martes, 28 de octubre de 2014

Ayotzinapa: Ni uno menos



Por Gabriela Miranda García 
Dedicado a los niños y niñas que llenan mi vida y
 mi quehacer teórico con sus ejemplos 

Estoy harta de leer, preguntar, escuchar, opinar y escribir para tratar de entender lo que sucede en México. Y me doy cuenta que no es un asunto de entendimiento sino de aceptación. Hoy tengo 4 ó 3 años.

No hay nada que me agrade más que escuchar a los niños o niñas de esa edad, preguntar con insistencia: ¿Por qué? y ante una respuesta insatisfactoria volver, "si, pero ¿por qué?" una y otra vez hasta que nuestra desesperación adulta acaba diciendo: "porque así es, así es" o "ya, anda, vete a jugar" o "estoy ocupada, pregunta a alguien más" o peor "así lo quiso Dios". Y la persona de cuatro años se va con la duda y la insatisfacción. Así empezará su proceso de domesticación: con la aceptación. Después cambiara el ¿por qué? al porque, y tendrá cada vez menos preguntas y más respuestas rancias, cortas y domesticadas.

A mi entender las preguntas "infantiles" de ¿por qué? ponen en evidencia la contradicción del sistema hegemónico en que vivimos y las niñas o niños, gracias al atisbo que les permite su vida aún salvaje, se dan cuenta de ello: 

Niño/a de 4 ó 3 años: ¿Por qué les quitaron su casa?
Adulto/a: Porque no pagaron la renta
N: Pero ¿por qué?
A: Porque no trabajan
N: pero ¿por qué?
A: porque no era su casa y hay gente haragana
N: pero ¿por qué no era su casa?
A: no era su casa
N. ¿De quién es? ¿por qué? 
A: ya, ya, cuando trabajes y seas grande vas a saber por qué.

 Las personas de 4 y 3 años, perciben  la contradicción  de un sistema represor que ha ideado la creencia de un universo único y homogéneo y, como no es así más que por fuerza, represión, control, manipulación y castigo, existe en una constante contradicción que cada tanto se evidencia. La contradicción del sistema es evidencia de su imposición. Así, ante un sistema basado en la represión, la democracia es una contradicción. En un sistema que se sostiene gracias a la explotación humana, el progreso es una contradicción. En un mundo que precisa de la exclusión, la globalidad es una contradicción. Probablemente los 4 o 3 años de vida no alcancen para tener toda la idea de lo que sucede y justo por eso, es una pregunta incómoda. De no ser tan adultocéntricos, podríamos develar para nosotros y nosotras mismas, la incongruencia, injusticia y arbitrariedad del modo en que vivimos tratando de responder a las preguntas de las niñas. Las personas de esa edad, nos vuelven a preguntar, no porque no entiendan, sino porque no están satisfechas y esas respuestas no explican la forma en que en realidad las cosas suceden.
Ha pasado más de un mes desde que los 43 normalistas desaparecieron en Ayotzinapa, Guerrero en México. No hay respuestas satisfactorias de parte de nadie, el Estado, los partidos políticos, la policía, nadie ha respondido. No hay justicia en México, por eso no hay respuestas, no hay razones, por eso no hay respuestas, no hay sosiego, por eso no hay respuestas. Pero el silencio tiene que ver con una cosa más, al igual que los niños que desisten al no tener respuestas satisfactorias, el prolongado silencio podría desmovilizarnos, cansarnos, aturdirnos. Quienes son responsables de este crimen, saben la verdad y callan. Callarán para cansarnos, nos darán respuestas estúpidas y a medias, intentando debilitarnos, cuentan con nuestro olvido, con nuestra aceptación, con nuestra domesticación. De decir ahora, "si, los asesinamos, están muertos, fueron calcinados, torturados y enterrados" el mundo indignado se levantará en su contra. No dirán que los han asesinado. Yo sé que nos negamos a llamarlos muertos, por la esperanza de verlos de nuevo, yo sé que es duro porque la muerte no tiene vuelta. Yo sé que esperamos que los entreguen vivos, y comparto resistente la esperanza, pero de no estarlo, los responsables seguirán manteniendo respuestas que los protejan, que eviten una revuelta mayor, una indignación tal, que acabe por derrocarlos.  Pero aún cuando los entreguen vivos la pregunta no debe dejar de palpitar ¿por qué? 

Los normalistas de Ayotzinapa, son como estos niños y niñas: no aceptaron las respuestas limosneras del gobierno oligarca, su democracia fantasma, su desprecio, su racismo, por eso los persiguen, por eso los desaparecieron.

Como en tantas otras cosas en mi vida me niego, me niego a aceptar las respuestas patriarcales, clasistas, racistas y corruptas del gobierno, la policía y el estado. La injusticia me tiene completamente insatisfecha. Podré parecer loca, estúpida, obsesiva, desadaptada, ilusa, histérica, todos los apelativos de descalificación, pero nunca domesticada, lo mío, como me dijo alguien, es ser indómita y salvaje, porque este infinito horror no me deja tranquila. Voy a seguir preguntando, gritando, jodiendo, escribiendo, denunciando. Hoy tengo 4 y 3 tres años, hoy soy 43 y no acepto ni uno menos.

Exijo, el esclarecimiento de los hechos, el ejercicio de la justicia, la devolución de los 43 normalistas desaparecidos y la renuncia del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto.



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