miércoles, 11 de diciembre de 2013

Abriendo brecha en la búsqueda de justicia: Violencia sexual contra mujeres q´eqchís en Guatemala






Luz Méndez Gutiérrez
En este artículo se narran y se analizan las historias de lucha por la justicia que han emprendido dos grupos de mujeres indígenas del pueblo q´eqchí de Guatemala, quienes viven el municipio de El Estor, departamento de Izabal. El primer grupo está conformado por quince mujeres de la comunidad Sepur Zarco, que interpusieron en el sistema de justicia de Guatemala una demanda penal por esclavitud sexual en un destacamento militar durante el conflicto armado. El segundo grupo lo integran once mujeres de la comunidad Lote Ocho, quienes presentaron en Canadá una demanda legal contra una empresa minera transnacional, por violaciones sexuales perpetradas por sus agentes de seguridad en Guatemala.

Elementos del contexto

Los acontecimientos que se relatan en este artículo tuvieron lugar en la región del Valle del Río Polochic, la cual abarca varios municipios de los departamentos de Alta Verapaz e Izabal, en el nororiente de Guatemala. Esta región es rica en recursos naturales, como fértiles tierras, abundante agua, petróleo, níquel y otros minerales. En esta región se vive actualmente un proceso de reconcentración de la tierra para la producción de agro combustibles, tales como la palma africana y la caña de azúcar, así como la intensificación de la extracción minera. Dichas actividades se han impulsado a costa de nuevos despojos de tierras a la población campesina, generando conflictividad social, violencia y profundización de la aguda desigualdad en la estructura de tenencia de la tierra. Según el último censo agropecuario, el 57% de la tierra se halla en poder del 2% de propietarios, mientras que, en el otro extremo, el 3% de la tierra corresponde al 45% de propietarios (INE, 2004).

Al finalizar el conflicto armado, que duró más de 30 años, la Comisión de Esclarecimiento Histórico, reveló que durante ese período, en el marco de las graves y masivas violaciones a los derechos humanos contra la población civil, la violación sexual fue una práctica generalizada y sistemática realizada por agentes del Estado en el marco de la estrategia contrainsurgente, llegando a constituirse en una verdadera arma de terror, en grave vulneración de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario (CEH, 1998: 13)

Después de la firma de los Acuerdos de Paz en 1996 hubo avances importantes en la construcción y fortalecimiento de la institucionalidad democrática. Para los movimientos sociales esto significó la apertura de espacios para la participación ciudadana y la incidencia política, que ha dado como resultado la construcción de un marco legal favorable a los derechos humanos. Sin embargo, durante los años recientes se ha dado un proceso de involución, afectando especialmente al sistema de seguridad. Actualmente uno de los grandes problemas que afronta la ciudadanía son los altos índices de violencia delincuencial. En esto inciden viejos problemas socioeconómicos, políticos e institucionales no resueltos, así como el incremento de la economía criminal, particularmente el narcotráfico. En ese contexto, el feminicidio y otras formas de violencia contra las mujeres se han incrementado.

Los hechos de violencia sexual contra mujeres q´eqchís

Las mujeres de Sepur Zarco. En el marco del conflicto armado, mujeres del pueblo q´eqchí de varias aldeas de Izabal y Alta Verapaz fueron víctimas de esclavitud sexual en el destacamento instalado por el ejército en la aldea Sepur Zarco. En agosto de 1982 las mujeres fueron violadas sexualmente por los soldados, en sus casas, frente a sus hijos e hijas. Unos días antes miembros del ejército habían secuestrado y desaparecido de manera forzosa a los esposos de las mujeres. Ellos eran campesinos que se habían organizado para obtener los títulos de propiedad de sus tierras. A partir de ese momento las mujeres fueron sometidas a esclavitud sexual y esclavitud doméstica en el destacamento militar, durante períodos que van de seis meses a seis años. Organizadas por “turnos”, ellas fueron forzadas a presentarse cada dos días al destacamento, en el cual fueron violadas en forma sistemática y múltiple. A la esclavitud sexual se sumó la esclavitud doméstica, ya que tenían la obligación de preparar la comida y lavar los uniformes de los soldados. La explotación económica llegó al extremo de ser forzadas a proporcionar el maíz y el jabón, lo cual implicó que los hijos de las mujeres fueron sometidos a niveles extremos de pobreza y hambre (Méndez, 2012).



Las mujeres de Lote Ocho. 
El 17 de enero de 2007 un número indeterminado de mujeres de la comunidad Lote Ocho fue víctima de violación sexual, durante el desalojo violento de tierras perpetrado por agentes de la seguridad privada de la Compañía Guatemalteca del Níquel (CGN), conjuntamente con agentes de la Policía Nacional Civil y el ejército. La CGN era en esa época subsidiaria de la empresa minera transnacional HudBay Minerals, cuya sede se encuentra en Canadá. Cuando los agentes de la seguridad privada y estatal llegaron a la comunidad Lote Ocho, los hombres se hallaban realizando labores agrícolas en el campo. Los agentes atraparon a las mujeres en sus casas o en los alrededor cuando éstas trataban de huir, y las violaron delante de sus hijos. Muchas de ellas fueron violadas en forma múltiple, incluso por diez hombres.

Los dos grupos de mujeres fueron víctimas de múltiples violaciones a los derechos humanos. A las mujeres de Sepur Zarco, además de la violencia sexual y el asesinato o desaparición forzada de sus esposos, los soldados les destruyeron sus casas, cosechas y otros bienes materiales. Lo mismo ocurrió en la comunidad Lote Ocho donde los guardias de la CGN y los agentes del Estado quemaron las casas y las siembras. Mujeres de ambos grupos fueron forzadas a refugiarse en las montañas para escapar de la represión. Durante el desplazamiento murieron varios hijos e hijas de mujeres de Sepur Zarco, producto de enfermedades y la falta de alimentos.

Las secuelas

Las secuelas de la violación sexual son profundas y de larga duración. Entre las consecuencias físicas, las mujeres protagonistas de estas historias tuvieron abortos, embarazos forzados, incapacidad de volver a concebir, dolores que les han durado por muchos años, así como otras enfermedades.
 
Entre las secuelas psicosociales destacan el impacto del silencio y la estigmatización. Las mujeres de Sepur Zarco guardaron silencio durante 25 años sobre la violencia sexual vivida. Las mujeres de Lote Ocho también callaron durante varios años sobre la violación sexual. El tener que mantener en silencio hechos de tan profundo impacto en sus vidas, ha sido una pesada carga para ellas. La estigmatización social, que ha afectado a los dos grupos, ha tenido una especial crudeza para las mujeres de Sepur Zarco. El rechazo y los señalamientos contra ellas en su propia comunidad, en donde incluso han sido calificadas como “las mujeres malas”, les ha causado gran sufrimiento.

La violación sexual es el único crimen por el cual socialmente la vergüenza y la culpa recaen en los hombros de las propias víctimas y no en los perpetradores. Allí se halla la principal raíz del silencio forzado y la estigmatización social. Además, tales impactos son resultado del hecho que la violación sexual no se interpreta como una violación a los derechos humanos, como un problema social y político, sino como algo que corresponde al ámbito de la esfera privada.

Pasado-presente: el continuo de violencia sexual contra mujeres indígenas
La investigación en curso sobre acceso a la justicia para mujeres indígenas y campesinas, revela la existencia de patrones similares en la violencia sexual perpetrada contra mujeres q´eqchís en el pasado y el presente. Aún cuando median treinta años entre unos hechos y otros, las mujeres de los dos grupos fueron violadas en forma atroz, masiva y múltiple. Para comprender este continuo de violencia es necesario analizar la forma en que se entrelazaron en la vida y los cuerpos de las mujeres la opresión de género, el racismo contra los pueblos indígenas, así como la conflictividad agraria, que para el grupo de Sepur Zarco se expresó en el contexto del conflicto armado.

El despojo de tierras y la violación sexual de mujeres indígenas son dos problemas estructurales que han estado íntimamente entrelazados en la historia de Guatemala. Este vínculo despojo de tierras-violación sexual se halla en la base de las violaciones sexuales contra las mujeres de Sepur Zarco y Lote Ocho. Las mujeres de los dos grupos identifican que las condiciones contextuales que dieron origen a la violencia sexual que sufrieron están íntimamente vinculadas a las luchas comunitarias por la defensa de sus tierras. Las mujeres de Sepur Zarco explican que la violencia sexual de la cual fueron objeto es resultado de la represión contra los campesinos indígenas que se organizaron para obtener los títulos de propiedad de sus terrenos. La violencia vino porque luchamos por la tierra. (SZ.1-9). Para las mujeres de Lote Ocho el despojo de tierras y la violación sexual son dos violaciones a los derechos humanos que sufrieron de forma simultánea. Durante el segundo desalojo fue cuando nos hicieron el daño, en este segundo desalojo fue cuando fuimos violadas (L8.3-1).

En efecto, durante los hechos de violencia contra las mujeres de Lote Ocho y Sepur Zarco la violación sexual fue utilizada como mecanismo de control y sometimiento, como un medio de intimidación y castigo hacia las mujeres y sus comunidades, las cuales se habían organizado para defender sus tierras ancestrales. En ambos casos la violación sexual fue una herramienta para el despojo de tierras a la población campesina indígena. Además, la violencia sexual de la cual fueron objeto las mujeres de Sepur Zarco fue utilizada como arma de guerra en el marco de la política contrainsurgente del Estado durante el conflicto armado.

La dominación de género o sistema patriarcal jugó un papel central durante los hechos de violencia contra los dos grupos de mujeres, ya que aportó una ideología, así como un conjunto de normas y prácticas sociales que asignan a las mujeres una condición social de subordinación, mientras que otorga a los hombres una posición de supremacía. La violencia contra las mujeres constituye un componente estructural del sistema de dominación de género. Una de las características distintivas de este tipo de violencia es que se halla no sólo legitimada sino también normalizada socialmente. En los imaginarios patriarcales los hombres socialmente tienen el derecho de poseer y controlar a las mujeres, para lo cual el repertorio de mecanismos utilizados incluye la utilización de la violencia. La lógica patriarcal de concebir a las mujeres como propiedad de los hombres fue funcional a la política contrainsurgente durante el conflicto armado. El cuerpo femenino, que también se interpreta como territorio, fue utilizado para afirmar dominio y demostrar poder sobre otros hombres. La misma lógica aplica respecto a las violaciones sexuales contra las mujeres durante los desalojos de tierras en la época actual.

El racismo contra los pueblos indígenas ha facilitado la perpetración de la violencia sexual contra las mujeres indígenas, al profundizar su condición de inferioridad social. En Guatemala el 41% de los habitantes se identifica como indígenas y el 59% como no indígenas (INE, 2002). Los pueblos indígenas están compuestos por 23 grupos etnolingüísticos, mayoritariamente provenientes del pueblo maya. Una de las mayores riquezas de Guatemala es su diversidad étnica, cultural y lingüística. Sin embargo, históricamente estos pueblos han sido sometidos a un acendrado racismo, el cual se halla especialmente arraigado en la elite económica dominante. No obstante, el racismo ha penetrado todas las clases y grupos sociales, llegando a naturalizarse de tal manera que incluso las clases subalternas lo utilizan como elemento de recreación de su propia identidad (Casaúz, 2008: 20).

Abriendo brecha en la búsqueda de justicia

Las mujeres de los dos grupos buscaron justicia por senderos diferentes. En ese caminar las principales estrategias que han utilizado han sido la organización de grupos de mujeres –lo que les permitió contar con un espacio de confianza para hablar sobre la violencia sexual–, así como la construcción de alianzas con organizaciones feministas y de derechos humanos, a nivel nacional e internacional. Estas organizaciones han trabajado conjuntamente con los dos grupos de mujeres, desde una visión de transformación social.


Las mujeres de Sepur Zarco, en el marco de la justicia transicional, participaron en un proceso de construcción de memoria histórica y tomaron parte en el Primer Tribunal de Conciencia sobre violencia sexual durante el conflicto armado. Además, en 2011 presentaron una demanda penal en el sistema de justicia de Guatemala por los crímenes de lesa humanidad cometidos contra ellas por agentes del Estado durante el conflicto armado.

Por su parte, las mujeres de Lote Ocho acudieron a cortes canadienses para obtener resarcimiento y justicia por los delitos de violación sexual perpetrados por agentes de la seguridad privada de la Compañía Guatemalteca del Níquel (CGN), que era subsidiaria de la transnacional canadiense HudBay Minerals cuando ocurrieron los hechos de violencia contra las mujeres. Ellas presentaron la demanda conjuntamente con la viuda de un profesor que fue asesinado y un joven que fue herido y dejado parapléjico por guardias privados de la CGN durante otros desalojos violentos de tierras. Se trata entonces de tres demandas presentadas en el sistema de justicia de Canadá.

A la fecha los dos grupos de mujeres han tenido avances importantes en la búsqueda justicia. Un juzgado de Guatemala aceptó dar curso a la querella penal presentada por las mujeres de Sepur Zarco y un tribunal de alto riesgo escuchó los testimonios de las demandantes, en calidad de prueba anticipada, durante 2012. Por otro lado, un tribunal de Ontario, Canadá emitió en 2013 un fallo aceptando conocer la demanda legal presentada por las mujeres de Lote Ocho, así como los otros demandantes, contra HudBay Minerals.

Los dos grupos de mujeres son protagonistas de procesos legales sin precedentes. Con sus luchas estas mujeres q´ueqchís están abriendo brecha para el acceso de las mujeres a la justicia, en los ámbitos nacional e internacional. La relevancia del caso de Sepur Zarco se halla en que es la primera vez que un tribunal nacional conoce crímenes de esclavitud sexual durante un conflicto armado. Casos de otros países han sido conocidos en cortes internacionales. Esto constituye un valioso aporte a las luchas para poner fin a la violencia sexual durante conflictos armados, una de las más generalizadas y más silenciadas violaciones a los derechos humanos en situaciones de guerra. El significado del fallo de la Corte de Justicia de Canadá proviene del hecho que es la primera vez en la historia legal de ese país que se admite juzgar a una empresa canadiense por su conducta en otros países. Con esto se lanza un fuerte mensaje para impedir que empresas extractivas transnacionales canadienses violen los derechos humanos en Guatemala y otros países.

Los procesos legales aquí expuestos aún no han concluido. Son muchos los obstáculos y retos que las mujeres enfrentan en el camino que emprendieron para alcanzar justicia. En primer lugar se halla el contexto de violencia y conflictividad agraria en la región donde viven. Además, las mujeres de Sepur Zarco se sienten permanentemente amenazadas por el hecho de que conviven en las mismas comunidades con varios de los perpetradores de la violencia sexual que vivieron. Por su parte, las mujeres de Lote Ocho están siendo sometidas a enormes presiones y chantajes por parte de la Compañía Guatemalteca del Níquel con el fin de que retiren la demanda legal en Canadá.

No obstante, lo avanzado hasta ahora por estos grupos de mujeres, renueva las esperanzas de que es posible organizarse y construir alianzas para romper el silencio y luchar para poner fin a la impunidad por violación sexual y otros graves crímenes cometidos contra las mujeres y sus comunidades. En el largo plazo lo que se busca es construir una sociedad justa, con respeto a los derechos humanos y sin violencias de ningún tipo.

Bibliografía:
Casaús Arzú, Marta Elena (2008). Genocidio, ¿la máxima expresión de racismo en Guatemala? Guatemala: F&G editores.
Comisión de Esclarecimiento Histórico 5–CEH– (1998). Memoria del Silencio, Las violaciones de los derechos humanos y los hechos de violencia. Tomo III, Guatemala.

Méndez, Luz (2012). No me quiero morir sin alcanzar justicia. Esclavitud sexual durante el conflicto armado en Guatemala. Programa de las Américas. http://www.cipamericas.org/es/archives/8127

Instituto Nacional de Estadística –INE (2002). XI Censo Nacional de Población y VI de Habitación. Guatemala.

Instituto Nacional de Estadística –INE (2004). IV Censo Nacional Agropecuario, Tomo I. Guatemala.

Sobre la autora

Luz Méndez Gutiérrez es investigadora y activista social, cuyo trabajo se enfoca en la erradicación de la violencia contra las mujeres y la plena participación de las mujeres en procesos de justicia y paz. Tiene una maestría en administración pública y especialización en estudios de género. Actualmente coordina el proyecto de investigación Acceso a la justicia para mujeres indígenas y campesinas en Colombia y Guatemala, una iniciativa colaborativa entre el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial –ECAP–, en Guatemala, así como la Universidad Javeriana y el Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia, en Colombia. 
 
 
 FUENTE: 
  [1] Artículo publicado en el boletín internacional Múltiples No. 20, octubre 2013, Just Governance Group, Canadá. Este artículo refleja algunos de los hallazgos de la investigación Acceso a la justicia para mujeres indígenas y campesinas en Colombia y Guatemala.

jueves, 28 de noviembre de 2013

“Dos historias de lucha por la justicia: violencia sexual contra mujeres q´eqchís en Guatemala “




de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial

“Dos historias de lucha por la justicia: violencia sexual contra mujeres 
q´eqchís en Guatemala”, producido por ECAP, se presentan las historias de dos grupos de mujeres q´eqchís, de Izabal: 1) el grupo de mujeres de Sepur Zarco, que interpuso en el sistema de justicia de Guatemala una demanda penal por esclavitud sexual y esclavitud doméstica, sufrida en un destacamento del ejército, en el marco del conflicto armado; 2) el grupo de mujeres de la comunidad Lote Ocho, que presentó en Canadá una demanda legal contra la empresa minera canadiense Hudbay Minerals, ante la violación sexual de la cual fueron objeto en 2007 por agentes de seguridad de la Compañía Guatemalteca del Níquel (CGN), la cual era subsidiaria de Hudbay cuando ocurrieron tales hechos de violencia. 

Objetivo. El objetivo del video es dar a conocer y brindar solidaridad con las luchas de las mujeres de Sepur Zarco y las mujeres de Lote Ocho, dirigidas a alcanzar justicia por violencia sexual y otras violaciones a los derechos humanos perpetradas contra ellas y sus comunidades.

Contenido. En la primera parte del video se explican los hechos de violencia sexual sufridos por las mujeres, en el contexto de los despojos de tierras contra la población campesina q´eqchí. Se abordan también las consecuencias de la violencia sexual, como el impacto del silencio y la estigmatización social en sus comunidades. En la segunda parte se muestran las estrategias colectivas seguidas por los dos grupos de mujeres, formando alianzas con organizaciones de mujeres y derechos humanos, para la búsqueda de justicia.

Relevancia. La relevancia del caso de Sepur Zarco se halla en que es la primera vez que un tribunal nacional conoce crímenes de esclavitud sexual durante un conflicto armado. Casos de otros países han sido conocidos en cortes internacionales. Esto constituye un valioso aporte a las luchas para poner fin a la violencia sexual durante conflictos armados, una de las más generalizadas y más silenciadas violaciones a los derechos humanos en situaciones de guerra.  En el caso de las mujeres de Lote Ocho, se trata de la primera vez en la historia legal de Canadá que ese país admite juzgar a una empresa canadiense por su conducta en otros países, con lo cual se lanza un fuerte mensaje para impedir que empresas extractivas transnacionales continúen violando los derechos humanos en Guatemala y el resto del mundo.

Retos. Estos dos procesos legales aún no han concluido. Entre los retos que las mujeres enfrentan, se halla el contexto de inseguridad prevaleciente en la región del valle del Polochic, así como el hecho que en sus comunidades viven algunos de los perpetradores de los hechos de violencia sexual. Las mujeres de Lote Ocho, además, están siendo objeto de grandes presiones por parte de la Compañía Guatemalteca del Níquel con el fin de que retiren la demanda legal en Canadá.

Contexto del video. El video es uno de los resultados de la investigación-acciónAcceso a la justicia de mujeres indígenas y campesinas en Colombia y Guatemala, co ejecutada por el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP), en Guatemala, así como la Universidad Javeriana y el Centro de Estudios Regionales, de la Universidad de Antioquia, en Colombia.




miércoles, 27 de noviembre de 2013

EL FEMICIDIO: UN CRIMEN DEL PODER PATRIARCAL



Columna de Opinión elaborada por Lily Muñoz, Investigadora de AVANCSO. Fue el Editorial del Noticiero Maya K’at de la Federación Guatemalteca de Educación Radiofónica FGER el 26 de noviembre del 2013.
Desde hace varios años, la violencia patriarcal contra las mujeres se ha convertido en uno de los problemas más graves de este país. Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a con-vivir con ella, y en cierto modo, ya la aceptamos como algo común, normal y contra la que no podemos hacer nada. Los medios masivos de comunicación han contribuido a normalizar esta violencia, por la forma tan grosera, prejuiciosa y sensacionalistacomo nos presentan diariamentelas cifras, las noticias y las imágenes acerca del problema.
El femicidio es la máxima expresión de la violencia patriarcal contra las mujeres. Muchas personas en esta sociedad, piensan todavía que los femicidios son los homicidios en los cuales las víctimas son mujeres y eso les ha llevado a afirmar que el femicidio es menos importante que el homicidio, porque en nuestro país mueren más hombres que mujeres cada día.
Esa forma de entender el femicidio es, a todas luces, incorrecta. Además, no todo asesinato de mujeres es un femicidio. La Ley contra el Femicidio y otras Formas de Violencia contra la Mujer que fue promulgada en Guatemala en el año 2008, define al femicidio como la “muerte violenta de una mujer, ocasionada en el contexto de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, en ejercicio del poder de género en contra de las mujeres”.Eso significa que el femicidio siempre es resultado de la discriminación y del menosprecio de los hombres hacia las mujeres, por el solo hecho de ser mujeres. En otras palabras, el femicidio siempre está relacionado con el poder y sobre todo, con las relaciones desiguales de poder que en nuestro país −y en todo el mundo− se dan entre los hombres y las mujeres.
Las ideas que llevan a los hombres a pensar que son superiores a las mujeres y que por lo tanto, las mujeres somos inferiores y valemos menos que ellos, fueron construidashace miles de años, y se fueron difundiendo por todo el mundo, dando lugar al surgimiento de la sociedad patriarcal en la que vivimos actualmente. Por eso nos han enseñado desde la niñez, que es natural que los hombres ocupen el lugar del privilegio en la familia, en la escuela, en la iglesia, en el trabajo, en el Estado y en todas partes. Al mismo tiempo nos han dicho que las mujeres, que somos el “sexo débil”, tenemos que vivir siempre bajo la protección y la tutela de los hombres, como eternas niñas, como seres frágiles que necesitan ser cuidados.
Pero esa supuesta protección que los hombres nos dan a las mujeres,siempre tiene como consecuencia el control de nuestras vidas, de nuestros cuerpos, de nuestra sexualidad, de nuestras amistades y, en general, de todas las decisiones que tienen qué ver con nosotras. El control es siempre una forma del poder masculino (del padre, de los hermanos, de los tíos, de los hijos, de los gobernantes, etc.).
Otra de las evidencias del poder que los hombres ejercen sobre las mujeres, es la dependencia económica a la que la mayoría de las mujeres se ven obligadas a someterse ante sus esposos o convivientes, pues el hecho de no recibir un salario por el trabajo que realizan en la casa, hace que los hombres tengan el poder económico y ejerzan muchas veces, violencia económica contra ellas.
Varios estudios que se han realizado en distintos países del mundo, muestran que las principales razones por las que un hombre mata a su pareja o ex-pareja, son las siguientes: cuando ella le es infiel (o él supone que le es infiel); cuando ella decide terminar la relación y cuando ella decide trabajar fuera de la casa y ganar su propio dinero. Cualquiera de esas razones es vista como una afrenta por los hombres, porque sienten que ella, que es “de su exclusiva propiedad”,está desafiando su poder y tratando de escapar de su control y de su dominio. Por eso, en un femicidio que es cometido contra la pareja o ex-pareja, el asesinato de la mujer es la mayor muestra de violencia patriarcal contra las mujeres en el ámbito privado.
Pero el femicidio no se limita al espacio privado, también se da con mucha frecuencia en lo que llamamos el espacio público. Desde hace varios años, es común que aparezcan en la vía pública, en terrenos baldíos y en los barrancos, cuerpos sin vida de mujeres con evidencias de haber sido violadas, golpeadas y hasta descuartizadas, sin que se sepa quién o quiénes la asesinaron. Esos también son femicidios, desde el momento en que el cuerpo tiene evidencias de violencia sexual y haber sido asesinada con crueldad, con saña, entonces podemos afirmar que se trata de un femicidio, independientemente de si el victimario o los victimarios, conocían o no a la víctima.
Si la misma Ley dice que los femicidios se cometen siempre en el marco de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, entonces tenemos, como sociedad, el reto de transformar esas relaciones, para erradicar el femicidio y todas las formas de violencia patriarcal contra las mujeres. Cualquier programa, proyecto o acción política que busque erradicar este flagelo, ya sea desde el gobierno, la cooperación internacional, las organizaciones sociales o cualquier otra entidad, debe, definitivamente, ir encaminado a transformar las relaciones desiguales de poder entre mujeres y hombres, para que las mujeres podamos un día, vivir sin miedo y sin control, y recuperarla dignidad que nos corresponde por nuestra condición humana,que ha sido injustamente degradada.

SOBRE LOS BLOGS Y EL FACEBOOK: UNA REFLEXIÓN DE PATRIZIA VIOLI O... LAS APARIENCIAS DE AVANCE



Andrea Franulic

Les comparto un fragmento del análisis de la feminista italiana Patrizia Violi (2008) sobre los blogs y su uso de parte de las mujeres y las implicancias político-feministas que esto tiene. Pienso que, si bien son plataformas virtuales distintas, el análisis es trasladable a Facebook. Los soportes de la comunicación no son inocuos, la tecnología no es inocua; con esto quiero decir – en un sentido restringido – que no depende –solamente – del mal o buen uso que le demos, también cada soporte tecnológico en sí mismo determina tipos de prácticas sociales y afecta la manera de comunicarnos debido a su estructura y su lógica internas. Por ejemplo, pensemos en la lógica inmediatista de Facebook o en la suma de links de los blogs. Los puntos clave, para mí, de la reflexión de Patrizia Violi, que presento más adelante, son:

  1. A propósito de la idea del feminismo radical de que “lo personal es político”, la autora nos dice sobre la profunda diferencia entre lo personal y lo privado; este último aspecto es el que reluciría en el blog o en Facebook, que son territorios virtuales ambiguos, es decir, son privado y público a la vez.
  2. Junto a lo anterior, destaca el fenómeno de la vitrinización, que es propio de la vigente sociedad patriarcal del espectáculo.
  3. También se refiere al individualismo y la descorporización o, con otras palabras, la simulación de relaciones (los “amigos” de Facebook) y el desplazamiento de las relaciones materiales entre mujeres, con sus cuerpos sexuados. Pienso, con este tercer punto, en aquellas personas que suelen ser muy opinantes virtualmente, pero que, en la vida misma, no corren muchos riesgos con las palabras.
Estas ideas de Violi me hicieron sentido, las presento a continuación sin un completo desarrollo debido a que se trata de una selección que pretende no extenderse tanto. Pero lo que más me interesa decir es que nosotras nos debemos una reflexión más acabada y política al respecto. Pensar políticamente sobre esto me parece fundamental, porque nos implica a todas, y además, por dos razones que se entrelazan, a las que ya aludí anteriormente. La primera, porque el soporte tecnológico en sí mismo propone una forma de interacción que vale la pena analizar. La segunda, porque, si bien la tecnología porta un “en sí misma”, no es independiente – claro está – del uso que le demos. En este sentido, nos debemos la pregunta de si las prácticas de relación, aquellas naturalizadas en esta cultura patriarcal y misógina (y luego racista, clasista, etarista…) – esto es, insinuaciones, manipulaciones, envidias, rumores, invisibilizaciones, arribismos, descalificaciones, celos, competitividades, chantajes, entre otras, casi siempre de manera solapada – (ver Margarita Pisano, 2012), se exacerban – incluido su solapamiento – en la vitrina virtual, que es marcadamente discursiva y cuyas características inherentes servirían para facilitar la proyección de los deseos, las creencias y las ideologías del dominio. O bien, si no queremos plantear una exacerbación, entonces, ¿cómo se configuran y qué consecuencias concretas tienen en nuestras relaciones políticas, sexuadas y corporizadas?

Bueno, ahí va la Violi:
“En cuanto forma particular de escritura diarista, los blogs nos reenvían a la experiencia más general de las narraciones del yo y de los complejos deseos que están inscritos en dichas narraciones: el deseo de tomar la palabra, ante todo, de salir del silencio y del olvido, de mantener y transmitir una memoria, fijando el caótico fluir de la experiencia, de dar forma y sentido a la aparente insensatez de la cotidianidad a través la mediación de la escritura.

Estos deseos han atravesado siempre las escrituras privadas de las mujeres, sus diarios, sus cartas. Desde este punto de vista, los blogs parece que se sitúan en una línea de continuidad con formas específicamente femeninas de narración del yo, reproponiendo una escritura diarista a menudo sentida como un espacio de autonomía, lugar privilegiado de la auto-representación, capaz de dar voz a esa componente personal de la experiencia desde siempre invisible y cancelada de la historia escrita masculina. Y si estos géneros parecían ya destinados a un imparable declinar, la blogesfera parece haberles dado una nueva e inesperada vida.

Al mismo tiempo, la inscripción de los blogs en el espacio abierto y al menos potencialmente público de la blogesfera nos conduce a considerar que detrás de ello existe una necesidad y un deseo de relaciones, una tensión que lleva a la construcción de un tejido social, de una comunidad, aunque sea esa comunidad virtual que constituyen los pocos lectores habituales. Se puede quizá imaginar un análogo deseo de conexión incluso en aquello que concierne a la lectura del blog y no sólo la escritura; ¿por qué, de hecho, leer un minuto – a menudo aburrido, admitamos – la historia de otra cotidianidad si no es para compartir algo de nuestra propia cotidianidad, según un mecanismo de identificación dentro de la esfera privada y, al mismo tiempo, de relación?”

Sin embargo…
“La narración del yo que encontramos tan frecuentemente en los blogs dista mucho del personaje político al cual el feminismo de los años 70 aludía. Con aquel célebre eslogan (lo personal es político) se quería llamar la atención sobre las dinámicas de poder y sobre las lógicas simbólicas inscritas, de manera a menudo invisible, en la esfera personal, familiar, íntima de las vidas de las mujeres, mostrando cómo la cultura patriarcal seguía permeando el mundo, tanto afectivo como sexual, de las relaciones entre hombres y mujeres, y de las relaciones entre mujeres, imponiendo formas de dominio que aún están lejos de ser superadas. El eslogan tenía por lo tanto un fuerte valor transformador, porque invitaba a las mujeres a dar voz a ese territorio secreto y a menudo cancelado por la cultura masculina, a hacerlo salir de la indecible esfera íntima, para conferirle narraciones y valores. Ciertamente los blogs hacen esto: narran, cuentan cosas de una misma y de la propia cotidianidad, pero más que ‘lo personal’, como se decía entonces, es ‘lo privado’ lo que emerge, una intimidad desvelada y expuesta sin mediaciones, que ciertamente no problematiza y tanto menos modifica los estereotipos patriarcales, los cuales salen a menudo incluso reforzados, en una exposición a veces no exenta de alguna complacencia.

Lejos de hacerse político, lo privado se transforma en un espectáculo de sí mismo y el blog deviene otro modo de ser más visible, una declinación específica del fenómeno más general de ‘vitrinización’ de la vida social, que ha sido señalado como una de las grandes metáforas de nuestra contemporaneidad. Sería entonces lícito preguntarse sobre cuál es ese tipo de relación que se pone en juego en los blogs, o dónde reenvía la interconexión virtual de la blogesfera. También en este caso la diferencia con el universo del feminismo histórico parece, a primera vista, enorme: las relaciones entre las mujeres eran en aquel contexto – y son – percibidas como constitutivas y esenciales para la subjetividad de las mujeres, hasta el punto de excluir, y a veces incluso censurar, las manifestaciones más individuales, estigmatizadas como formas solipsistas y autorreferenciales (…) Nada más lejos de las miles de voces singulares que se cruzan en la blogesfera, cada una portadora de su propia individualidad (…) El movimiento de las mujeres ha puesto siempre el acento en el cuerpo y en la imprescindible corporeidad material de la experiencia. La relación es en esta perspectiva sobre todo relaciones entre cuerpos sexuados de mujeres. Evidentemente, en la blogesfera los cuerpos están ausentes, o mejor dicho, no existen cuerpos que inscriban directamente en su materialidad una pertenencia sexuada. En los blogs no hay cuerpos, sino simulacros de cuerpos…”.

El interés de Violi en la escritura diarista de las mujeres se debe a su preocupación, desde que escribe El infinito singular, traducido al español en 1991, por el silencio de las mujeres, nuestro silencio, resultado del uso de una lengua extraña, la masculina. Esta búsqueda se engarza a una potente línea de pensadoras radicales que nos provocan con parecidas reflexiones: Audre Lorde con “transformar el silencio en palabras”, Adrienne Rich con los conceptos de “continuum lésbico” y “lengua común”, Gloria Anzaldúa con “hablar en lenguas”, Margarita Pisano con “el estar expresadas”, entre otras y otros colectivos como las Cómplices en Latinoamérica o las italianas de la Librería de Milán. Si Violi se cuestiona sobre la posibilidad de salir de este silencio al nombrar las propias experiencias en primera persona, ligadas a nuestros cuerpos y nuestra historia, a la relación con otras mujeres y con el mundo, sin la mediación del patriarcado… pues entonces la existencia mayoritaria de blogeras (o el uso masivo del Facebook por parte de las mujeres / lesbianas / feministas) da cuenta de un retroceso en relación a estos principios existenciales del feminismo radical de la diferencia. Por lo tanto, su análisis aporta a uno de los planteos políticos clave de Margarita Pisano y el Movimiento Rebelde del Afuera: “una larga lucha de pequeños avances es una larga lucha de fracasos” para nosotras las mujeres (Pisano, 2001), o bien,“nuestras liberalidades son remedos de libertades” (Pisano & Franulic, 2009), y esta idea nos invita a una valiente revisión.

50.000 niñas y adolescentes embarazadas en Guatemala en 2011

(AP Photo/Rodrigo Abd)

La cantidad de embarazos en menores de 19 años de edad aumenta en Guatemala, a la par de la deserción escolar, la desintegración familiar y un largo etcétera de conflictos sociales conexos.

PERIODISMO HUMANO · Danilo Valladares · Guatemal
Datos del Ministerio de Salud y Asistencia Social muestran una línea ascendente con 41.529 embarazos en niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años en 2009, seguidos de 45.048 en 2010 y de 49.231 el año pasado, lo cual hace en este último caso un promedio diario de 135.
La lista de factores que inciden en la maternidad precoz es larga y va desde la falta de educación sexual, hasta la influencia de la Iglesia Católica y su negativa al control de la natalidad, y la impunidad de las violaciones de menores, según Mirna Montenegro, del no gubernamental Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva.
Lo que más impacta a esta activista social son los embarazos en niñas. “¡Imagínese que en 2011 hubo 21 partos de niñas de 10 años! Hay que agregar que no contamos con un sistema de protección social para ellas”, dijo.  ”Somos de los pocos países que tienen embarazos en niñas de entre 10 y 14 años; solo en 2011 se registraron 3.046 partos en Guatemala”, detalló. “Legalmente, el embarazo de una menor se produce al cometerse el delito de violación,entonces debería haber igual número de procesos judiciales en las cortes, pero no los hay”, lamentó.
Montenegro afirmó que el sistema de justicia de Guatemala aún encuentra graves problemas para castigar a los responsables de estos casos. “Se trata de una violación en la que, cuanto menor es la víctima, más cercano es el lazo familiar que la une con el victimario”, explicó.
(AP Photo/Moises Castillo)
En tanto, la posición de la Iglesia Católica, con su negativa al uso de anticonceptivos y a un abordaje amplio de la sexualidad para evitar embarazos no deseados y enfermedades con esa vía de transmisión, también representa un obstáculo, señaló. “Tiene que ver en la formación de las familias”, agregó.
Para evitar los embarazos no deseados, los ministerios de Salud y de Educación firmaron un convenio de cooperación en 2010 para implementar programas en la jurisdicción de ambas carteras en los seis departamentos con los más altos índices de VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida), muerte materna y otros indicadores negativos.
“Ha habido avances en sensibilizar a maestros y maestras y generar materiales didácticos, módulos y contextualizar los departamentos. Pero ello aún no se ve en las aulas, pues se queda a nivel de direcciones departamentales y ministerios”, sostuvo Montenegro.
En 2009, se reglamentó la Ley de Planificación Familiar, lo cual permitió que la educación sexual llegara a la escuela primaria y facilitara el acceso a métodos de anticonceptivos. Al año siguiente se aprobó la Ley de Maternidad Saludable, que obliga a las autoridades de salud a garantizar los servicios y atenciones básicas antes, durante y después del embarazo.
Pero las nuevas normativas aún no logran detener los embarazos juveniles. Una de cada cinco guatemaltecas que dan a luz tiene entre 10 y 19 años de edad, un indicador que pone a este país con la tasa de fecundidad adolescente más alta de América Latina, según el estudio “Por ser niña ¿Y los niños qué?”, realizado en 2011 por la organización de protección a la infancia Plan Internacional.
Adolescentes observan el lugar de un feminicidio
(AP Photo/Rodrigo Abd)

Existen factores culturales arraigados que también alientan los embarazos e impiden a la mujer lograr mejores oportunidades de vida.
La psicóloga Cecilia Fajardo, de la no gubernamental Asociación Pro Bienestar de la Familia de Guatemala, dijo que “todavía se nos marca que las mujeres tenemos ser mamás y esposas, a lo cual tenemos derecho, pero no se nos habla de otras formas para superarnos”. La experta advirtió que los embarazos en niñas y adolescentes persisten y “podrían ser más” que lo reportado por el Ministerio de Salud, dado que “muchos partos ocurren en casa o terminan en un aborto sin que lo conozcan las autoridades”.
Para ayudar a las adolescentes, la Asociación Pro Bienestar de la Familia de Guatemala ha implementado programas novedosos en centros educativos, que permiten interiorizar a los jóvenes con el embarazo, la paternidad y la maternidad, con herramientas como el “bebé electrónico” y el simulador de embarazo. ”El simulador de embarazo es un chaleco que tiene el busto y el vientre que pesa 25 libras (11 kilogramos), que es un promedio de lo que sube de peso la mamá con el líquido amniótico. Esto le genera 26 signos y síntomas físicos distintos a los adolescentes”, explicó Fajardo.  Mientras que el bebé electrónico es un neonato menor a 45 días con 94 funciones, que expresa con el llanto necesidades como hambre y sueño. ”Así nosotros les damos herramientas a las jóvenes para que conozcan sobre su sexualidad y salud reproductiva. No les imponemos no ser madres”, concluyó.
En las zonas rurales de este país con 14 millones de habitantes, hay 114 madres menores de 20 años por cada 1.000, según la gubernamental Encuesta Nacional Materno Infantil 2008/2009.
Silvia Maldonado, de la no gubernamental Alianza Nacional de Organizaciones de Mujeres Indígenas por la Salud Reproductiva, comentó que la deserción escolar, la desnutrición y la discriminación son algunas de las consecuencias de los embarazos juveniles. Por eso, consideró, la educación es uno de los factores más importantes para evitar este fenómeno que trunca la vida de miles de adolescentes y que tiene a muchas “niñas criando niños”.  ”Es importante que se aborde la sexualidad en los centros educativos y que los padres de familia hablen con sus hijos a profundidad sobre este tema para evitar más embarazos en niñas y jóvenes”, señaló.

FUENTE:http://periodismohumano.com/mujer/50-000-ninas-y-adolescentes-embarazadas-en-guatemala-en-2011.html