lunes, 31 de enero de 2011

¿QUÉ ES LA AUTODEFENSA FEMINISTA?


No se trata de aprender a ser violentas de manera gratuita, ni de odiar a todos los hombres e ir repartiendo leña por las calles porque sí. HABLAMOS DE AUTODEFENSA, DE DEFENDERNOS PORQUE NOS ATACAN, DE DEFENDERNOS CONTRA LA VIOLENCIA DE LOS HOMBRES AGRESORES Y DEL SISTEMA PATRIARCAL Y CAPITALISTA. LA AUTODEFENSA ES LA RESPUESTA A UNA AGRESIÓN PREVIA COMO MÉTODO DE SALVAGUARDAR NUESTRA INTEGRIDAD FÍSICA Y PSÍQUICA. EL DERECHO A LA DEFENSA PROPIA FRENTE A UN DAÑO O PELIGRO ES TOTALMENTE LEGÍTIMO.
A las mujeres desde pequeñas, se nos niega la rabia, la fuerza y la agresividad, parece que es patrimonio de los hombres, pero es una reacción natural ante el peligro o la amenaza. La vulnerabilidad e indefensión aprendida de las mujeres nos deja desvalidas y nos impide ser seres autodeterminados y libres, dueñas de nuestro destino. La autodefensa es todo lo que nosotras podemos hacer para tener el control de nuestras vidas y que estas sean seguras en todos los aspectos. Es invertir el rol que el sistema nos ha asignado en situaciones en las que deberíamos representar el papel de víctimas.
La autodefensa feminista va más allá de aprender técnicas de defensa personal. Ya hemos visto que no sólo sufrimos violencia física y sexual, también sicológica y emocional de manera cotidiana. La obediencia y sumisión en la que se nos educa a las mujeres tiene unos efectos devastadores en la autoestima, que hace que nos culpabilicemos del malestar y la frustración que sentimos en nuestras vidas. Tanto si asumimos estos roles como si intentamos salir de ellos nos sentimos culpables: ahí está la trampa. Este sentimiento provoca actitudes de pasividad-victimismo y bloquea nuestra rabia, necesaria para el cambio. Ante esta obediencia que anula nuestra autonomía, que nos aísla e impide defendernos, la autodefensa nos sirve de herramienta para avanzar, refuerza nuestra autoestima, nos ayuda a concienciarnos sobre los roles que el sistema nos asigna y nos enseña a reconocer las múltiples maneras en que somos agredidas cotidianamente. Tiene mucho que ver con conseguir una autoestima alta, saber querernos, respetarnos a nosotras mismas, saber poner límites a la gente y no aguantar actitudes machistas. Los cursos-talleres de autodefensa feminista son pequeños pasos para un posible cambio personal y toma de conciencia.
A MAYOR AUTOESTIMA, MENOR ES EL PELIGRO DE QUEDAR ATRAPADA EN EL PAPEL DE VÍCTIMAS.
Tras salir de este tipo de talleres las mujeres sienten una mayor seguridad en si mismas y en sus capacidades. Por eso, en este tipo de talleres, es fundamental la defensa emocional así como la reivindicación de la necesidad de organizarse de manera colectiva.
En definitiva, a través de estos talleres o cursos de autodefensa feminista podemos conseguir distintos objetivos:
-Aprender a protegernos nosotras mismas con técnicas de defensa personal, para las que no es necesario machacarse en el gimnasio, ni ser un armario de 4 puertas; son trucos que nos pueden salvar en una situación de peligro.
-Conocer las posibilidades de nuestro cuerpo, desarrollar los músculos, realizar actividades físicas, descubrir que somos más fuertes de lo que creemos, romper con el mito de que los hombres por una cuestión biológica son más fuertes que las mujeres y son invencibles.
- Profundizar en las causas de esta opresión y violencia contra las mujeres: la sufrimos porque somos mujeres y por los roles construidos socialmente por el patriarcado y el capitalismo. Favorecer el conocimiento de los diferentes abusos, comentándolos conjuntamente. Suministrar instrumentos de lucha contra la ignorancia y para reconocer a tiempo la manifestación de agresiones sexuales, violencia física y sicológica.
-Aprender a reaccionar de la mejor forma posible ante determinadas situaciones que nos molestan, a exigir respeto, a no tener que tolerar actitudes machistas por no saber como reaccionar, por vergüenza, por miedo,.., aprender a evaluar las situaciones y a buscar la mejor manera de resolverlas.
- Aprender una actitud que nos prevenga, nos proteja y posibilite una respuesta frente a la violencia (como andamos, que refleja nuestro cuerpo al resto según caminemos, miremos, hablemos, gritemos, etc.). Reconocer el miedo y situarlo, libera la rabia y nos prepara para pasar a la acción.
- Tomar conciencia de de cómo el miedo y la sumisión se ha instaurado en nuestras vidas, y a partir de ahí poder recobrar la confianza, la autoestima psíquica y física y la seguridad que tenemos las mujeres, a nivel personal y colectivo, frente a un sistema que ignora y somete nuestras vidas a intereses patriarcales y capitalistas.
- Crear un espacio o punto de encuentro de mujeres, compartir experiencias, practicar el apoyo-mutuo, superar el individualismo, fomentar la solidaridad entre mujeres frente al mensaje de competitividad y rivalidad entre nosotras que el sistema nos envía.
- Lanzar el mensaje y reivindicar que no necesitamos a nadie que nos defienda, que somos fuertes, que somos autónomas, que nuestro cuerpo es nuestro, que podemos ser agresivas, que somos activas, que tomamos la iniciativa, que no nos vamos a dejar pisotear, ni humillar, que no cederemos espacios o dejaremos de hacer cosas por temores o miedos. Acabar con el victimismo.
- Reivindicar la autoorganización y la autogestión de las mujeres. Ante la violencia cotidiana que sufrimos las mujeres, no podemos quedarnos sentadas esperando que este sistema capitalista y patriarcal o sus representantes directos (jueces, militares, policía, polític@s...) resuelvan estos problemas, cuando es el sistema patriarcal capitalista quien los provoca y estas instituciones quienes las ejercen y la legitiman. Que nos atacan, pues nos defendemos. No podemos delegar nuestra seguridad y nuestras vidas en l@s demás. Para resolver estos problemas sociales es necesario organizarse, apoyarse en las demás, dialogar con el grupo, construir espacios colectivos. La inexistencia de un movimiento feminista fuerte y potente es una de las razones de la regresión y el retroceso actual que se está produciendo en la situación de las mujeres.
¡MUJER, APRENDE A DEFENDERTE!
¡ANTE LA VIOLENCIA MACHISTA, AUTODEFENSA FEMINISTA!
¡VIVA LA LUCHA FEMINISTA!

Por qué es necesaria la autodefensa feminista



Las mujeres sufrimos diariamente la violencia en esta sociedad patriarcal y capitalista. No sólo sufrimos agresiones físicas y/o sexuales de determinados hombres, sino que el sistema nos violenta diariamente a través de la imagen que da de nosotras en los medios de comunicación, en la publicidad, a través de la educación sexista, de la religión, en el trabajo, en casa, en la calle, con los comentarios machistas que oímos diariamente, con la distribución de roles en las familias, etc.

Existe una violencia estructural cotidiana contra las mujeres cuyas consecuencias son muy graves y en bastantes casos nos cuestan la vida (asesinatos de mujeres, suicidios...) o la salud mental y física (violaciones, humillaciones, enfermedades como la anorexia o la bulimia, depresiones...).
LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES CUMPLE UNA FUNCIÓN MUY IMPORTANTE EN EL SISTEMA PATRIARCAL Y CAPITALISTA: PERPETUAR LA DOMINACIÓN DE LOS HOMBRES SOBRE LAS MUJERES. LA PERSISTENCIA DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ES UN SÍNTOMA Y UNA CONSECUENCIA DE LAS DESIGUALES RELACIONES BASADAS EN LA SUPUESTA SUPERIORIDAD DE LOS HOMBRES SOBRE LAS MUJERES.
No es el producto de unas mentes enfermas, de unos pobres hombres traumatizados por haber sido maltratados de pequeños o de una pelea pasional entre iguales, como suele ser presentada en los medios de comunicación, se trata de una violencia y agresión aprendida social y culturalmente para someter a las mujeres y usa los métodos de humillación establecidos por el patriarcado. Su meta es degradar la autoestima de la mujer. Este método se ha usado por todo aquel sistema basado en la idea de que hay seres superiores que tienen derecho al poder sobre los otros seres que consideran inferiores. Se percibe con normalidad y con un cierto grado de tolerancia social.
El rol que nos han asignado a las mujeres y que ha pasado a ser parte de nuestra “identidad femenina”, perpetúa esta situación: debemos ser pasivas, delicadas, débiles, sumisas, desvalidas, sacrificadas, necesitamos que nos protejan, debemos estar a la sombra o detrás del hombre, no somos nada sin la media naranja, etc. Es habitual que nuestras madres y padres nos digan cuando somos adolescentes que podemos salir por la noche si nos “echamos un novio” que nos acompañe a casa, enviándonos el mensaje de que solas corremos peligro, educándonos como seres dependientes y temerosos. Sería mucho más útil para formar personas adultas, libres y autónomas que potenciaran el desarrollo de la seguridad en nosotras mismas y en nuestras capacidades o que nos animaran a apuntarnos a un curso de autodefensa para no tener que dejar de hacer cosas por miedo o porque no tengamos a nuestra vera a alguien que nos proteja.
Este discurso “de dependencia” lo asimilamos las mujeres y conduce a que sintamos miedo y seamos temerosas. Desde pequeñitas nos enseñan a tener miedo, reiterando el mensaje de que no debemos hacer nada solas: si vivimos solas, debemos tener miedo, si salimos solas por la noche, debemos tener miedo, si subimos solas con un desconocido en el ascensor, debemos tener miedo, si viajamos solas, debemos tener miedo, si vamos a un bar solas, debemos tener miedo…, haciéndonos creer que solas por el mundo corremos peligro.
En realidad, este miedo suele ser infundado. Es más fácil que nos agreda un familiar o un conocido a que lo haga alguien por la calle, pero este miedo está construido socialmente y a quien beneficia es a los hombres. Nos mantiene bajo control, pasivas, sin iniciativas, sin ocupar muchos espacios “públicos”, siempre a la vista o a la sombra de algún hombre que nos proteja y vele por nuestra seguridad. ¡¡¡ Pobrecitas!!!!. Mejor en casita tranquilas y seguras que en la calle, donde supuestamente un clima de amenaza permanente se cierne sobre nuestras cabezas. El mensaje es claro y reiterativo: Otra vez a casa, que es donde mejor estamos.
La insistente presentación de las mujeres como objetos de las agresiones actúa como instrumento de control social. La finalidad no es protegernos sino generar y mantener un sentimiento de temor. Además, socialmente nos han enseñado sólo a agradar y a servir a los demás, nos cuesta decir NO a los demás, siempre se muestra la imagen de víctima de la mujer, siempre aparece el héroe o el superman de turno a salvarnos porque solas no podemos. La imagen que el sistema muestra de las mujeres no es la de personas adultas, dueñas de su destino, de sus cuerpos, en definitiva, de sus vidas. El mito de la condición de víctimas de las mujeres las mantiene alejadas de la calle y recluidas en casa, que suele ser el lugar donde corren mayor peligro. Las mujeres acabamos asumiendo como propios de nuestra identidad femenina los roles que el patriarcado ha dictado. Como mujeres se nos gratifica socialmente si adoptamos papeles y roles de sumisión o víctima. Obtenemos reconocimiento social si cumplimos los patrones impuestos por el patriarcado. Así aprendemos a conseguir una falsa autoestima a través del reconocimiento de otras personas por nuestros cuidados a los demás o por cumplir el patrón de belleza imperante.
Los medios de comunicación pulen y rematan el trabajo martilleando constantemente con su visión patriarcal y capitalista de la mujer: nuestra misión debe ser deleitar, atraer, gustar, dar bienestar, cuidar, ser dependiente, indefensa, pasiva, sin iniciativas, mostrando siempre la imagen de la mujer como objeto sexual. La del hombre será la de ser deleitado, atraído, servido, obedecido y respetado.
Además, ante la sangría y violencia machista cotidiana, de la que sólo sale a la luz un porcentaje muy pequeño de casos-los más graves y escandalosos- vemos que desde las instituciones el mensaje que se lanza a las mujeres en caso de sufrir agresiones es el de: denuncia y sal corriendo a una casa de acogida, porque desde luego si tras denunciar, las mujeres permanecen en sus hogares, lo más probable es que acaben engrosando la lista de mujeres asesinadas.
Las campañas institucionales contra “la violencia de género” plantean un enfoque dependiente, paternalista y victimista que sigue mostrando una imagen indefensa y vulnerable de las mujeres, con ojos morados, desvalidas, con sentimiento de culpa, como si sólo ellas fueran las responsables de su situación. Están dirigidas siempre a atenuar las consecuencias y van dirigidas SÓLO hacia las mujeres, cuando es un problema social, del que tod@s somos responsables. Los recursos y medios que se dedican a intentar paliar esta violencia machista se invierten en resolver el problema de manera individual, no colectivamente. No hay campañas con un mensaje a toda la sociedad denunciando la ideología patriarcal como la raíz del problema, animándonos a tod@s a no mirar hacia otro lado cuando seamos testigos de agresiones, a no permitir ni un abuso, a no aguantar ni callarnos ante un comentario o broma machista o sexista, a cambiar esa idea tan extendida socialmente de que “lo que ocurra en el ámbito doméstico, dentro de casa, son cosas privadas en las que no hay que meterse”.
Viendo que los distintos organismos e instituciones no pueden o no quieren poner los medios para que acabe este genocidio contra las mujeres, nosotras decimos: MUJER, APRENDE A DEFENDERTE.
Frente al enfoque institucional que ya hemos mencionado -paternalista, de dependencia y victimista- y viendo los resultados del mismo, desde nuestro colectivo apostamos por otro totalmente contrario: el de una mujer libre, fuerte, autónoma, que use todas sus capacidades para defenderse. Por eso reivindicamos la autodefensa feminista. No vamos a esperar una vez más a que vengan a salvarnos (y menos instituciones tan marcadamente machistas como la policía, la judicatura, o la guardia civil), lo vamos a hacer nosotras. Y usaremos nuestra agresividad, rabia, capacidades e inteligencia para hacerlo.

domingo, 30 de enero de 2011

«El machismo del fútbol está en las gradas»

Paloma Mata tiene las cosas muy claras en lo que al arbitraje se refiere y en todo lo relacionado con la situación de la mujer en la sociedad actual. Es optimista, pero asegura que el mundo del fútbol, y en concreto el de los jueces árbitros, es machista «aunque del terreno de juego para afuera, nunca por acción de los jugadores o los propios compañeros». Cree, incluso, que en una década habrá una mujer cualificada y capaz que llegará a pitar, por ejemplo, un Racing-Real Madrid. Ayer, la Universidad de Cantabria y la Dirección General de la Mujer del Gobierno regional entregaron a Paloma Mata el cuarto premio Isabel Torres, que reconoce el valor académico y social de los estudios de las mujeres y de género. Su trabajo titulado 'Árbitra no me ha llamado nadie. La situación de la mujer en el arbitraje de fútbol en Cantabria' ha merecido este galardón y ahora ambas instituciones esperan que sirva de base para futuras indagaciones «en el poco investigado mundo del arbitraje».
-¿Cómo le dio por presentar un trabajo de investigación sobre el mundo del arbitraje femenino al premio Isabel Torres?
-Fue a raíz del Máster de Igualdad de Género y Políticas Públicas de la Universidad de Cantabria. Había que hacer un proyecto al final del máster y yo lo tuve claro desde el principio que iba a ser sobre el arbitraje femenino. Después creí oportuno hacer un estudio de campo más amplio y presentarlo al premio. Lo que no esperaba era ganar.
«Esas mujeres existen»
-¿Qué significa la consecución del premio para una árbitra de fútbol y una educadora social?
-Significa, sobre todo, el reconocimiento al esfuerzo de la recogida de datos y, además, es un apoyo al arbitraje femenino. Es necesario que la gente sepa que esas mujeres existen y están ahí. La investigación surge además de la necesidad de visibilizar a las árbitras, quienes se desenvuelven en un mundo fuertemente masculinizado, que ha sido social e históricamente adjudicado a los hombres.
-¿Qué razones le llevaron a hacerse árbitra de fútbol?
-Es una pregunta que me he hecho muchas veces y nunca he sabido contestar. Nunca me ha gustado el fútbol, es curioso. No sabría decir qué motivo me llevó a pitar. Supongo que lo hablé con algunas amigas y me decidí a probar una temporada como árbitra. Lo curioso es que sigo aquí.
«Nos toca lo peor»
-¿Es machista el mundo del fútbol y, en concreto, el del arbitraje?
-A nivel personal, creo que se trata de un mundo muy machista. Afortunadamente, la diferencia la marcan los propios compañeros, con ellos no existe este problema. Ese machismo al que me refiero se nota en el lenguaje y en los ascensos, son muy discriminatorios y a las árbitras nos toca lo peor.
Para Paloma Mata, «el tema de la discriminación en relación a los ascensos es especialmente sangrante, entre otras cosas por el androcentrismo enraizado a todos los niveles, que tiene su expresión en aspectos como las pruebas físicas necesarias para ascender, ya que esto obstaculiza que las mujeres lleguen a ocupar posiciones de poder en la estructura arbitral. Las desigualdades no terminan ahí sino que las árbitras deben enfrentarse a lenguaje sexista, instalaciones inadecuadas, o uniformes no adaptados a sus necesidades».

-Pero ese mundo machista al que se refiere, ¿se nota en el terreno de juego, entre los jugadores y los propios compañeros de profesión?
-El problema está de la valla para fuera y en las gradas. El futbolista ya sabe lo que pasa cuando se protesta y conoce bien el reglamento. Con los colegas tampoco ha habido nunca problemas.
-Durante toda la conversación, usted siempre ha utilizado la palabra árbitra. ¿Es una reivindicación?
-Es una forma de asumir la conciencia de mujer. Me costó mucho, en su día, usar el femenino, prefería definirme como un árbitro de fútbol. Pero ahora tengo claro que la médica es médico y una árbitra es árbitro. Cuanto más manejemos este concepto, mejor. Los niños pequeños ya hablan de la árbitro, incluso te corrigen si no lo dices bien. Es más fácil desde la base.
-Y sus compañeras del comité cántabro o del resto del país ¿piensan como usted?
-Está claro que existen divergencias, sobre todo en lo del término de árbitro y árbitra, pero en la base yo creo que todas opinamos lo mismo, igual que ellos. Todos sabemos que la mujer tiene las cosas más difíciles, pero también tenemos la ventaja de que cómo se está más pendiente de nosotras, cuando hacemos las cosas bien se nos valora mucho más. Lo preocupante es que cada vez somos menos las mujeres que estamos metidas en el arbitraje y es una pena.
«En una década»
-Mójese un poco y diga ¿cuándo cree usted que una mujer podrá arbitrar un partido de fútbol, por ejemplo, entre el Racing y el Real Madrid?
-Eso es muy complicado de contestar. Las mujeres en España tienen que pasar las mismas pruebas que los hombres para poder arbitrar. No entro a valorar si eso es bueno o malo, pero lo cierto es que esas pruebas las hacen los propios hombres. Ahora tengo una compañera que es auxiliar en Segunda B y está trabajando muy bien. Quizás yo sea muy optimista, pero en una década podría darse el caso de que una mujer cualificada y capaz arbitre un partido de fútbol de Primera División. Y creo, además, que se las va a dejar hacerlo.
Propuestas de mejora
El estudio de campo realizado por Paloma Mata y premiado ayer por la Universidad y la Dirección general de la Mujer del Gobierno cántabro, refleja que el hecho de que la estructura arbitral, a escala regional, no propicie ni la entrada a las futuras árbitras ni su ascenso, genera una incorporación muy lenta de la mujer al mundo del arbitraje de fútbol.
El trabajo ofrece una serie de iniciativas para mejorar la situación de las árbitras en Cantabria, como por ejemplo la implementación de procesos de captación selectiva y no sexistas.
Fuente: Diario Montes 

Alejandra Pizarnik





Hacia el final de su vida, Pizarnik declara que su ideal sería hacer poesía con cada minuto de su diario vivir:
Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.1
La poesía era para ella “un destino, no una carrera”. Es la misma idea de Octavio Paz y otros surrealistas, cuando afirma en Las Peras del Olmo: “El arte no es un espejo en el que nos contemplamos, sino un destino en el que nos realizamos”. En este capítulo trazaremos someramente su biografía poética. Para esto nos hemos basado en sus textos, en conversaciones que hemos sostenido con amigos íntimos, como Olga Orozco, Sylvia Molloy, Ana Becciú y Ana M. Barrenechea, y también en la correspondencia que nos facilitaron.
Nace en Buenos Aires en 1936. Sabemos por documentos que sus padres fueron emigrantes rusos, de ascendencia judía, y que vivieron en la parte sur de Buenos Aires, en un barrio de burguesía media. El desarraigo de Pizarnik, provocado por esta falta especial de raíces nacionales y locales, se relaciona con el sentimiento de exilio que recorre sus poemas y que no la abandonó jamás. La infancia de Alejandra Pizarnik podemos imaginarla como triste. Recreada en sus poemas y en sus cuentos, surge como una época solitaria, con la imagen de una niña introvertida, y llena ya de fantasías y terrores. Uno de sus relatos en prosa, El viento feroz, esclarece su biografía poética:
Andrea [¿Alejandra?] gustaba de narrarlo con la intención de exorcizar su misterio, creyendo ingenuamente que su horror oculto se gastaría con el uso frecuente. Pero no. Estaba intacto y virgen como cuando sucedió por vez primera. Ella tenía cuatro años. Estaba con sus padres en el teatro esperando el momento de la función. Cuando se apagaron las luces su cuerpecito vibró convulso como cuando se introduce por un segundo el dedo en el toma corriente. Un bicho monstruoso, un alacrán bebedor de sangre se había remontado a su ser e inauguraba un proceso de devastación que jamás finalizaría.
Esta imagen la repetirá en un poema de Las aventuras perdidas,2 donde dice:
Mi infancia sólo comprende
al viento feroz
que me aventó al frío.
Y en el mismo libro vuelve a referirse a su infancia en “El Despertar”3 cuando escribe:
Recuerdo mi niñez
Cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña.4
Este doble concepto de niñez anciana, desencantada, y su terrible manera de enfrentarse cada día al sol negro, serán reiterativos de su poesía y devendrán uno de sus temas obsesivos: el de la oscuridad, la noche. Hasta el fin, Alejandra Pizarnik jugará con la paradoja y el oxímoron.
En el año 1954 ingresa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y un año más tarde publica su primer libro de poesías, La tierra más ajena.5 Más tarde rechazará este libro y preferirá olvidarlo. Pero interesa el epígrafe que lleva de Rimbaud, que ya muestra la influencia de este autor en su poesía, y también el sentimiento de melancolía y de finitud, temas recurrentes que trabajará hasta el final de su vida:
¡Ah! El infinito egoísmo de la adolescencia,
el optimismo estudioso: cuán lleno de flores
estaba el mundo ese verano,
los aires y las formas muriendo.6
Ese año abandona la carrera de Letras y comienza a estudiar pintura, con Juan Battle Planas, quien contribuyó a la evolución de sus conceptos sobre poesía,7 y a su modo tratar la distribución del texto sobre la página en blanco, como una forma, un dibujo.
En 1956, publica La última inocencia8 dedicado a León Ostrov, su analista de muchos años y de quién, según testimonios, estuvo enamorada.9 La temática de desesperación del libro está constantemente presente. En el poema “Noche” cita en el epígrafe a Gérard de Nerval, a quien admiraba:
Quoi, toujours? entre moi
sans cesse et le bonheur.

Por comicios, prevén más agresiones contra activistas en Guatemala

foto: Prensa Libre
Por Héctor Samayoa
 
Retalhuleu, 27 ene 11 (CIMAC/Cerigua).- 

De 2 mil 420 agresiones y ataques contra defensores de Derechos Humanos registradas en los últimos 10 años en Guatemala, sólo dos casos se resolvieron en favor de los activistas y otros 200 se retiraron ante la impunidad prevaleciente, dijo Claudia Samayoa, directora de la Unidad de Protección de Defensoras y Defensores de Derechos Humanos (Udefegua).

La activista alertó que los más de 300 casos contra defensores de Derechos Humanos en el país centroamericano, durante 2010, demuestran la vulnerabilidad con que este grupo realiza su trabajo.

A decir de Samayoa, el origen de los ataques en contra de las y los activistas proviene en su mayoría de autoridades públicas ligadas al crimen organizado; para 2011, época electoral, se vislumbran peligros especialmente para los comunicadores sociales, periodistas y sindicalistas, afirmó.

La directora dijo que de 304 agresiones registradas, 101 fueron cometidas contra mujeres; entre éstas resalta el asesinato de la socióloga Emilia Quan, ocurrido en Huehuetenango, el pasado mes de diciembre.

En tanto, Carlos Martínez, titular de la Auxiliatura departamental de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH) de Retalhuleu, indicó que aunque en ese departamento no se reportaron agresiones contra defensoras y defensores de Derechos Humanos, la inseguridad y la impunidad continúan.

Martínez destacó que “un defensor de Derechos Humanos no es la persona que está contratada por la PDH, sino es toda persona que vive y defiende los derechos de otros”.

sábado, 29 de enero de 2011

El velo islámico y el velo occidental



Antonio Cuesta. Blog de Turquía
En la polémica del velo -ahora reavivada en Francia tras la propuesta presidencial de mayor prohibición- hay mucho de imperialismo cultural, poco de sensatez y nada de honestidad intelectual.
La decisión del presidente francés de prohibir el uso del burka y el niqab -extremadamente minoritario- en el Estado francés es el último episodio de una serie de decisiones adoptadas en Europa contra los valores culturales de la población musulmana, como la prohibición de minaretes en Suiza o el debate sobre la identidad francesa impulsado por el propio Sarkozy, en el que se arremetió contra los inmigrantes. Los defensores de esta medida se justifican en la protección de los derechos de la mujer.
Creemos (nos hacen creer) que este debate es reciente, pero ya a finales del siglo XIX el administrador británico en Egipto, Lord Cromer, se erigió en emancipador de las mujeres egipcias al afirmar que la sociedad y la religión islámica estaban atrasadas y eran claramente inferiores a la cultura europea. Como signo de esta inferioridad evocó el uso del velo y la situación de las mujeres en Egipto. Aparentemente sin mayores contradicciones, mientras en su colonia se presentaba de ese modo como el defensor de los derechos de la mujer, en Londres destacó activamente en su tarea como presidente de la Liga de los Hombres Contra el Sufragio Femenino [Nash, 265].
Fue Leila Ahmed, relevante feminista egipcia, quien denunciaría un siglo después la continua fijación occidental contra el velo, como símbolo evocador del supuesto retraso cultural y de privación de las mujeres árabo-musulmanas. Una mirada deformada que fomentó una única lectura sobre el velo, negativa y de subalternidad. Una obsesión, además, falsa que no provoca problemas ni en los países de acogida ni en los de origen, salvo por el acicate que suponen las declaraciones xenófobas de la clase política y sus esfuerzos legislativos por generar tensiones allí donde no existían. Porque lo que es evidente es que el uso del velo puede tener numerosos significados, pero se han preferido ignorar así como otras múltiples manifestaciones de la cultura y la dinámica social musulmana.
El caso de Turquía es paradigmático de esta situación. Hace unos días Mayte Ciriza, directora de la Fundación Ibercaja en Logroño (y esposa del Consejero de Presidencia del Gobierno de La Rioja, para más señas), afirmaba en un artículo (Bajo el burka) que “en Turquía, donde estaba prohibido el velo en las universidades, al levantarse la prohibición, ha habido una enorme presión sobre las chicas que no lo llevaban para que se lo pusieran”. El problema no es la ignorancia de quien lo escribe, la cuestión es que ese tipo de discurso arraiga precisamente gracias a la mentira. Si bien en febrero de 2008 el Parlamento turco levantó la prohibición que pesaba sobre el velo en las universidades -una iniciativa por lo demás apoyada por muchos intelectuales liberales laicos, la mayoría de la población y asociaciones de derechos humanos internacionales-, cuatro meses después el Tribunal Constitucional de aquel país anuló la disposición. Fue precisamente durante el trámite parlamentario de aquella fallida ley cuando el ultracatólico presidente de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE), el holandés René van der Linden, aseguró que Turquía podría ser expulsada del organismo paneuropeo si obligaba a sus ciudadanas a llevar el pañuelo islámico, e invitó a las mujeres turcas que se vieran obligadas a ponerse esta prenda a denunciar su caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Alguien debería explicarle que permitir no es sinónimo de obligar (¿otro ignorante?). Curiosamente van der Linden, que se define como «un católico devoto» aunque sin permitir «que la religión interfiera en la política», había impedido meses antes que se debatiera en la institución que presidía un informe sobre los peligros de la enseñanza del creacionismo, ya que él mismo defendía el respeto a esa creencia y, al igual que los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, consideraba que la teoría de la evolución “no es más que una hipótesis”. En su país, Dinamarca, el gobierno liberal-conservador también analiza la conveniencia de elaborar una ley que prohíba el velo integral en la vía pública, las escuelas o los tribunales. Prohibir, prohibir y prohibir, parece ser la máxima del ultracatolicismo radical.
Pero volviendo a la propuesta francesa de incrementar la prohibición (pues el velo islámico ya estaba prohibido en los colegios públicos desde 2004), habría que recordar que tampoco estamos ante una iniciativa tan novedosa. Ya lo intentaron contra Argelia en la década de los 50 del pasado siglo XX, y el resultado fue que el pañuelo pasó a convertirse en bandera de la resistencia anticolonial como señaló el pensador antiimperialista Franz Fanon. Entonces, la vestimenta femenina se convirtió en una demostración de cohesión identitaria y de lucha contra el imperialismo francés [Fanon, 65].
¿Alguien les preguntó a ellas?
Los bien pensantes varones blancos han decidido autoproclamarse defensores de la democracia, la libertad y los derechos femeninos (¿sin preguntar a las mujeres?) subyugados por el síndrome de Lord Cromer. Falseando el debate hacia las disyuntivas Islam-Democracia, imposición del velo-libertad de la mujer.
Desde la perspectiva de las mujeres árabo-musulmanas el uso del velo puede ser tributario de decisiones muy diversas: resistencia, reafirmación identitaria, estrategia de movilidad, y también de sumisión o como símbolo del islam político. En palabras de la feminista iraní Valentine Moghadam:
El velamiento voluntario no es necesariamente expresión de filiación con, o de apoyo a, un movimiento islámico político, sino más bien de forma paradójica representa el rechazo de la autoridad parental o patriarcal entre mujeres jóvenes rebeldes. Éste puede ser de modo especial el caso de las jóvenes de familias no tradicionales -por ejemplo, palestinas, argelinas o tunecinas- que al ponerse el hiyab aspiran a una autonomía personal y a una apariencia más seria, sobre todo en colegios mixtos. [Moghadam, 149]
Existen miles de mujeres musulmanas que visten hiyab y que estudian, trabajan y militan en formaciones de izquierda. Es el caso de Ilham Moussaïd, estudiante de 22 años que se presenta como candidata por el izquierdista NPA, que lidera Olivier Besancenot, en las elecciones regionales de marzo en Provenza-Alpes-Costa Azul. «Se puede ser laica y feminista llevando el velo», reivindica.
Pero la propuesta de Nicolas Sarkozy supone ir más allá, y prohibir el velo integral en cualquier espacio público, incluida la calle. Sorprende tanta actividad y propaganda desplegada ¿existía alarma social? ¿problemas de convivencia? Según el ministro de Interior, Brice Hortefeux, de los más de cinco millones de musulmanes que viven en el Estado francés sólo 1.900 mujeres llevan velo integral. ¿Cuándo dejarán de pensar y legislar por ellas?
Referencias bibliográficas:
- Mary Nash, Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos. Alianza editorial, Madrid 2004.
- Frantz Fanon, A dying colonialism. Grove Press, Nueva York 1967.
- Valentine Moghadam, Modernizing women. Gender and social change in the Middle East. Lynne Rienner Publishers, Londres 1993.

viernes, 28 de enero de 2011

LA CONSTRUCCION DEL PATRIARCADO Y EL CAPITALISMO




De Nora Tristán

HACE MUCHO TIEMPO

En épocas remotas la organización social y familiar respondían a formas absolutamente diferentes a las que conocemos hoy.
Los descubrimientos arqueológicos de estatuillas femeninas que datan entre 33.000 y 10.000 años A.C. dan cuenta que la religiosidad la tenían como centro o que por lo menos ocupaba un papel más importante y donde los relaciones entre hombres y mujeres (producción-reproducción) fueron más equilibradas. Estas sociedades matrilineares, matricéntricas o matriarcados presenciaron el ocaso de sus diosas, en un devenir histórico, cuyas causas han sido muchas veces silenciadas.

En la edad de bronce, alrededor de los años 1900 A.C., con el descubrimiento de los metales cobre-hierro como materiales para el trabajo se irá dando el lento pasaje de las organizaciones matrilineares a las patrilineares. Las diosas libran sus últimas batallas y el gran dios único-hombre se avizora en el horizonte.
El cambio de la economía, es decir, el desplazamiento de los pueblos agricultores por los pueblos pastores dan cuenta del desalojo, hacia la periferia, del mundo femenino en su conjunto. Dentro de las sociedades agricultoras tenían un gran prestigio, los ritos, el ciclo de la vida (culto agrario) la tenían como eje en sus festividades. Una cita en el Antiguo Testamento: “Babilonia, esa gran prostituta” hace referencia al ocaso de este protagonismo. Los pueblos de la Mesopotamia festejaban el año nuevo representando la unión de Istar, la gran diosa, con Tammuz, al mismo tiempo esta unión erótica era realizada por el rey y la sacerdotisa más importante, ceremonia de la cual, también, participaba el pueblo con otras sacerdotisas. Los resabios de este “hetairismo”, que en otros pueblos consistió en la libertad sexual antes del matrimonio, son a su vez, la sobrevivencia de los antiguos matrimonios por grupos. La monogamia, el matrimonio, no existieron como tales, en tanto, no existía la necesidad de legitimar la propiedad. Al respecto comenta F. Engels : “la preponderancia del hombre en el matrimonio es consecuencia, sencillamente, de su preponderancia económica de donde salió la monogamia y en parte es una tradición de la época en que mal comprendida aún el enlace de esta situación económica con la monogamia fue exagerada hasta el extremo por la religión.”(1)
Este antiguo “hetairismo” vinculado a las religiones oficiales, fue con el tiempo convirtiéndose en la prostitución legal. Durante largos períodos las esclavas y las mujeres de los sectores más empobrecidos, quienes fueron despojadas de todos sus derechos sociales, cumplieron este papel. La opresión de la mujer sujeta a ser madre –esposa o relegada el ámbito del gineceo- confirma su subordinación al género masculino iniciando de una vez y para siempre su dominación. Paralelamente, el desarrollo de un estado organizado y con ello la redacción escrita de la religión y las leyes confirman la instalación definitiva del patriarcado.
La mujer pasa a ser parte de la propiedad privada, un padre la dará en matrimonio, quien a través de ella, pero excluida, el marido podrá legar la herencia de sus bienes en sus hijos.
Los cuerpos femeninos se cosifican, en tanto propiedad: el adulterio será muchas veces castigado con la muerte, el infanticidio, en las recién nacidas será corriente, llegando hasta nuestros días en algunos pueblos de Asia, el aborto severamente sancionado, todo demuestra que el orden patriarcal es el que decide sobre la vida y la muerte.

BRUJERIA O FEMICIDIOS?

Grecia, Roma, el advenimiento del cristianismo y toda la Edad Media, no produjeron cambios significativos, más aún, en algunos períodos se profundizaron las oprobiosas condiciones de vida y las persecuciones se convirtieron en verdaderos femicidios.
Un caso paradigmático resultó ser el que se dio desde el siglo XIII hasta entrado el siglo XVII y que consistió en la tristemente célebre “caza de brujas”. Toda la literatura infantil está plagada por estos personajes malvados y que han sido las víctimas de un poder hegemónico. Acusadas de tener relaciones sexuales con el diablo, de llevar a cabo prácticas demoníacas y de realizar aquelarres (observese esto como una forma de perseguir algún tipo de organización o agrupación) fueron salvajemente torturadas y quemadas vivas. Algunos historiadores hablan de 60.000 muertes de mujeres acusadas de brujería en los distintos países de Europa. Lo cierto es que muchas campesinas oficiaban de parteras y sanadoras llevando a cabo, una práctica de la medicinal artesanal relacionada con la herborística., cuando la práctica de la medicina profesional comienza a desarrollarse y es sostenida por las clases dominantes se inician las acusaciones. No sólo la Iglesia Católica, que sin duda fue su más acérrima enemiga, también, el protestantismo y el estado mismo formaron verdaderas alianzas contra esta manera de expresarse una cultura popular que venía propagándose de boca en boca a través de los tiempos. Asociados de este modo, el poder político, económico y religioso necesitaron una justificación para llevar a cabo las matanzas, en un marco social donde las revueltas campesinas y las insurrecciones de los pueblos eran frecuentes. Juana de Arco (1412-1431) de extracción campesina y humilde, es tal vez uno de los ejemplos más relevantes, utilizada y traicionada por el poder político es acusada de bruja y quemada en la hoguera.
Es cierto que existió cierta libertad y acceso al mundo del arte y del conocimiento y que tuvieron una influencia, siempre indirecta, en los asuntos de gobierno, pero este espacio quedó reservado únicamente a las mujeres de la aristocracia. Del mismo modo, las cortesanas desempeñaron en papel más autónomo, pero ligadas siempre a los hombres de la nobleza o a los burgueses que las habían favorecido económicamente y en dependencia con ellos.
Paradójicos tiempos los que transitamos, los grandes descubrimientos geográficos, las grandes invenciones, el renacimiento, la edad de la razón, no dan cuenta de esta otra historia, de esa mitad cuyo velo intentamos descorrer y seguir a través del tiempo como el hilo de Ariadna.

REVOLUCIONES Y UNA HISTORIA PARALELA

Llegados los siglos XVIII y XIX , siglos de importantes revoluciones y movimientos sociales, una clase, la burguesía saldrá victoriosa y el capitalismo de su mano regirán los destinos del mundo. La revolución Francesa dirá S. de Beauvoir: “fue hecha casi exclusivamente para los hombres”. No obstante, se las vio marchar por las calles de París, hacia Versalles para trasladar al rey. Fueron ellas las que se organizaron en clubes y polemizaron en público. Basta recordar a Claire Lecombe y a Pauline León quines crearon La Societé Républicaine Révolutionnaire o el de Olimpe de Gouges con la redacción en 1791 de La Declaración de la Mujer y la Ciudadana. En 1871, a las petroleras, que durante los últimos días de La Comuna de París se desplazaban por las calles llevando el combustible para las barricadas y los incendios. Estos sucesos arrojaron, como corolario, 20.000 muertes entre las que figuraron sólo mujeres y niños.
Pero el nuevo orden económico desestimará sus reclamos, invisibilizará su presencia. La diferencia biológica, como ley natural, volverá a confinarlas al mundo doméstico y el código napoleónico terminará por legitimar la situación.
Paradójicos tiempos, estos también, porque el orbe mercantilizado las incluirá en sus fábricas. Una inmensa masa de mujeres enfrentará, ahora, largas jornadas laborales, salarios inferiores, a la de sus propios compañeros y las enfermedades y los abortos serán el fruto de exhaustivas condiciones de trabajo.
Y esta época fecunda en movimientos emancipatorios las verá organizarse nuevamente. El feminismo de la igualdad, el feminismo socialista, el anarquista con sus acuerdos, diferencias y enfrentamientos van delineando un espacio de lucha en el campo teórico y político.
El feminismo revolucionario tomará la tradición sansimoniana y marxista. Flora Tristan con su célebre frase: "las mujeres son las proletarias de los proletarios”. Lucía Parsons (1853-1942) esposa de Albert Parsons (uno de los mártires de Chicago) quien además de escribir numerosas notas ayudó a crear la Unión de Mujeres Trabajadoras de Chicago e incansable defensora de su marido encarcelado. La polaca Rosa Luxemburgo, teórica e intelectual admirable que lideró la Liga Espartaco y fue brutalmente asesinada en 1919 .
Clara Zetkin, quien durante el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres, en 1910, propone instaurar el 8 de marzo como el día de la mujer trabajadora; Alejandra Kollontai importante dirigente bolchevique en la Revolución Rusa de 1917, son sólo algunos de los nombres de una larga lista de luchadoras famosas.

MUCHO QUEDA POR HACER


Dominadas y explotadas por “ese matrimonio bien avenido”, patriarcado y capitalismo las hemos visto una y otra vez ponerse de pie. Hoy en este orbe globalizado, la falocracia ideóloga de guerras genocidas las convierte en el primer blanco de inmigraciones forzosas y de violaciones impunes. La prostitución crece al amparo de la ley del mercado y los embarazos adolescentes producto de la pobreza estructural ya casi ni nos sorprenden.

Actualmente las mujeres constituyen más del 50% de la población mundial, de los 1300 millones de pobres que hay en el mundo las mujeres representan el 70%, de los 960 millones de analfabetos, que también hay en el mundo, el 70% son mujeres, y el valor y volumen del trabajo doméstico no remunerado equivale entre el 35% y el 55% del producto bruto interno de los países. (2)

Nora Tristán

(1) F. Engels: El origen de la Familia la Propiedad Privada y el Estado. Ed. Claridad Bs.As. 1957
(2) Andrea D'Atri: Pan y Rosas Ed. Las armas de la crítica. Bs. As.2004
M. Rullnann-W. Schelegel: Las mujeres piensan diferente. Ed. Sudamericana Bs.As. 2004
Ana M. I. Urrutia: Revista digital La Fogata. Sorgiñak (brujas) Marzo 2002

Prostitución e izquierda



  Patrizia Lastra

Artículo publicado con el permiso del Colectivo Feminista Lanbroa y de Vindicación Feminista
Nadie que conozca de cerca el feminismo puede afirmar que sus reflexiones políticas acerca del fenómeno de la prostitución tienen un trasfondo moral. Hace ya mucho tiempo que el feminismo resolvió las cuestiones de índole moral, echó por tierra las convenciones clásicas acerca de la sexualidad e inició su andadura en busca de la identidad (sexual) de las mujeres. Al abordar el tema de la prostitución partimos de supuestos ideológicos muy dispares. Si además revestimos esta clara distancia ideológica con un lenguaje de confrontación, va a resultar muy difícil hallar puntos de encuentro básicos para entablar un debate fructífero. El debate está estancado en los mismos argumentos falaces a los que se recurre una y otra vez en defensa de la legalización de la prostitución.
Afirmar que algunas feministas pretenden victimizar a las prostitutas, hablar por ellas, avasallarlas o atentar contra su libertad individual significa arremeter contra la propia ideología feminista. Nosotras partimos de que todas las mujeres somos sujetos y agentes políticos con voz propia. No ponemos en duda que todas las personas tienen total libertad para hacer lo que quieran con su cuerpo, con su mente y con sus manos, para organizarse y para defender sus intereses laborales y sus opiniones. Tampoco se trata de someter a juicio nuestras elecciones individuales, mucho menos en estos momentos en los que tan difícil es guardar una mínima coherencia personal. Es muy triste que este conjunto de obviedades tenga que servir como punto de partida de una reflexión acerca de la prostitución por profundas que sean las diferencias ideológicas. Nuestro objetivo es principalmente cuestionar el negocio de la prostitución organizada, analizar quiénes son los verdaderos beneficiarios y, lo que es más importante, aportar un análisis político desde el feminismo del nuevo modelo social que está en juego.
Nadie que conozca de cerca el feminismo puede afirmar que sus reflexiones políticas acerca del fenómeno de la prostitución tienen un trasfondo moral. Hace ya mucho tiempo que el feminismo resolvió las cuestiones de índole moral, echó por tierra las convenciones clásicas acerca de la sexualidad e inició su andadura en busca de la identidad (sexual) de las mujeres. El mito del amor romántico fue precisamente uno de los primeros en caer. Las mujeres somos las primeras que hemos sufrido el azote de la moral judeocristiana, del amor platónico y del modelo de familia tradicional, pero también fuimos las primeras en rebelarnos contra este sistema de valores que tanto nos perjudicaba. El trabajo de identificar los mecanismos de represión (interna y externa) y deshacerse de prejuicios morales acerca del cuerpo se ha llevado a cabo básicamente desde el feminismo. Para muchas de nosotras este proceso, con todas sus contradicciones, divergencias y matices, constituye un camino recorrido para el que ya no existe vuelta atrás. Es imprescindible (re)conocer esta trayectoria para comenzar a pensar en otras claves.
Es hora de dejar atrás la época del destape si queremos iniciar un debate social serio sobre temas como la prostitución o la pornografía. El concepto de libertad sexual que equivale a liberar los instintos de represiones morales es totalmente obsoleto y fundamentalmente masculino. Sería conveniente que los hombres comenzaran a trabajar y a reflexionar sobre su propia sexualidad y sobre el modelo sexual imperante, si realmente tienen una firme intención de superar desigualdades. Reivindicar el «libertinaje» o «las perversiones» ha dejado de ser una transgresión para convertirse en norma. Todos nuestros deseos están ya materializados y disponibles en el mercado, desde el que no dejan de llegarnos invitaciones al placer. Lo verdaderamente preocupante es que en todas estas fantasías, listas para consumir, las mujeres seguimos encarnando representaciones al servicio del hombre en todas las variantes concebibles. La moda del amor libre y de la libertad sexual sigue favoreciendo invariablemente a los hombres. La libertad debiera serlo también para decidir no liberarse sexualmente según marcan las normas culturales vigentes.
Si bien es cierto que existen corrientes dogmáticas dentro de la izquierda, algunas no atañen precisamente a la moral. Existe una corriente nostálgica anti-clerical que aún cree que el principal enemigo a batir sigue siendo la Iglesia o la moral judeocristiana. En un mundo donde las fuentes de opresión son tan diversas y los mecanismos de poder y de explotación cada vez más complejos, la izquierda tiene contrincantes mucho más peligrosos y menos visibles que una Iglesia caduca que se cae por su propio peso. Más relevante es, por ejemplo, la crítica al esquema dialéctico del análisis de clase hecha por feministas y otros colectivos minoritarios por excluir y silenciar en su discurso y en sus prácticas otras formas de opresión. Estamos de acuerdo en que la izquierda tiene asuntos importantes que resolver, y uno de ellos pasa, sin duda, por eliminar cualquier funcionamiento sexista que detecte en su seno y adoptar variables feministas sin apropiarse de un discurso político autónomo, histórico y con un cuerpo teórico propio.
Apelar a la vez a la libertad del individuo y a la justicia social y/o establecer los grados de intervención del Estado siempre ha sido problemático, pero este es otro debate pendiente. Al hablar de feminismo, deslindar el terreno privado del ámbito público o pretender separar la acción política del plano íntimo es un grave error. Algo inherente a la lucha feminista es practicarla en el salón de casa, en el trabajo, en el entorno social, en la calle y en la cama. Supuestamente, hombres y mujeres somos totalmente libres para decidir sobre nuestro cuerpo en igualdad de condiciones. Sin embargo, el hecho de que sean mayoritariamente mujeres las que se prostituyen y de que los hombres sean los compradores es ya un indicador claro del tipo de modelo sexual imperante. La prostitución es una realidad social que la mayoría de los hombres acepta como algo natural e inamovible. Los hombres de derechas prefieren que permanezca en la sombra para mantener el juego de la doble moral que sustenta su visión del mundo. Los hombres de izquierdas desean que se legalice en defensa de los derechos de las trabajadoras y para liberar al resto de los seres humanos del yugo de la moral retrógrada. Ambos planteamientos son conservadores y evitan analizar el fenómeno de forma global, porque esto implicaría sacar a la luz ciertos mecanismos de poder inaceptables desde una óptica feminista.
No existen suficientes garantías de que la legalización vaya encaminada a proteger los derechos de las prostitutas y no a preservar los intereses económicos de una industria muy bien asentada. Es importante buscar otros enfoques y determinar claramente la responsabilidad social de las partes implicadas. El modelo sueco exime de toda responsabilidad a la prostituta y penaliza legalmente al cliente. Otro problema muy paradigmático es la paternidad no reconocida de muchas hijas e hijos de prostitutas. Aunque se legalice la prostitución, el hombre-cliente seguirá clasificando su descendencia en legítima o ilegítima, exento de toda responsabilidad y con el consiguiente perjuicio social y económico para madres e hijos e hijas, que seguirán sin poder exigir ningún tipo de compensación. Sabemos que, bajo la máscara de la igualdad formal, siguen funcionando esquemas de desigualdad y opresión en todos los ámbitos. Queremos hacer un análisis serio sobre las implicaciones que puede tener la legalización de la prostitución sobre el colectivo de mujeres. Consideramos que la prostitución no puede desvincularse de otras formas de opresión. Existen demasiados datos acerca de los abusos, el maltrato y la violencia que sufren muchas mujeres inmersas (voluntaria o involuntariamente) en este negocio que no deben obviarse, y que no creemos que solventará la legalización. Los poderes económicos que controlan este mercado y su posición a favor de la legalización también merecen todo un capítulo aparte.
Sólo queda aclarar que no es lícito plantear el debate como una guerra abierta contra las prostitutas cuando lo que se pretende es hacer un análisis del fenómeno de la prostitución en toda su complejidad. Cualquiera que conozca bien las «artimañas del patriarcado» debería ser consciente de que la más habitual y peligrosa ha sido siempre la de sembrar la discordia entre mujeres. Incluso desde una postura ideológica contraria, nos gustaría leer otro tipo de reflexiones a favor de la legalización. Queremos que se expongan argumentos que hagan avanzar el debate, que detallen concretamente medidas a corto y largo plazo destinadas a mejorar las condiciones socioeconómicas de las prostitutas. En este contexto, tenemos que ver cómo son una vez más los hombres quienes enarbolan la bandera de la libertad, en nombre de las mujeres y de toda la humanidad, esta vez a favor de la prostitución.
Publicado en Gara.

miércoles, 26 de enero de 2011

¡Contra la violencia del patriarcado y el capitalismo, no nos callaremos!

 
 Declaración de Izquierda Anticapitalista
Estamos hartas de ser el motor invisible del sistema y decimos basta, decimos ¡NO! Nuestro NO forma parte de nuestro avance en la creación de una sociedad sin explotación ni opresión de ningún tipo
Las mujeres de todo el mundo seguimos sufriendo los efectos de múltiples violencias por el simple hecho de ser mujeres. Este año, el día internacional contra la violencia de género, desde Izquierda Anticapitalista seguimos reivindicando la lucha de las mujeres para acabar de una vez por todas con las violencias que limitan nuestros derechos, nuestra subsistencia, nuestra autonomía y nuestra legitimidad.

La violencia de género sigue presente en nuestras vidas cotidianas en forma de malos tratos, asesinatos, violaciones y acoso sexual. En lo que llevamos de año ya hemos presenciado la muerte de 95 mujeres en el Estado español en manos de agresores machistas. Muchas más seguimos sufriendo en silencio sin que la sociedad llegue nunca a enterarse. Si bien las agresiones que sufrimos tienen una presencia creciente en los medios de comunicación, éstos siguen hablando de las mujeres como víctimas pasivas o como responsables de la violencia sufrida. De esta manera, hemos pasado de la invisibilidad absoluta a la culpabilización y a protagonizar titulares morbosos que omiten el carácter sistémico de nuestras lesiones y nuestras muertes. Asimismo, a pesar del gran avance que la introducción de legislación por parte del gobierno estatal en los últimos años, ésta está basada en gran medida en la victimización de las mujeres, en la lógica punitiva y en la continua falta de recursos para la asistencia y protección a las víctimas.

Ante estas limitaciones, consideramos imprescindible atacar de frente las desigualdades y opresiones resultantes del sistema patriarcal, causas motores de la violencia que sufrimos en tanto que mujeres y en tanto que trabajadoras. Ante las medidas actuales que no atacan el mal desde la raíz, queremos situar en el centro del debate la prevención. Una prevención que nos ayude a superar los meros "parches a posteriori" y que sirva para proteger realmente a todas las mujeres, incluyendo los colectivos más vulnerables y / o invisibilizados como las niñas, las adolescentes, las mujeres inmigrantes, las mujeres lesbianas y las mujeres trans.

Hay que decir también que las mujeres muertas o heridas en las manos de sus agresores constituyen "sólo" la cara más amarga de este escenario. Pero hay mucho más. La doble jornada de trabajo, el confinamiento de la mujer en el ámbito doméstico y la división sexual del trabajo son también expresiones cotidianas, y en gran medida factores, de esta violencia que hay que seguir denunciando. No sólo ayudan a explicar las agresiones directas que las mujeres sufrimos cada día sino que también están relacionadas con el sistema capitalista y con las formas en que este acentúa las relaciones patriarcales. La violencia de género se da a niveles individuales y familiares pero también se genera y perpetúa a niveles estructurales, como en el ámbito institucional, el económico o los servicios sociales, entre muchos otros.

Las negligencias de un estado de bienestar meramente subsidiario siguen siendo maquilladas gracias al trabajo "voluntario" o (infra) remunerado de cientos de miles de
mujeres en el Estado Español, tanto autóctonas como inmigrantes. Los recortes en gasto social, las privatizaciones de los servicios públicos y de las pensiones, el aumento del paro, la flexibilización del mercado laboral, las políticas hostiles a la población inmigrante, todas ellas intensificadas en el actual contexto de crisis, contribuyen a mantener a miles de mujeres en una situación de dependencia y marginación social y económica, y resultan a menudo en una incapacidad de abandonar situaciones abusivas
y en la feminización de la pobreza. Estas situaciones son aún más dramáticas en los países del Sur, donde las mujeres son las primeras en pagar los tremendos efectos de los programas de ajuste estructural y a menudo sufren la violencia física y sexual en contextos de conflictos bélicos. A pesar de que nuestra solidaridad es con todas las mujeres del mundo, en los momentos actuales recordamos de manera especial a las mujeres argelinas, del Congo, del Sáhara, de Afganistán y de Palestina.

Es por todo ello que en un contexto de crisis que continuará prolongándose y profundizándose, se hace más necesario y urgente que nunca articular respuestas y proyectos alternativos que tengan la denuncia de todas las caras de la violencia de género como uno de sus ejes centrales. Las mujeres a menudo sufrimos los efectos de la crisis sistémica en silencio y debemos decir que ¡ya estamos hartas de ser los hombros sobre los que descansa el capitalismo patriarcal! Éste se basa sobre los golpes que recibimos, sobre el trabajo eternamente no reconocido que realizamos, sobre nuestra discriminación, sobre nuestra sobreexplotación.

Estamos hartas de ser el motor invisible del sistema y decimos basta, decimos ¡NO! Nuestro NO forma parte de nuestro avance en la creación de una sociedad sin explotación ni opresión de ningún tipo, una sociedad que no esté basada en la lógica del beneficio, de la competitividad y de la violencia que las sustenta, sino que se organice entorno a los valores de la solidaridad, el respeto, la igualdad y el bien común. El 25 de noviembre, día internacional contra la violencia de género, pero también cada día del año, continuamos exigiendo, más firmemente que nunca,

¡Basta ya de violencia machista! ¡Contra la violencia del patriarcado y el capitalismo, no nos callaremos!

Fuente: Kaos en la red