martes, 14 de junio de 2011

LA COLONIZACIÓN SOBRE NUESTROS CUERPOS





La interiorización de la cárcel, la exteriorización del control.
Colectiva Juana Julia Guzmàn

Cuando establecemos que el patriarcado es un sistema de dominación y opresión sobre nosotras las mujeres, entendemos nuestros cuerpos como cárceles porque en ellos se condensa todo el autoritarismo que es invisibilizado por la cotidianidad. Es preciso entender la relación directa entre la historia latinoamericana y lo que nos constituye como mujeres definidas en nuestro contexto actual. La historia de América Latina se funda en la conquista y en la permanente colonialidad. Por tanto, la construcción cultural e identitaria femenina en Latinoamérica va ligada a que nuestra condición como mujeres se sustenta en el dogma católico que aún permea nuestras vidas. Es desde aquí, de donde hablamos de colonización más que de control sobre nuestros cuerpo.

La diferencia de decir que nuestros cuerpos están controlados a afirmar que nuestros cuerpos están colonizados radica en emprender una deconstrucció n como mujeres dentro de lo que denominamos práctica libertaria. Porque si bien el feminismo que estudiamos muestra como el patriarcado es transversal en el control sobre nuestros cuerpos, en Latinoamérica la historia de conquista y colonización no es ajena a nuestras vidas como mujeres, ya que el legado de dominación y opresión continúa bajo el discurso católico de la mujer virgen, maría la sacrificada por su culpabilidad de donde se puede entender el machismo y sexismo latinoamericano en una explicación genealógica. Esto no indica que en los pueblos indígenas, la mujer sea tratada como igual dentro del contexto cultural, al contrario, se muestra la percepción de la mujer tratada y concebida como inferior por las percepciones culturales que se tienen de nuestra supuesta naturalidad. Pero creemos que existe una diferencia fundamental en entender todo el entramado cultural de configuración de los países de los que hacemos parte. Es decir, que para emprender una lucha de emancipación de nosotras las mujeres, es preciso entender cuál es nuestra historia para configurar lo que denominamos una nueva sociedad. 


¿Cuál es la historia que conocemos? La historia de héroes mitificados que dieron su vida por la patria. La historia de los héroes que emprendieron la independencia de los países de los que hacemos parte. La historia de las batallas en contra del yugo español, las historia de hombres muertos, la historia de esos hombres canonizados en nuestros libros. La historia de los padres de la patria. Esto es lo que se realza en nuestras clases de historia, y más aún en la celebración del bicentenario en muchos países de la región. Pero cansadas e indignadas de nuestra situación actual, las mujeres también nos preguntamos dónde estamos en esa historia que no nos muestra como heroínas en museos y en libros enteros. Es así que llegamos a entender que esta aparente independencia del yugo español es una completa falacia porque en primer lugar, nunca nos independizamos completamente del yugo español, y porque en la actualidad se sigue reproduciendo el legado criminal sobre nosotras. 

Por eso partimos de negar esa historia a partir del cuestionamiento de la formación política y social de ese autoritarismo arbitrario. Las identidades marcadas en el proyecto de la modernidad de la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos están fundamentadas en el sexismo, machismo, racismo, especismo, que viene de la configuración cultural de la colonia en los países de la región. ¿Alguna sabe la historia de Malinche? Descrito en un texto de Octavio Paz denominado el laberinto de la soledad, Malinche fue la que dio el origen al primer mestizo o a la primera mestiza, a causa de la violación por parte de un conquistador. Es decir que se construye la culpabilidad de Malinche a partir de la justificación que se hace de la violación sexual como legítima sobre nuestros cuerpos, ya que se entienden dentro de toda esta lógica colonial, como parte del territorio conquistado. Por tanto, se entiende que la discriminació n de la mujer es triple: por ser mujer, por ser de una raza distinta considerada como inferior y por la diferencia estamental. Acá podemos mirar que no se separa la importancia que tiene el sistema económico en toda la configuración de este sistema de dominación. Porque Malinche era mujer, pobre e indígena. Además, se le culpa por el hecho, y se le sostiene que su único remedio es la el sufrimiento y el sacrificio en donde se establece su relación con la virgen maría. El sustento católico de esta denominación hacia las mujeres va ligado al carácter de divinización de la dicotomía pública y privada. En donde Jesús, se desenvuelve en lo político y María en lo privado. Esto fundamenta como establecemos los roles en nuestra cotidianidad como un cautiverio: madre, esposa, puta, bruja, loca. Cuando se establece esto dentro de los postulados de la iglesia católica para afirmar permanentemente la masculinidad dentro de la palabra de dios, el poder simbólico se hace más eficiente para mantener el orden. Esto lo entendemos como la construcción de la identidad femenina en nuestra historia, esto es lo que queremos combatir.

Por eso, desde ésta concepción del legado histórico que hemos heredado, nos cuestionamos cómo la institución para vigilar y castigar: la cárcel, se interioriza en nosotras las mujeres pero también todos sus fundamentos autoritarios se exteriorizan en el control para sustentar la represión basándose en el discurso católico de la posición de la mujer. La cárcel es la institución que disciplina y vigila a la mujer o al hombre que viola la legalidad dentro de los márgenes del Estado. Se entiende como el lugar donde la persona acusada pretende ser resocializada por haber cometido un acto ilegal. Pero la historia ha demostrado que el objetivo de las cárceles es otro: la alienación de las mujeres y de los hombres. Es así que, la cárcel es la idea de un microcosmo de una sociedad perfecta donde los individuos se hallan aislados en su existencia moral, pero donde su reunión se efectúa en un encuadramiento jerárquico estricto, sin relación lateral, no pudiendo hacerse la comunicación más que en el sentido de la vertical. Los mecanismos y técnicas punitivas que rompan con esta idea dentro de ese espacio pueden variar, pero siempre con el objetivo de generar disciplina a partir de hacer entender que un orden superior tiene la potestad de su libertad. Este es el primer referente de deshumanizació n, porque esto implica la toma de otros aspectos de la vida de las mujeres y de los hombres detenidos. Evidentemente, estamos hablando de un panorama general, pero cuando el Estado identifica unas enemigas y unos enemigos que generen ruido en su estructura, la situación se torna peor.

Interiorizar la cárcel en nuestros cuerpos y en nuestras vidas implica el encierro en un espacio determinado: el ámbito privado. Salir del espacio asignado genera castigos de tipo físico y psicológico, conjuntamente con una reafirmación de que ese es nuestro espacio. Además hay una permanente vigilancia de que los roles asignados por el patriarcado se continúen reproduciendo. Esto se legitima desde la divinización de la masculinidad a partir de pensar que somos las mujeres el opuesto del otro (el hombre). Basándonos en la idea de que la cárcel deshumaniza a las mujeres y a los hombres: porque perder la libertad implica no solamente estar en encierro, sino también una regresión permanente de las condiciones de la vida digna. Es decir, que el Derecho a la educación, a la salud, a la libertad de expresión, al libre desarrollo de la personalidad, etc. se violan constantemente. Colombia no es una excepción parta este caso, la crisis humanitaria en las cárceles es evidente. Para las mujeres detenidas, la materializació n de toda la discriminació n y opresión patriarcal se condensa en el control de su sexualidad. Todo lo que implica la sexualidad y la reproducción, apunta a ejercer un seguimiento de las relaciones personales de las mujeres, y una negligencia frente a la salud sexual y reproductiva. Pensaran ustedes cuál sería la relación de la situación de las cárceles y nuestra cotidianidad. Para empezar, nosotras no somos distintas a ninguna de las mujeres que están detenidas. La diferencia radica, si es que se puede hablar de diferencia, es que ellas están encerradas bajo un código legal, pero tanto las detenidas, como nosotras acá compartiendo este espacio, somos oprimidas y pretenden que reafirmemos que nuestro único lugar sea un espacio privado: el hogar. Además, bajo la idea de que las mujeres somos propiedad de los hombres, por ende la afirmación de que nuestros cuerpos son de los hombres, todo ese constructo casi invisible del patriarcado se traduce en una asimilación de que nuestra situación es inmodificable, ya que como lo entendimos anteriormente todo el legado colonizador aún se presenta de manera fuerte en nuestras vidas bajo el dogma católico. Por eso, las prácticas de control, vigilancia, sujeción y castigo que se viven en la cárcel, también se materializan en nuestros cuerpos. Por eso, la lucha de las mujeres creemos que no sólo debe trazarse en el ámbito privado, sino en el público. Entendiendo también, que no sólo es el patriarcado el que nos oprime como mujeres, sino va conjuntamente con el capitalismo. . Porque no nos pensamos sólo como mujeres dentro de la categoría sexual, sino como seres sociales inmersas en unas dinámicas determinadas. 

Nosotras estamos concientes y reafirmamos un cambio social, por ende también sentimos en nuestros cuerpos la opresión y represión de toda América Latina, en Colombia, en los barrios de la periferia, en el campo, en los hogares, en las cárceles, es así que no sólo levantamos nuestras banderas en contra del patriarcado, también lo hacemos en contra del capitalismo. Las dos luchas no pueden ir por caminos distintos.

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