No podemos hablar desde tu privilegio, ese que no te deja
reconocerte como la persona que se ha beneficiado por las luchas de nuestras
ancestras, ese que se evade de sentir la violencia estructural en la que
estamos, pasando un velo con la normalización y el estigma, ese que no te hace
sentir el malestar por el dolor causado ante la pérdida de una compañera-amiga-hermana-hija,
ese que te coloca a distancia ideológicamente del peligro porque no te expones,
“no sales de noche ni caminas por esas calles”...
Dicen que debemos proteger “lo nuestro”, nuestro patrimonio, pues
protejamos la vida de las mujeres, indignémonos por las cifras de asesinato, de
feminicidio, de violaciones hacia las niñas y mujeres en Guatemala, que solo a
marzo 2020 van más de 70 mujeres que han sido asesinadas y más de 1,300 casos
de denuncias por violación. Todo esto se enfrenta a un Ministerio Público nulo,
que no acciona, que tiene igualmente fiscales que actúan desde la misoginia,
ignorando y viciando los procesos. Porque una ley del feminicidio no nos salva
la vida, han pasado 12 años de esto y todo sigue a peor. Porque una política
pública no nos salva la vida, ya que el Estado de Guatemala en estos 12 años,
ha sido negligente y sin voluntad para realmente poner en práctica lo que con
gran alegría fue consensuado y ha acordado por el movimiento de las mujeres mayas, ladinas, xinkas y garífunas.
Que no es la manera, toda la vida nos han dicho que para el
movimiento de las mujeres, no es la manera. Porque una mujer no es agresiva, no
arrebata, no explota... ella es “la armonía, el sentimiento, la mesura, la dadora de
vida”... todos esos mandatos para construirnos silenciadas y aceptar la sumisión
porque ese es nuestro papel. Sin embargo el malestar, el hartazgo y la
conciencia de género se expresan de diversas maneras, como mujeres y
feminismos hay.

Pero, entonces,
¿la culpamos de todo el mal que ha hecho? No, no la culpamos nunca, porque
sabremos decir con el poeta, que, era una flor, tal vez una azucena…
[…]
¿Podemos
culparla? Si es posible, protestemos,
protestemos a gritos como ante una injusticia detestable, […]
Y los consejos:
No reprochemos a
la hambrienta, sino a la viciosa.
No arrojemos lodo
sobre el cardo cuando la azucena lo merece.
Ni demos la espalda al dolor cuando lo hemos
provocado. […]
Y entonces “Santa”,
del maravilloso libro de Federico Gamboa, en la estatua del escultor Contreras,
ya no será una mujer muy triste, alzando los brazos, no para pedir misericordia
ni perdón siquiera, sino justicia,
la que le deben, y siempre le han debido porque yo sé que “toda mujer y todo
hombre pensante”, pedirá la justicia para ella…
0 comentarios:
Publicar un comentario