jueves, 20 de septiembre de 2012

Cuerpos de mujer, territorio de guerra





Doblemente víctimas: de la violencia que pasa por sus comunidades y de la que atraviesa sus cuerpos. Territorios de la barbarie, donde los depredadores ejercen un poder salvaje, donde la violación y la esclavitud sexual son parte del botín. Mujeres humilladas que logran erguirse y denunciar, aunque nadie las oiga.

Razón Pública-2011


Tribunales simbólicos y justicia real
El  26 de septiembre DEL 2011 , se celebró en Bogotá el Tribunal Simbólico contra la Violencia Sexual en el marco del conflicto armado. Este Tribunal, organizado por la Corporación Humanas, buscaba hacer visible el impacto de la violencia sexual en el contexto del conflicto armado colombiano y enfatizar la necesidad de superar la impunidad que ha caracterizado a estos delitos.
Se trataba de exigir una atención oportuna y eficaz por parte del Estado frente a sus obligaciones internacionales de prevenir, investigar, judicializar, sancionar y reparar este tipo de la violencia.
Si bien el tribunal era simbólico, la justicia que exige es real, frente a un escenario en el que todos los actores del conflicto, militares, paramilitares y guerrilla, de manera sistemática y generalizada ejercen por igual la violencia sexual contra todo tipo de mujeres, siendo el común denominador el uso de sus cuerpos como territorio de guerra.
Estos hechos incluyen casos de violación, desnudez forzada, anticoncepción forzada, esclavitud sexual, embarazo forzado y aborto forzado.
Los escenarios de la vergüenza
  • Santander:No había cumplido los 18 años y ya tenía un hijo. Iba camino del colegio, cuando tres hombres la interceptaron y obligaron a subir a un taxi. La llevaron a una casa abandonada, y empezaron a interrogarla.   
Eran paramilitares y le acusaban de tener información por haber mantenido hacía tiempo una relación con un joven paramilitar, que había sido asesinado. Le inyectaron un líquido y le dijeron que si realmente no tenía información, no le pasaría nada.
Horas después se despertó, y le dijeron que era verdad, que no les había mentido. Se podía marchar, pero antes debía jurar que no diría nada, o si no le matarían a su hijo y a su madre, “mejor dicho a toda su familia”.
Un mes después descubrió que estaba embarazada, que le habían violado, sin ni siquiera saber quién había sido. Sin éxito, intentó abortar, tomando un veneno para ratas. Tuvo un hijo no deseado.  
  • Chocó: En cercanías del río Cacarica, la guerrilla estaba presente en esta zona debido a la riqueza de sus territorios, a la cercanía al mar y a Panamá. Desde junio de 1996, se comenzó a sentir una fuerte presencia de paramilitares, que comenzaron a perseguir y a hostigar a los campesinos de la zona, mediante robos, amenazas e incluso desapariciones y asesinatos.   
Un día entre 1996 y 1997, cuando varias comunidades estaban siendo bombardeadas, ella se encontraba en su caserío y estaba embarazada. Cuando unas patrullas mixtas de militares y paramilitares lo ocuparon, la forzaron a desnudarse y a bailar así enfrente de ellos. No fue violada, se libró porque momentos antes uno de los comandantes ordenó la retirada para proseguir con otros objetivos.   
  • Bolívar. En un territorio disputado por el ELN, las FARC y las Autodefensas Unidas de Colombia, ella fue interceptada en un retén de las FARC, retenida, golpeada y llevada a un campamento. Al parecer su esposo había huido de la región por las constantes extorsiones. 
Fue sometida a todo tipo de violencias sexuales, esclava sexual de varios miembros de la FARC, al tiempo que también sufría violaciones vaginales y anales a manos de otros integrantes.
Tras más de un mes de cautiverio, pudo salir a cambio de que al día siguiente les trajera una gran cantidad de provisiones y de que no se marchara del pueblo, por si la volvían a necesitar. Antes de su salida fue nuevamente violada por varios integrantes del frente.
Tuvo que vender parte de sus propiedades y pedir dinero prestado para conseguir las provisiones. Un año después, el control estaba en manos de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Ella fue identificada como una de las mujeres de la guerrilla y miembros de las AUC la secuestraron en su casa, la retuvieron tres días, durante los cuales fue violada. Después de liberada, un miembro de las Autodefensas, la mandaba buscar cada vez que quería violarla. Finalmente, ella no tuvo otra opción que desplazarse.
Impunidad total
La violencia sexual ha sido ejercida en Colombia en contra de niñas, jóvenes, adultas, indígenas, afrocolombianas, lesbianas, líderes y desplazadas para someter, aterrorizar y dominar a poblaciones enteras a través del cuerpo de la mujer. A pesar de todo, no hay una sola condena.
De una parte, las mujeres tienen numerosos motivos para no denunciar:
  • En muchas ocasiones, cuando las víctimas acudieron ante las entidades estatales para presentar sus denuncias, las autoridades públicas asumieron actitudes negligentes al no dar crédito a sus testimonios u obstaculizando la diligencia de las denuncias o de los exámenes pertinentes.
  • En otros casos, cuando la investigación de los hechos de violencia sexual se escondetras otros crímenes como homicidio o desaparición forzada, no se hace ningún esfuerzo por visibilizar la existencia del crimen.
  • La falta de confianza en el sistema de justicia —agravada por la falta de respeto mostrada por los funcionarios públicos hacia muchas sobrevivientes cuando intentan buscar justicia— se suma a la falta de información sobre el sistema de justicia, sus derechos y cómo ejercerlos, y al temor ante posibles amenazas o represalias respecto de sus familias.
  • Otros factores culturales, como la vergüenza y el “honor” que afectan a la sobreviviente, sus familias y su comunidad hacen que estos crímenes permanezcanen silencio.
Todos estos factores se ven agravados cuando la violencia es ejercida contra una mujer o niña indígena:
  • la ausencia de traductores,
  • la falta de comprensión de su cultura,
  • procedimientos legales y médicosque le son ajenos,
  • las dificultades para desplazarse, pues viven en zonas remotas y con alta presencia de combatientes militares.
Esta absoluta impunidad se explica por la falta de voluntad política, un sistema de justicia caracterizado por graves ineficiencias burocráticas, la falta crónica de fondos y la inexistencia de una coordinación efectiva entre las numerosas instituciones colombianas que tienen competencia en la denuncia, registro e investigación.  
De la resistencia a la justicia
Resulta doloroso confirmar que los cuerpos de las mujeres son otro escenario más de guerra, posiblemente uno de los más violentos y de los que más impacto tiene en la estructura de personas, familias y comunidades.
Igual de violenta resulta la total impunidad que el Estado tolera y facilitamediante su acción negligente. De nada ha servido mencionar las numerosas violaciones a los tratados, convenios y leyes que comete el Estado con este olvido. Tal vez deberíamos empezar a considerar que no les molesta esa impunidad, porque los cuerpos de las mujeres son sólo un daño colateral.
En el Tribunal vimos una tras de otra, fotos de mujeres protestando, cantando, tomadas de las manos, con sus cuerpos pintados, sosteniendo afiches que contienen sus denuncias. Las mujeres sobrevivientes de la violencia han encontrado la manera de sostenerse unas a otras, de darse a sí mismas voces de aliento: han encontrado maneras de reconstruir sus vidas y sus comunidades.
Son sin duda ejemplos de la resiliencia del espíritu humano que ante tanta adversidad trasciende y logra encontrar la esperanza para construir nuevos sentidos a su existencia, aunque sólo sea para continuar contando la historia de sus injusticias.
El Tribunal Simbólico contra la Violencia Sexual es en sí mismootro ejemplo de estos esfuerzos. Pero es imposible no notar que las mujeres siguen estando solas en este ejercicio, sin un auditorio más allá del que ellas mismas conforman.
Sin interlocutores reales que traduzcan sus denuncias en justicia. 

* Abogada colombiana, Directora de Programas de Women’s Link Worldwide.
**Abogada española, Abogada Senior de Women’s Link Worldwide y jueza del tribunal simbólico contra la violencia sexual en el contexto del conflicto armado en Colombia.  

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