miércoles, 22 de agosto de 2012

Urge des-totalizar el racismo en las universidades


Por: Aura Cumes


Mientras un 10.2% de hombres no indígenas llega a la universidad, lo hace un 0.8% de mujeres indígenas (PNUD, 2005). Los extremos son claros, hay casi diez veces más posibilidades para los primeros que para las segundas. Cuando hablamos de racismo en las universidades pensamos inmediatamente en la poca presencia de mayas, garífunas, afrodescendientes, xincas, especialmente mujeres. Pero vaya que el problema no se reduce a ello. Aunque la exclusión es un indicador del crudo racismo estructural, va unido a otras situaciones graves, pero menos visibles como la lucha cotidiana que libran tanto estudiantes como profesionales indígenas y afrodescendientes al interior de estos centros académicos. La experiencia relatada por Ixkik va en esta línea (Elperiodico 01/07/12). Las universidades se limitan a “respetar” la presencia de personas indígenas y afrodescendientes pero no crean condiciones para asegurar su permanencia. Si la misma estructura universitaria y los contenidos académicos se han configurado en lógicas coloniales, los estudiantes indígenas y afrodescendientes tienen un contexto desfavorable que termina expulsándolos o aceptando ser educados bajo las normas dominantes.  
Esto raya en lo paradójico cuando se da en espacios que nacen precisamente para develar las desigualdades históricas en este país. Mientras debieran ser núcleos en que se ensayen otras formas de relacionamiento, terminan reproduciendo la herencia de las viejas elites económicas coloniales a quienes critican. Un uso instrumental “de lo indígena”, más aún con la neo-folklorización del cambio de ciclo (Oxlajuj B'aqtun), convive con actitudes de indiferencia, autoritarismo y tutelaje. Es decir, no hay un trato de colegas y co-creadores, sino de autoridad ladina versus subalterno indígena en donde la condición étnica/racial y de sexo/género es decisiva, aunque discursivamente se insista en la neutralidad. Bajo esta lógica de mando/obediencia se premia el comportamiento sumiso y se castiga la insubordinación. Cualquier sospecha de racismo no es revisada como debe ser, sino se apresura a ocultarla bajo eufemismos que huelen a impunidad.
Si bien, estoy de acuerdo con Verena Stolcke (2002) cuando dice: “no todo lo que huele mal es racismo” pues el problema hay que tratarlo con seriedad, esto no justifica el otro extremo de “nada es racismo sino cualquier otra cosa”. Nos queda a quienes estemos interesados en librar la batalla contra este problema, ir a la par de los nuevos inventos que lo justifican y relegan a la impunidad. Ya Fanon (1978) habló hace mucho tiempo del racismo humanista y Van Dijk (2003) entre otros, del racismo académico.  
Cuando hablo de des-totalizar el racismo en las universidades y centros de producción de conocimiento pienso en que no debe reducirse a un problema de comportamientos y lenguajes descuidados. Esto tan solo es el reflejo de un problema del poder constitutivo de la dominación colonial, por lo mismo el racismo en las universidades es estructural, epistémico y cotidiano. El fin del racismo no se consigue solamente con que los indígenas lleguemos masivamente si nos educamos en las estructuras racistas. Desnormalizar el racismo implica una lucha epistémica, política y de nuevos sentidos comunes. Hay que crear universidad desde miradas distintas teniendo como espejo la realidad producida por las lógicas seminales de dominación que nos constituyen como sociedad. Nos asiste el derecho a crear, a revolucionar en tanto sujetas y sujetos epistémicos. Una tarea más difícil para las mujeres indígenas pues tenemos que ir rompiendo con la telaraña mental de quienes insisten en tratarnos como la servidumbre colonial.
Sirvan estas líneas para animar a quienes están luchando por su derecho a estar y crear dentro de las universidades, para quienes han tenido la valentía de denunciar el racismo y las estructuras coloniales-patriarcales, y para quienes desde la heterogeneidad estemos interesados en trastocar genuinamente los poderes de dominación. Que el nuevo ciclo sea de verdaderos y grandes cambios.


Fuente: La Cuerda y la autora del Articulo. 

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