Por Alba Trejo
Confesar al esposo que se padece de VIH-sida podría condenar a cualquier guatemalteca a una vida de torturas físicas y psicológicas. Todo empeora si la mujer reclama a su cónyuge haber sido el responsable de contagiarla con la enfermedad, porque entonces ella es amenazada de muerte.
Así describe un grupo de seropositivas lo que tuvieron que vivir desde que descubrieron que sus maridos las habían infectado con el virus del sida. Por eso, cansadas de ser víctimas de la violencia, se agruparon para enfrentar ese lado oscuro que una mujer, sea esposa, madre o abuela, vive cuando el VIH-sida entra en su hogar.
La red de mujeres esposas seropositivas, la única en Guatemala, por primera vez se atrevió a desafiar .el sistema patriarcal. Imperante en este país centroamericano. Sus integrantes contaron sus testimonios que, además, quedaron impresos en un estudio denominado "VIH-Sida y violencia contra las mujeres", realizado por la Red Contra la Violencia hacia la Mujer.
Las entrevistadas señalaron que, en algunos casos, la enfermedad les llegó tras ser violadas por sus esposos infectados, y otras más porque tuvieron relaciones con sus cónyuges sin usar un condón.
Ellas, que son parte de los siete millones de mujeres que conforman esta población de 13,4 millones de habitantes, provienen de hogares pobres .donde la educación no supera el segundo grado de primaria, los hogares se suelen conformar por cinco o seis hijos y se sobrevive con un dólar diario para comer, vestir, transportarse y darle educación a los pequeños.
Sus edades oscilan entre los 26 y 35 años de edad: un período de vida en el que la guatemalteca tiene una familia formalmente establecida ya que la mayoría de ellas inicia la vida marital a los 20 años.
En algunos casos, indicaron que sus esposos recién habían fallecido víctimas del flagelo que ha socavado la vida de, al menos, seis mil guatemaltecos, mientras que persiste en el cuerpo de 78.000 habitantes más.
Arturo Echeverría, director de la no gubernamental organización Action Aid, entidad que financia proyectos en pro de la mujer y la niñez, señala que si para cada siete de 10 mujeres que sufren de violencia intrafamiliar en Guatemala es difícil la vida, para las que padecen de VIH- sida lo es doblemente.
Las mujeres que revelan ser seropositivas en este país vulneran su integridad y aumenta el riesgo de sufrir otras formas de violencia o abandono, señala Alma de Guerra, experta en género quien participó en las entrevistas realizadas a las seropositivas.
Por ejemplo, un buen número de las entrevistadas iniciaron su búsqueda de apoyo hasta que los esposos o convivientes murieron o cuando las diagnosticaron con VIH-sida y los niveles de agresión aumentaron.
Las razones de silencio pudieron ser más, agrega Govanna Lemus, integrante de la no gubernamental Red de violencia contra la mujer, ya que la mayoría de las interrogadas expresaron haber sufrido agresiones desde muy pequeñas.
En el país, la niñez sufre de maltrato desde que está en la cuna. De acuerdo a la Comisión Nacional Contra el Maltrato Infantil, siete de cada 10 niñas y niños son maltratados física y verbalmente. A eso se agrega que el año pasado 5.200 casos de menores fueron reportados como víctimas de golpes y abusos sexuales.
En Guatemala no existe una ley que condene severamente a los abusadores, pero en el Congreso de la República se encuentra desde el 2005 una propuesta de ley de las organizaciones que velan por los derechos de la niñez, la cual propone tipificar los delitos de violación sexual, y cambiar las penas contra los violadores.
De acuerdo con la Red de Mujeres contra la Violencia hacia la Mujer, las guatemaltecas no tienen el poder de negociar relaciones sexuales protegidas con su pareja, tanto en el uso del condón como en las condiciones bajo las cuales se tienen relaciones sexuales, porque inmediatamente son agredidas.
Fuente: SEMlac y
http://www.mujeres.co.cu/
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