miércoles, 14 de marzo de 2012

Domitila, una mujer de las minas

"En 1975, cuando doña Domi [...], una mujer de las minas de Bolivia [...], viajó invitada a la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, organizada por las Naciones Unidas [...], se supo la noticia de que su voz y figura destacaron en el magno evento, donde [...] explicó que la lucha de la mujer no era contra el hombre y que su liberación no sería posible al margen de la liberación socioeconómica, política y cultural de un pueblo. Doña Domi estaba convencida de que la lucha por la liberación consistía en cambiar el sistema capitalista por otro, donde los hombres y las mujeres tengan los mismos derechos a la vida, la educación y el trabajo. Y, aunque en el pasado fue perseguida, encarcelada y torturada, doña Domi se negó a callar y volvió a pedir la palabra para seguir hablando contra las injusticias sociales, con la misma convicción y el mismo coraje de siempre, ya que su testimonio personal es, por antonomasia, una gran lección de vida y de lucha."

Victor Montoya

A doña Domi, como la llamaban cariñosamente los vecinos, la conocía desde siempre, desde cuando vivía en el distrito minero de Siglo XX y vendía salteñas en una canasta de mimbre, a poco de elaborarlas con la ayuda de sus pequeñas hijas, quienes mondaban las papas y arvejas antes de marcharse a la escuela. Por entonces no era ya palliri*, sino dirigente del Comité de Amas de Casa. Corrían los años 70 y el país atravesaba por una de las etapas más sombrías de su historia.

En algunas ocasiones coincidimos en las manifestaciones de protesta contra la dictadura militar de Hugo Banzer Suárez y en las apoteósicas concentraciones en la Plaza del Minero, donde está el monumento de Federico Escóbar Zapata, el busto de César Lora y el edificio del Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Siglo XX, desde cuyo balcón pronunciábamos discursos antiimperialistas; ella en representación de las amas de casa y el que firma esta crónica en representación de los estudiantes de secundaria de la provincia Bustillos y como presidente del Colegio 1ro. de Mayo.

También recuerdo a su anciano padre, benemérito de la Guerra del Chaco y progenitor de seis hijas en su primer matrimonio. Don Ezequiel, jubilado de la empresa minera y preocupado siempre por la manutención del hogar, se dedicaba a recorrer por las calles de Llallagua, ofreciendo ropas de casa en casa. Lo interesante del caso es que, además de vender prendas de vestir, llevaba la palabra evangelizadora de Cristo hasta los hogares más humildes. Lo conocí un día que vino a ofrecernos pantalones guararapes. Mi madre lo hizo pasar al living y, luego de probarme algunos, compramos uno al contado y otro al fiado. Cuando le dije que el botapié de uno de los pantalones me quedaba demasiado largo, él se brindó a subirlo en un santiamén con sus divinas manos de sastre. Ese mismo día, ni bien se hubo marchado, con la amabilidad y el respecto que lo caracterizaban, le comenté a mi madre que don Ezequiel tenía la misma barbita que el viejo Trotsky. Mi madre esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza.

En 1975, cuando doña Domi viajó invitada a la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, organizada por las Naciones Unidas y realizada en México, se supo la noticia de que su voz y figura destacaron en el magno evento, donde, en franca oposición a las reivindicaciones de las lesbianas, prostitutas y feministas de Occidente, explicó que la lucha de la mujer no era contra el hombre y que su liberación no sería posible al margen de la liberación socioeconómica, política y cultural de un pueblo. Doña Domi estaba convencida de que la lucha por la liberación consistía en cambiar el sistema capitalista por otro, donde los hombres y las mujeres tengan los mismos derechos a la vida, la educación y el trabajo. Dejó claro que la lucha por conquistar la libertad y la justicia social no era una lucha entre sexos, entre el macho y la hembra, sino una lucha de la pareja contra un sistema socioeconómico que oprime indistintamente al hombre y a la mujer.

Por otro lado, disputándose los micrófonos con sus adversarias, dijo que en una sociedad dividida en clases no sólo había una diferencia entre la burguesía y el proletariado, sino también una diferencia entre las mismas mujeres; entre una académica y una empleada doméstica, entre la mujer de un magnate y la mujer de un minero, entre una que tiene todo y otra que no tiene nada. Así fue como las sonadas intervenciones de doña Domi, en su condición de esposa de trabajador minero, madre de siete hijos y dirigente del Comité de Amas de Casa, produjeron un fuerte impacto entre las feministas más recalcitrantes, debido a que sus palabras transmitían la sabiduría popular y todo lo que aprendió tanto en los sindicatos mineros como en las escuelas de la vida. No en vano la educadora y periodista brasileña Moema Viezzer, deslumbrada por el poder de la palabra oral de una mujer simple, que sabía simplificar las teorías más complejas en torno a la lucha de clases y la emancipación femenina, decidió seguirla hasta el campamento minero de Siglo XX, con el firme propósito de continuar escribiendo el libro “Si me permiten hablar... Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia”, que, a poco de ser publicado en México y traducido a varios idiomas, se convirtió en la obra más leída entre las feministas del más diverso pelaje.

Los trabajadores mineros, en sus triunfos y en sus derrotas, contaban siempre con el apoyo incondicional de sus mujeres e hijos, quienes actuaron como sus aliados naturales de clase desde los albores del sindicalismo boliviano. Por eso mismo, volví a coincidir con doña Domi en el Congreso Nacional Minero de Corocoro, inaugurado el 1 de mayo de 1976; ocasión en la que planteó la necesidad de organizar una Federación Nacional de Amas de Casa, afiliada a la Central Obrera Boliviana (COB), mientras los trabajadores clamaban por sus justas demandas, exigiendo al gobierno el respeto del fuero sindical y la amnistía general.

Semanas más tarde, derrotada la huelga minera en junio de 1976, y ocupada militarmente la población de Llallagua y Siglo XX, la encontré en el interior de la mina, donde los dirigentes nos refugiamos de la sañuda persecución que desató el gobierno. Doña Domi estaba en el último mes de embarazo y su vientre parecía un enorme puño de coraje. Sin embargo, por razones de salud, se decidió sacarla a un lugar seguro para que diera a luz en mejores condiciones. Después se supo que tuvo dos mellizos; una nació viva y el otro nació muerto, probablemente, afectado por los gases malignos de la mina, pues cuando lo sacaron de su vientre, el niño estaba casi en estado de descomposición.

A principios de enero de 1978, cuando ya me encontraba exiliado en Suecia, su nombre volvió a saltar a prensa una vez que se incorporó a la huelga de hambre iniciada por cuatro mujeres mineras y sus catorce hijos en el Arzobispado de la ciudad de La Paz. La huelga, que estalló el 28 de diciembre de 1977, tenía el objetivo de exigir al gobierno la democratización del país, la reposición en sus trabajos de los obreros despedidos, el retiro de las tropas del ejército de los centros mineros y la amnistía irrestricta para los dirigentes políticos y sindicales. Se trataba de una lucha heroica y sin precedentes, ya que nadie se imaginaba que una huelga emprendida por Aurora de Lora, Nelly de Paniagua, Angélica de Flores y Luzmila de Pimentel pudiese tumbar a una dictadura militar, que estaba decidida a mantenerse en el poder por mucho tiempo. Pasaron los días y los acontecimientos históricos cambiaron de rumbo: las cuatro mujeres -respaldadas por los curas, obreros, estudiantes y campesinos que fueron sumándose a la huelga de hambre en diferentes puntos de la sede de gobierno, más las olas de protesta que crecieron como la espuma en el territorio nacional- doblaron la mano dura del general Hugo Banzer Suárez, quien cedió en sus posiciones y decidió convocar a elecciones generales para el 9 de julio de 1978. De este modo, una vez más, doña Domi y las valerosas mujeres mineras demostraron al mundo que una chispa en el polvorín puede provocar una enorme explosión social y que no existen dictaduras que puedan contra la voluntad popular.


Domitila Chungara y el autor (der.), en una
marcha de protesta en Estocolmo, julio de 1980
Años más tarde, ya en Estocolmo, nos reencontramos y abrazamos. Todo sucedió tras el sangriento golpe de Estado protagonizado por Luis García Meza y Luis Arce Gómez en julio de 1980, justo cuando ella participaba en una Conferencia de Mujeres en Copenhague. Sabíamos que el sangriento golpe, que dejó un reguero de muertos y heridos, estaba financiado por los narco-dólares y que en los operativos actuaron los paramilitares reclutados por el nazi y “Carnicero de Lyón” Klaus Barbie. Se organizó un mitin en Kungsträdgården (El Jardín del Rey), desde donde partimos juntos, entre banderas y pancartas, en una marcha de protesta que ganó las principales calles de Estocolmo.

En Suecia, al margen del derecho a la reunificación familiar que le permitió reunirse con sus hijos, constató que las mujeres latinoamericanas se rebelaron contra su pasado de servidumbre y sumisión, amparadas por las leyes que defendían sus derechos más elementales, en igualdad de condiciones con el hombre. Estaba, acaso sin saberlo, en una nación que había superado las desigualdades de género y derribado los pilares de la sociedad patriarcal. La emancipación de la mujer pasó del sueño a la realidad y el decantado feminismo de los años 60, a diferencia del chauvinismo machista, se transformó en una de las fuerzas decisivas en el seno de izquierda sueca, que combinaba la lectura de los clásicos del marxismo con las obras de Alexandra Kollontai, Simone de Beauvoir, Alva Myrdal y otras luchadoras que poseían una inteligencia capaz de desarmar a cualquiera.

Doña Domi comprendió rápidamente que las suecas, a pesar del consumismo y la falta de calor humano, habían conquistado ya varios de sus derechos desde principios del siglo XX. En 1919 se les concedió el derecho a voto y años después el derecho al divorcio, en 1938 se legalizó el uso de los anticonceptivos, en 1939 se promulgó una ley que prescribía que las mujeres no podían perder su trabajo debido al embarazo, parto o matrimonio. En 1947 se tuvo a la primera mujer en el gobierno y en 1974 se estableció la normativa de que ambos padres tenían derecho a un total de 390 días para cuidar a sus hijos, recibiendo el 80 % del salario. Más todavía, en 1975 se legalizó el derecho al aborto sin costo para todas las mujeres y en los años 80 entró en vigor la primera ley contra la discriminación por razones de género en el sistema educativo y en el ámbito laboral, además de que la mujer ya no tenía la necesidad de elegir entre su familia y la carrera profesional, gracias a un amplio sistema de seguro social y asistencia infantil.

Así fue como doña Domi, sin perder las perspectivas de que otro mundo era posible, aprendió la lección de que si en este país pudieron conquistase las reivindicaciones femeninas pasito a paso, ¿por qué no iba a ser posible lograr lo mismo en otros países, donde las mujeres desean convertir sus pesadillas en sueños y sus sueños en realidad?

Con esta pregunta y su nueva experiencia de vida, que le permitió vislumbrar que tanto las mujeres como los hombres pueden gozan de los mismos los derechos y las mismas responsabilidades, empezó a planificar su retorno a Bolivia tras la recuperación de la democracia. Dejó a sus hijos en Suecia y acudió al llamado de la Pachamama, para seguir luchando por un futuro más digno que el presente. Eso sí, esta vez más convencida de que para lograr la liberación de la mujer no sólo hacía falta cambiar las infraestructuras socioeconómicas de un país, sino también las normativas de la convivencia ciudadana y la mentalidad de la gente. Y, aunque en el pasado fue perseguida, encarcelada y torturada, doña Domi se negó a callar y volvió a pedir la palabra para seguir hablando contra las injusticias sociales, con la misma convicción y el mismo coraje de siempre, ya que su testimonio personal es, por antonomasia, una gran lección de vida y de lucha. Si no me lo creen, los invito a leer: “Si me permiten hablar…”, de Moema Viezzer; y “¡Aquí también, Domitila”, de David Acebey; dos libros que sintetizan lo mejor de doña Domi, una indomable mujer de las minas.


Domitila Chungara, la minera que se enfrentó a las dictaduras





La líder boliviana, que falleció el 13 de marzo, participó en las movilizaciones contra Barrientos y Bánzer

La virulencia de un cáncer venció finalmente a Domitila Barrios de Chungara, indomable líder minera, cuyo coraje fue piedra de tropiezo para las dictaduras militares que gobernaron Bolivia entre 1964 y 1982. Chungara falleció esta madrugada en Cochabamba, según informaron sus familiares. El próximo 7 de mayo iba a cumplir 75 años.
El Gobierno del presidente Evo Morales decretó tres días de duelo por la muerte de la líder minera, a quien la ministra de Comunicación, Amanda Dávila, calificó como “una de las más importantes representantes de la lucha por la democracia en Bolivia”, informa Efe.
Su indignación contra los militares tras la masacre de San Juan, el 24 de junio de 1967, le costó la vida de un hijo que murió al nacer en una lóbrega celda, sin auxilio y víctima de las patadas y golpes de los militares que la detuvieron por insultarlos. El Gobierno del general René Barrientos intervino militarmente los distritos mineros para frenar una huelga y en la noche de San Juan acabó con la vida de decenas de hombres y mujeres en las minas de Catavi y Siglo XX.
Defendió la lucha conjunta de mujeres y hombres contra la explotación laboral
Los distritos mineros fueron de nuevo ocupados militarmente tras una huelga de protesta contra el régimen de Hugo Bánzer (1971-1978) y Domitila Chungara se refugió en una mina junto a los dirigentes del sector, pero tuvo que salir forzada por otro alumbramiento, esta vez de mellizos. Uno de ellos estaba ya muerto en su vientre, aparentemente debido a los gases tóxicos dentro de la explotación.
En diciembre de 1977, cuatro esposas de trabajadores mineros comenzaron una huelga de hambre en el arzobispado de La Paz para exigir al Gobierno de Bánzer una amnistía política y el retorno a la democracia mediante elecciones generales. Domitila Chungara se sumó poco después al ayuno y en pocos días la siguieron miles de bolivianos en todo el país hasta arrancar de Banzer el decreto de amnistía para miles de exiliados políticos y la promesa de elecciones a corto plazo.
Primero trabajó como palliri (dedicada a rescatar mineral entre los residuos o desmontes) para alimentar a sus cinco hermanas y a su madre enferma y comenzó sin pensarlo su carrera política como secretaria ejecutiva del Comité de Amas de Casa de Siglo XX, un vital instrumento de apoyo a los sindicatos de trabajadores mineros. Esa convicción de la lucha conjunta de varones y mujeres contra el sistema de explotación laboral sacudió desde sus bases la tribuna del Año Internacional de las Mujeres que se celebró en México en 1975.
Contra toda corriente del feminismo a ultranza presente en ese foro, la líder minera afirmó que la lucha de la mujer no podía ser contra el hombre, sino contra el sistema de dominación económica, política y cultural de los pueblos. Para ella, el cambio debía darse mediante la igualdad de derechos de hombres y mujeres, acceso igualitario a la educación y al trabajo, para emprender una lucha en pareja contra la opresión y la dominación del capitalismo.
Madre de 11 hijos, cuatro de ellos fallecidos, salió al exilio en la década de los ochenta, pero pronto volvió a Bolivia y se instaló en Cochabamba, donde impulsaba un centro de formación política especialmente destinada a las jóvenes de los barrios más empobrecidos de esta ciudad.
En su natal Pulacayo y en los distritos mineros de Oruro y Potosí se declaró el duelo. Por su parte, la Gobernación de Cochabamba dispuso que sus restos se despidieran con honores desde sus instalaciones, como homenaje a una madre coraje y a una líder indómita frente a los regímenes militares en Bolivia.
Fuente: El País

feminista sin mandamientos , sin reglas, sin leyes.. "Rebeldes , autonomas e insumisas"


Mujeres Ixchel 
  • No podras inmovilizarme , ni callarme,
  • Mi cuerpo es mìo y las manos de la violencia, no podran mutilarlo , ni decidir sobre èl.
  • Soñare todos los dìas
  • No provocare rumores, ni hare caso del rumor ya que promueve la misogina y los prejuicios entre las mujeres.
  • No soy educadora de nadie , ya basta de seguir poscisionandome en ese rol historico (Madre, maestra, cuidadora, etc)
  • "No me embarazo sola" pero no quiero depender de ningun macho por el hecho de estar embarazada,
  • Me revelare y vomitare las reglas de moralidad  y las opresiones sobre mi vida y mi sexualidad
  • Disfrutare de mi sexualidad todo el tiempo
  • La masturbaciòn dejara de ser un tabu
  • Rompere con la idea romantica del amor y disfrutare mis relaciones
  • NO quiero ni hare tareas del hogar
  • tengo la responsabilidad de aprender a conocerme y descubrirme,
  • No seguire aceptando ni creyendo en la institucionalidad del matrimonio ya que representa una forma de opresiòn y posecion en esta sociedad,
  • Buscare romper y salirme del sistema
  • NO me desgastare institucionalidzandome y pidiendo al patriarcado que me escuche.
  • Me defendere antes las agresiones misoginas / ante la agresion del patriarcado autodefensa feminista.
  • ya no asumire ni dejare que me nombren victima , pues no lo soy ..soy resistencia , lucha y vida.
  • Celebrare la memoria de mis ancestras
  • NO hablare de igualdad porque no quiereo ser igual a nadie
  • Buscare nuevas formas de expresiòn y sobre todo construire un nuevo camino autonomo.
  • Sere rebelde e insumisa
  • Todos los dias y a todas horas la alegria     y la desobediencia seran mi mayor resistencia.

miércoles, 7 de marzo de 2012

8 de marzo: Día de las mujeres que resisten y luchan



Alzando la Voz

Nosotras como feministas conmemoramos y mantenemos viva en la memoria esta fecha por la relevancia que tiene en la formación de nuestra identidad e historia. Lo hacemos desde una perspectiva autónoma, y libre de la institucionalidad con la que se “celebra” actualmente, institucionalidad que le ha arrebatado completamente el sentido de lucha y resistencia, volviéndola otro día más al servicio de los sistemas dominantes que nos cosifican, oprimen, deciden sobre nuestros cuerpos y nos utilizan cada día como mercancía.

Aún existe esta misma alianza dominante, patriarcal y capitalista contra la que han luchado miles de mujeres a lo largo de la historia. Por lo mismo, hoy, como mujeres rebeldes, nos apropiamos de esa historia, recordando sus luchas y esfuerzos, y conmemoramos con fuerza aquel 8 de marzo de 1908, fecha en donde 140 obreras textiles de Nueva York murieron calcinadas en su fábrica, producto de la represión ejercida por el patrón y sus fieles aliados, la policía, quienes buscaban frenar la huelga que estas trabajadoras mantenían por semanas.

Para este día no queremos flores ni chocolates. No queremos que se realcen nuestros supuestos valores femeninos, que no hacen más que mantenernos atadas a nuestros roles históricos de madres, esposas  e hijas abnegadas. Aspiramos y luchamos día a día por ser mujeres libres, con capacidad de decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, sin que el Estado, ni la iglesia, ni ninguna institución se posicione por sobre nuestra autonomía.

Aunque para muchxs el patriarcado y la opresión de las mujeres pareciera algo ya superado, la realidad diaria nos muestra que aún queda mucho por hacer, ya que esta lucha sigue estando tan presente como hace años atrás lo estuvo. Hoy desde los gobiernos nos hablan de igualdad de género, acceso a la mujer al trabajo y a puestos de poder, pero no es a eso a lo que aspiramos. Porque no nos conformaremos con participar en espacios con estructuras patriarcales, los cuales continúan funcionando bajo una lógica de poder y autoridad.  Queremos acabar con las relaciones de dominación que no sólo se manifiestan entre hombres y mujeres, sino también, entre mujeres y mujeres, hombres y hombres, de adultas (os) a niñas y niños, y de la humanidad en su conjunto  hacia  los animales y naturaleza.

Y como aún queda mucho por construir y deconstruir, reivindicamos este día, como un día de rebeldía, y de continuidad de la lucha de miles de mujeres.

Por lo tanto, el llamado que hacemos este 8 de marzo es a organizarse, a juntarse, a cuestionar, para luchar juntxs contra el sistema patriarcal y capitalista que nos oprime y violenta a cada minuto.


                 ¡Hasta que todxs seamos libres, hasta que acabemos con toda opresión!

                                                ¡No más Estado, ni patriarcado!

Para no borrar nuestra historia



Miriam Djeordjian


Uno de los grandes triunfos del sistema, ha sido borrar la historia que se teje en el trabajo cotidiano sintetizando, en cambio, épicas de heroes con protagonistas de primer plano, sin contexto, sin historia, sin procesos políticos.
¿Qué hemos escuchado del 8 de marzo?
Para empezar, que es el día de la mujer. Muchos llegarán el domingo con flores y una tarjeta de felicitación para "ellas", sin saber siquiera qué se conmemora.
Otros, con un poco más de inquietud, sabrán que en algo tienen que ver las socialistas, una tal Clara Zetkin que lo propuso. Con un poco más de suerte, sabremos que fue en el marco de una Conferencia de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague. Se menciona por allí algo un incendio, en una fábrica llamada Cotton, donde mueren quemadas más de 100 obreras.
Y en casos de silencio intencional, algunas voces institucionales dirán, sin pudor, que lo instituyó Naciones Unidas en 1975, sin hacer ninguna cita previa.
En una tarea de compromiso histórico, varias investigadoras han buscado echar luz sobre ciertos mitos existentes en torno a este día. Entre ellas, Ana Isabel Álvarez González asegura que no fue instituido puntualmente, sino que una sucesión de procesos colectivos fueron creando el sentido de conmemorar la lucha de las mujeres trabajadoras.
Y digo trabajadoras porque fue en su genealogía una propuesta clasista, ligada a las reivindicaciones laborales que en el inicio de siglo conformaban el punto de partida de las huelgas obreras.
Primer antecedente: en Febrero de 1908, mujeres socialistas celebran en un teatro de Chicago el Woman’s Day, reivindicando el derecho al voto y manifestándose contra la esclavitud sexual. Para agosto de 1910, y con el antecedente en Massachussets de una huelga textil exclusiva de mujeres, Lena Morrow Lewis y May Wood Simons llevan a la 2° Conferencia Mundial de Mujeres Socialistas realizada en Dinamarca, la propuesta de conmemorar, como en Estados Unidos, un Women’s day. Resignificada con un nombre más clasista, se acepta conmemorar un Día Internacional de la Mujer Trabajadora, propuesta que se le atribuye a Clara Zetkin.
Sin un día fijo, mantienen las norteamericanas el último domingo de Febrero, y las europeas fijan un día de marzo. Dos días antes de su primer celebración en 1911, un fatídico incendio en la Triangle Shirtwaist Company, acabó con la vida de 146 obreras que trabajaban encerradas bajo llave para que no se movieran de sus puestos de trabajo (tal cual como hoy sigue haciendo Wal-Mart Stores Incorporated en muchos de sus almacenes durante los turnos de la noche). Este hecho, exaltó los motivos de la lucha sindical determinando que en la celebración de 1911 más de un millón de mujeres trabajadoras se sumaran a las movilizaciones.
Posteriormente, fue el repudio a la primera Guerra Mundial y la solidaridad internacionalista de las mujeres contra todo nacionalismo, mucho más que la lucha por el voto, la convocatoria principal de las celebraciones del día. En Rusia, el gobierno zarista reprime en 1913 la movilización por el Día de las Obreras, deportando a Siberia a sus organizadoras.
Años más tarde, el paro masivo de mujeres en San Petesburgo cambiaría la historia: pedían pan y exigían el regreso de las tropas rusas que llevaban ya 2 millones de muertos. Inició así el 8 de marzo de 1917 (23 de Febrero del calendario juliano) una movilización a la que se unirán trabajadores y estudiantes, determinando 4 días después la abdicación del zar, y dando paso a un gobierno provisional que será finalmente derrocado en octubre con la toma del Palacio de Invierno.
Borrar los procesos sociales, es la mejor forma de negar la historia.
Hace dos años, fue demolida la Casa de la Juventud en Copenhague, la misma que a principio de siglo alojó a sindicatos y organizaciones sociales. Sí. Fue demolido el mismo edificio donde se instituyó un Día
Internacional de la Mujer Trabajadora.
Y por esas ironías de la macrocultura patriarcal, es ahora dueña del predio una secta cristiana llamada "La casa del Padre".
Ni Naciones Unidas, ni gobiernos; el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, como todas las conquistas de las mujeres, son fruto de la perseverancia por cambiar el orden dominante, convencidas de que lo que hoy es utopía, con la lucha, es posible.
Nosotras, como cantaron las trabajadoras textiles de Massachussets durante su huelga: "Queremos compartir toda la belleza: Pan y rosas, pan y rosas."


Fuente: Insurrectas y punto 

8 DE MARZO, DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER



Cuando el accionar se hace aleccionador
Por: Elena Ibarra

Una práctica de luchas, un ideal claro, un compromiso social irrefutable y revolucionario, conformaron los hilos del gran entramado social que impulsaron la concreción del 8 de marzo, como “Día Internacional de la Mujer”; un accionar que se venía gestando desde los albores de la historia, y que impulsaron y concretaron nuestras: Clara Zetkin, Kathy Duncker, Rosa Luxemburgo y Alejandra Kollontai, aquel 17 de agosto de 1907, en “La primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas”, realizada en Stuttgat, Alemania; donde ante la asistencia de cincuenta y ocho participantes de Europa, India y Japón; se adoptaron entre sus resoluciones, la del derecho al voto de la mujer; principal impulsor incuestionable de la incesante lucha por los derechos políticos de la mujer.

Pero, si a Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai y Kathy Duncker, debemos la concreción de esas luchas; no es menos cierto que otras mujeres, en distintas latitudes y situaciones épocales, también hicieron grandes aportaciones a la lucha por la dignificación de la mujer; de tal manera que es obligante recordar a la francesa Olimpia de Gouges (1748-1793), quien al estallar la revolución francesa, pone en práctica sus dotes de oradora y escritora, redactando panfletos y pronunciando discursos a favor de la libertad, el divorcio, el reconocimiento de los derechos para la descendencia ilegítima, y la igualdad de derechos para la mujer; señalando además, que la exclusión de las mujeres de los derechos políticos traía como consecuencia la corrupción de los sistemas de gobierno; a ella le debemos, parafraseando el gran documento programático de la revolución, aquello de que:

La mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos y que “la Ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir, `personalmente o por Medio de sus representantes, a su formación. (Montauban, 1748-París, 1793)



Planteamientos feministas no compartidos por los líderes revolucionarios (ni siquiera por los más radicales); que ameritó ser catalogada como una enemiga de la revolución, durante la época del terror, por lo que fue encarcelada y guillotinada en 1793.

Por supuesto, que tampoco podemos olvidar a Flore Celestine Therèse Henriette Tristán Moscoso Laisney, mejor conocida como “Flora Tristán” (1803-1844), escritora y activista parisina que trabajo, desde muy niña, como obrera, y luchó, a lo largo de los años, por los derechos de las mujeres y los obreros; se opuso a la esclavitud, al oscurecimiento religioso y a la pena de muerte; sensibilidad que se arraigo al vivenciar las situaciones cruentas de la guerra civil, donde pudo palpar la gran diferencia entre las distintas clases sociales y el trato diferenciado para los que menos tienen, lo cual será significativo para su futuro, convirtiéndola en la defensora declarada de los derechos y libertades de la clase obrera y de la mujer. Flora, esa mujer emancipada, libre, revolucionaria, activa, que invadía los dominios tradicionalmente considerados como exclusivos del hombre, escribe obras de gran calidad humana, como: La Emancipación de la Mujer (1842), a ella, también le debemos la consideración siguiente:

(…) En nombre de vuestro propio interés, hombres, en nombre de vuestra mejora, la vuestra, hombres; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas os comprometo a reclamar los derechos para la mujer.

Evidentemente las luchas fueron incontables, y las señaladas son sólo un microscópico ejemplo de ese trajinar libertario por emancipar a la mujer. Sin embargo fue Clara Zetkin, incansable militante comunista, una de las primeras impulsoras de la organización de mujeres a nivel internacional; quien en 1907 impulsa la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, y en 1910, con ese discurso efervescente que le caracterizaba, durante la Conferencia de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague, propone la resolución que convirtió, un año más tarde (1911), al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, en homenaje a las 129 trabajadoras de la fábrica Sirtwood Cotton de Nueva York, que murieron carbonizadas en su interior, cuando discutían sobre reivindicaciones laborales, un salario digno y la reducción de la jornada de trabajo a 10 horas, incendio que provocó su patrono como respuesta a esa pacífica huelga.

Pero además, es una conmemoración que se consolida, como respuesta al accionar que se hace aleccionador, gracias a la milenaria lucha de mujeres como Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Alejandra Kollontai, Kathy Duncker, y tantas otras que le antecedieron. Un hecho trascendente, sin lugar a dudas, pues no sólo fue producto de milenarias luchas; sino que además, fue forjándose a través de arduas discusiones, conferencias, innumerables escritos, huelgas, y un accionar constante y beligerante, e incluso de la vida de mujeres sensibles, humanistas, y revolucionarias de todas las épocas. Un accionar que debe continuar, pues la filosa “hoja” de quienes siempre han querido el oscurantismo, está allí al acecho, buscando retrogradar, recordemos a
Clara Zetkin al señalar que

Las masas de mujeres que trabajan deben ser movilizados para estas peleas. No hay trabajo en el Partido, no hay lucha del movimiento en cualquier país en el que las mujeres no lo consideramos como nuestro primer deber de participar. (Organising Working Women Organización de Mujeres Trabajadoras.1922)

También recordemos a Rosa Luxemburgo, cuando nos señala que “La Historia es el único maestro infalible, y la revolución la mejor escuela para el proletariado”. Entonces hagámosle combativo, no ofendamos esas tantas luchas, y la sangre derramada, con la celebración de un 8 de marzo declarativo e insulso; nadie discute que hemos avanzado, pero tampoco podemos obviar que existen momentos históricos de muy poco avance, y eso es terrible; pero más aberrante, son esos históricos retrocesos. Es necesario la crítica y la autocrítica, para que podamos evaluar esos momentos, corregirlos y seguir avanzando y conmemorar un combativo 8 DE MARZO COMO EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER.


Dra. Elena Ibarra
Una Comunista

Valencia, 06 de Marzo de 2012