jueves, 30 de diciembre de 2010

En busca del amor romántico


El amor es una vía de acceso al conocimiento, un intento de trascender la realidad, de superar la muerte, de lograr la fusión con el cosmos. Es también una ficción que vivimos en y con el cuerpo, y una fuente constante de sufrimiento, dolor, y sublimación poética...

Por Coral Herrera Gómez  Especialistaenamor.com

Lo que hoy denominamos ?amor romántico? es en realidad un collage de mitos antiguos cuyas principales fuentes han sido el amor cortés del siglo XII y el romanticismo del siglo XIX. De estos restos culturales tenemos la idea del amor para siempre, el mito de la indestructibilidad y omnipotencia del amor, el mito del matrimonio como institución perfecta para el desarrollo del amor, el mito de la princesa esperando en su castillo, la figura del príncipe azul salvador, la imagen de los atardeceres o la belleza de la naturaleza como paisajes del amor, la boda como culminación de ese amor?
Este collage de relatos, mitos y símbolos ha logrado seducir a las masas hasta convertirse, hoy en día, en una utopía emocional de carácter individualista. Una vez derrumbadas las utopías religiosas y las políticas, el amor romántico es, cada vez más, un anhelo idealizado y un objeto de deseo que nos sirve como medio para lograr los grandes fines de la posmodernidad: la felicidad, la plenitud, la autorrealización.
El amor romántico ha servido como medio para seducir a las masas; el objetivo de la Iglesia y del capitalismo ha sido lograr mediar en las vidas sexuales y sentimentales de las personas, y conseguir que muchas parejas se casen bajo la bendición de la familia, Hacienda, la Iglesia y el Estado.
Sin embargo, el amor es un fenómeno complejo que a menudo no tiene mucho que ver con el matrimonio ni con el modelo heterosexual y monogámico que nos han vendido a través de los productos culturales. Además, no siempre está impregnado de romanticismo individualista. En ocasiones el amor se expande a la comunidad, y es transgresor porque rompe con el modelo normalizado. Otras veces en cambio funciona como regulador de la organización social, porque la pareja es la base para la creación de las Familias tradicionales.
Y es que el amor tiene una dimensión política, económica y social que está invisibilizada, porque se presenta como un fenómeno sentimental, perteneciente al ámbito íntimo.
El amor es consecuencia del miedo humano a la soledad, pero a la vez es una aventura por las profundidades de nuestro ser, de nuestras potencialidades y nuestras miserias. En el amor romántico confluyen el arrebato y la contención, el paso de los años y la pasión de una noche. Es una condensación de mitos que circulan por el espacio colectivo, pero también un sentimiento que genera potentes respuestas físicas que sacuden y modifican el organismo humano, su conducta y sus actuaciones.
El amor pasión es acción pura, pero también se resume en divagaciones y ensoñaciones íntimas de carácter platónico. Está anclado a la realidad; se expresa en forma de caricias, jadeos, gemidos, susurros y gritos, sangre, sudor, semen y fluidos, pero también es un fenómeno idealizado y vivido de forma irreal.
El romanticismo puede suscitar en las personas sentimientos de altruismo, generosidad, entrega, sacrificio, ilusión, felicidad intensa. Los enamorados se ven de pronto mostrando su mejor cara, tratando de ser buenas personas, siendo hospitalarios, ofreciendo su ayuda, haciendo sentir bien al otro, deseado lo mejor para el otro. Muchos se ven ?fuera de sí?, como contemplándose a sí mismos desde lejos, sorprendidos por su propia generosidad, altruismo y capacidad de entrega: ?El amor es el comunismo dentro del capitalismo. Incluso a los más avaros les da por regalar y se sienten por ello totalmente felices? (Ulrich Beck, 2001).
Sin embargo, el amor pasional también puede ser un mecanismo que active  nuestro lado oscuro: el egoísmo, el miedo y las inseguridades, los complejos, los deseos de venganza y dominación, la crueldad extrema. Por eso a menudo el amor romántico nos muestra la peor cara de nosotros mismos, nuestro lado más sombrío e inconfesable.
El amor nos hace tomar conciencia de la muerte y de la vida como procesos inseparables. Nos produce una sensación de poder abarcar la totalidad del ser, porque nos vuelve hacia nosotros mismos, y en ese proceso podemos conocer la realidad desde la propia realidad, como si fuese la de la Humanidad entera. Esto sucede porque al volverse hacia sí, el humano encuentra su animalidad a través de su propio cuerpo, sus deseos, e instintos. Y también se choca con la realidad de su pequeñez y vulnerabilidad; por eso ansiamos la eternidad, la perfección, el infinito, la sublimación de los sentimientos.
En este sentido, el amor es una fuerza grandiosa que hace tomar conciencia al ser humano de su insignificancia y su breve paso por este mundo. Y eso sucede porque el amor romántico expresa un deseo de eternidad que nos arroja a la cara la precariedad de nuestra existencia, como personas y como especie. No sabemos por qué estamos vivos o para qué, pero el amor a veces logra proporcionarnos un sentido, un motivo, una causalidad.
El amor, entonces, nos pone en contacto con lo inconmensurable (la vida, la eternidad, el movimiento, la existencia) y con lo insignificante (nosotros mismos, perdidos en una esquina de una galaxia lejana y aislados por distancias astronómicas del resto del universo). Y esta conexión con la inmensidad nos hace ser conscientes de lo extraño y maravilloso que es a la vez estar vivo. Existir es un estado tan precario que precisa ser disfrutado con intensidad, porque es poco probable que vuelva a repetirse. La pasión amorosa se acaba; explota con violencia o se extingue lentamente, pero se acaba, como la vida misma, como nuestra propia existencia. Por eso el amor nos pone en relación con la vida y la muerte; por eso lo experimentamos de un modo tan trágico y pasional en ocasiones.
El amor es, también, un arte, como dijo Erich Fromm (1959). Es una fuente sentimental que genera otras emociones fuertes; a menudo se le acusa de ser un elemento perturbador, generador de caos y destrucción, provocador de actos irracionales que anulan la lucidez y cordura de las personas, como si pudiese separarse a las emociones de los pensamientos, como si los sentimientos y las ideas fuesen entes contrapuestos.
La extraordinariedad del amor correspondido radica en que nos eleva por encima de la cotidianidad, normalmente monótona y rutinaria para la mayor parte de la Humanidad. En un sistema tan cruel como el nuestro, tan desocializado e individualista, es normal que el ser humano desee vivir otro tipo de realidades; enamorarse sería un modo de evadirnos, de relacionarnos y de trascender la realidad.
La realidad de la persona enamorada es mucho más colorida, diversificada, intensa y placentera que la realidad del día a día; por eso hoy en día el amor romántico sirve como dispositivo de evasión, bien consumido como relato, bien vivido en persona. Por su carácter escapista, el romanticismo a menudo constituye una realidad utópica que choca con la realidad; en ella deseo y frustración van de la mano.
Necesitamos enamorarnos del mismo modo que necesitamos rezar, leer, bailar, navegar, ver una película o jugar durante horas: porque necesitamos trascender nuestro ?aquí y ahora?. Alejarnos de la realidad, ponernos en la piel de otras personas, de otros seres fantásticos, viajar a otros mundos, descubrir nuevas cosas, buscar la trascendencia espiritual. Fusionar nuestra realidad con la realidad de otra persona es un proceso fascinante porque se unen dos biografías que hasta entonces habían vivido separadas, se construye una historia en común, y se proyecta un presente y futuro idealizado, situado más allá de la realidad propiamente dicha, y alejada de los cambios y avatares de la vida.
Por eso el amor es para los enamorados como una isla o una burbuja, un refugio o un lugar exótico, una droga, una fiesta, una película o un paraíso: siempre se habla de las historias amorosas como situados en lugares excepcionales, en contextos especiales, como suspendidas en el espacio y el tiempo. Esa magia es lo que hace este fenómeno incomprensible para muchas personas, que no se explican por qué sus vidas cambian cuando se enamoran, por qué hacen cosas que nunca harían, por qué son capaces de cualquier cosa por su amado o amada?.
El amor, en definitiva, es una vía de conocimiento, un intento de trascender la realidad, de superar la muerte, de lograr la fusión con el cosmos. Es también una ficción que vivimos en y con el cuerpo, y una fuente constante de sufrimiento, dolor, y sublimación poética. Es un sentimiento poderoso, de eso no hay duda, pese a la dificultad para entenderlo en toda su complejidad.

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