martes, 13 de septiembre de 2011
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Mujer y la apropiacion del Cuerpo
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Nuestro cuerpo
Decir lo que somos y sentimos las mujeres a partir del cuerpo, se ha convertido, en las últimas décadas, en una vía de acceso importante para investigar el tema de la condición femenina, porque permite sacar a la luz esa historia oculta de las pasiones y los instintos, sobre todo si se toma en cuenta que el cuerpo de las mujeres, su tratamiento, ha sido malmirado y desvalorizado durante siglos.
Desde la antigüedad, la división del trabajo corporal e intelectual no sólo mutiló la relación mente-cuerpo, sino al cuerpo mismo, al que fue despojando de su sensibilidad, para verlo sólo como el depositario de las pasiones, como una coraza a la que se le rechaza, oculta e incluso se niega. Una de las razones encuentra su fundamento en la relación cuerpo-sexualidad, sexualidad-pasión, en tanto que como bien apunta Jeffrey Weeks: "la sexualidad tiene tanto que ver con las palabras, las imágenes, el ritual y la fantasía como con el cuerpo".
Esta relación abre la problemática, particularmente sobre el cuerpo de las mujeres, en por lo menos dos vertientes: el ensalzamiento del cuerpo femenino por su posibilidad de procreación, posibilidad que además ha hermanado a las mujeres con la naturaleza, y la consideración de que el cuerpo femenino es la puerta de acceso a las pasiones, por ello el cuerpo ha estado muy ligado al concepto del pecado, considerándose que puede ocultar o llevarnos a algo significativamente maligno.
En las culturas patriarcales y androcéntricas, como las nuestras, al cuerpo femenino se le ha significado con esta polaridad, puede inspirar, por un lado, los más grandes odios y, por el otro, las más elevadas adoraciones, situaciones que van desde las blasfemias contra el cuerpo de las mujeres, hasta la veneración del mismo.
Pero aún dentro de estos dos polos, el cuerpo de las mujeres sólo ha sido descifrado, por decirlo así, por los hombres, en tanto que las mujeres han sido expropiadas de su cuerpo, de su sexualidad y de su subjetividad por la ideología de este ancestral sistema llamado patriarcado, y sus múltiples claves, signos, artificios, trampas, costumbres, prácticas, creencias y complicidades, que nos han determinado y significado.
Históricamente, el cuerpo ha sido condenado y dejado sólo para el uso de "los inferiores" y por ello "los malos de espíritu" son quienes utilizan el cuerpo y no pueden dedicarse a lo más valioso y elevado: la espiritualidad y la razón, de ahí la relación de las mujeres con el mal. El fundamento para justificar esta concepción se encuentra en un "engañoso" argumento biologicista: la "debilidad" corporal de las mujeres las hace más vulnerables a las pasiones y su menor intelecto las une más al cuerpo.
El contexto imaginario
Uno de los pocos momentos históricos fundamentales para la apreciación corporal fue la época del Renacimiento. En la Europa del siglo XV, aparece el desnudo en la pedagogía artística con una preocupación creciente por la anatomía y el gesto. En las producciones artísticas anteriores, el cuerpo había existido con un papel meramente instrumental. Por influencia de la concepción dinámica, los cuerpos aparecen ahora libres y con movimiento; los artistas descubren y desnudan los cuerpos como sinónimo de libertad, dando paso a una nueva relación de los hombres con su cuerpo. Los cuerpos de modelos y musas sirven de inspiración para dar sentido a la expresión artística.
En contraste, en el campo intelectual la exaltación de la razón trae como consecuencia el menosprecio del cuerpo, el intentar negar las sensaciones para dar paso a la razón excluida de todo sentir considerado "mundano". De ahí que las manifestaciones sobre los cuerpos sean cuerpos que no acaban de dominar el miedo. El placer, el interés, el dolor, la caída, los sentimientos, las relaciones, le dan al cuerpo un ámbito de inseguridad que no logra superarse.
En el siglo XX, el cuerpo de las mujeres se presenta como lo bello, el objeto del deseo, del goce de la mirada, es decir, se convierte en el espacio del placer, pero desde luego, del placer del otro. El cuerpo femenino empieza a adaptarse a las necesidades de lo imaginario, es la representación de un destino y el cuerpo deja de ser tal para extraviarse en la historia, pues siempre se le acompaña de un contexto imaginario que lo exenta de simbolismos y elementos tradicionalmente arraigados. En el siglo XX también resultó importante la consideración del cuerpo como objeto de análisis teórico, su visualización conceptual permitió a las feministas concebirlo y emprender una nueva vía para su conocimiento.
Ser madre, símbolo ético por excelencia
La investigación del cuerpo por parte de las mujeres se ha acrecentado, sobre todo por el vertiginoso desarrollo de la tecnología. Dentro de los distintos campos teóricos, se busca el camino de un nuevo humanismo, con el que se intenta recuperar ciertos valores mágicos, míticos y terapéuticos que fueron expulsados durante mucho tiempo de las culturas occidentales y que son básicamente femeninos.
Entre los factores que destacan en el tránsito hacia la apropiación del cuerpo, encontramos primeramente que el cuerpo de las mujeres al ser descrito, explorado y explotado en sus elementos fundamentales por "los otros", ha adquirido en su significación dos dimensiones, una arraigada en la naturaleza, en donde el cuerpo es visto por su función de procreación como sublimación máxima de "la mujer" y a la que "deben" aspirar todas las mujeres. En este nivel el ser madre es el símbolo ético positivo por excelencia que ha identificado a las mujeres, reconociendo a la maternidad como un "deber ser".
El cuerpo para "los otros"
La otra dimensión es el lado considerado negativo o pernicioso del cuerpo femenino. Se le considera un espacio de placer, deseo, pasión y debilidad. Sin embargo, no son las mujeres las depositarias del deseo y del placer, sino sólo quienes pueden provocarlo.
Así, en los dos niveles, el de la procreación y el del erotismo, el cuerpo de las mujeres es un cuerpo "para los otros" y, por ello, se considera que las mujeres son expropiadas de su sexualidad, de su subjetividad y desde luego de su cuerpo; no existe realmente en las mujeres una coincidencia de su sentido de vida con el cuerpo, pues al ser un cuerpo para los otros, las mujeres pierden su protagonismo como personas, quedando sujetas a los poderes encarnados por los hombres, por las instituciones y por los otros, de tal suerte que su cuerpo siempre es un cuerpo sujeto y es a partir de esta sujeción que se ha tratado de explicar su sometimiento. De estas dos formas de expresión del cuerpo femenino, la que identifica a las mujeres es el sentido de la procreación por el carácter ético positivo que se le ha dado.
La liberación del placer
Cuando se subvierten y entremezclan estas formas de expresión corporal tradicional inmediatamente surge la culpa, lo demoníaco, el loco amor, la vergüenza o el pecado. Pues en los sistemas patriarcales lo erótico está firmemente ligado a la reproducción y en el caso de las mujeres supeditado a ésta: de tal manera que al subvertir esta relación, la experiencia de la culpa, el pecado o el mal es inevitable.
La apropiación del cuerpo, es decir, su paso del "para otros" al "para sí", significa tener una visión de mujer como sujetos sociales, morales y políticos autónomos por sí mismas, y ésta no es una meta ya alcanzada, el camino para su consideración y expresión está abierta y toca a cada una contribuir, con la apropiación y valoración de su propio cuerpo, a alcanzar la tan anhelada autonomía y por extensión su liberación del placer, en tanto que como apunta Graciela Hierro, "el placer depende del cuerpo y sólo se alcanza si nosotras decidimos sobre nuestro cuerpo; nuestro deber moral básico es apropiarnos de nuestro cuerpo; el cuerpo controlado por otros no permite el goce y nadie puede llamarse a sí misma libre si no decide sobre su cuerpo".
(María del Carmen García Aguilar, tomado de Letra S número 90, enero de 2004)
fuente:http://www.letraese.org.mx
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