En algún lugar dentro de nuestra mente, incluso de nuestro corazón, habita otra versión de nosotras mismas, ¿lo has pensado? Una versión de mujeres más felices, seguras, decididas, maduras, activas, voluntariosas, empáticas, asertivas, triunfadoras, informadas, instruidas, independientes económicamente, líderes... es decir, empoderadas. Las mujeres empoderadas son aquellas que han tomado el mando de su propia vida. ¿Eres así, o te has imaginado así?
Empoderarnos es aumentar nuestro poder y tomar control sobre las decisiones y problemáticas que determinan nuestra vida. Este poder que menciono está directamente relacionado con la categoría de género, con la equidad e igualdad de la mujer y del hombre en cuanto al acceso a los recursos y oportunidades. No se trata de un poder-dominación (estamos hartas de él), sino de un poder-hacer, de un poder-desde dentro. El poder al que me refiero no es dominación, porque ésta sin duda está relacionada con la violencia.
Además te quiero decir que ese poder no tienes que buscarlo por todos lados, simplemente porque ya lo llevas dentro de ti. Sí, así es. Es parte de tu ser, es intrínseco a tu existencia. ¿Por qué rechazarlo, huirle, temerle? ¿Por qué negar que se desea el poder, ese poder de ser quienes queremos ser, ese poder de hacer que nuestro mundo sea diferente, y que esa diferencia signifique avance, evolución, mejoría?
A ese poder podemos llamarle también autoestima. Pero no te vayas con la idea equivocada de ésta. No significa quebrar tu tarjeta de crédito vaciando tiendas de ropa, perfumes y zapatos; ni estar cinco horas en un salón de belleza cada tercer día creyendo que la cantidad de dinero que gastes es la medida de tu autoestima.
La especialista en políticas en género y participación, Joanna Rowlands incorpora al concepto de empoderamiento un modelo a partir de las dinámicas de poder de género. Ella habilita las cuatro clases de poder de Lukes: poder sobre, que es la habilidad para que una persona o un grupo haga algo en contra de sus deseos, esta es la concepción negativa donde alguien gana y otro pierde. El segundo es un poder para, que es el poder implementado para estimular las actividades de otros; poder con, que es un poder sumatorio de poderes individuales; y poder desde dentro, que es aquel que está en cada persona.
A partir de los argumentos anteriores ella deduce que el empoderamiento puede ser modificado en tres dimensiones: la dimensión personal, que consiste en desarrollar el sentido del ser, la confianza y las capacidades individuales; la dimensión de las relaciones cercanas, para desarrollar la habilidad para negociar e influenciar la naturaleza de las relaciones del ámbito cotidiano; y, por último, la dimensión colectiva, donde se trabaja en conjunto con otras y otros para lograr un mayor impacto y cambios significativos.
El empoderamiento de este modo -dice- tiene que ser más que la simple apertura al acceso para la toma de decisiones, pues debe incluir también procesos que permitan a las mujeres -de manera individual o en grupo- tener la capacidad de percibirse a sí mismas como aptas para ocupar los espacios de toma de decisiones y de usar dichos espacios de manera efectiva. Por eso no le temas al poder, al proceso de empoderarte; de apoderarte, apropiarte de ti misma y tu vida. Sé una mujer con voluntad. La voluntad es el poder de decir ”yo quiero”, “yo decido”.
Tienes que fortalecer tus dimensiones de las relaciones cercanas para poder además llegar a la dimensión colectiva, necesaria en la conquista de nuestros derechos; incrementar la propia autoconfianza en la vida e influir en la dirección del cambio. Cuando te empoderes, cuando cada una lo logre, podremos crear poderes no dominantes a través de la transformación de las relaciones sociales. Pero sin duda, tienes que comenzar por trabajar en tu dimensión personal, en la confianza y tus capacidades individuales; en tu autosuficiencia económica, en tu crecimiento intelectual; en tu poder intrínseco de ser y hacer... ¡Empodérate!
http://www.ovariofuerte.com/2008/10/columna-no6.html
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