jueves, 12 de junio de 2014

La Copa y Yo

Foto: Ninja

Florencia Godsman

Cuando comenzó el Mundial 78 en la Argentina todavía estaba en la panza de mi mamá. Sé por lo que me contaron que la dictadura ya había arrasado con la vida de dos de mis tíos: Marta y Hugo. El 8 de junio de 1978 seguramente junto a mis gritos de recién nacida se sumaban gritos de gol y de manera subterránea los alaridos de las personas secuestradas a pocas cuadras de los estadios de fútbol.

Otro recuerdo es que tengo cinco o seis años y si alguien habla de mi tío Mario, me lo imagino con un pantalón y una camisa blanca -como los que viste en una foto que guarda mi mamá-, un día de sol, caminando por unas vías de tren abandonadas con rumbo indefinido. En un momento dado, su figura se esfuma en la lejanía. Y no regresa.

A partir del año ´76 el hermano de mi mamá, Mario, comenzó a militar en política. “Mi hermano estudiaba ingeniería química y trabajaba en fábricas. Así conoció el movimiento sindical que en ese momento era muy importante. Lo de él fue por el lado sindical, más que en la facultad” recuerda mi madre.

Nací el 8 de junio de 1978; el Mundial de Fútbol -que terminaría el día 25- cumplía su primera semana. Los organizadores del evento saludaban a ciudadanos y visitantes extranjeros fervorosamente: “Bienvenidos a esta tierra de paz, libertad yjusticia, que se siente honrada con vuestra presencia”. Para el general Jorge Rafael Videla, la fecha inaugural era “un día de júbilo para la Nación Argentina, en el marco de esta confrontación deportiva, caracterizada por su caballerosidad; en un marco de amistad entre los hombres y los pueblos”, poco antes de declarar oficialmente inaugurado el torneo “bajo el signo de la paz”.

La competencia se desarrollaría en cinco ciudades, con la participación de 16 selecciones. Para el investigador Mariano Buren, del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol, “a partir de ese día la Argentina oficial tuvo dos obsesiones: la suerte del equipo nacional y la necesidad de demostrar al mundo que ésta era una tierra de ensueño. De la otra Argentina, la que estaba tras bambalinas, sólo bastará con mencionar que buena parte del torneo se jugó a quince cuadras de la ESMA, uno de los mayores centros de detención y tortura, y que dos clases de gritos, bien diferentes, se mezclaron.

 “Cuando yo estaba embarazada de vos, por las tardes me sentaba en el balcón con mi hermano y comíamos duraznos. Charlábamos en general y yo no tenía miedo por él. Nunca le dije cosas como `cuidate´ o como le decía mi papá ` ¿Por qué no te cuidas más?´ `¿Por qué no te vas?´ Eso a mí no me salía, no me daba cuenta. Yo no podía ver eso”.

El domingo 25 de junio de 1978 quedó en la historia argentina como un día de gloria para el fútbol. Argentina había vencido al seleccionado holandés por tres goles contra uno. El Estadio Monumental se llenó de banderas y papelitos bailando en el aire. Los cantos y aplausos colmaban las tribunas y la escena se repetía en todas las provincias del país. Era el festejo de millones de personas que por un momento se olvidaron de lo que estaba pasando en el país, o que afianzaron su ceguera consiente acerca del orden a fuerza de sangre impuesto en el territorio.

El periodista Mariano Buren relata que “Mientras el estadio de River Plate se vaciaba y los festejos continuaban en las calles porteñas, un espectador logró acercarse al palco oficial para compartir su euforia con Videla. El dictador le agradeció con una sonrisa prolija, casi geométrica y respondió: ´Claro que estoy contento. Este partido lo ganamos todos los argentinos, ¿no lo cree usted así ?´”

Cinco días después lo secuestraban a mi tío Mario. Tenía veintiséis años.

Llegar

No es la primera vez que llego a Brasil desde Guatemala (en donde vivo gran parte del tiempo desde hace algunos años) y me conmueve la enorme cantidad de personas que viven en la calle. Belo Horizonte, ciudad en la que estoy hace casi un mes, capital de Minas Gérais tiene 1827 personas viviendo en la intemperie, 627 más que en 2006. En Centro América, reflexiono, hay pobreza en áreas rurales y en las ciudades también, pero la mendicidad en el sur es más cruda. Imposible de ocultar.

La pobreza urbana como paisaje latinoamericano en común me hace pensar en la naturalización de lo aberrante. Pasamos al lado de personas que no sabemos si están muertas, desmayadas, o en coma alcohólico, las esquivamos mientras mandamos mensajes de texto o fumamos un cigarro. Brasil tiene en el presente una conflictividad mayúscula relativa a la (falta) de vivienda digna para sus pobladores (o a la mala distribución de espacios ociosos en función de la especulación inmobiliaria).

Es éste uno de los principales disparadores de estallidos sociales en un panorama en el que el dinero público se viene invirtiendo en la construcción y refacción de estadios y aeropuertos. Sabemos que el mundo durante el mes de junio estará mirando a Brasil con devoción, para deglutir imágenes deliciosas que sólo un país con tanta diversidad cultural puede brindar. Pero la posibilidad de mostrar ese mundo blanco y radiante como las baldosas de un shopping ha comenzado a diluirse junto con las voces que gritan cada vez más alto ¿Copa para quién? o #CopaPraQuém (en las redes sociales).

El gigante sudamericano tiene ese espíritu latino de enmendar con parches los huecos de su pobreza estructural. A la hora de la fiesta, como el agujero bajo la axila, reaparece, muestra la hilacha.

En la tensa curva del tiempo

Hace exactamente un año los brasileros y brasileras consiguieron visibilidad internacional gracias a su explosiva salida a las calles en el marco de la Copa de las Confederaciones. Por primera vez en su historia la bronca acumulada sorprendió al mundo mostrando su insatisfacción con ese Brasil que forzadamente quiere imponer un imaginario del éxito y el progreso económico.

El partido de apertura se realizó en el estadio Itaquerão, una cancha gigante cuya puesta en forma equivalió a un aproximado de cifras astrales como 990 millones de reales (aproximadamente 500 millones de dólares). Tamaña cantidad de dinero no bastó sin embargo para salvar la vida de ocho personas, operarios, obreros y funcionarios que trabajaron en la construcción. Además de los desalojos y remociones que resultaron en una limpieza social en la ciudad de San Pablo y que afectó especialmente a la población con menores recursos económicos.

Una tensa calma rodeó la previa del mundial. Marcha de las Putas, reivindicaciones de las mujeres negras y la población negra en general, ocupaciones de territorios y desalojos violentos, huelgas de empleados/as públicas, profesores/as y trabajadores/as del Metro (subte) que luchan por no quedar al margen. Con videos, textos y fotos registrados por la ciudadanía y divulgando en las redes sociales de cómo la policía militar reprime las huelgas y manifestaciones a fuerza de balas de goma y armas sofisticadas de Robocops bajo supervisión de una empresa estadounidense. Con el aval de un imaginario social extendido que considera la “seguridad” como unaplataforma de mercado.

Es junio, un mes de sensaciones en un mega evento deportivo es una plataforma que visibilizará los más altos niveles de desigualdad de Latinoamérica. Es el momento en que quienes creen saberlo todo tal vez deban dibujar una equis gigante, de enigma, de misterio, un huevo que se resquebraja y que estamos por descubrir. Disputar en qué mundo queremos vivir desde una perspectiva de género que busca igualdad y representación para todas y todos.

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