Por María Salas
MUJERES EN RED
Sería un grave error identificar con el feminismo a toda acción en favor de la mujer, pero sería una injusticia histórica actuar en este campo sin conocer ni reconocer que las posibilidades que tenemos ahora las mujeres se deben, en gran medida, a la lucha de las feministas, a sus planteamientos y a sus logros.
Sin embargo, es frecuente que personas muy comprometidas en proyectos con mujeres desconozcan el movimiento feminista y no analicen reflexivamente qué le deben, en qué están de acuerdo con él y en qué discrepan.
Resulta también sorprendente que muchas mujeres ejerciten unos derechos recientemente adquiridos sin preguntarse quién y cómo ha logrado su reconocimiento legal y social. No deja de ser cuando menos curioso que en muchos casos las propias mujeres nieguen al movimiento feminista el respeto histórico que otorgan a otros movimientos sociales, como el sindical o el obrero.
Los responsables de DOCUMENTACIÓN SOCIAL, por el contrario, han pensado que un número de la revista dedicado a la mujer debería contar con un marco de referencia que sitúe al feminismo en su contexto histórico, con sus logros y sus fracasos, sus aciertos y sus equivocaciones. Tarea no fácil de realizar, porque aunque existen muchos estudios parciales, se encuentran pocos trabajos de síntesis global.
Simplificando mucho, en favor de la visión de conjunto, podemos decir que en el feminismo se observan tres etapas diferentes precedidas de un período de gestación.
LAS PRECURSORAS
Suele aceptarse que la primera etapa del feminismo, como fenómeno social organizado, se inició con la acción de las sufragistas, en un período que abarca desde mediados del siglo XlX hasta el final de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, pueden encontrarse antecedentes en periodos históricos anteriores y muy especialmente en el ambiente creado por la Revolución Francesa y sus declaraciones en favor de la igualdad de todos los ciudadanos. Ya en aquel momento algunas autoras, y también algunos autores, con toda coherencia trataron de aplicar aquella igualdad también a las mujeres. El propio CONDORCET' defendió este principio en su documento sobre La admisión de las mujeres en la ciudadanía. Olimpia DE GOUGES insiste en su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, replica al texto base de la revolución de título similar. En Inglaterra Mary WOLLSTONECRAFT aborda la cuestión desde otro ángulo en Reivindicaciones de los derechos de la mujer. La cuestión queda planteada pero los frutos no se recogen todavía. Muy al contrario, a Olimpia DE GOUGES, que había afirmado en el artículo X de su Declaración que «si la mujer tiene derecho a subir al cadalso también debe tener el derecho de subir a la tribuna», se le aplicó el primero sin llegar a conseguir el segundo, puesto que, como es bien sabido, murió guillotinada bajo el «régimen de terror» impuesto por Robespierre.
El advenimiento del régimen napoleónico y la promulgación en 1804 del nuevo Código ahogó la esperanza que la Revolución había despertado en las mujeres y consagró u minoría de edad civil, social y económica y su exclusión de los derechos políticos. El Código de Bonaparte empeoró la situación de las mujeres en toda Europa ya que la mayoría de los países lo tomaron como modelo en su respectiva legislación.
Sin embargo, la semilla de la aspiración a la igualdad estaba ya sembrada y sólo esperaba el momento oportuno para dar sus frutos.
Sin embargo, pueden encontrarse antecedentes en periodos históricos anteriores y muy especialmente en el ambiente creado por la Revolución Francesa y sus declaraciones en favor de la igualdad de todos los ciudadanos. Ya en aquel momento algunas autoras, y también algunos autores, con toda coherencia trataron de aplicar aquella igualdad también a las mujeres. El propio CONDORCET' defendió este principio en su documento sobre La admisión de las mujeres en la ciudadanía. Olimpia DE GOUGES insiste en su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, replica al texto base de la revolución de título similar. En Inglaterra Mary WOLLSTONECRAFT aborda la cuestión desde otro ángulo en Reivindicaciones de los derechos de la mujer. La cuestión queda planteada pero los frutos no se recogen todavía. Muy al contrario, a Olimpia DE GOUGES, que había afirmado en el artículo X de su Declaración que «si la mujer tiene derecho a subir al cadalso también debe tener el derecho de subir a la tribuna», se le aplicó el primero sin llegar a conseguir el segundo, puesto que, como es bien sabido, murió guillotinada bajo el «régimen de terror» impuesto por Robespierre.
El advenimiento del régimen napoleónico y la promulgación en 1804 del nuevo Código ahogó la esperanza que la Revolución había despertado en las mujeres y consagró u minoría de edad civil, social y económica y su exclusión de los derechos políticos. El Código de Bonaparte empeoró la situación de las mujeres en toda Europa ya que la mayoría de los países lo tomaron como modelo en su respectiva legislación.
Sin embargo, la semilla de la aspiración a la igualdad estaba ya sembrada y sólo esperaba el momento oportuno para dar sus frutos.
EL SUFRAGISMO
Los vientos de libertad levantados por la Revolución encontraron un buen campo de cultivo en los Estados Unidos. A favor de estos vientos las mujeres lucharon por la independencia de su país junto a los varones y posteriormente se unieron a la causa de los esclavos. Ello les llevó a ocuparse cada vez en mayor medida de las cuestiones políticas y sociales.
Las mujeres aprendieron a hablar en público defendiendo sus derechos al tiempo que los de los esclavos porque comprendieron que eran cuestiones inseparables.
Con ello existían ya las bases para un real y verdadero movimiento femenino; lo que hacía falta era un impulso que le diese vida, una cabeza y un programa. La ocasión fue el Congreso Antiesclavista Mundial celebrado en Londres en 1840. La delegación norteamericana incluía cuatro mujeres, pero el Congreso, escandalizado por su presencia, rehusó reconocerlas como delegadas e incluso ocultó su presencia tras unas cortinas. Lucrecia Mott y Elisabeth Cady Stanton, dos de las delegadas norteamericanas, volvieron de Londres indignadas, humilladas y decididas a intensificar su campaña por el reconocimiento de los derechos. En 1848 convocaron una convención en la que Elisabeth Stanton pronunció un memorable discurso y pidió el voto para las mujeres. En esta convención se aprobó la Declaración de Séneca Falls, uno de los textos básicos del sufragismo americano.
A partir de esta fecha las mujeres de Estados Unidos empezaron a luchar de forma organizada en favor de sus derechos, tratando de conseguir una enmienda a la Constitución que les diera acceso al voto, la enmienda Anthony (llamada así por el nombre de su redactora), que fue presentada a la Cámara en todos los períodos legislativos, desde 1878 hasta 1896. En este año decidieron cambiar de táctica para tratar de conseguir su propósito Estado por Estado, ya que algunos se habían mostrado más receptivos. En 1869 Wyoming había concedido el voto a las mujeres sin apenas lucha; le siguió Colorado en 1893, después Utah (1895) e Idaho (1896), y finalmente el Estado de Washington (1910). En 1918 la «enmienda Anthony» volvió a figurar en la agenda del Congreso y esta vez dos tercios de los representantes votaron afirmativamente. Se cuenta que Charlotte Woodward, firmante de la Declaración de Séneca Falls, fue la única mujer que vivió lo bastante para votar en las elecciones presidenciales de 1920.
Fue una lucha larga y penosa, en la que muchas mujeres se pusieron a prueba, pero no llegó al radicalismo de Gran Bretaña.
Las mujeres aprendieron a hablar en público defendiendo sus derechos al tiempo que los de los esclavos porque comprendieron que eran cuestiones inseparables.
Con ello existían ya las bases para un real y verdadero movimiento femenino; lo que hacía falta era un impulso que le diese vida, una cabeza y un programa. La ocasión fue el Congreso Antiesclavista Mundial celebrado en Londres en 1840. La delegación norteamericana incluía cuatro mujeres, pero el Congreso, escandalizado por su presencia, rehusó reconocerlas como delegadas e incluso ocultó su presencia tras unas cortinas. Lucrecia Mott y Elisabeth Cady Stanton, dos de las delegadas norteamericanas, volvieron de Londres indignadas, humilladas y decididas a intensificar su campaña por el reconocimiento de los derechos. En 1848 convocaron una convención en la que Elisabeth Stanton pronunció un memorable discurso y pidió el voto para las mujeres. En esta convención se aprobó la Declaración de Séneca Falls, uno de los textos básicos del sufragismo americano.
A partir de esta fecha las mujeres de Estados Unidos empezaron a luchar de forma organizada en favor de sus derechos, tratando de conseguir una enmienda a la Constitución que les diera acceso al voto, la enmienda Anthony (llamada así por el nombre de su redactora), que fue presentada a la Cámara en todos los períodos legislativos, desde 1878 hasta 1896. En este año decidieron cambiar de táctica para tratar de conseguir su propósito Estado por Estado, ya que algunos se habían mostrado más receptivos. En 1869 Wyoming había concedido el voto a las mujeres sin apenas lucha; le siguió Colorado en 1893, después Utah (1895) e Idaho (1896), y finalmente el Estado de Washington (1910). En 1918 la «enmienda Anthony» volvió a figurar en la agenda del Congreso y esta vez dos tercios de los representantes votaron afirmativamente. Se cuenta que Charlotte Woodward, firmante de la Declaración de Séneca Falls, fue la única mujer que vivió lo bastante para votar en las elecciones presidenciales de 1920.
Fue una lucha larga y penosa, en la que muchas mujeres se pusieron a prueba, pero no llegó al radicalismo de Gran Bretaña.
SUFRAGISMO EN INGLATERRA
En Europa, el movimiento sufragista más potente y radical fue el inglés. Surgió en 1951, sólo tres años después de la Declaración de Séneca Falls, cuando un grupo de mujeres inglesas celebraron en Sheffielo un acto público en el que pidieron el voto para la mujer. Decididas a seguir procedimientos democráticos en la consecución de sus objetivos buscaron el apoyo de los parlamentarios. El día 13 de febrero de 1861, el conde de Carlisle presentó su petición en la Cámara de los Lores. Fue el inicio de un largo camino.
Posteriormente las sufragistas inglesas consiguieron tener como aliado a John Stuart, que se casó con una feminista, Harriet Hardy Taylor, y en 1869 escribió un libro que se hizo famoso, La sumisión de las mujeres. Stuart' Mili presentó a la Cámara de los Comunes en 1866 la primera petición oficial del Comité por el Sufragio Femenino. }oro el verdadero paladín de las mujeres en la Cámara baja inglesa fue Jacob Brigt, que incansablemente una y otra vez insistía en presentar propuestas para obtener el derecho político de las mujeres. En 1867 Jacob Brigt profetizó: «SI los mítines carecen de efecto, si la expresión precisa y casi universal de la opinión no tiene influencia ni en la Administración ni en el Parlamento, inevitablemente las mujeres buscarán otros sistemas para asegurarse estos derechos que les son constantemente rehusados» (2~
Sin embargo, las sufragistas inglesas siguieron todavía casi cuarenta años más defendiendo la causa feminista por medios legales. En 1903, cansadas de no ser tomadas en cuenta, cambiaron de estrategia y pasaron a la lucha directa. La táctica que adoptaron fue interrumpir los discursos de los ministros y presentarse en todas las reuniones del partido liberal para plantear sus demandas. La policía las expulsaba de los actos y les imponía multas que no pagaban, tras lo cual iban a la cárcel. Allí eran consideradas como presas comunes y no políticas como ellas hubieran deseado. Para atraer la atención pública sobre su situación recurrieron a la huelga de hambre; Gladstone, que era entonces primer ministro, ordenó que las alimentaran por la fuerza, pero las feministas no desistieron, poniendo en práctica lo que una de ellas había escrito: «Para todas las conquistas en el campo de la libertad muchos hombres y mujeres han debido padecer. Esta regla es también válida para nuestro caso».
Las feministas y la policía inglesa entraron en una espiral de violencia. En julio de 1903, lady Pankhurst, presidenta de la National Union of Women Suffrage, fue condenada a tres años de trabajos forzados pero las sufragistas lograron su evasión. El presidente Wilson la invitó a los EE.UU. Se había convertido en una figura casi legendaria, pero eso no la libró de volver a ser encarcelada en cuanto regresó a Inglaterra.
Mientras tanto, las sufragistas iniciaron una serie de actos terroristas contra diversos edificios públicos, sin cometer ningún atentado personal. La única víctima mortal fue la militante EmilY Davidson, que en junio de 1913, en el hipódromo de Epson, se arrojó a las patas del caballo del Rey que corría en él en la carrera del Derby.
El funeral de Emily Davidson fue un grandioso acto feminista. Entre las numerosas carrozas que seguían al féretro iba una vacía con las cortinas bajas: era la que hubiera correspondido a lady Pankhurst, que no pudo asistir por estar de nuevo arrestada.
Este terrible acontecimiento, aunque fue un paso más en el proceso, no puso fin a la 'lucha. Fue preciso llegar al estallido de la Primera Guerra Mundial. Con este motivo, el Rey Jorge V amnistió a todas las sufragistas y encargó a lady Pankhurst el reclutamiento y la organización de las mujeres para sustituir a los varones que debían alistarse; un buen ejemplo del pragmatismo inglés.
Por fin, el 28 de mayo de 1917 fue aprobada la ley de sufragio femenino, por 364 votos a favor y 22 en contra, después de cincuenta años de lucha y 2.584 peticiones presentadas al Parlamento.
Posteriormente las sufragistas inglesas consiguieron tener como aliado a John Stuart, que se casó con una feminista, Harriet Hardy Taylor, y en 1869 escribió un libro que se hizo famoso, La sumisión de las mujeres. Stuart' Mili presentó a la Cámara de los Comunes en 1866 la primera petición oficial del Comité por el Sufragio Femenino. }oro el verdadero paladín de las mujeres en la Cámara baja inglesa fue Jacob Brigt, que incansablemente una y otra vez insistía en presentar propuestas para obtener el derecho político de las mujeres. En 1867 Jacob Brigt profetizó: «SI los mítines carecen de efecto, si la expresión precisa y casi universal de la opinión no tiene influencia ni en la Administración ni en el Parlamento, inevitablemente las mujeres buscarán otros sistemas para asegurarse estos derechos que les son constantemente rehusados» (2~
Sin embargo, las sufragistas inglesas siguieron todavía casi cuarenta años más defendiendo la causa feminista por medios legales. En 1903, cansadas de no ser tomadas en cuenta, cambiaron de estrategia y pasaron a la lucha directa. La táctica que adoptaron fue interrumpir los discursos de los ministros y presentarse en todas las reuniones del partido liberal para plantear sus demandas. La policía las expulsaba de los actos y les imponía multas que no pagaban, tras lo cual iban a la cárcel. Allí eran consideradas como presas comunes y no políticas como ellas hubieran deseado. Para atraer la atención pública sobre su situación recurrieron a la huelga de hambre; Gladstone, que era entonces primer ministro, ordenó que las alimentaran por la fuerza, pero las feministas no desistieron, poniendo en práctica lo que una de ellas había escrito: «Para todas las conquistas en el campo de la libertad muchos hombres y mujeres han debido padecer. Esta regla es también válida para nuestro caso».
Las feministas y la policía inglesa entraron en una espiral de violencia. En julio de 1903, lady Pankhurst, presidenta de la National Union of Women Suffrage, fue condenada a tres años de trabajos forzados pero las sufragistas lograron su evasión. El presidente Wilson la invitó a los EE.UU. Se había convertido en una figura casi legendaria, pero eso no la libró de volver a ser encarcelada en cuanto regresó a Inglaterra.
Mientras tanto, las sufragistas iniciaron una serie de actos terroristas contra diversos edificios públicos, sin cometer ningún atentado personal. La única víctima mortal fue la militante EmilY Davidson, que en junio de 1913, en el hipódromo de Epson, se arrojó a las patas del caballo del Rey que corría en él en la carrera del Derby.
El funeral de Emily Davidson fue un grandioso acto feminista. Entre las numerosas carrozas que seguían al féretro iba una vacía con las cortinas bajas: era la que hubiera correspondido a lady Pankhurst, que no pudo asistir por estar de nuevo arrestada.
Este terrible acontecimiento, aunque fue un paso más en el proceso, no puso fin a la 'lucha. Fue preciso llegar al estallido de la Primera Guerra Mundial. Con este motivo, el Rey Jorge V amnistió a todas las sufragistas y encargó a lady Pankhurst el reclutamiento y la organización de las mujeres para sustituir a los varones que debían alistarse; un buen ejemplo del pragmatismo inglés.
Por fin, el 28 de mayo de 1917 fue aprobada la ley de sufragio femenino, por 364 votos a favor y 22 en contra, después de cincuenta años de lucha y 2.584 peticiones presentadas al Parlamento.
FEMINISMO EN ESPAÑA
En otros países europeos las mujeres lucharon también por conseguir el voto con menos dramatismo y apoyándose en las conquistas de sus hermanas de Inglaterra y de América.
En España el feminismo entró tardíamente, cuando ya en Europa empezaba a perder su fuerza inicial, y nunca adquirió gran desarrollo.
En 1920 existían varias asociaciones feministas de diferente signo, de las cuales las más importantes eran la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, presidida por María Espinosa, y la Unión de Mujeres Españolas (UME), presidida por la marquesa de Ter. Para ellas eran temas prioritarios la educación de las mujeres, la reforma del Código y el derecho al voto.
La República, instaurada en abril de 1914, dio satisfacción a la mayoría de sus demandas. El 1 de octubre de este mismo año se aprueba en el Parlamento el artículo 34 de la Constitución, que reconoce el derecho de las mujeres al voto, después de un doloroso enfrentamiento entre dos mujeres que se suponía deberían haber estado de acuerdo. Clara Campoamor, del Partido Radical, defendió con calor el derecho al voto como cuestión de justicia, y Victoria Kent, del Partido Radical-Socialista, se opuso por una razón de oportunismo político, suponiendo que las españolas se indinarían hacia un voto conservador. Clara Campoamor consiguió una clara victoria, 161 votos a favor de la ley y 121 en contra, pero debió pagar un alto precio por ella ya que su propio partido llegó a abandonada posteriormente.
Hacia los años treinta la mayoría de las naciones desarrolladas habían reconocido el derecho al voto femenino, salvo Suiza, que no lo aceptó hasta 1970. El objetivo principal de las sufragistas se habían logrado y el feminismo pareció entrar en una fase de recesión.
A pesar de su nombre las sufragistas no defendían sólo el derecho al voto. Sus objetivos eran más amplios, Ya hemos visto que las americanas lucharon contra la esclavitud junto a los abolicionistas y en favor de la igualdad en sentido muy amplio. Las feministas de esta primera época plantearon también el derecho al libre acceso a los estudios superiores y a todas las profesiones; la igualdad de derechos civiles; compartir la patria potestad de los hijos; denunciaban que el marido fuera el administrador delos bienes conyugales, incluso de lo que ganaba la esposa con su trabajo; pedían salario igual para trabajo igual, etc. Todos estos objetivos se centraron en el derecho al voto, que parecía la llave para conseguir los demás.
En resumen, las feministas del siglo XlX y primeros años del siglo xx lucharon por conseguir la igualdad de derechos respecto al varón argumentando que era persona humana lo mismo que él. Se puso énfasis en los aspectos igualitarios y en el respeto a los valores democráticos. En ese sentido se ha puede decir que era un movimiento basado en los principios liberales.
Junto a este feminismo, y a veces frente a él, se intentó desarrollar un feminismo de clase, socialista y comunista, que se debatió entre la fidelidad a la causa feminista y la fidelidad a los partidos políticos respectivos. «Cuando las feministas socialistas tratan de empujar a sus camaradas varones a llevar sus promesas a la práctica, entonces surgen las ambivalencias y los conflictos. En ciertos momentos, las mujeres socialistas no se atreven a insistir demasiado en sus objetivos feministas por temor a perjudicar la causa socialista.
En España el feminismo entró tardíamente, cuando ya en Europa empezaba a perder su fuerza inicial, y nunca adquirió gran desarrollo.
En 1920 existían varias asociaciones feministas de diferente signo, de las cuales las más importantes eran la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, presidida por María Espinosa, y la Unión de Mujeres Españolas (UME), presidida por la marquesa de Ter. Para ellas eran temas prioritarios la educación de las mujeres, la reforma del Código y el derecho al voto.
La República, instaurada en abril de 1914, dio satisfacción a la mayoría de sus demandas. El 1 de octubre de este mismo año se aprueba en el Parlamento el artículo 34 de la Constitución, que reconoce el derecho de las mujeres al voto, después de un doloroso enfrentamiento entre dos mujeres que se suponía deberían haber estado de acuerdo. Clara Campoamor, del Partido Radical, defendió con calor el derecho al voto como cuestión de justicia, y Victoria Kent, del Partido Radical-Socialista, se opuso por una razón de oportunismo político, suponiendo que las españolas se indinarían hacia un voto conservador. Clara Campoamor consiguió una clara victoria, 161 votos a favor de la ley y 121 en contra, pero debió pagar un alto precio por ella ya que su propio partido llegó a abandonada posteriormente.
Hacia los años treinta la mayoría de las naciones desarrolladas habían reconocido el derecho al voto femenino, salvo Suiza, que no lo aceptó hasta 1970. El objetivo principal de las sufragistas se habían logrado y el feminismo pareció entrar en una fase de recesión.
A pesar de su nombre las sufragistas no defendían sólo el derecho al voto. Sus objetivos eran más amplios, Ya hemos visto que las americanas lucharon contra la esclavitud junto a los abolicionistas y en favor de la igualdad en sentido muy amplio. Las feministas de esta primera época plantearon también el derecho al libre acceso a los estudios superiores y a todas las profesiones; la igualdad de derechos civiles; compartir la patria potestad de los hijos; denunciaban que el marido fuera el administrador delos bienes conyugales, incluso de lo que ganaba la esposa con su trabajo; pedían salario igual para trabajo igual, etc. Todos estos objetivos se centraron en el derecho al voto, que parecía la llave para conseguir los demás.
En resumen, las feministas del siglo XlX y primeros años del siglo xx lucharon por conseguir la igualdad de derechos respecto al varón argumentando que era persona humana lo mismo que él. Se puso énfasis en los aspectos igualitarios y en el respeto a los valores democráticos. En ese sentido se ha puede decir que era un movimiento basado en los principios liberales.
Junto a este feminismo, y a veces frente a él, se intentó desarrollar un feminismo de clase, socialista y comunista, que se debatió entre la fidelidad a la causa feminista y la fidelidad a los partidos políticos respectivos. «Cuando las feministas socialistas tratan de empujar a sus camaradas varones a llevar sus promesas a la práctica, entonces surgen las ambivalencias y los conflictos. En ciertos momentos, las mujeres socialistas no se atreven a insistir demasiado en sus objetivos feministas por temor a perjudicar la causa socialista.
LA SEGUNDA OLA DEL FEMINISMO
Durante muchos años se ha pensado que los años veinte marcaron el final de una época y que el feminismo quedó en suspenso durante décadas hasta la eclosión en los años sesenta. Actualmente se están llevando a cabo estudios que aconsejan matizar un juicio tan radical; ahora se habla más bien de «crisis de transición entre dos feminismos. Algo se movía sin duda cuando en 1959 Simone De Beauvoir da el grito de alarma en El segundo sexo y algo estaba ador-mecido cuando un libro tan importante no empieza a ser estudiado y comentado hasta después de una década larga.
De cualquier forma, los que hemos vivido el movimiento feminista de los últimos cincuenta años recordamos bien cómo surgió la llamada segunda ola y el interés que despertó en el mundo entero, lo mismo entre los que se situaron a su favor como entre los que lo hicieron en contra.
El detonante fue la publicación del libro de Betty FRlEDAN, La mística de la feminidad que apareció en Norteamérica en el año 1963 y en seguida se difundió por todo el mundo occidental. La primera edición española, de 1965, lleva un prólogo de Lily Alvarez. Poco tiempo después, la propia autora viajó por diversos países explicando sus planteamientos a través de conferencias, mesas redondas, entrevistas... Su presencia en Madrid, en los momentos que se iniciaba la transición política, dio ocasión a una de las primeras manifestaciones públicas de grupos de feministas después de la Guerra Civil.
El mensaje central de Betty FRIEDAN fue que «algo» estaba pasando entre las mujeres norteamericanas, algo todavía indefinido, que ella denominó «el problema que no tiene nombre. Eran muchas las mujeres que, a pesar de estar felizmente casadas, sin problemas económicos y con hijos sanos, experimentaban una asfixia interior tan misteriosa como intolerable. Era una sensación de vacío que Betty FRIEDAN achacó a no sentir la propia identidad, a saberse definida no por lo que se es sino por las funciones que se ejercen: esposa, madre, ama de casa...
Según Betty FRIEDAN, las hijas de las mujeres que realizaron aquel «viaje apasionado» que supuso la lucha por el derecho al voto fueron atrapadas por la «mística de la feminidad», que les hizo cifrar su felicidad en la dedicación exclusiva al servicio de las personas que aman, ya que lo contrario sería violentar su propia naturaleza femenina.
Para salir de esta trampa, «de este confortable campo de concentración», las mujeres deben romper las invisibles cadenas que les atan, tratar de desarrollar todas sus potencialidades y lograr su propia autonomía incorporándose al mundo del trabajo. Una vez planteado el problema, Betty FRIEDAN pasó a la acción creando, en 1966, la NOW (Organización Nacional de Mujeres), que consiguió afiliar en poco tiempo un elevado número de mujeres en todos los Estados de la Unión, llegando a ser la asociación feminista más influyente.
Hubo una gran movilización de mujeres, unas veces en forma de manifestaciones masivas con aspectos provocativos y humoristas y otras en forma de trabajo paciente y concienzudo, que contribuyó a conseguir importantes reformas legislativas en el campo matrimonial y familiar. Solo en la década de los setenta el Congreso de los Estados Unidos aprobó 71 disposiciones relativas al «problema de la mujer».
Esta movilización general no fue exclusiva de los Estados Unidos sino que Se produjo en casi todas las naciones, favorecida desde 1975, Año Internacional de la Mujer, por la actuación de los Organismos Internacionales. Como veremos más adelante, las mujeres españolas se incorporaron a esta movilización feminista con gran entusiasmo y menos retraso que en el caso del sufragismo.
La NOW, formada en su mayoría por mujeres blancas, de clase acomodada, con estudios superiores, conectaba con el espíritu liberal del primer feminismo. Consideraba que si las mujeres ejercían los derechos adquiridos, los ampliaban y se incorporaban activamente a la vida pública, laboral y política, sus problemas tendrían solución. Aceptando este planteamiento, muchas mujeres en el mundo entero centraron sus esfuerzos en desarrollar una vida profesional compatible con sus funciones dentro de la familia, dando lugar a lo que se llamó la «superwoman», por el derroche de energía que se vio obligada a desplegar.
De cualquier forma, los que hemos vivido el movimiento feminista de los últimos cincuenta años recordamos bien cómo surgió la llamada segunda ola y el interés que despertó en el mundo entero, lo mismo entre los que se situaron a su favor como entre los que lo hicieron en contra.
El detonante fue la publicación del libro de Betty FRlEDAN, La mística de la feminidad que apareció en Norteamérica en el año 1963 y en seguida se difundió por todo el mundo occidental. La primera edición española, de 1965, lleva un prólogo de Lily Alvarez. Poco tiempo después, la propia autora viajó por diversos países explicando sus planteamientos a través de conferencias, mesas redondas, entrevistas... Su presencia en Madrid, en los momentos que se iniciaba la transición política, dio ocasión a una de las primeras manifestaciones públicas de grupos de feministas después de la Guerra Civil.
El mensaje central de Betty FRIEDAN fue que «algo» estaba pasando entre las mujeres norteamericanas, algo todavía indefinido, que ella denominó «el problema que no tiene nombre. Eran muchas las mujeres que, a pesar de estar felizmente casadas, sin problemas económicos y con hijos sanos, experimentaban una asfixia interior tan misteriosa como intolerable. Era una sensación de vacío que Betty FRIEDAN achacó a no sentir la propia identidad, a saberse definida no por lo que se es sino por las funciones que se ejercen: esposa, madre, ama de casa...
Según Betty FRIEDAN, las hijas de las mujeres que realizaron aquel «viaje apasionado» que supuso la lucha por el derecho al voto fueron atrapadas por la «mística de la feminidad», que les hizo cifrar su felicidad en la dedicación exclusiva al servicio de las personas que aman, ya que lo contrario sería violentar su propia naturaleza femenina.
Para salir de esta trampa, «de este confortable campo de concentración», las mujeres deben romper las invisibles cadenas que les atan, tratar de desarrollar todas sus potencialidades y lograr su propia autonomía incorporándose al mundo del trabajo. Una vez planteado el problema, Betty FRIEDAN pasó a la acción creando, en 1966, la NOW (Organización Nacional de Mujeres), que consiguió afiliar en poco tiempo un elevado número de mujeres en todos los Estados de la Unión, llegando a ser la asociación feminista más influyente.
Hubo una gran movilización de mujeres, unas veces en forma de manifestaciones masivas con aspectos provocativos y humoristas y otras en forma de trabajo paciente y concienzudo, que contribuyó a conseguir importantes reformas legislativas en el campo matrimonial y familiar. Solo en la década de los setenta el Congreso de los Estados Unidos aprobó 71 disposiciones relativas al «problema de la mujer».
Esta movilización general no fue exclusiva de los Estados Unidos sino que Se produjo en casi todas las naciones, favorecida desde 1975, Año Internacional de la Mujer, por la actuación de los Organismos Internacionales. Como veremos más adelante, las mujeres españolas se incorporaron a esta movilización feminista con gran entusiasmo y menos retraso que en el caso del sufragismo.
La NOW, formada en su mayoría por mujeres blancas, de clase acomodada, con estudios superiores, conectaba con el espíritu liberal del primer feminismo. Consideraba que si las mujeres ejercían los derechos adquiridos, los ampliaban y se incorporaban activamente a la vida pública, laboral y política, sus problemas tendrían solución. Aceptando este planteamiento, muchas mujeres en el mundo entero centraron sus esfuerzos en desarrollar una vida profesional compatible con sus funciones dentro de la familia, dando lugar a lo que se llamó la «superwoman», por el derroche de energía que se vio obligada a desplegar.
MOVIMIENTO DE LIBERACIÓN DE LA MUJER
Poco a poco, incluso dentro de la misma NOW, fueron surgiendo mujeres más jóvenes con objetivos más revolucionarios que aspiraban a cambiar el sistema. Abandonando las ideas liberales adoptan el planteamiento marxista. Las mujeres son consideradas como el sexo oprimido. El culpable final de la opresión de la mujer no son los varones sino el capitalismo. «La liberación de la mujer no podía darse sin la liberación general de otros trabajadores oprimidos y explotados bajo el capitalismo. El capitalismo era concebido como responsable de la organización injusta del trabajo que oprime al obrero y oprime a la mujer con la doble jornada.» La escritora inglesa Sheila ROWBOTHAM expone estas ideas en sus dos obras principales, Mujer, Resistencia y Revolución (1972) y La Conciencia de la Mujer en el Mundo de los Hombres (1973), tomando como antecedente la gran revolucionaria del siglo XIX, Flora Tristán. Estos grupos intentan conectar con las mujeres de clase media y baja e incluso se dirigen a las mujeres de color.
Los grupos se sentían solidarios de la Nueva Izquierda y se unieron a todas las causas que promovía: movimiento de protesta juvenil, defensa de los Derechos Civiles, pacifismo. En seguida se encontraron con la misma dificultad que Sus hermanas del primer feminismo socialista: por un lado sus propios compañeros de partido les relegaban a los trabajos subordinados y por otra parte sus reivindicaciones siempre tenían que supeditarse a los objetivos más importantes de la lucha global. En consecuencia, decidieron separarse y de esta decisión nació el Movimiento de Liberación de la Mujer.
En cualquier caso, no tiene duda que en un momento histórico el MLM tuvo un gran protagonismo y colaboró al logro de diferentes metas feministas.
Los grupos se sentían solidarios de la Nueva Izquierda y se unieron a todas las causas que promovía: movimiento de protesta juvenil, defensa de los Derechos Civiles, pacifismo. En seguida se encontraron con la misma dificultad que Sus hermanas del primer feminismo socialista: por un lado sus propios compañeros de partido les relegaban a los trabajos subordinados y por otra parte sus reivindicaciones siempre tenían que supeditarse a los objetivos más importantes de la lucha global. En consecuencia, decidieron separarse y de esta decisión nació el Movimiento de Liberación de la Mujer.
En cualquier caso, no tiene duda que en un momento histórico el MLM tuvo un gran protagonismo y colaboró al logro de diferentes metas feministas.
FEMINISMO RADICAL
Algunas mujeres tomaron otro camino y se apuntaron a lo que se ha llamado el feminismo radical. Este considera que la opresión de las mujeres es anterior al capitalismo y no termina con él, como lO demuestra el hecho palpable de que en los regímenes comunistas, entonces todavía existe res, la mujer seguía siendo explotada. Por tanto, el origen de su explotación no está en el capitalismo sino en el patriarcado. En 1971, Kate MILLET publica Política sexual donde define el patriarcado como «una institución en virtud de la cual una mitad de la población (es decir, las mujeres) se encuentra bajo el control de la otra mitad (los hombres).
Las radicales identificaron como centros de dominación patriarcal esferas de la vida que hasta entonces se consideraban «privadas». A ellas corresponde el mérito de haber revolucionado la teoría política al analizar las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad: lo sintetizaron con un eslogan: «1o personal es político».
El feminismo radical puso en práctica una forma de organización y trabajo que tuvo mucho éxito: los grupos de autoconciencia, en los que se impulsaba a cada participante a exponer su experiencia personal de opresión con la finalidad de que tomara conciencia de ella y la analizase en clave política con vistas a lograr una transformación de la situación.
Estos grupos de autoconciencia pagaron el mismo precio que todos los grupos que excluyen a priori cualquier tipo no sólo de jerarquización sino incluso de división de funciones. En el prurito de que cada participante debía tener la misma consideración, el avance se hacía casi imposible porque la última recién llegada podía poner todo en cuestión y obligar al grupo a empezar de nuevo.
Las radicales identificaron como centros de dominación patriarcal esferas de la vida que hasta entonces se consideraban «privadas». A ellas corresponde el mérito de haber revolucionado la teoría política al analizar las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad: lo sintetizaron con un eslogan: «1o personal es político».
El feminismo radical puso en práctica una forma de organización y trabajo que tuvo mucho éxito: los grupos de autoconciencia, en los que se impulsaba a cada participante a exponer su experiencia personal de opresión con la finalidad de que tomara conciencia de ella y la analizase en clave política con vistas a lograr una transformación de la situación.
Estos grupos de autoconciencia pagaron el mismo precio que todos los grupos que excluyen a priori cualquier tipo no sólo de jerarquización sino incluso de división de funciones. En el prurito de que cada participante debía tener la misma consideración, el avance se hacía casi imposible porque la última recién llegada podía poner todo en cuestión y obligar al grupo a empezar de nuevo.
FEMINISMO DE LA DIFERENCIA
Algunos grupos de feministas radicales fueron evolucionando hacia el feminismo de la diferencia, que aboga por identificar y defender la identidad propia de la mujer y marcar bien sus señas diferenciales. Consideran que los varones, debido a su psicología, son agresivos, guerreros, depredadores. Las mujeres no deben entrar en ese juego m m-tentar imitarlos. Una de sus teóricas, la italiana Carla Louzi, afirma que «la meta de la toma del poder es totalmente vana». Y la francesa Luce Irigaray considera inútil o incluso nocivo empeñarse en obtener la igualdad. En Francia y en Italia existen notables partidarias del feminismo de la diferencia. Sus críticos dudan de que puedan construir la identidad femenina y a un tiempo destruir el mito «mujer».
Las teóricas de cada una de las tendencias señaladas debaten entre ellas y en ocasiones se niegan mutuamente el título de feministas. Mientras tanto, los grupos feministas de base siguen su trabajo a menudo utilizando los diferentes lenguajes de forma alternativa y a veces hasta simultánea.
Las teóricas de cada una de las tendencias señaladas debaten entre ellas y en ocasiones se niegan mutuamente el título de feministas. Mientras tanto, los grupos feministas de base siguen su trabajo a menudo utilizando los diferentes lenguajes de forma alternativa y a veces hasta simultánea.
LA SEGUNDA OLA DEL FEMINISMO EN ESPAÑA
Fue alrededor de los años sesenta cuando las mujeres españolas empezaron a reclamar públicamente los derechos que se le venían negando desde la terminación de la Guerra Civil, cuando, como es bien sabido, perdieron todos los derechos que habían conseguido durante la segunda década del siglo y sobre todo durante la República.
ANTECEDENTES
Anteriormente, algunas mujeres habían actuado e, título individual. En 1948, después de unos años en los que nadie en España habló sobre el tema, María CAMPO ALANGE se atrevió a escribir La secreta guerra de los sexos. Fue un acto de valentía, porque el ambiente no era propicio. En 1961 volvió a la carga con La mujer como mito y como ser humano, que fue seguida por una obra de mayor envergadura, La mujer en España. Cien años de su historia.
En 1956, tres asociaciones religiosas, las Mujeres de AC, las Congregaciones Marianas Universitarias y un grupo de universitarias de la Institución Teresiana, constituyeron una asociación llamada Amistad Universitaria, que fue durante años un lugar de encuentro y debate y donde se intentó fijar las bases de un feminismo cristiano en una línea que resultaba progresista respecto a la postura oficial, a la mantenida por la Iglesia católica y la que predominaba en el conjunto de la sociedad española de aquel momento.
Por otra parte, ya en la década de los sesenta, el despegue económico de España y los Planes de Desarrollo hacen necesaria la incorporación de la mujer al trabajo y, como consecuencia, en 1960 las Cortes franquistas aprueban la Ley de los Derechos políticos, por el trabajo de la mujer, por la que se eliminan la mayoría de las discriminaciones impuestas anteriormente en el campo laboral. Para preparar el proyecto de ley se realizaron diversos estudios, que pusieron de manifiesto la precaria situación de la mujer española.
Estos acontecimientos dieron lugar a que fuera cristalizando una corriente de opinión favorable a las tesis feministas y a que las propias mujeres fueran tomando conciencia de sus problemas, aunque' no pudieran asociarse para reclamar sus derechos.
En aquellas circunstancias, María Campo Alange reunió en su casa a un grupo de ocho mujeres de procedencia universitaria con la idea de fundar un grupo feminista informal en la imposibilidad de constituir una asociación. De esta manera en el año 1960 nació el SESM, que antes del cambio democrático publicó algunos libros y · numerosos artículos sobre la problemática femenina y después, cuando se pudo, participó en actos y reuniones de signo feminista o relacionados con la mujer.
Mientras tanto, todavía en la clandestinidad, empezaron a reunirse periódicamente diferentes grupos de mujeres para formular objetivos comunes y preparar estrategias de acción, dentro de la oposición democrática al régimen.
EL «BOOM» DE LOS AÑOS SETENTA
En 1975, declarado por la ONU Año Internacional de la Mujer, el movimiento de mujeres progresistas estaba ya en plena efervescencia en España. No hace falta recordar que fue un año muy peculiar. Después de cuatro décadas de régimen autoritario empezaría a ser inminente un cambio político, todavía de signo incierto. En todos los ambientes habla grupos que se organizaban con vistas al próximo futuro. Las mujeres aprovecharon el momento y a finales de año, a favor de una cierta permisividad de las autoridades gubernamentales, organizaron en Madrid, en el colegio Montserrat, las Primeras Jornadas de Liberación de la Mujer, a las que acudieron más de quinientas mujeres de toda España que, durante tres días en largos debates, intentaron perfilar su ideología. No fue tarea fácil. Se encontraban allí juntas por primera vez mujeres que hacían un planteamiento intelectual del problema con otras volcadas en la acción directa; jóvenes que se asomaban por primera vez al feminismo con veteranas, si no de una acción que hasta entonces había sido imposible, sí en el pensamiento y en la discusión. Había incluso mujeres, como María Campo Alange, que recordaban los inicios del feminismo en España y que hablan escrito sobre ello.
Al año siguiente se organizaron en Barcelona las Primeres Jornades Catalanes de la Dona. En ambas Jornadas se manifestaron claramente las dos tendencias que existían en los incipientes grupos feministas españoles: la que abogaba por una acción política simultánea a la acción feminista (la llamada doble militancia) y la que consideraba al feminismo como una alternativa global a una sociedad dominada por el hombre. Por debajo de esta división muy clara empezaban a perfilarse las diversas corrientes de feminismo que se estaban manifestando en Norteamérica v en todo el mundo.
Es imposible dar cuenta de los numerosos grupos feministas que nacieron, se formaron, se fragmentaron, desaparecieron y volvieron a aparecer con características diferentes durante aquella década. Varios nacieron arropados por los diversos partidos políticos. El MDM (Movimiento Democrático de la Mujer) fue creado por mujeres del PCE y por independientes "con la intención de ser movimiento de masas y teniendo como campo de acción los barrios periféricos de las ciudades".
En 1976 se crea la ADM (Asociación Democrática de la Mujer) integrada por mujeres militantes o simpatizantes del PTE y de la ORT. A pesar de su origen, tuvo vocación interclasista y propuso objetivos muy aceptables que podrían atraer a muchas mujeres, aunque no fueran feministas. La inteligente acción de su presidenta Sacramento Martí, estuvo a punto de conseguir que la ADM se convirtiera en la gran asociación feminista de masas que en España nunca hemos logrado tener· Dispusieron de una revista» la Gaceta Feminista, de bastante calidad. Después de un cierto éxito, agotada la fuente política de donde presumiblemente venían los subsidios, la ADM fue decayendo hasta desaparecer.
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Junto a estos grupos, que propugnaban la doble militancia, estaban los que repudiaban esta colaboración. Especialmente interesante entre ellos fue el que se organizó en el despacho de la abogada Cristina Alberdi, que tomó el nombre de Colectivo Feminista de Madrid, porque había otros grupos con el mismo nombre en diferentes capitales de España.
Lidia Falcón, por su parte, alzó una bandera diferente al propugnar que las mujeres deben crear sus organizaciones políticas, con sus programas específicos y sus estrategias particulares. Consecuente con sus ideas años más tarde fundó un partido y se presentó a las elecciones.
Un carácter muy distinto en la Asociación para la Promoción y Evolución Cultural (APEC). Nada en su denominación indicaba que fuese una asociación feminista, sin embargo sus fundadores se proponían que la clave de esa evolución y promoción fuese í ó desde el primer momento una revolución que afectase al concepto tradicional de mujer. El alma de la asociación fueron el matrimonio formado por Pilar Yzaguirre y Alvaro Meseguer. APEC se apuntó el tanto de traer a España, con la colaboración financiera de la Fundación March, a la famosa feminista americana Betty Friedan, que estaba entonces en la cresta de la ola. El éxito fue estruendoso en todos los sentidos de la palabra.
Fue esta una demostración palpable de que el feminismo español quería conectar con la poderosa nueva ola del feminismo americano en el que ya empezaban a manifestarse las líneas de divergencia que se reprodujeron inmediatamente en España.
Un carácter muy distinto en la Asociación para la Promoción y Evolución Cultural (APEC). Nada en su denominación indicaba que fuese una asociación feminista, sin embargo sus fundadores se proponían que la clave de esa evolución y promoción fuese í ó desde el primer momento una revolución que afectase al concepto tradicional de mujer. El alma de la asociación fueron el matrimonio formado por Pilar Yzaguirre y Alvaro Meseguer. APEC se apuntó el tanto de traer a España, con la colaboración financiera de la Fundación March, a la famosa feminista americana Betty Friedan, que estaba entonces en la cresta de la ola. El éxito fue estruendoso en todos los sentidos de la palabra.
Fue esta una demostración palpable de que el feminismo español quería conectar con la poderosa nueva ola del feminismo americano en el que ya empezaban a manifestarse las líneas de divergencia que se reprodujeron inmediatamente en España.
LAS REFORMAS LEGALES
A pesar de estas divergencias había algunas reivindicaciones inmediatas en las que todos los grupos feministas estaban de acuerdo.
La presión de los grupos feministas y las nuevas circunstancias que se vivían en España hicieron que se promulgaran una serie de leyes favorables a la mujer.
La no discriminación legal por razón del sexo, que tanto habían reclamado los grupos feministas, quedó garantizada por la Constitución de 1978, en forma general en el artículo 4, en el 32 con referencia al matrimonio y en el 35 al referirse al trabajo.
En 1978 se despenalizaron los anticonceptivos y se eliminaron los delitos de adulterio ¡ y amancebamiento, que tradicionalmente desfavorecían a la mujer.
El Estatuto de los Trabajadores de marzo de 1980 declara nulos y sin efectos los anteriores preceptos reglamentarios y disposiciones que contengan discriminaciones en el empleo.
En el año 1981 se aprobó la Ley del divorcio y en 1985 se promulgó la Ley de despenalización del aborto, bajo tres condiciones,
reivindicación en la que no todos los grupos feministas están de acuerdo y no sólo por motivos religiosos. Algunas feministas italianas se oponen al aborto por considerar que refuerza los privilegios masculinos... «la mujer se pregunta: ¿Para placer de quién he quedado yo embarazada? ¿Para placer de quién aborto yo? Estos interrogantes contienen las semillas de nuestra liberación: al formularlos, las mujeres abandonan su identificación con los hombres y encuentran 1~. fuerza necesaria para romper un silencio cómplice que es la coronación de nuestra colonización.
En consecuencia; algunas asociaciones feministas italianas en el debate sobre el aborto optaron por pedir la despenalización y se opusieron a su legalización.
La presión de los grupos feministas y las nuevas circunstancias que se vivían en España hicieron que se promulgaran una serie de leyes favorables a la mujer.
La no discriminación legal por razón del sexo, que tanto habían reclamado los grupos feministas, quedó garantizada por la Constitución de 1978, en forma general en el artículo 4, en el 32 con referencia al matrimonio y en el 35 al referirse al trabajo.
En 1978 se despenalizaron los anticonceptivos y se eliminaron los delitos de adulterio ¡ y amancebamiento, que tradicionalmente desfavorecían a la mujer.
El Estatuto de los Trabajadores de marzo de 1980 declara nulos y sin efectos los anteriores preceptos reglamentarios y disposiciones que contengan discriminaciones en el empleo.
En el año 1981 se aprobó la Ley del divorcio y en 1985 se promulgó la Ley de despenalización del aborto, bajo tres condiciones,
reivindicación en la que no todos los grupos feministas están de acuerdo y no sólo por motivos religiosos. Algunas feministas italianas se oponen al aborto por considerar que refuerza los privilegios masculinos... «la mujer se pregunta: ¿Para placer de quién he quedado yo embarazada? ¿Para placer de quién aborto yo? Estos interrogantes contienen las semillas de nuestra liberación: al formularlos, las mujeres abandonan su identificación con los hombres y encuentran 1~. fuerza necesaria para romper un silencio cómplice que es la coronación de nuestra colonización.
En consecuencia; algunas asociaciones feministas italianas en el debate sobre el aborto optaron por pedir la despenalización y se opusieron a su legalización.
EL FEMINISMO DESPUÉS DE LOS AÑOS OCHENTA
A partir de los ochenta parece como si el movimiento feminista haya ido perdiendo el vigor de que dio muestras en las dos décadas anteriores. Algunos hasta se han apresurado a pronosticar su pronta defunción a causa de los debates ~ das divisiones internas.
Sin duda tienen razón los que aducen que su presencia pública no es tan preponderante como hace unos años y que los debates que se producen en torno al sentido mismo del feminismo, su finalidad, sus objetivos y su estrategia hayan llegado a un punto donde a veces podría parecer que ya no se sabe de lo que se discute.
Sin embargo, la presencia de 36.000 mujeres llenas de iniciativas y de vitalidad en el Forum de Huairu, en el verano de 1995, con motivo de celebrarse en China la IV Conferencia Internacional de la Mujer, dan que pensar y obligan a replantearse la cuestión desde otra perspectiva.
Cierto es que no todas las mujeres presentes en aquel Forum eran feministas, pero si muchas de ellas, y no sólo representantes del Primer Mundo. como suele pensarse y escribirse, sino que había feministas de Africa, Asia y Latinoamérica, con planteamientos muy dinámicos y muy interesantes.
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Quizás lo que ocurre es que el feminismo ha entrado en una nueva fase más difícil de analizar« por varias causas. En primer lugar, los acontecimientos están demasiado cercanos y por ello los árboles no nos dejan ver el bosque; por otra parte, el movimiento feminista que en los
años sesenta estaba bastante polarizado en Norteamérica, se ha disgregado en diferentes polos de acción y producción de pensamiento feminista (por ejemplo, uno de ellos muy importante en Italia) y, además, una vez alcanzados los objetivos primarios que afectaban a todas las
mujeres por igual, ahora los intereses no siempre son coincidentes.
Esta última afirmación podría ser objeto de discusión en ciertos círculos feministas que consideran una batalla equivocada la emprendida a favor de la igualdad de derechos, llevada a cabo por mujeres de la burguesía liberal, que no pretendían cambiar las relaciones de poder sino simplemente entrar en la dinámica del sistema. Lo cual probablemente es muy verdad, pero sin aquel primer paso difícilmente
podrían haberse dado los que han venido y vendrán después.
Yásmine Ergas considera que el término "feminismo" no designa una realidad sustancial cuyas propiedades puedan establecerse con
exactitud; por el contrario, se podría decir que el término "feminismo'' indica un conjunto de teorías y de prácticas históricamente variables en torno a la constitución y la capacitación de los sujetos femeninos.
Sin duda tienen razón los que aducen que su presencia pública no es tan preponderante como hace unos años y que los debates que se producen en torno al sentido mismo del feminismo, su finalidad, sus objetivos y su estrategia hayan llegado a un punto donde a veces podría parecer que ya no se sabe de lo que se discute.
Sin embargo, la presencia de 36.000 mujeres llenas de iniciativas y de vitalidad en el Forum de Huairu, en el verano de 1995, con motivo de celebrarse en China la IV Conferencia Internacional de la Mujer, dan que pensar y obligan a replantearse la cuestión desde otra perspectiva.
Cierto es que no todas las mujeres presentes en aquel Forum eran feministas, pero si muchas de ellas, y no sólo representantes del Primer Mundo. como suele pensarse y escribirse, sino que había feministas de Africa, Asia y Latinoamérica, con planteamientos muy dinámicos y muy interesantes.
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Quizás lo que ocurre es que el feminismo ha entrado en una nueva fase más difícil de analizar« por varias causas. En primer lugar, los acontecimientos están demasiado cercanos y por ello los árboles no nos dejan ver el bosque; por otra parte, el movimiento feminista que en los
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mujeres por igual, ahora los intereses no siempre son coincidentes.
Esta última afirmación podría ser objeto de discusión en ciertos círculos feministas que consideran una batalla equivocada la emprendida a favor de la igualdad de derechos, llevada a cabo por mujeres de la burguesía liberal, que no pretendían cambiar las relaciones de poder sino simplemente entrar en la dinámica del sistema. Lo cual probablemente es muy verdad, pero sin aquel primer paso difícilmente
podrían haberse dado los que han venido y vendrán después.
Yásmine Ergas considera que el término "feminismo" no designa una realidad sustancial cuyas propiedades puedan establecerse con
exactitud; por el contrario, se podría decir que el término "feminismo'' indica un conjunto de teorías y de prácticas históricamente variables en torno a la constitución y la capacitación de los sujetos femeninos.
El hecho cierto es que las posturas del feminismo están lejos de ser unánimes. Un problema básico sin resolver es cómo articular la lucha por liberarse de la vieja afirmación antifeminista de que «la anatomía es el destino» con la defensa de la propia identidad pro-pugnada por el feminismo de la diferencia.
Sin embargo, a pesar de la dificultad de abrirse paso en la multitud de manifestaciones diferentes que se dan entre los grupos que se llaman feministas, pueden detectarse algunos aspectos generales del feminismo actual.
Sin embargo, a pesar de la dificultad de abrirse paso en la multitud de manifestaciones diferentes que se dan entre los grupos que se llaman feministas, pueden detectarse algunos aspectos generales del feminismo actual.
GRUPOS PEQUEÑOS Y DIVERSIDAD DE OBJETIVOS
FOMENTO DE LA INVESTIGACIÓN UNIVERSITARIA
Ya vimos que, frente a grandes organizaciones que tuvieron la iniciativa en los años sesenta, fueron apareciendo multitud de grupos pequeños e informales en los que las mujeres se reunían, intercambiaban experiencias, promovían la auto concienciación, realizaban acciones puntuales y vivían la solidaridad. Para muchas mujeres estos grupos llegaron a ser una alternativa global a su necesidad de relación, para otras constituyeron un lugar de encuentro y desahogo que no impedían otro tipo de relaciones humanas. En los últimos años muchos de estos grupos se han ido transformando en asociaciones de ayuda mutua que ofrecen apoyo a las mujeres, muchas veces con programas subvencionados por organismos estatales. En algunos casos es difícil marcar una diferencia clara entre los grupos que se autodefinen como feministas y los que son más bien reacios al término, pero trabajan activamente en favor de las mujeres.
Otro fenómeno que hace menos visibles a las feministas en el mundo actual es que muchas de ellas se han dedicado a realizar estudios sobre la problemática de la mujer dentro de las universidades, lo mismo en España que en otros países.
No fue tampoco fácil que las universidades aceptaran albergar y financiar estos departamentos de investigación. En España, el primero se creó en 1979, en la Universidad Autónoma de Madrid, dirigido por María Ángeles Durán, bien secundada por Pilar Folguera. La Universidad Complutense aprobó en el curso 1988-89 un Instituto de Investigaciones Feministas que, desde el año siguiente, imparte un curso de Historia de la Teoría Feminista, coordinado por Celia Amorós, catedrática de Historia de dicha Universidad. La mayoría de las universidades españolas tienen departamentos similares.
Otro fenómeno que hace menos visibles a las feministas en el mundo actual es que muchas de ellas se han dedicado a realizar estudios sobre la problemática de la mujer dentro de las universidades, lo mismo en España que en otros países.
No fue tampoco fácil que las universidades aceptaran albergar y financiar estos departamentos de investigación. En España, el primero se creó en 1979, en la Universidad Autónoma de Madrid, dirigido por María Ángeles Durán, bien secundada por Pilar Folguera. La Universidad Complutense aprobó en el curso 1988-89 un Instituto de Investigaciones Feministas que, desde el año siguiente, imparte un curso de Historia de la Teoría Feminista, coordinado por Celia Amorós, catedrática de Historia de dicha Universidad. La mayoría de las universidades españolas tienen departamentos similares.
RECUPERACIÓN DE LA PROPIA HISTORIA
Las mujeres se han hecho conscientes de que hasta ahora su historia ha sido ignorada por los historiadores, aunque, como es obvio, la mujer ha estado siempre presente en cualquier acontecimiento histórico de forma activa o pasiva. En consecuencia, se han puesto a buscar los datos olvidados y a rastrear las huellas de su presencia invisible. En esta tarea se afanan lo mismo las profesionales universitarias utilizando todos los recursos de las ciencias históricas, como las mujeres de la base, que recurren a los relatos familiares y a la transmisión de información recibida oralmente de sus mayores.
Estos estudios que rescatan del Olvido a las mujeres están provocando un cambio total de enfoque histórico, porque no se trata de escribir dos historias paralelas, sino una sola que integre también la aportación de las mujeres. Se ha llegado a afirmar que se esta gestando un cambio parecido al que se produjo cuando el marxismo obligó a incorporar a los estudios históricos los fenómenos económicos: la perspectiva cambió totalmente. Lo mismo puede ocurrir ahora al incorporar la intervención de las mujeres en la vida privada y en la vida pública de los diferentes pueblos.
Estos estudios que rescatan del Olvido a las mujeres están provocando un cambio total de enfoque histórico, porque no se trata de escribir dos historias paralelas, sino una sola que integre también la aportación de las mujeres. Se ha llegado a afirmar que se esta gestando un cambio parecido al que se produjo cuando el marxismo obligó a incorporar a los estudios históricos los fenómenos económicos: la perspectiva cambió totalmente. Lo mismo puede ocurrir ahora al incorporar la intervención de las mujeres en la vida privada y en la vida pública de los diferentes pueblos.
FEMINISMO INSTITUCIONAL
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