lunes, 31 de enero de 2011

Por qué es necesaria la autodefensa feminista



Las mujeres sufrimos diariamente la violencia en esta sociedad patriarcal y capitalista. No sólo sufrimos agresiones físicas y/o sexuales de determinados hombres, sino que el sistema nos violenta diariamente a través de la imagen que da de nosotras en los medios de comunicación, en la publicidad, a través de la educación sexista, de la religión, en el trabajo, en casa, en la calle, con los comentarios machistas que oímos diariamente, con la distribución de roles en las familias, etc.

Existe una violencia estructural cotidiana contra las mujeres cuyas consecuencias son muy graves y en bastantes casos nos cuestan la vida (asesinatos de mujeres, suicidios...) o la salud mental y física (violaciones, humillaciones, enfermedades como la anorexia o la bulimia, depresiones...).
LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES CUMPLE UNA FUNCIÓN MUY IMPORTANTE EN EL SISTEMA PATRIARCAL Y CAPITALISTA: PERPETUAR LA DOMINACIÓN DE LOS HOMBRES SOBRE LAS MUJERES. LA PERSISTENCIA DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ES UN SÍNTOMA Y UNA CONSECUENCIA DE LAS DESIGUALES RELACIONES BASADAS EN LA SUPUESTA SUPERIORIDAD DE LOS HOMBRES SOBRE LAS MUJERES.
No es el producto de unas mentes enfermas, de unos pobres hombres traumatizados por haber sido maltratados de pequeños o de una pelea pasional entre iguales, como suele ser presentada en los medios de comunicación, se trata de una violencia y agresión aprendida social y culturalmente para someter a las mujeres y usa los métodos de humillación establecidos por el patriarcado. Su meta es degradar la autoestima de la mujer. Este método se ha usado por todo aquel sistema basado en la idea de que hay seres superiores que tienen derecho al poder sobre los otros seres que consideran inferiores. Se percibe con normalidad y con un cierto grado de tolerancia social.
El rol que nos han asignado a las mujeres y que ha pasado a ser parte de nuestra “identidad femenina”, perpetúa esta situación: debemos ser pasivas, delicadas, débiles, sumisas, desvalidas, sacrificadas, necesitamos que nos protejan, debemos estar a la sombra o detrás del hombre, no somos nada sin la media naranja, etc. Es habitual que nuestras madres y padres nos digan cuando somos adolescentes que podemos salir por la noche si nos “echamos un novio” que nos acompañe a casa, enviándonos el mensaje de que solas corremos peligro, educándonos como seres dependientes y temerosos. Sería mucho más útil para formar personas adultas, libres y autónomas que potenciaran el desarrollo de la seguridad en nosotras mismas y en nuestras capacidades o que nos animaran a apuntarnos a un curso de autodefensa para no tener que dejar de hacer cosas por miedo o porque no tengamos a nuestra vera a alguien que nos proteja.
Este discurso “de dependencia” lo asimilamos las mujeres y conduce a que sintamos miedo y seamos temerosas. Desde pequeñitas nos enseñan a tener miedo, reiterando el mensaje de que no debemos hacer nada solas: si vivimos solas, debemos tener miedo, si salimos solas por la noche, debemos tener miedo, si subimos solas con un desconocido en el ascensor, debemos tener miedo, si viajamos solas, debemos tener miedo, si vamos a un bar solas, debemos tener miedo…, haciéndonos creer que solas por el mundo corremos peligro.
En realidad, este miedo suele ser infundado. Es más fácil que nos agreda un familiar o un conocido a que lo haga alguien por la calle, pero este miedo está construido socialmente y a quien beneficia es a los hombres. Nos mantiene bajo control, pasivas, sin iniciativas, sin ocupar muchos espacios “públicos”, siempre a la vista o a la sombra de algún hombre que nos proteja y vele por nuestra seguridad. ¡¡¡ Pobrecitas!!!!. Mejor en casita tranquilas y seguras que en la calle, donde supuestamente un clima de amenaza permanente se cierne sobre nuestras cabezas. El mensaje es claro y reiterativo: Otra vez a casa, que es donde mejor estamos.
La insistente presentación de las mujeres como objetos de las agresiones actúa como instrumento de control social. La finalidad no es protegernos sino generar y mantener un sentimiento de temor. Además, socialmente nos han enseñado sólo a agradar y a servir a los demás, nos cuesta decir NO a los demás, siempre se muestra la imagen de víctima de la mujer, siempre aparece el héroe o el superman de turno a salvarnos porque solas no podemos. La imagen que el sistema muestra de las mujeres no es la de personas adultas, dueñas de su destino, de sus cuerpos, en definitiva, de sus vidas. El mito de la condición de víctimas de las mujeres las mantiene alejadas de la calle y recluidas en casa, que suele ser el lugar donde corren mayor peligro. Las mujeres acabamos asumiendo como propios de nuestra identidad femenina los roles que el patriarcado ha dictado. Como mujeres se nos gratifica socialmente si adoptamos papeles y roles de sumisión o víctima. Obtenemos reconocimiento social si cumplimos los patrones impuestos por el patriarcado. Así aprendemos a conseguir una falsa autoestima a través del reconocimiento de otras personas por nuestros cuidados a los demás o por cumplir el patrón de belleza imperante.
Los medios de comunicación pulen y rematan el trabajo martilleando constantemente con su visión patriarcal y capitalista de la mujer: nuestra misión debe ser deleitar, atraer, gustar, dar bienestar, cuidar, ser dependiente, indefensa, pasiva, sin iniciativas, mostrando siempre la imagen de la mujer como objeto sexual. La del hombre será la de ser deleitado, atraído, servido, obedecido y respetado.
Además, ante la sangría y violencia machista cotidiana, de la que sólo sale a la luz un porcentaje muy pequeño de casos-los más graves y escandalosos- vemos que desde las instituciones el mensaje que se lanza a las mujeres en caso de sufrir agresiones es el de: denuncia y sal corriendo a una casa de acogida, porque desde luego si tras denunciar, las mujeres permanecen en sus hogares, lo más probable es que acaben engrosando la lista de mujeres asesinadas.
Las campañas institucionales contra “la violencia de género” plantean un enfoque dependiente, paternalista y victimista que sigue mostrando una imagen indefensa y vulnerable de las mujeres, con ojos morados, desvalidas, con sentimiento de culpa, como si sólo ellas fueran las responsables de su situación. Están dirigidas siempre a atenuar las consecuencias y van dirigidas SÓLO hacia las mujeres, cuando es un problema social, del que tod@s somos responsables. Los recursos y medios que se dedican a intentar paliar esta violencia machista se invierten en resolver el problema de manera individual, no colectivamente. No hay campañas con un mensaje a toda la sociedad denunciando la ideología patriarcal como la raíz del problema, animándonos a tod@s a no mirar hacia otro lado cuando seamos testigos de agresiones, a no permitir ni un abuso, a no aguantar ni callarnos ante un comentario o broma machista o sexista, a cambiar esa idea tan extendida socialmente de que “lo que ocurra en el ámbito doméstico, dentro de casa, son cosas privadas en las que no hay que meterse”.
Viendo que los distintos organismos e instituciones no pueden o no quieren poner los medios para que acabe este genocidio contra las mujeres, nosotras decimos: MUJER, APRENDE A DEFENDERTE.
Frente al enfoque institucional que ya hemos mencionado -paternalista, de dependencia y victimista- y viendo los resultados del mismo, desde nuestro colectivo apostamos por otro totalmente contrario: el de una mujer libre, fuerte, autónoma, que use todas sus capacidades para defenderse. Por eso reivindicamos la autodefensa feminista. No vamos a esperar una vez más a que vengan a salvarnos (y menos instituciones tan marcadamente machistas como la policía, la judicatura, o la guardia civil), lo vamos a hacer nosotras. Y usaremos nuestra agresividad, rabia, capacidades e inteligencia para hacerlo.

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