Por Margarita Pacay
Pareciera que luego de la firma de los Acuerdos de Paz los 36 años de guerra interna quedaron para la memoria histórica. Sin embargo, para cientos de mujeres sobrevivientes del conflicto armado, esa pesadilla aún sigue en sus cuerpos y mentes. Algunas, armadas de valor, tuvieron que esperar más de dos décadas para contar su secreto.
Sanar una violación sexual no es fácil y menos aún si fueron muchos los abusadores que se apoderaron del cuerpo durante días, meses o años. Esta es una de las secuelas sufridas por cientos de mujeres víctimas de un conflicto bélico. Muchas de ellas eran niñas, madres, esposas, mujeres embarazadas. Sus historias son desgarradoras:
“…entró el Ejército a mi casa, me golpearon, me violó uno, luego el otro y, mientras lo hacían, los demás se reían. Me refugié en México… Cuando regresé a mi comunidad la gente decía ‘allí va la mujer de los soldados…’”. *Sobreviviente de Huehuetenango.
“… tengo presente las imágenes cuando violaron a muchas niñas, a una le pusieron un alambre en el cuello; torturaron a muchas personas y las tiraron al río. Secuestraron a mi esposo. Mientras yo iba a traer leña con mi nena en brazos me agarraron, tiraron a mi hija al monte y me violaron; pasó uno, pasó el otro… Me amenazaron si decía algo, me decían que era parte de los guerrilleros. Me quedé sola con mis tres hijas, a veces no tenemos tortillas porque no tenemos trabajo, mis hijas aún tienen la esperanza de que su papá regrese…”. *Sobreviviente de Chimaltenango.
Sanar una violación sexual no es fácil y menos aún si fueron muchos los abusadores que se apoderaron del cuerpo durante días, meses o años. Esta es una de las secuelas sufridas por cientos de mujeres víctimas de un conflicto bélico. Muchas de ellas eran niñas, madres, esposas, mujeres embarazadas. Sus historias son desgarradoras:
“…entró el Ejército a mi casa, me golpearon, me violó uno, luego el otro y, mientras lo hacían, los demás se reían. Me refugié en México… Cuando regresé a mi comunidad la gente decía ‘allí va la mujer de los soldados…’”. *Sobreviviente de Huehuetenango.
“… tengo presente las imágenes cuando violaron a muchas niñas, a una le pusieron un alambre en el cuello; torturaron a muchas personas y las tiraron al río. Secuestraron a mi esposo. Mientras yo iba a traer leña con mi nena en brazos me agarraron, tiraron a mi hija al monte y me violaron; pasó uno, pasó el otro… Me amenazaron si decía algo, me decían que era parte de los guerrilleros. Me quedé sola con mis tres hijas, a veces no tenemos tortillas porque no tenemos trabajo, mis hijas aún tienen la esperanza de que su papá regrese…”. *Sobreviviente de Chimaltenango.
Las víctimas de violencia sexual durante el conflicto armado interno fueron, en un 99 por ciento, mujeres. La Comisión de Esclarecimiento Histórico, CEH, registró 1,465 hechos, de los cuales 88.7 por ciento se cometieron contra mujeres mayas, 10.3 por ciento contra ladinas y 1 por ciento contra otros grupos. En realidad son muchos más los casos, pero las sobrevivientes prefieren mantener el secreto por temor a represalias o vergüenza, y otras ya no lograron vivir para contarlo. Ocho de las sobrevivientes, representando al colectivo de las víctimas, dieron su testimonio en el Tribunal de conciencia sobre este tema. La actividad se realizó en marzo de este año, en el Paraninfo Universitario, bajo el lema ¡Ni olvido, ni silencio!
El Tribunal de conciencia es un medio alternativo de justicia que se ha utilizado a nivel internacional. Se llama así porque es ejecutado por activistas o conocedoras de derechos humanos, quienes participan como jueces, magistrados de conciencia y testigos de honor ante violaciolaciones a los derechos humanos. Las víctimas dan su testimonio y la fiscalía de conciencia emite un veredicto. Es un pronunciamiento dirigido al gobierno, sociedad civil, instituciones y comunidad internacional sobre lo que está pasando y emite las respectivas recomendaciones, explica Roxana Arroyo, doctora en Derechos Humanos, de Costa Rica.
Para las mujeres objeto de tortura sexual durante la guerra interna, expresar sus vivencias en un tribunal de conciencia les sirvió para romper el silencio en torno a este crimen. Les permitió realizar una acción política de reparación simbólica y hacer un ejercicio de reflexión junto a las autoridades responsables de garantizar justicia, a manera de crear las condiciones que hagan posible su aplicación en casos tanto del pasado como del presente. De hecho, la saña y la crueldad con la que se viola y asesina a las mujeres en la actualidad es resultado del ancestral sistema de opresión contra las mujeres, así como la impunidad y el silencio alrededor de la violencia cometida contra ellas durante la guerra. A ello se suman la pervivencia de agudos problemas socioeconómicos y la creciente inseguridad ciudadana existente en el país.
[“El Tribunal de conciencia es un espacio simbólico, de ejercicio de soberanía, donde todos tenemos que escuchar, aprender y revisar lo que creíamos. Empezar a trabajar para que el tema de la erradicación de toda forma de violencia y discriminación se vuelva una prioridad política y financiera en nuestros países”. Ana Guesmes, directora regional de UNIFEM]
Gladys Canales Martínez, PerúEl Tribunal de conciencia es un medio alternativo de justicia que se ha utilizado a nivel internacional. Se llama así porque es ejecutado por activistas o conocedoras de derechos humanos, quienes participan como jueces, magistrados de conciencia y testigos de honor ante violaciolaciones a los derechos humanos. Las víctimas dan su testimonio y la fiscalía de conciencia emite un veredicto. Es un pronunciamiento dirigido al gobierno, sociedad civil, instituciones y comunidad internacional sobre lo que está pasando y emite las respectivas recomendaciones, explica Roxana Arroyo, doctora en Derechos Humanos, de Costa Rica.
Para las mujeres objeto de tortura sexual durante la guerra interna, expresar sus vivencias en un tribunal de conciencia les sirvió para romper el silencio en torno a este crimen. Les permitió realizar una acción política de reparación simbólica y hacer un ejercicio de reflexión junto a las autoridades responsables de garantizar justicia, a manera de crear las condiciones que hagan posible su aplicación en casos tanto del pasado como del presente. De hecho, la saña y la crueldad con la que se viola y asesina a las mujeres en la actualidad es resultado del ancestral sistema de opresión contra las mujeres, así como la impunidad y el silencio alrededor de la violencia cometida contra ellas durante la guerra. A ello se suman la pervivencia de agudos problemas socioeconómicos y la creciente inseguridad ciudadana existente en el país.
[“El Tribunal de conciencia es un espacio simbólico, de ejercicio de soberanía, donde todos tenemos que escuchar, aprender y revisar lo que creíamos. Empezar a trabajar para que el tema de la erradicación de toda forma de violencia y discriminación se vuelva una prioridad política y financiera en nuestros países”. Ana Guesmes, directora regional de UNIFEM]
Trabajar por los derechos de su comunidad le costó estar ocho años en la cárcel, acusada de terrorista, por llevar la contraria al sistema de Alberto Fujimori, quien hoy está sentenciado a 25 años de prisión por los crímenes que cometió desde los años 80 hasta el 2000. “Cuarenta personas con pasamontañas entraron a la casa y me encarcelaron. Al acusarme como terrorista pasé por la DINCOTE, que es la dirección nacional contra el terrorismo, en donde sufrí violencia sexual. Es importante que las mujeres compartamos la experiencia peruana, porque no podemos permitir que esa historia se repita”.
Teddy Atim, de Uganda; Gladys Canales, de Perú; Juana Méndez, de Guatemala; y Shihoko Niikawa, de Japón, participaron como magistradas del Tribunal de conciencia. Lucía Morán, secretaria del Tribunal; las abogadas María Eugenia Solis García y Juana Balmaceda Ripero, fueron las fiscales.
Teddy Atim, de Uganda; Gladys Canales, de Perú; Juana Méndez, de Guatemala; y Shihoko Niikawa, de Japón, participaron como magistradas del Tribunal de conciencia. Lucía Morán, secretaria del Tribunal; las abogadas María Eugenia Solis García y Juana Balmaceda Ripero, fueron las fiscales.
Fuente: CEH Base de datos. Total de masacres 669 casos perpetrados por todas las fuerzas responsables |
Olga Alicia Paz Bailey, psicóloga y maestra en psicología social y violencia política, explica que el conflicto interno fue un evento determinante en las ideas, conductas y aspectos más significativos de los guatemaltecos. El uso del terror y las formas de represión extremas de violencia que se pusieron en práctica, fueron parte de un proceso dinámico y complejo dirigido a desestructurar a la persona y su entramado de relaciones sociales. Esto hizo crisis en un individuo, en una familia o en la sociedad entera. Las mujeres fueron víctimas de todas las formas de violaciones a los derechos humanos, pero además sufrieron formas específicas de violencia de género que concluyeron en violencia sexual. Esta violencia incluyó esclavitud sexual, uniones forzadas con los captores, amputaciones y mutilaciones de órganos sexuales.
La violación sexual es sin duda uno de los crímenes que no solo destruye el cuerpo de las mujeres, su identidad y capacidad de imaginarse un futuro, sino además rompe con la posibilidad de tener apoyo solidario por parte de las familias, comunidades y redes sociales para su recuperación. Una de las sobrevivientes de la guerra hace referencia al rechazo que experimentó al regresar a su comunidad, la señalaban de ser “la mujer de los soldados”.
También existieron ataques sexuales realizados por miembros de las fuerzas insurgentes, especialmente en Huehuetenango. Algunas mujeres cuentan haber sido violadas por las fuerzas guerrilleras: con el pretexto de tomar agua o comer. Ingresaban a las casas aprovechándose del contexto de la guerra y el terror que prevalecía por las masacres del Ejército, de que estaban solas, empleando la violencia psicológica y física para abusar sexualmente de ellas, explica la abogada española Juana Balmaseda, quien actuó como fiscal en el Tribunal de conciencia.
Las violaciones sexuales sufridas por las mujeres en las guerras son hechos que se llevaron a cabo colectivamente, con una intención bien planificada. No son la suma total de cientos de miles de predisposiciones genéticas a la agresividad y al deseo sexual. “Durante una guerra o un contexto de conflicto o de violencia, la violencia sexual es utilizada sobre los cuerpos de las mujeres para demostrar el dominio sobre el enemigo”, explica Jeannette Esmeralda Asencio Álvarez, maestra en estudios de género, culturales y antropología, durante el peritaje “Una mirada de género”.
La ejecución de genocidio también tuvo como objetivo el cuerpo de las mujeres, ya que es a través de su eliminación como se anula la posibilidad de la descendencia. Por ello se dice que la violencia sexual es usada como un arma o mecanismo “común” de guerra.
El sistema de opresión bajo el cual se encuentran las mujeres en la sociedad, las hace “responsables” de portar la honra y dignidad de la familia y de los hombres. La humillación de la violación fue aumentada muchas veces, pues el autor a menudo no fue una sola persona, sino a veces 10, 20 o hasta 40, y muchas veces empleado el acto de violación como “espectáculo” de diversión para el resto de agresores.
La violación sexual es sin duda uno de los crímenes que no solo destruye el cuerpo de las mujeres, su identidad y capacidad de imaginarse un futuro, sino además rompe con la posibilidad de tener apoyo solidario por parte de las familias, comunidades y redes sociales para su recuperación. Una de las sobrevivientes de la guerra hace referencia al rechazo que experimentó al regresar a su comunidad, la señalaban de ser “la mujer de los soldados”.
También existieron ataques sexuales realizados por miembros de las fuerzas insurgentes, especialmente en Huehuetenango. Algunas mujeres cuentan haber sido violadas por las fuerzas guerrilleras: con el pretexto de tomar agua o comer. Ingresaban a las casas aprovechándose del contexto de la guerra y el terror que prevalecía por las masacres del Ejército, de que estaban solas, empleando la violencia psicológica y física para abusar sexualmente de ellas, explica la abogada española Juana Balmaseda, quien actuó como fiscal en el Tribunal de conciencia.
Las violaciones sexuales sufridas por las mujeres en las guerras son hechos que se llevaron a cabo colectivamente, con una intención bien planificada. No son la suma total de cientos de miles de predisposiciones genéticas a la agresividad y al deseo sexual. “Durante una guerra o un contexto de conflicto o de violencia, la violencia sexual es utilizada sobre los cuerpos de las mujeres para demostrar el dominio sobre el enemigo”, explica Jeannette Esmeralda Asencio Álvarez, maestra en estudios de género, culturales y antropología, durante el peritaje “Una mirada de género”.
La ejecución de genocidio también tuvo como objetivo el cuerpo de las mujeres, ya que es a través de su eliminación como se anula la posibilidad de la descendencia. Por ello se dice que la violencia sexual es usada como un arma o mecanismo “común” de guerra.
El sistema de opresión bajo el cual se encuentran las mujeres en la sociedad, las hace “responsables” de portar la honra y dignidad de la familia y de los hombres. La humillación de la violación fue aumentada muchas veces, pues el autor a menudo no fue una sola persona, sino a veces 10, 20 o hasta 40, y muchas veces empleado el acto de violación como “espectáculo” de diversión para el resto de agresores.
[“Romper el silencio es el primer paso para la búsqueda de justicia, no es solamente un juicio, una reparación económica, sino principalmente exculparnos por la violencia sexual que fue utilizada durante la guerra del conflicto como un arma de tortura”. Ana Grace Cabrera, Fondo de Desarrollo para Guatemala]
Autores y veredicto
De acuerdo con los datos recibidos por la CEH, el 89 por ciento de los autores de violencia sexual fueron miembros del Ejército, el 15.5 por ciento lo integraban miembros de las Patrullas de Autodefensa Civil, PAC; el 11.9 por ciento eran comisionados militares y el 5.7 por ciento pertenecía a otras fuerzas de seguridad. “Con base en la forma masiva y sistemática como el Ejército perpetró las violaciones sexuales de las mujeres, existe la convicción de que no se trató de actos aislados y excesos esporádicos, sino sobre todo de una planificación estratégica”, afirma Sandino Asturias Valenzuela, quien participó en el peritaje “Estrategia militar”.
Después de hacer los estudios pertinentes y oír los testimonios, las magistradas que integraron el Tribunal de conciencia emitieron recomendaciones que consideraron apropiadas para coadyuvar con el Estado y la sociedad civil. En el pronunciamiento afirmaron que: “Fueron realizados por funcionarios o empleados públicos y agencias estatales de fuerzas de seguridad y militares. Asimismo, el Estado tiene responsabilidad directa por los actos de civiles en los que delegó de jure o de facto potestad para actuar en su nombre, o con su consentimiento, aquiescencia o conocimiento. En esta situación se incluye a los comisionados militares, agentes de la autoridad militar según la ley, los patrulleros civiles en tanto actuaron organizados, orientados, obligados o con conocimiento de la autoridad militar; los dueños de fincas, por las funciones policiales que les otorgó el Código Penal de 1936; y cualquier otro tercero que actuó bajo dirección o wcon conocimiento de agentes estatales. Las responsabilidades de gran parte de estas violaciones alcanza, en la línea de mando militar y de la responsabilidad política y administrativa, a los más altos grados del Ejército, de la Policía Nacional y de los sucesivos Gobiernos”.
Este fue solo el primer paso, pues luego del juicio simbólico los tribunales guatemaltecos verán desfilar muchas demandas de justicia y reparación. No importa cuántos años han pasado, ya que el Derecho Internacional reconoce la violencia sexual como crimen de lesa humanidad. Además, este tipo de delitos no prescribe, lo cual significa que los responsables pueden ser denunciados y juzgados en cualquier momento, aunque haya pasado mucho tiempo, afirma Lily Muñoz, investigadora asociada de AVANCSO.
Número de masacres por departamentosAutores y veredicto
De acuerdo con los datos recibidos por la CEH, el 89 por ciento de los autores de violencia sexual fueron miembros del Ejército, el 15.5 por ciento lo integraban miembros de las Patrullas de Autodefensa Civil, PAC; el 11.9 por ciento eran comisionados militares y el 5.7 por ciento pertenecía a otras fuerzas de seguridad. “Con base en la forma masiva y sistemática como el Ejército perpetró las violaciones sexuales de las mujeres, existe la convicción de que no se trató de actos aislados y excesos esporádicos, sino sobre todo de una planificación estratégica”, afirma Sandino Asturias Valenzuela, quien participó en el peritaje “Estrategia militar”.
Después de hacer los estudios pertinentes y oír los testimonios, las magistradas que integraron el Tribunal de conciencia emitieron recomendaciones que consideraron apropiadas para coadyuvar con el Estado y la sociedad civil. En el pronunciamiento afirmaron que: “Fueron realizados por funcionarios o empleados públicos y agencias estatales de fuerzas de seguridad y militares. Asimismo, el Estado tiene responsabilidad directa por los actos de civiles en los que delegó de jure o de facto potestad para actuar en su nombre, o con su consentimiento, aquiescencia o conocimiento. En esta situación se incluye a los comisionados militares, agentes de la autoridad militar según la ley, los patrulleros civiles en tanto actuaron organizados, orientados, obligados o con conocimiento de la autoridad militar; los dueños de fincas, por las funciones policiales que les otorgó el Código Penal de 1936; y cualquier otro tercero que actuó bajo dirección o wcon conocimiento de agentes estatales. Las responsabilidades de gran parte de estas violaciones alcanza, en la línea de mando militar y de la responsabilidad política y administrativa, a los más altos grados del Ejército, de la Policía Nacional y de los sucesivos Gobiernos”.
Este fue solo el primer paso, pues luego del juicio simbólico los tribunales guatemaltecos verán desfilar muchas demandas de justicia y reparación. No importa cuántos años han pasado, ya que el Derecho Internacional reconoce la violencia sexual como crimen de lesa humanidad. Además, este tipo de delitos no prescribe, lo cual significa que los responsables pueden ser denunciados y juzgados en cualquier momento, aunque haya pasado mucho tiempo, afirma Lily Muñoz, investigadora asociada de AVANCSO.
Fuente: CEH Base de datos. Total de masacres 669 casos perpetrados por todas las fuerzas responsables
El primer Tribunal de conciencia en Guatemala se realizó en 1998. Fueron convocadas mujeres de todas las edades y estratos sociales con el propósito de hacer una denuncia pública sobre la violación de los derechos humanos de las mujeres: violencia intrafamiliar, sexual, violación a los derechos de salud, laborales, educativos, políticos, sociales y culturales. Esta actividad tuvo como marco la conmemoración de los 50 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres. Fue coordinado por organizaciones de mujeres, derechos humanos, indígenas, gremiales e instituciones académicas. Al final de la actividad, el Tribunal emitió recomendaciones que consideró apropiadas para resolver el caso, para fortalecer al Estado guatemalteco y a la sociedad civil, explica María Lucrecia Vicente Franco, del Instituto Nacional de la Mujer, de la Universidad de San Carlos, USAC. Como ex integrante del Grupo Guatemalteco de Mujeres, GGM, Vicente Franco fue ponente de casos de violencia contra la mujer y acompañó a una de las víctimas que dio su testimonio en ese primer Tribunal.
En Costa Rica también se efectuaron tres tribunales de conciencia, previo a la conferencia mundial de los derechos humanos de las mujeres, en Viena. Las mujeres se organizaron por grupos de derechos humanos para dar su testimonio sobre las violaciones que se cometían contra ellas. “No eran tomadas en cuenta por los tribunales del sistema de justicia, estaban siendo invisibilizadas”, explica Roxana Arroyo, doctora en derechos humanos.
Shihoko Niikawa, miembro de la Junta Directiva de la Red de Cooperación mutua entre Japón y América Latina, RECOM, explica que a lo largo de la historia también se han realizado otros tribunales de conciencia sobre este tema. En Tokio se han logrado grandes conquistas para el género femenino, como el reconocimiento de situaciones de esclavitud sexual de las mujeres japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. En este tribunal, que se llevó a cabo como una actividad anexa para analizar otros casos de violación sexual a nivel internacional, participó Yolanda Aguilar, quien escribió un capítulo en el Remhi. El conocimiento y la experiencia adquirida en esa actividad la motivó a proponer la realización en Guatemala de un Tribunal de conciencia sobre este tema. Este fue organizado por el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, ECAP; Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, CONAVIGUA; Mujeres Transformando el Mundo, MTM; asociación feminista La Cuerda, y Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, UNAMG, junto a otras organizaciones de la sociedad civil.
Estadísticas de violaciones sexuales de 2005 a 2008En Costa Rica también se efectuaron tres tribunales de conciencia, previo a la conferencia mundial de los derechos humanos de las mujeres, en Viena. Las mujeres se organizaron por grupos de derechos humanos para dar su testimonio sobre las violaciones que se cometían contra ellas. “No eran tomadas en cuenta por los tribunales del sistema de justicia, estaban siendo invisibilizadas”, explica Roxana Arroyo, doctora en derechos humanos.
Shihoko Niikawa, miembro de la Junta Directiva de la Red de Cooperación mutua entre Japón y América Latina, RECOM, explica que a lo largo de la historia también se han realizado otros tribunales de conciencia sobre este tema. En Tokio se han logrado grandes conquistas para el género femenino, como el reconocimiento de situaciones de esclavitud sexual de las mujeres japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. En este tribunal, que se llevó a cabo como una actividad anexa para analizar otros casos de violación sexual a nivel internacional, participó Yolanda Aguilar, quien escribió un capítulo en el Remhi. El conocimiento y la experiencia adquirida en esa actividad la motivó a proponer la realización en Guatemala de un Tribunal de conciencia sobre este tema. Este fue organizado por el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, ECAP; Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, CONAVIGUA; Mujeres Transformando el Mundo, MTM; asociación feminista La Cuerda, y Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, UNAMG, junto a otras organizaciones de la sociedad civil.
2005: 2,065 casos, 62 sentencias condenatorias -3 por ciento de casos con sentencia condenatoria-.
2006: 1,927 casos, 47 sentencias condenatorias -2.43 por ciento de casos con sentencia condenatoria-.
2007: 1,690 casos, 45 sentencias condenatorias -2.66 por ciento de casos con sentencia condenatoria-.
2008: 2,219 casos, 59 sentencias condenatorias -2.66 por ciento de casos con sentencia condenatoria-.
Del año 2005 al 2008 se presentaron 7,901 casos de violación, de los cuales solo 213 recibieron una sentencia condenatoria lo que representa un total de 2.69 por ciento.
Fuente: Inacif
En proceso de recuperación 2006: 1,927 casos, 47 sentencias condenatorias -2.43 por ciento de casos con sentencia condenatoria-.
2007: 1,690 casos, 45 sentencias condenatorias -2.66 por ciento de casos con sentencia condenatoria-.
2008: 2,219 casos, 59 sentencias condenatorias -2.66 por ciento de casos con sentencia condenatoria-.
Del año 2005 al 2008 se presentaron 7,901 casos de violación, de los cuales solo 213 recibieron una sentencia condenatoria lo que representa un total de 2.69 por ciento.
Fuente: Inacif
Los efectos psicológicos y físicos producidos por la violación sexual en el contexto de guerra, constituyen un impacto en las mujeres que trasciende lo emocional y lo físico para instalarse en las relaciones sociales y familiares. Es un daño severo y sus secuelas son de larga duración.
La Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, UNAMG, y el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, ECAP, realizaron una investigación durante tres años, en diferentes regiones del país, con 54 mujeres sobrevivientes de violencia sexual. Participaron cinco grupos etnolingüísticos: kaqchikel, q’eqchi’, mam, cuj y español. Los síntomas registrados en los diagnósticos iniciales, después de entrevistas y participación en grupos de apoyo, comprenden problemas digestivos como gastritis, dolores de cabeza y de cuerpo -especialmente en huesos y espalda- y molestias en los genitales.
Tras las evaluaciones médicas, los resultados en la mayoría de las mujeres dejaron ver problemas ginecológicos, dificultades genitourinarias y alteraciones en el sistema nervioso. En la mitad de las evaluadas se presentan enfermedades de la piel. Este último hallazgo se registró más en mujeres jóvenes, abusadas entre los 11 a 15 años de edad.
Los resultados evidenciaron la necesidad de atención inmediata a mujeres con úlcera en la matriz, así como otras enfermedades de transmisión sexual. Estas afecciones fueron encontradas en mujeres de edad avanzada.
Muchas de esas mujeres han sido atendidas en lo individual, se han empleado técnicas de arteterapia, musicoterapia, relajación y herramientas de la terapia breve y de emergencia. Al inicio algunas mujeres, que no querían participar de manera grupal por miedo y vergüenza, ahora se muestran dispuestas a hacerlo.
También las ha confortado el grupo de apoyo. Es un espacio de encuentro en el que la violencia sexual infligida en su contra se está reconociendo como un hecho que les ha provocado daño en todos los ámbitos de su vida, que provoca vergüenza y a pesar de que no todas están dispuestas a nombrarlo, tienen la disposición de escuchar lo que otras han vivido y reflejarse en esos relatos. Las mujeres reiteran en voz alta “no tuve la culpa”. Es fundamental en lo individual para escucharse defendiéndose de quienes las han atacado, hacer valer su historia, reafirmarse ante sí y frente al grupo, además de reafirmar al grupo.
La Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, UNAMG, y el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, ECAP, realizaron una investigación durante tres años, en diferentes regiones del país, con 54 mujeres sobrevivientes de violencia sexual. Participaron cinco grupos etnolingüísticos: kaqchikel, q’eqchi’, mam, cuj y español. Los síntomas registrados en los diagnósticos iniciales, después de entrevistas y participación en grupos de apoyo, comprenden problemas digestivos como gastritis, dolores de cabeza y de cuerpo -especialmente en huesos y espalda- y molestias en los genitales.
Tras las evaluaciones médicas, los resultados en la mayoría de las mujeres dejaron ver problemas ginecológicos, dificultades genitourinarias y alteraciones en el sistema nervioso. En la mitad de las evaluadas se presentan enfermedades de la piel. Este último hallazgo se registró más en mujeres jóvenes, abusadas entre los 11 a 15 años de edad.
Los resultados evidenciaron la necesidad de atención inmediata a mujeres con úlcera en la matriz, así como otras enfermedades de transmisión sexual. Estas afecciones fueron encontradas en mujeres de edad avanzada.
Muchas de esas mujeres han sido atendidas en lo individual, se han empleado técnicas de arteterapia, musicoterapia, relajación y herramientas de la terapia breve y de emergencia. Al inicio algunas mujeres, que no querían participar de manera grupal por miedo y vergüenza, ahora se muestran dispuestas a hacerlo.
También las ha confortado el grupo de apoyo. Es un espacio de encuentro en el que la violencia sexual infligida en su contra se está reconociendo como un hecho que les ha provocado daño en todos los ámbitos de su vida, que provoca vergüenza y a pesar de que no todas están dispuestas a nombrarlo, tienen la disposición de escuchar lo que otras han vivido y reflejarse en esos relatos. Las mujeres reiteran en voz alta “no tuve la culpa”. Es fundamental en lo individual para escucharse defendiéndose de quienes las han atacado, hacer valer su historia, reafirmarse ante sí y frente al grupo, además de reafirmar al grupo.
Pasaron 30 años y aún lloro al recordarLa violencia sexual en el ámbito urbano respondía a un tipo de represión más selectiva. Se caracterizaba por desapariciones forzadas, detenciones ilegales en sedes militares y policiales y cárceles clandestinas. La tortura era una práctica para obtener información y una manera contra las mujeres era la violencia sexual. “Tenía 13 años cuando me involucré con la Asociación de Estudiantes Belemitas, AEB, la cual pertenecía a la Coordinadora de Estudiantes de Educación Media. Uno de los asesores era Oliverio Castañeda. Se preparaba la manifestación del 20 de octubre y uno de los temas de protesta era el alza al pasaje del transporte colectivo. Nuestro lema era: “.05 sí, .10 no”. Tal vez mi inexperiencia en el manejo de un liderazgo innato me llevó, junto a una compañera, al lugar de encuentro con los megáfonos. Cuando estábamos cerca del Parque Colón nos paró una radiopatrulla. Recuerdo que nos tiraron al piso, nos pusieron los pies encima de la cara, para que la gente no viera que nos llevaban. En un terreno baldío fuimos forzadas sexualmente, cuatro policías me violaron... paré en el Hospital San Juan de Dios. Mis padres me llevaron fuera de la ciudad, nunca más supe de mi compañera. Me casé muy joven, pero fue por miedo. Una forma de hacer catarsis fue estudiar sexología para entender mi sexualidad, afirmar mi autoestima y ayudar a otras mujeres que han sido víctimas de violaciones”. *Testimonio urbano.
Fuentes: Roxana Arroyo, doctora en Derechos Humanos, de Costa Rica. Olga Alicia Paz Bailey, psicóloga. Sandino Asturias Valenzuela, participante en el peritaje “Estrategia militar”. Lily Muñoz, investigadora asociada de AVANCSO. María Eugenia Solís y Juana Balmaseda -española-, abogadas. María Lucrecia Vicente Franco, del Instituto Nacional de la Mujer. Shihoko Niikawa, miembro de la Junta Directiva de la Red de Cooperación mutua entre Japón y América Latina, RECOM. Ana Guesmes, directora regional de UNIFEM. Ana Grace Cabrera, del Fondo de Desarrollo para Guatemala. Gladys Canales Martínez -peruana-. Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, UNAMG. Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, ECAP. Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, CONAVIGUA. Mujeres Transformando el Mundo, MTM. Asociación feminista La Cuerda. Documento: Comunicado ¡Ni olvido Ni Silencio!, del Tribunal de conciencia contra la violencia sexual hacia las mujeres durante el conflicto armado en Guatemala. CEH Base de datos. Total de mascres 669 casos perpetrados por todas las fuerzas responsables.
Fuentes: Roxana Arroyo, doctora en Derechos Humanos, de Costa Rica. Olga Alicia Paz Bailey, psicóloga. Sandino Asturias Valenzuela, participante en el peritaje “Estrategia militar”. Lily Muñoz, investigadora asociada de AVANCSO. María Eugenia Solís y Juana Balmaseda -española-, abogadas. María Lucrecia Vicente Franco, del Instituto Nacional de la Mujer. Shihoko Niikawa, miembro de la Junta Directiva de la Red de Cooperación mutua entre Japón y América Latina, RECOM. Ana Guesmes, directora regional de UNIFEM. Ana Grace Cabrera, del Fondo de Desarrollo para Guatemala. Gladys Canales Martínez -peruana-. Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, UNAMG. Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, ECAP. Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, CONAVIGUA. Mujeres Transformando el Mundo, MTM. Asociación feminista La Cuerda. Documento: Comunicado ¡Ni olvido Ni Silencio!, del Tribunal de conciencia contra la violencia sexual hacia las mujeres durante el conflicto armado en Guatemala. CEH Base de datos. Total de mascres 669 casos perpetrados por todas las fuerzas responsables.
No puedo menos que llorar con el artículo. Me parece magnifica la función de los tribunales de conciencia ante la invisibilización evidente de estos desgarradores crímenes políticos y humanos y realmente agradezco al blog por esta maravillosa publicación...
ResponderEliminarGabriel Ulloa Herrera
Desde Costa Rica