujer fálica durante las fiestas aztecas" - Contribuciones desde Coatepec, UNAM, México).
De modo que para terminar, pese a los grandes avances logrados por las mujeres en materia de igualdad de derechos en las sociedades contemporáneas es evidente que nos queda aún un largo camino por recorrer para superar y remover tabúes, usos y costumbres, que no por atávicos y ancestrales estamos condenadas a soportar eternamente. Ellos y nosotras debemos encontrar, en cambio el modo de integrar nuestras disímiles capacidades, de construir una relación hombre-mujer basada en el reconocimiento y la aceptación de nuestras diferencias, capaz de ahuyentar los fantasmas de ese pasado que ha generado y sigue generando tanto dolor y para poder entonar juntos un canto a la vida que es el prodigio más maravilloso con que Dios o la Creación nos han honrado.
Fuente: Desdemimesma - http://desdemimisma.blogspot.com]

[1]     Arquitecta argentina, editora del informativo semanal "El Grano de Arena" de ATTAC Internacional


Lorena Cabnal: “El feminismo permite tener una conciencia crítica para transformar la realidad”


 
Andrés Cabanas
 2010, por Revista Pueblos
Lorena Cabnal, mujer, indígena, feminista, pertenece a la Asociación de Mujeres Indígenas (xincas) de Santa María Xalapán, en el oriente de Guatemala. En esta entrevista comparte con las y los lectores de Pueblos sus pensamientos, sentimientos, quehaceres y poderes, y la propuesta de un nuevo proyecto y una nueva práctica política.

Más de 700 mujeres asesinadas cada año, racismo estructural, debilidad o ausencia del Estado como garante de derechos, narcotráfico, empobrecimiento. ¿Avanzamos o retrocedemos como sociedad tras la firma de los Acuerdos de Paz, especialmente desde el punto de vista de la situación de las mujeres?
Hay acuerdos específicos para el avance de los derechos de las mujeres, y se instituyeron algunos mecanismos para su desarrollo, como la Secretaría Presidencial de la Mujer, la Defensoría de la Mujer Indígena, el Foro Nacional de la Mujer, la Coordinadora Nacional para la Prevención de la Violencia. Sin embargo, considero que faltan compromisos por cumplir. Existen políticas públicas para la promoción del desarrollo de las mujeres, pero no existen políticas territoriales que concreten estos planteamientos. En el caso de las mujeres xincas no contamos con políticas locales que reflejen nuestra realidad. Hoy por hoy no vemos avances concretos desde esta especificidad étnica de mujeres xincas.
¿Cuáles son los principales puntos pendientes en la agenda de los derechos de las mujeres?
Uno de los puntos fundamentales es la lucha contra la violencia. Durante el conflicto armado la violencia contra las mujeres no se había reconocido. La lucha histórica del movimiento de mujeres y feminista logra visibilizar la problemática de femicidios. Éste es un punto de agenda importante a tener en cuenta por parte del Estado. El Estado, con profunda responsabilidad política, debe impulsar leyes que ya están en vigencia, y además debe promover el fortalecimiento de la institucionalidad para el acceso a la justicia. Complementariamente, el acceso a la justicia local o justicia ancestral, es decir, a nuestras formas de impartir justicia en las comunidades.
Lorena Cabnal. Foto: Andrés Cabanas.En este contexto de desigualdad social y política, y de necesidad de poderosos movimientos sociales, ¿cuál es el estado del movimiento de mujeres y feminista?
Vivimos una etapa importante en el movimiento. El hecho de que recientemente se haya celebrado una Asamblea Feminista donde convergemos una diversidad de mujeres mayas, xincas y mestizas, además de una diversidad de pensares y miradas y una diversidad etárea, marca una etapa de consolidación en el movimiento de mujeres y feminista de Guatemala. Yo me siento parte importante de esta historia, porque anteriormente ha habido una segregación o un no reconocimiento por parte de algunas compañeras feministas hacia mujeres indígenas. Me parece que en esta etapa se está fortaleciendo el movimiento desde diferentes organizaciones y pensamientos y empieza a haber compañeras indígenas que ya nos nombramos como feministas y tenemos la posibilidad de aportar desde nuestras realidades, con un marco político común: fortalecer nuestra identidad feminista y el sujeto político feminista, que promueve acción con conciencia, que se colectiviza en las comunidades y, junto a otro sujetos, transforma la realidad de opresión histórica.
Uno de los grandes retos es la articulación de un movimiento que es en sí mismo muy diverso, partiendo de la diversidad étnica.
Las mujeres indígenas nos reconocemos como actoras válidas desde nuestros pensares, sentires, cuerpos, territorios y diferentes miradas de la realidad, y no le apostamos a algo que parcializa nuestras identidades, sino que confluye en un proyecto político para la transformación. La forma en que asumimos la identidad étnica, el sentir y el cuerpo en este espacio, en este momento, en este tiempo, nuestra forma de ser y estar en el cosmos y en el mundo, abona a una estrategia colectiva con otras mujeres diversas. Esta estrategia no nos va a segregar, no nos lleva a plantear quién ha sufrido más en la historia: las mujeres indígenas porque somos las más pobres o las más analfabetas; o las mestizas que tienen también historia de lucha y violencia, con un alto número de asesinatos de mujeres. Por el contrario, nos va a permitir vislumbrar una amplia gama de relaciones.
Mencionas el pensamiento feminista como clave en el fortalecimiento del movimiento de mujeres. ¿Existe un feminismo de las mujeres indígenas?
El feminismo plantea una forma y un estilo de vida que se atreve a transgredir patrones culturales. Nosotras en nuestra vida cotidiana tenemos situaciones a lo interno de nuestras culturas que no nos dejan vivir en libertad. Nos cuestionamos si esto será práctico con relación al equilibrio que debe existir cósmicamente para que nos sintamos como mujeres plenas. Entonces nos preguntamos qué plantea el feminismo con respecto a esta situación, cómo poder trascenderla. El feminismo hoy es una parte fundamental de un movimiento que quiere consolidarse. Yo me siento integrante de este proyecto que reconoce la diversidad de miradas y la lucha histórica de muchas mujeres, no sólo mestizas, sino de quienes han aportado desde sus diferentes prácticas ancestrales y territoriales.
Para una mujer indígena, ¿el feminismo es teoría ajena, o una práctica de lucha cotidiana desde su territorio?
El feminismo es una propuesta teórica que se concreta en la práctica cotidiana. Es una vida misma. No lo veo sólo como la posibilidad que se da desde la Academia. Me permite tener una conciencia crítica para transformar la realidad. Nuestra identidad feminista legitima los diversos caminos que las mujeres buscamos para analizar nuestras realidades de vida. En la experiencia particular de las mujeres de Xalapán, nos parece sumamente importante hacer el análisis de cómo se configuran los sistemas de opresión en contra de la vida de las mujeres y cómo van emergiendo en los diferentes contextos donde vivimos. El feminismo es una propuesta amplia donde yo, mujer indígena, encuentro que mis palabras y propuestas están reconocidas.
Isabel Rauber [1] habla de la necesidad de una lucha diversa, sin dispersión, y unida, sin unicidad. En este marco de búsqueda de cohesiones, ¿cómo son las relaciones del movimiento de mujeres y feminista con otros movimientos sociales?
Me parece importante que encon-tremos puntos en común, en el sentido que nuestras luchas sean antisistémicas: contra el patriarcado, el racismo, contra el capitalismo, contra la lesbofobia, contra todos aquellos mecanismos que condicionan la desventaja histórica y estructural de las mujeres. Creo que es importante valorar que hay otras actoras y actores en el movimiento, y en la medida que ellos reconozcan la lucha de las mujeres feministas, desde un planteamiento antisistémico claro, podemos tender puentes y hacer posible una gran fuerza política-social. Si tienen planteamientos coyunturales y su lucha no es estratégica, podemos hacer coordinaciones, pero no compartir un objetivo de transformación profunda.
¿Se perciben avances concretos en esta articulación estratégica, teniendo en cuenta la mayoritaria fragmentación de agendas y prácticas de las luchas sociales?
En el caso del movimiento feminista, sí, porque mujeres de diversas procedencias ya logramos hablar de un mismo proyecto político. Las acciones no van solamente en la línea de construir un proyecto particular, sino en el marco de un proyecto estratégico. Otros movimientos y actores todavía no tienen claro un proyecto emancipatorio y libertario.
Recapitulamos: vivimos un momento de violencia y extremo desprecio por la vida, pero también de nuevas prácticas de lucha, definición de nuevos proyectos de vida y fortalecimiento de nuevos sujetos, entre ellos los pueblos indígenas y las mujeres. ¿Cómo puede inclinarse la balanza hacia la recuperación de un proyecto colectivo para Guatemala?
Es fundamental fortalecer la conciencia crítica del sujeto político, de manera permanente a lo interno de las organizaciones, y de forma intencionada. Esta riqueza la promueve el planteamiento feminista: ver el mundo con ojos de mujer y desde nuestros espacios territoriales. Tenemos que pensar si en nuestra práctica estamos contribuyendo al proceso de transformación de la realidad o refuncionalizando el Estado y las opresiones. Debemos preguntarnos esto para encontrar sentido real a lo que hacemos y cambiar la balanza de nuestro quehacer personal y colectivo. De pronto estamos asumiendo líneas o directrices de políticas económicas que la cooperación, el gobierno, la Unión Europea, y otros, nos están enviando, perdiendo la autonomía del pensamiento político, y la capacidad de generar pensamiento desde nosotras y desde nosotros, y con autoridad epistemológica des-de los pueblos. Reproducimos discursos, pero tenemos que generar discurso desde nuestra propia realidad, para construir una realidad diferente.
Lorena, ¿qué les espera en los próximos años a las mujeres xincas de Xalapán y a las mujeres de Guatemala en general?
Esperamos generar pensamiento feminista crítico desde nuestro territorio cuerpo-tierra. Queremos generar reflexiones para compartirlas con otras mujeres feministas e indígenas. Queremos que escuchen nuestro planteamiento y aportar a las transformaciones del imaginario social instalado, intencionado históricamente. Queremos deconstruir estas mentalidades y promover un pensamiento libertario, transgresor, emancipatorio. Si continuamos con esta rebeldía transgresora que nos promueve el feminismo, para crear con autonomía y dignidad desde nuestros espacios, para construir nuestra realidad, a este feminismo guatemalteco le espera la posibilidad de seguir aportando a un mundo que necesita hacer transformaciones sumamente profundas, o tal vez no sólo transformaciones sino aboliciones. Las mujeres tenemos múltiples poderes. Necesitamos una estrategia de articulación de poderes y reconocer nuestros poderes diversos, que no son contradictorios, que no se deslegitiman unos a otros, sino que se traducen en una energía que revitaliza nuestro accionar colectivo en una agenda común, en pactos, en una visión de construcción colectiva de una nueva sociedad, de un nuevo país, de una nueva propuesta política que permita la plenitud de vida de las mujeres. Las mujeres del movimiento tenemos una tarea, pero no es sólo de nosotras, sino de todas y de todos.

Andrés Cabanas es colaborador de Pueblos.
http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1977

"Guatemala necesita un cambio cultural urgente"



Paloma Lafuente*
Walda Barrios-Klee
En esta entrevista a la presidenta de la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, Walda Barrios-Klee, la dirigenta expresa su preocupación por el nivel de violencia contra la mujer que ha alcanzado este país y la falta de atención de la problemática por parte del Estado.
En abril de 2009, el Congreso de la República de Guatemala aprobó la Ley Contra el Femicidio, ley que tipifica el asesinato de mujeres como delito, estableciendo duras sanciones contra todo tipo de violencia por cuestión de género. El constante aumento de muertes violentas de mujeres, así como el nivel de impunidad por parte de las autoridades, demuestran la debilidad institucional de un estado que, cumplidos casi 12 años desde la firma de los acuerdos de Paz que pusieron fin a 36 años de una guerra civil, no logra atajar el problema de la violencia. Walda Barrios-Klee, presidenta de Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG), feminista, académica e investigadora, militante del Movimiento de Mujeres Guatemalteco (URNG) y ex-candidata a la Vice-Presidencia por la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG-Maíz), nos habla de los esfuerzos desarrollados desde la sociedad civil por atajar la violencia indiscriminada hacia las mujeres y de lo que supondrá, a partir de ahora, la aprobación de esta ley.

_¿Qué comporta la aprobación de la Ley contra el Feminicidio y qué acciones positivas prevé?
_Es importante que en sociedades patriarcales en las que las mujeres hemos tenido papeles subordinados se admita que hay violencia en contra de las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres, este es el primer paso que contempla la ley. Pero, además de las sanciones, considera la prevención. Esto es quizás lo mejor, porque debe castigarse para evitar que las agresiones sigan sucediendo, pero lo que se necesita es un cambio cultural. Implica que no haya impunidad. La impunidad ha sido uno de los principales problemas en sociedades en dónde la violencia es cotidiana.

_¿Qué avances supone con respecto a la Ley para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Intrafamiliar de 1996?
_Esta Ley trata de evitar la normalización de la violencia doméstica que es un factor que influye en el posterior traslado de las agresiones en contra de las mujeres hacia el contexto social más amplio. Usamos aquí el término normalización, en el sentido de considerarla como normal y/o aceptable. En la concepción jerárquica de la familia patriarcal el hombre tiene derecho a corregir y a que sus prescripciones se sigan en el seno familiar. Así, se pasa de la violencia doméstica a la violencia social, como una extensión del dominio sobre las mujeres. Jurídicamente es importante diferenciar la violencia intra familiar o doméstica del feminicidio. En la primera el agresor es conocido, se sabe quién es. La mujer y el hombre tienen algún tipo de relación. En el feminicidio la víctima por lo general, es desconocida del agresor.
_¿Cuál es la postura desde su organización sobre esta ley?
_La Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas ha acompañado y apoyado todas las iniciativas de Ley en beneficio de las mujeres. En este caso concreto, nuestra organización ha realizado trabajo con las mujeres que fueron víctimas de violencia sexual durante la represión. Se ha denunciado la violación sistemática de mujeres como instrumento de guerra y hemos trabajado por construir una cultura de Paz. Nuestra organización trabaja en tres direcciones: primero, en la participación política y ciudadana, por eso en 2003 y en 2007 lanzamos la campaña “Más mujeres a cargos públicos”. El segundo es la justicia económica, y el tercero, no violencia y construcción de la paz. Los Acuerdos de Paz de 1996 parecieron ser una luz, tras los duros años de guerra indiscriminada, y una oportunidad para reivindicar los silenciados derechos de las mujeres, ¿cuáles fueron los logros conseguidos por el feminismo con dichos acuerdos? Son varios. El primero es el reconocimiento de las mujeres como actoras en la vida pública, la participación de mujeres en los Consejos Municipales y Departamentales de Desarrollo, la organización de mujeres en todos los niveles (rurales y urbanas); la co- propiedad de la tierra.
_¿Qué papel han desempeñado las organizaciones de mujeres en la implementación de dichos acuerdos de paz?
_Las mujeres hemos sido protagónicas. Todas las distintas organizaciones de mujeres hemos trabajado para tratar que los acuerdos de Paz se concreten. Uno de los propósitos de esta reflexión es visualizar el papel que las mujeres como colectivo tuvimos en tanto grupo de presión desde el Sector de Mujeres de la Asamblea de la Sociedad Civil y, posteriormente, en la lucha por el cumplimiento de los espacios abiertos por la Paz, para conseguir el ejercicio pleno de nuestros derechos como ciudadanas. A pesar que el movimiento de mujeres se encontraba en una etapa inicial de su desarrollo, tuvo la capacidad de alcanzar propuestas de consenso entre las diversas organizaciones de mujeres, y defenderlas ante la Asamblea de la Sociedad Civil, incorporando así demandas y propuestas específicas a favor de las mujeres en los documentos que esta asamblea presentó a la mesa de negociaciones. Si bien no fue firmado un acuerdo que directamente tratara la situación de las mujeres guatemaltecas, en seis de los acuerdos suscritos se logró incluir 37 compromisos específicos a favor de la igualdad de género. Con el propósito de ilustrar la dimensión de estos compromisos, pero perdiendo la riqueza de sus contenidos, podemos sintetizarlos así: primero, el reasentamiento de población desarraigada con la protección de familias encabezadas por mujeres y viudas, y de huérfanos. Segundo: el desarrollo económico y social que conlleva la Integración productiva y la participación, facilitar a mujeres indígenas acceso a la tierra, vivienda y crédito; igualdad de condiciones para acceso a vivienda propia; derecho al trabajo y capacitación; legislación laboral para el respeto de derechos y oportunidades incluyendo a trabajadoras de casa particular, así como el reconocimiento de las mujeres como trabajadoras agrícolas con derechos. En tercer lugar, en el terreno de la salud, programas nacionales de salud integral, con participación en planificación, ejecución y fiscalización y la reducción de la mortalidad materna en 50%. Cuarto, la lucha contra la discriminación, eliminar de la legislación toda forma de discriminación y cumplir la Convención respectiva. Quinto: los derechos de las mujeres indígenas: creación de la Defensoría de la Mujer Indígena; evitar perpetuación de la pobreza y discriminación étnica; medidas para luchar contra discriminación en el uso de traje indígena; gravar penas por violación a mujeres indígenas y tipificar el delito de acoso sexual. Por último, en educación: acceso de mujeres indígenas a la educación; eliminar estereotipos culturales y de género en contenidos educativos; igualdad de oportunidades y condiciones de estudio y capacitación.
_Según el Informe de Investigación sobre el Feminicidio en Guatemala, de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), la muerte violenta de mujeres va en constante aumento; desde 2001 que se reportaron 303 muertes, hasta la terrible cifra de 591 mujeres asesinadas en 2007. Además, llama la atención el grado de violencia y ensañamiento con el que se actúa. ¿De dónde cree que procede tanto odio?
_Sostenemos la hipótesis que la violencia en contra de nosotras se ha incrementado en proporción geométrica a nuestra participación en la vida pública. Pareciera ser el mandato patriarcal: “mujeres regresen a sus casas y a las labores domésticas”. La mayoría de las asesinadas son obreras que salen por las noches de sus trabajos en las maquilas, o estudiantes que regresan de sus escuelas.
_Hablemos del Estado y las instituciones. La mayor parte de los casos quedan impunes. Concretamente y, según el Diagnóstico Situacional del Grupo Guatemalteco de Mujeres (GGM), el porcentaje investigado es de 26 de cada 100.
_Efectivamente, la impunidad ha sido una de las características de los asesinatos de mujeres. La nueva Ley intenta detener esta impunidad. Por eso, señalo que se necesita un cambio cultural, de una cultura de odio y agresión heredada del conflicto armado a una cultura de Paz y respeto por toda forma de vida. Esto es difícil de construir, pero no imposible, hay que trabajar mucho en esa dirección. En plantearnos una nueva ética y nuevas formas de relacionarnos como seres humanos. Para cambiar las cosas se necesita: un diagnóstico desde el Estado. Se cuenta con el diagnóstico elaborado por la bancada de la URNG sobre el femicidio; también, el Grupo Guatemalteco de Mujeres (GGM) llevó a cabo una investigación multidisciplinaria que ha registrado los casos a través de testimonios de cómo la familia, en especial las madres y hermanas, han vivido la tragedia. En mayo de 2005, GGM presentó un Diagnóstico Situacional de las Muertes Violentas de Mujeres en Guatemala, que incluye una gráfica de su número creciente por año: 307 en 2001, 317 en 2002, 383 en 2003, 527 en 2004 y 255 en los primeros cinco meses de 2005 (1). El Diagnóstico apunta a que la violencia se concentra en las zonas metropolitanas, y que la noche es el horario recurrente. IEPADES, ha realizado algunas aproximaciones y también la Red de la no violencia contra las mujeres (2). No obstante, todos estos esfuerzos, provienen de la sociedad civil. Es imperativo que el Estado elabore un diagnóstico propio sobre la alarmante situación que ha ido en aumento año con año. En segundo lugar, se necesita una Base de información confiable. Relacionado con el tema anterior es necesario disponer de una base de información confiable. A la fecha los datos mas fidedignos y completos son los de la Policía Nacional Civil (PNC), porque abarcan la República completa, en tanto los del Ministerio Público (MP) se refieren exclusivamente a la capital. A la fecha el papel del Ministerio Público ha sido bastante deficiente, y al parecer su capacidad de investigación es muy pobre. Además, hay que Aumentar la capacidad instalada y construir habilidades. Es necesario un plan de formación, entrenamiento y sensibilización en el Ministerio Público y en el Organismo Judicial.
_Para terminar, ¿cuál es el trabajo que desempeñan las organizaciones de mujeres en el proceso de cambio y cómo cree que será necesario actuar a partir de ahora?
_Nosotras tenemos escuelas de lideresas, enseñamos a las mujeres cuales son sus derechos y a defenderlos, a conocer las Leyes, a reconocer la diversidad y multi culturalidad que hay en Guatemala, que la diversidad es riqueza. Hay que continuar con la auditoria social y tratar que se haga justicia.

Notas:
(1) Para noviembre 2005 se habían cometido 563 muertes violentas de mujeres.
(2) Creada en 1990 integrada por diversas organizaciones de mujeres del movimiento amplio, se organiza después del asesinato de Dinora Pérez. Tuvo un papel relevante en el impulso de la Ley para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Intrafamiliar (Decreto 97-96) y su Reglamento (Acuerdos Gubernativos 831-2000 y 868-2000), realizó acciones de capacitación con operadores de justicia para la aplicación de dicha ley. Actualmente forma parte de la representación de la sociedad civil en la Coordinadora Nacional para la Prevención de la Violencia Intrafamiliar y Contra la Mujer (CONAPREVI).

Editado por Mujeres Hoy, agosto de 2009.
Fuentes: Revista Pueblos, Guatemala.

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Cristina Fraga

 Aunque tengas poco tiempo, haz un pequeño hueco, seguro que cuando llegues a alguno de esos rincones, el tiempo no contará para ti y te compensará el esfuerzo. No sólo puedes encontrar aquello que anhelabas, también te puedes dar de bruces con alguna sorpresa que te haga parar el ritmo y que provoque el que las dimensiones tiempo-lugar-espacio se descoloquen.

En las páginas de las mujeres encontrarás, seguro, información de todo lo que acontece en el amplio y ancho mundo a las mujeres. También encontrarás, formas nuevas de crear el mundo, de reinventar nuestras propias vidas, de desnudar nuestras preocupaciones, de coparticipar en tareas comunes. Encontraras los rostros de nosotras, las mujeres, distintas, diferentes. Ecofeministas, pacifistas, progresistas, marxistas –todavía–,
conservadoras, ecogays, socialistas, sindicalistas autónomas o de partido.

Pobres, ricas, discapacitadas, artistas, escritoras, emigrantes, profesionales y trabajadoras del hogar. Adolescentes, maduras, ancianas. Negras, blancas, cuarteronas, mestizas... multiétnicas, multicolores, multiculturales. Heterosexuales, lesbianas, bisexuales e incluso abstemias.
 
Todas persiguiendo utopías. Todas comprobando y confirmando que la mitad del cielo, sigue vital, rica, caótica, refrescante. Y por qué no, encontrarás también, seguro, una nueva estética de la vida, o lo que es lo mismo no quedarnos en las formas sino ir al fondo de la cuestión.

 Fuente

Este 25 de Noviembre las mujeres de la Zona Norte nos manifestamos en las calles de San Pedro Sula.







Compañeras de Honuras  nos envian las fotos de su jornada el 25 de noviembre.. 
gracias por sus aportes.. 

silvia heredia
El 25 de noviembre Día Internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres, las  feministas, las no feministas, de edad joven o madura alrededor del mundo, estamos en las calles pronunciándonos  en contra de todas las formas de violencia que se ejerce contra las mujeres, reafirmándonos en nuestro compromiso con los valores de igualdad, equidad, justicia y paz en el mundo.
Nosotras, mujeres de la Zona Norte de Honduras,  en resistencia desde siempre, mucho antes  del golpe de Estado, estamos aquí convocadas por la convicción que nos asiste en la defensa de nuestros derechos y en la defensa de los derechos de las hijas y de los hijos de  nuestra Matria Honduras.  En el contexto de  la creciente militarización que vive nuestro país después del Golpe de Estado, y  la  precarización de los derechos humanos de la población en general, pero sobre todo de los derechos humanos de las mujeres, en esta movilización hemos querido destacar cuatro temas:
1.- Femicidio:
Denunciamos que  Honduras se ha convertido en un país feminicida, en donde cada 48 horas una mujer es asesinada. Que el 95% de esos crímenes no son investigados y que los recursos del pueblo, el régimen de Lobo Sosa los destina a las fuerzas armadas para que sigan reprimiendo al pueblo, como es el caso de la zona del bajo Aguan.

2.- Violencia Doméstica: Cuando las condiciones de vida de la población se deterioran  a causa de las políticas neoliberales impuestas por  este régimen, la violencia contra las mujeres aumenta y,  en un contexto en donde el Estado se ha alejado de su función principal de garantizar los derechos humanos de sus ciudadanas y ciudadanos, no es extraño que las instituciones del Estado encargadas de procurar justicia, no den respuesta a las mujeres que denuncian  la violencia que sus parejas ejercen contra ellas; y que el Instituto Nacional de la Mujer, INAM,  una institución que fue producto del esfuerzo  y luchas de las mujeres, en el momento actual no tenga ningún interés en los  derechos y la vida de las mujeres.

3.-Trata de personas: En el mundo más de cuatro millones de mujeres y niñas cada año son reclutadas  y obligadas a ejercer el comercio sexual, de acuerdo a los datos de la Coalición contra el trafico de mujeres y niñas en América Latina y el Caribe. En Honduras bajo el manto de la impunidad y la complicidad de las autoridades y políticos corruptos, el tráfico de mujeres niñas y niños se ha convertido en un negocio muy rentable que después de las drogas y el tráfico de armas es el que mayores ganancias deja. A diario nos encontramos con noticias de niñas, niños, mujeres y adolescentes que se reportan como desaparecidas/os.   Nos unimos al dolor de esas familias que buscan a sus hijas e hijos y condenamos la mercantilización de los cuerpos.

 4.- Flexibilidad laboral: El 4 de noviembre, los diputados al Congreso Nacional del régimen  actual aprobaron la Ley del Empleo Temporal o Programa de Empleo por horas, aduciendo que es una medida para enfrentar el creciente desempleo, pero sabemos que esa ley tiene como objetivo principal  el deterioro de la actual normativa laboral como la mejor manera de garantizar la máxima ganancia al sector empresarial nacional y transnacional. Con dicha ley se legalizan las violaciones laborales que han venido sucediendo en empresas de comidas rápidas,  de maquila textil, empresas de agro exportación, por mencionar algunas, cuya fuerza de trabajo es mayormente femenina.  De esta manera se están afectando derechos esenciales como el de la estabilidad laboral, la seguridad social, la libertad sindical y de contratación colectiva, el derecho a licencia por maternidad y lactancia, décimo cuarto y décimo tercer mes de salario.  Estamos asistiendo a un momento en que la Constitución de la Republica, el Código de trabajo y los Convenios Internacionales ratificados por el estado hondureño entre estos, el Convenio 87 y 98 de la OIT se violentan, desregulan o modifican al antojo del poder económico del país.
 Las mujeres en Resistencia de la zona noroccidental de Honduras presentes en esta movilización reafirmamos nuestro compromiso con:
 
1.- La lucha por  poner fin a la violencia contra las mujeres denunciando la ineficiencia del Estado y sus instituciones en la tarea de garantizar a las mujeres una vida libre de violencia.
2.- Desenmascarar  el militarismo como  una ideología que genera una cultura de miedo y que apoya el uso de la violencia y la agresión para imponer los intereses económicos, y políticos de una minoría elite. Estamos convencidas que la militarización de nuestra matria reproduce estructuras patriarcales de dominación y muerte que afecta a mujeres y hombres de los sectores más empobrecidos de nuestro país. Expresamos a la vez nuestra solidaridad con nuestras hermanas y hermanos campesinos del bajo Aguan cuya región ha sido militarizada.
3.- Fortalecer el liderazgo de las mujeres para promover la paz desde nuestra resistencia y lucha no violenta. Por ello estamos dispuestas a denunciar y combatir cualquier forma de marginación, discriminación contra las mujeres, dentro de los espacios de participación organizada mixta para construir esta nueva Honduras que soñamos.
4.-. Potenciar las alianzas entre las mujeres de Honduras y del mundo, a fin de realizar    acciones urgentes para que las mujeres no sigamos siendo asesinadas y que sus crímenes no sigan impunes. Esos crímenes son la expresión de la dictadura sobre nuestros cuerpos y la manifestación de los rasgos más aberrantes de una sociedad violenta en la que  cualquier acto de disidencia en relación con los esquemas de dominación impuestos puede dar pie a que se nos asesine.
¡NI UNA MUERTA MÁS!

¡ALTO A LOS ASESINATOS DE MUJERES!

                                ¡En memoria de sus vidas
No dejaremos impune sus muertes!
Somos risa, somos llanto, somos fuerza, somos ellas, somos la nueva Matria
San Pedro Sula 25 de Noviembre del 2010\

Mujeres en Resistencia de la Zona Nor Occidental
 Campaña Nacional contra los Femicidios